La Republica literaria

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Part of Excelsior

Title
La Republica literaria
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
@tt1l1 \lt n~ 11/k ~~IJ2>Ml/§ll1U«:&:i 1101l'~IRlffe:i!RlO&:i Por D. DI¡!:GO DE SAAVEDRA FAJARDO ( Ji'ragmento) :r-. ABIENDO discurrido entre mí del número gi·ande de los libros y de lo que va ':º.) crecit>ndo, así por el atrevimIE>nto de los que escriben, como por la facilidad de la 1 :, imprenta con que se ha hecho trato y mercancía, estudiando los hombres para -::--.. ; escribir y escribiendo para granjear; me venció el sueño: y luego el sentido interior corrió el velo a la~ imágenes de aquellas cosas en que despierto discunía. Halléme a la dsta de una ciudad, cuyos capiteles de plata y oro bruilidoS de:;lumbraban la vista y se kvantaban a comunicar:;;e con el cielo. Su hermosura encendó en mí un gran deseo de vel'la; y ofreciéndose delante de mí un hombre anciano que se encaminaba a ella 1e alcancé: y tt·abando con él convers"ción, supe que se llama a Marro Varrón; de cuyos estudios y erudiciOn en todas materias, profanas y sagradas, tenía yo muchas noticias por testimonio de Cicerón y de otros: y preguntando yo qué dudad era aquella, me dijo con agrado y co1·tesía que era la República lite1·m..ja: y ofrec.éndose a mostrarme lo más curioso de ella, acepté la compañía y la oferta; y fuimos caminando en buena conversación. Por el camino fuí notando que aquellos campos vecinos llevaban más eléboro que otras yerbas: y preguntándole la causa. me respondió, qt.e la divina Providencia ponía i=dempre vecinos a los daños los remedios; y que a~í había daao a la mano aquella ye1 ba para cura de los c:udadanos, los cuales con el continuo estudio padecían graves achaques de cabeza. Mucho~ buscaban el eléboro; Ja anacardina para hacerse memoriosos, con evidente peligro del juicio. Poco me pa1·ec!ó que tenían los que le aventuraban por la memoria: porque si bien es depósito de las ciencias también lo es de los malef:.; y fuera feliz el hombre. si como está en su rr.ano el acofdarse, estuviera también el olvidarse. La memoria de los bienes pasados nos desconsuela; y la de los males prrsentes nos a.otmenta. Habiendo llegado a la ckdad, reconocí sus fosos; los cuales estaban llenos de un licor oscuro. La!'i murallas e1·an altas; defendidas de cañones de ánsares v cisnes, que disparaban balas de pap~l. Unas blancas torres servfan de haluarte': dent1·0 de las cuales levantaba la fuerza del agua unas v:igas, cuyas cabezas batiendo en pilones de mármol gran cantidad de pedazos de lienzo, los reducían a menudos átomos: y recogidos estos en cedazos cuadrados de hilo de alambre, y enjutos entre fieltros, quedaban hechos pliegos de papel; materia facil de labrar, y bien costosa a los hombres ¡Qué ingeniosos somos en buscar nuestros daños! Escondió la naturaleza próvidamente la plata y el oro en las entrañas de la tierra, como a metales perturbadores de nuestro sosiego; y con gran providencia los retiró a 1·egiones más remotas, ponilndoles por foso el inmenso mar Oceano, y por mm·os altas y peñascosas montañas: y el homb1e industrioso busca artes e intrumt"ntos con que navegar los ma?·es; ~enetra1· lol'l montes y sacar aquella materia que tantos cuidados, guerras ~- muertes causa al mundo. Están en los muladares los viles andrajos, de que aún no pudo cubrirse la desnudez; y de entre aquella bausura los saca nuestra diligencia, y labra con eJlos nuestro desvelo y fatiga aquellas hojas donde la malicia es maestra de la inocencia siendo causa de infinitos pleitos y de la variedad de religiones y sectas. El frontispicio de la puerta de la ciudad era de hermosas columnas de dife_ rentes mármole!'i y jaspes. En ellas (no sin misterio) parece que faltaba a sí misma la arquitectura: porque de los cinco órdenes solamente se veía el dórico duro y desapacible, símbolo de la fatiga del trabajo. Entre las columnas estaban en sus nichos nueve estatuas de las nueve Musas, con varios instrumentos de música en las manoo; a las cuales había dado la escultura tal aire y movimiento a pesar del mármol, que la imaginación se daba a entender que imprimían en ella aq"uellos afectos que suelen infundir dei:;de las esferai:: -del cielo donde las consideró inteligencias o almas la antíguedad. Clio parece que encen-Jia en los pechos llamas de gloria con las hazañas de los varones ilustres. Terpsicore elevaba los pensamientos con la dulzura de la música. Eruto daba números y compases al movimiento de los pies. Pnlirnnia avivaba la memoria. Uranio se servía de ella para persuadir en el ánimo la contemplación de los astros. Calfope levantaba los espíritus heroicos a acciones gloriosas.