Hacia un Nuevo engrandecimiento de Bilbao
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Part of Boletin de la Camara de Comercio
- Title
- Hacia un Nuevo engrandecimiento de Bilbao
- Language
- Spanish
- Source
- XXXI (Issue No. 415) Mayo 1938
- Year
- 1938
- Fulltext
- Vol. XXXI CÁMARA DE COMERCIO ESPAÑOLA DE FILIPINAS Núm. 415 HACIA UN NUEVO ENGRANDECIMIENTO DE BILBAO Los “bizcaitarras”—de tan negra memoria—hi cieron todo lo posible por hundir espiritualmente y materialmente a Vizcaya y a nuestra gran Villa que desde sus humildes orígenes venía desarrollándose de una manera prodigiosa en. constante crecimiento de cuerpo y lozanía de espíritu hasta que adivino el fatal predominio de la horda separatista. Renegó ésta de la Madre Patria España, y en su cretinismo y megalomanía demencial pretendió hacer del “País Vasco”, como ella decía, un Estado autóno mo, capaz de asegurarse su propia soberanía e inde pendencia y de bastarse a sí mismo. Y cuando estos anormales consiguieron de sus aliados los otros renegados españoles, rojos bolchevizantes, amos, por un momento, de España, el Estatu to que les daba la primera ilusión de ver realizados sus sueños, se comportaron de tal modo que dejaron bien patentizadas su quimera, su vesania y su ruindad. Liberada Guipúzcoa por el Ejército nacional al poco tiempo de la batalla de Irún, salvo en una peque ña franja de su territorio pronto también recuperada, quedó sola nuestra Vizcaya entre las provincias vas congadas bajo el dominio rojo-separatista, durante el cual—un período de once meses—dieron los “bizcai tarras” todas las pruebas inimaginables de insensatez y desvarío. Crearon una burocracia frondosísima que no servía para nada absolutamente, y sus jefes se ro dearon de un lujo de personal, de oficinas y de mue bles como para darse la sensación de que representa ban a un gran Estado, admiración del mundo, cuando, como es la verdad que una vez confesó el diario Euzkadi, su territorio se recorre a todo lo largo de confín a confín en un automóvil, apenas éste adquiere su ple na velocidad; y cuando sus "recursos económicos, sepa rado él del resto de España, no alcanzan siquiera ni para alimentar a una décima parte de la población existente cuya densidad se había logrado merced al concurso de otros hombres, elementos y fuerzas de fuera, y a la cooperación del Estado español, con el cual forma nuestra provincia un todo indivisible y or gánico. Así es que el ridículo, por lo aparatoso, y en clenque, por su naturaleza, Gobierno separatista, para sostener su orgía de gastos, se entregó al pillaje, sa queando Bancos, domicilios particulares, y enviando, finalmente, al extranjero lo robado en dinero, valores bursátiles, joyas, cuadros, y hasta los barcos de Em presas privadas. Completó la tarea de rapiña aquella horda de re fugiados que invadió a Vizcaya, y en particular, a Bil bao por invitación expresa de los mandarines bizcai tarras que se preciaron con ello de generosidad cris tiana, cuando, en realidad, implicaba una crueldad inaudita para los infelices vizcaínos que habían de so portar las fechorías y latrocinios de la gentuza invasora y los consiguientes quebrantos y privaciones, que se traducían en la miseria y el hambre. Todavía más; la maldad de los bizcaitarras se ce bó hasta en los aldeanos a quienes decían que les ama| ban tanto, arrastrando a la fior de su juventud hacia i tierras para ellos extrañas y llevándoles a la muerte por una causa que sabían perdida, y obligando a los ! demás, según se aproximaban las invictas tropas na cionales, a abandonar sus caseríos y a peregrinar coa su ganado con rumbo desconocido y siempre incierto. Y culminó su vesania rencorosa y destructora en su de signio, de aniquilar por completo a Bilbao por medio de la dinamita. Gracias a la rapidez con que entraron en nuestra ciudad las victoriosas banderas de Franco, no se pudo consumar del todo aquel horrendo crimen. Aun así, volaron los puentes, como habían volado la presa de aguas de Ordunte, pero se salvaron la Universidad de Deusto, el Instituto y la Escuela de Comercio y otros edificios que estaban ya preparándose para recibir la carga explosiva. Excusado es ponderar, si esto se hu biese llevado a cabo, la hecatombe de vidas humanas. ¡ A tal punto degeneró la aberración bizcaitarra en sus cacareados sentimientos cristianos de piedad, de cari dad y de amor al país natal! Se nos dirá que eran exigencias de la guerra. Pero hemos de notar que los donostiarras hermanos en el cerril y sectario separatismo de nuestros bizcaitarras, procedieron de una manera muy distinta salvando a su pueblo de la bárbara destrucción con que le amena zaban los rojos. Convencidos de la inutilidad de una resistencia sangrienta, abandonaron prudentemente su solar natal liberándolo de las devastaciones rojas y vinieron a buscar amparo en Vizcaya y hacer aquí lo que no quisieron para su provincia mientras que los bizcaitarras, obcecados, tercos y perversos como ningu no, más aún que los rojos santand.erinos y los propios dinamiteros asturianos se resistieron hasta lo último, complaciéndose en la matanza y en la ruina. El resultado fué que Guipúzcoa y su capital, San Sebastián, quedaron casi intactas,—y de ello nos con gratulamos—al paso que Vizcaya, y su capital Bilñao, sufrieron asolamientos, devastaciones, saqueos y ex poliaciones sin cuento. Como los mandones del bizcaitarrismo estaban de masiado comprometidos personalmente, prefirieron l hundir al propio país que no capitular y salvarle en lo que fuera posible. Hasta el último resto de nuestras peculiares instituciones público-administrativas—el Concierto Económico—se perdió así por culpa de ellos. Y no hablemos de los asesinatos individuales y en masa perpetrados durante su mando. Horror nos cau sa al recordarlo. Pérdida también inmensa para Viz caya fué la de tantos de sus buenos hijos que la bor laban y enaltecían. Tal es, en breve memoria, el balance de la nefan da experimentación del biscaitarrismo. % Que ella nos sirva de aleccionamiento perenne, y para que Vizcaya reafirme más y más su vital adherencia a las entra ñas de la Madre Patria y su fusión íntima y absoluta con el espíritu y los destinos de la inmortal'España. (Del Editorial de “ Información” C. Comercio de I Bilbao, Febrero.) 11