La bancarrota del hispanismo en Filipinas

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Title
La bancarrota del hispanismo en Filipinas
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Por AnsENIO N. Luz .ARECE ser que los españoles y los hispanistas de Filipinas abrigan la c~encia de que la obra de España en estas islas está tan profundamnete arraigada que por mucho que se Ja socave y por notorios que f~esen fa ~a y el olvido d·e los que están llamados a restaurar las ruinas que van ocasionando en su fábrica el tiempo y la hostilidad ambiente, esa obra perdurará incólume y hasta lozana en el curso de las edades . Fiados en superficiales y engañosas apariencias, los defensores de la cultura hispana en nuestro país juzgan que su deber se reduce tan sólo a celebrar una vez al año, más o menos airosamente, el llamad'o ·Día Español, fiesta que consideran consagratoria de Ja vieja cultura española y a la que atribuyen la virtud de revivir entusiasmos decaídos y de reanimar espíritus de ordinario pesimistas y decrépitos. La realidad nos muestra, empero, que Ja fortaleza espiritual que aquí ha levantado España se está cayend'o a pedazos, y que los contados reductos que quedan-pálido testi~onio de la obra realiEada--están amenazados de inminente y completa ruina. Vencidos y desplazados en todas partes, los hispanistas muestránse reE1ignados con su suerte. Dijérase que les falta hasta el instinto de conservación, pues nada hacen por defender el patrimonio mas preciado de su cultura, el idioma castellano, poderoso instrumento de conservación y de defensa, eslabón histórico que nos une sentimental y moralmente al pasado. Viéndoles inactivos y abatidos, los hispanistas parece que han perdido per .oompleto la fe en su causa y que están resignados a la fatalidad de una inevitable derrota. Es ..pneeiso, por tanto, hablar ~on toda claridad, sin tapujos ni paliativos de ningún género. La literatura periodh:;tica castellana, naturalmente deficiente y transitoria, apenas si consigue mantener los ya medr&dos prestigios del idioma castellano en estas islas. Ni por su calidad, ni por su difusión, cabe esperar algo grande y permanente del periodismo castellano en estas islas, pues su campo de acción se está estrechando visiblemente ante el alud incontenido de la literatura y d-el periodismo ingleses y vernaculares. Y si de la arena militante del periodismo pasamos a la esfera más sosegada de la catédra, también advertimos signos ominosos de decadencia, acaso aun más pronunciados y depresivos. Pase que en las escuelas públicas y en los altos centros docentes oficiales se vea relegado el castellano a último término, pero ¿qué razón válida, podría haber que justifique la proscripción del castellano de colegios y universidades de muy antiguo abolengo y prestigio castellano? N~ duele soltar públicamente el concepto, pero creemos que semejante conducta es, sencillamente, una claudicación, posiblemente algo peor aún; una verdadera deserción de los elementos más llamados a luchar por la permanencia del castellano en estas islas y defender valientemente los altos fu~ros de la cultura hispana en estas latitudes. Sin embargo, trátase de un fenómeno que es facilmente explicable. Viviend·o como vivimos en una época esencialmente oportunista y acomodaticia, el inglés, que tiene en el presente momento más subido valor comer<;ial, tiene que ser necesarialQl.ente preferido por conveniencia e interés persol}ales. Pero si aquí hubiese, por lo menos, una ~Qnciencia colectiva vigilante y dinámica, presta a defender el valor cultural y moral del castellano, habría un movimiento coordinado que sosteng*\ la lucha en favor de este idioma como instrumento ente· ectual que no puede ni debe plegarse enter~mente a conveniencias materialistas e imposiciones de carácter utilitario. Pero por desgracia ni los españoles ni los filipinos hispanistas parecen darse cuenta de que es preciso que se organicen para defender la causa común gravemente amenazada. Es posible que se den cuenta de ello; pero su pasividad y su abulia son tan grandes que ni siquiera intentan una aproximación para entenderse y concertar