Bienaventurados los humildes

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Title
Bienaventurados los humildes
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
l. En un rincón de la dormida selva, se alzaban solitarios el verde pino y el negro kamagón. 'Estaban frente a frente, altivo el pino y triunfal, coronado de sol y pajaros, perfumado y bello, y lleno de los beso¡ de ]as brisas. Humilde y feo el kamagón, bajo un tendal de renegridas ramas, sin un canto, ni un beso, ni un aroma en su copa. La mañana teñia la selva con todos los divinos colo1·es del abril: el rocio caía de las flores gota a gota como un lloro celestial; y entre el azul del cielo y el azul del boscaje, reía luminoso el sol. El kamagón inc1inaba sus retorcidas ramas: -Buenos días, gentil vecino! El pino se estremeció altivo y desdeñoso; cet·ernoniosamente susurró: -Buenos los tenga usted! ... -Parece que hoy hemos madrugado ... -Y cómo poder dormir con tanto amor! . ¿No ve UEtui' que mundo de amores y de nidos en mi copa?. . . Me estan matando a besos las alas de la:s aves y las brisas! -El amor busca juventud y hermosura; ¿de qué se queja usted? -¡Oh, es que tanto rendimiento me abruma! ... -Sin embargo, cuantos envidiarian su fortuna ... -Usted por ejemplo, abuelo. 11. Toda la selva ardia con un calor de fragua, de infierno, apesar de haberse ocultado el sol y yacer el boscaje envuelto en densísimas sombras. De vez, en vez, el fulgor de un relampago sacudía las nube.$ como un latigazo.' Y después de un instante tableteaba el trueno lejano y ron. co. Habían ido a refugia1·se en no importaba donde las bellas aves de la primavera. Las grandes flores rojas, amarillas, blancas se tronchaban marchitas sobre sus tallos sacudidos·. Un raudo viento cortante y cálido como el Vaho de un cráter lo alfombraba todo de pétalos y ramas destrozadas. El ve1·de pino, trémulo y temeroso, habló: -Abu lo kamagón, no sentis miedo? El camngón sonreía: -Miedo a que, de qué? ... -A la tempestad que llega ... El kamagón seguía sonriend·o. -Bah!. . . Amigo mío; no tcdo ha de· Ser encanto y luz y flores y besos!. . . En la vida más feliz hay muchos dias de tempestad como este; yo he v~to muchísimos tantos que hoy ya lo mismo se me dá que alumbre el bosque el fuego de los rayos como la dulce y blanca luz de la luna Bena ... Además, qutl la tempestad pasa, como pasa todo, la juventud, el amoi', la misma gloria!. ... -Sí¡ pero la torm·nta vuelve .... -¿Y quién nos dice que no vuelve la juventud, la gloria y el am01·? ... El aire iba enh'eneb1·eciéndose más; los relámpagos eran cada vez más vivos y con·tinuo1s; el trueno retumbaba cerca; y algunas gotas de lluvía grandes - y pesadas caían indistintamente alzando· un sordo murmullo. En la selva alborotada . se oía el silbar de los reptiles, el grito de los kalaws, las quejas de los árboles heridos. Un fuerte ·ventarrón se alzaba arrollándolo todo a su paso, tirando nidos y desgarrando ramas. . . De pronto una roja llamarada inc~ndió la selva y seguido de un estrépito infernal que conmovió la tierra en Bus entraña!', cayó el primer rayo enroscándose como una culebra de resta-· 11antes brasas a un hermoso y altivo ilangilang que se dobló pesadamente hecho pedazos. Pasado el ~struendo desolador el kamagón miró al pino con lastima. Se había d spojaóo de toda su altrivez de todo su ·necio orgullo Y aparecía acuciado y tembloroso, víctima del pavor que le corroía hasta la s:avia de las más hondas raíce.s. Cubie1·tos por ~us gentil s ramas que azotaba despiadada la Uuvía, parecía llorar todas las gotas de agua que le volaban por las hojas; el kamagón compadecido, le habló entonces, por sobre la voz tremante d~ lQ¡S desolados elementos. -No tembleis, no lloreis, esto pasará ... -Oh, abuelo-, tengo miedo de morir! -No morireis. Sois joven todavia; pero si está escrito que dejeis de existir hoy, eso, que más os dá?. . . Tarde o temprano tenía que ser: todos vamos por el mismo camino; es cuestión solamente de unos años más o menos ... El retumbo de otro trueno ahogó su voz; otra llamarada infernal los cegó; ambos escucharon cómo a sus mismas espaldas se derrumbaba secamente otro pob1·e ilang-ilang herido por el rayo ... El pino más ~pantado todavía ·se alzó en un grito de protesta desesperada ... No, no, él no quería, no podía, no debía inorir, y morir así, partido por un rayo. Era jovén aún y ap~ nas había gozado de las dulzuras divinas del abril. A qué arrancarle por la negra hedionda parca, de sus noches de plata olorosas a flores y luna, de sus días de· oro poblados de alas y rosadas auroras? .... Calló de pronto, estremecid·o, agitado po'r un horrible estertor, doblando la copa ideal que un rayo ahora veteaba con su azul y roja y vei:de y amarilla fosforecencia, como un largo collar de turquesas y rubis y esmeraldas y zafiros colgante por su muerto tronco ... El negro kamagón no sonrió; el pobre pino era un sueño más que caía, un inmenso sueño de gl'andeza perdido en la grandeza universal! .... 111. En tanto la tormenta arreciaba y el bosqqe a cada instante se inflamaba con un cArdeno, intensísimo fulgor. Y nada se podía escuchar sino la voz horrlsona del trueno que por todas partes cabalgaba como una gigantesca diabólica cuádriga pateando con sus ca.seos de lumbre la celeste veste de la "altura. Y el kamagón sintió a su vez, de pronto, que una serpiente de fuego ard'iente le corroía todo por entero, abrasando su frente, -sus brazos, sus entrañas ... Luego no sintió nada más. Había sido heri• do de muerte también. Y entonces el cielo fué Bclarándose y poco a poco se apagó la tempestad. IV. Pasado un año, en otra luminosa mañana de abrili algunos leñadores invadieron 10. selva. Y entre los troncos y las ramfis frescas de los arboles qµe derribaron a bolazos y a hachazos, se llevaron consigo los resecos despojos del verde pino y el negro kamagón. Y sucedió que mientras la gente del pueblo necesitaba leña, el cura del pueblo necesitaba una gran cruz para su culto. Y en una misma noche, mientras deshecho en mil pedazos se hacia ceniza el pino en los rústicos caseros kalanes de la comarca, el kamagón convertido en cruz divina y adorada se alzaba en el altar de un pueblo que postrado ante sus plantas de rodillas le llenaba de flores, d~ plegarias y luz. JULIO BRIAL ACLARACION Del artirulo "Injusticias Históricas" que publicamos en nuestro número del 10 del actual es autor nuestro c~laborador D. Vicente Blanco: Por un descuido involuntario, se om;itió el nombre de dicho señor al pié de su artículo, y por este motivo, hacernos gustosos la presente aclarac'i.ón.