una acción común. Entregados de lleno a sus propjos problemas y dominados por el egoismo, unos y otros están supeditados a la dolorosa realidad y en vez de acercarse se va ahondando cada vez más el abismo que les separa. Esta suicida actitud es tanto más punible cuanto que no se trata de un problema insoluble, de una causa irremisiblemente perdida. Por el coµtrario, si hubiese firme voluntad de afrontar la situación, acaso se ofreciese un medio relativamente fácil de resolverla. Por d'e pronto, debemos oponer un plan efectivo que ataje la práctica dominación del inglés. Y ya que la táctica ofensiva del adversario se basa principalmente en el valor. comercial de su idioma, es preciso que apuntalemos con algo tangible y utilitario el lazo romántico y cultural que une a España y a Filipinas. El día en que los españoles de Filipinas y los españoles de España se dén cuenta de que el idioma común no sólo debe ser lazo de inteligencia y je simpatía, sino también medio efectivo de cimentar intereses materiales y de promover el intercambio de beneficios -mútuos y acomoden sus planes y subordinen sus esfuerzos a esta realidad, ese día el castellano cobrará un empuje hasta ahora no conocido en nuestro país y tendrá un valor que hoy no lo tiene. ¿POdríamos esperar que esto se realice en plazo no muy remoto? ¿Hay, por ventura, signos premonitores de tan plaµsible suceso? Desgraciadament~. las incoordinadas y modestas iniciativas tendentes a defender el castellano en estas islas que hasta ahora se han lanzado públicamente, delatan falta de entusiasmo y fe en tal empresa. Ese mirlo blanco del hispanismo que se llama Asociación Hispano-Filipina, que ha pretendido cobijarse bajo la égida de españoles e hispanistas, no sólo no ha recibido hasta ahora ningún apoyo ni estímulo que,. valgan la pena, &ino que en el curso de su corta: y poco lozana existencia tiene que luchar a brazo partido no contra algún ~dversario, Sino contra la letal indiferencia de los mismos que están llamados en primer término a patrocinarla. Los españoles de 1''ilipinas prefieren encerrarse en su torr~ de marfil y miran sin interés alguno ,Y aún al pa~­ cer con cierto desvío, los débiles esfuerzos que un reducid-o grupo de filipinos están desplegando por perpetuar el idioma castellano en estas islas y con él el cariño, la gratitud y el vínculo cultural con España. En cuanto a los filipinos que tienen la buena suerte de poseer el castellano, su~' indiferencia es tan punible y tan injustificada como la de los mismos españoles. Porque eón el castellano está vinculado el interés personal de poder utilizar un efectivo instrumento de cultura y, por tanto, de progreso, y el interés Patriótico ~'e perpetuar un idioma que tiene carta de_ naturaleza en nuestro país, que al ponernos en comunic&ció·Ó~· directa con el gran mundo de habla española nos proporciona un arma poderoi:;a para la defensa de nuestros intereses e ideales y hace que podamos expresar nuestros sentimeintos y nuestt,as ideas, sin trabas. ni imposiciones, en ·un ÍdiO~a de reconocida prestancia universal. Pero por fortuna, no todo está perdido para la caus,a del hispanismo en Filipinas. Quedan aún algunos reductos en los que se m~ritiene Vivo el culto al hermoso idioma de Castili~·;c el ~ugusto recinto de nuestras dos Cámaras legislativas y la mayoría de nuestros tribunales de justicia. Además, en el santuario de muchos hogares filipinos se rinde amorosa pleitesia al robusto y expansivo verbo castellano. Es obligación ineludible de todos los hispanistas-españoles, filipinos y aun extranjeros---defender con redoblado empeño estos últimos reductos y convertirlos en centros de laborantismo y de organización para desde allí iniciar la reconquista de. territoriO perdido. Esta es una cruzada cultural que merece el decidido apoyo de tod·os los hombres de buena voluntad, incluyendo a los mismos. americanos, pues el culto al castellano y a la cultura de que es medio de expresión, no riñe con el culto al inglés y a la cultura anglo-sajona, antes bien, ambos idiomas y ambas culturas armonizan y se completan en la gran obra de occidentalizacióón de estas islas.