Los profetas del pueblo de Dios

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Title
Los profetas del pueblo de Dios
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
LB)~~~IBI Q'r,~I llt' ltt~ LOS PROFETAS DEL PUEBLO DE mos Por DONOSO CORTÉS i AMAS en ningún pueblo de la tierra, antiguo ni moderno, hubo una institución tan admirable, tan santa y tan popular como la de los profetas del pueblo de Dios. AtenM tuvo poetas y oradores: Roma tribunos y poetas. Los profetas del pueblo de Dios fueron poetas, tribunos y oradores a un tiempo mismo: 'como los poetas,. cantaban las perfecciones divinas: como los tribunos, defendían los intereses populares ; como les oradores, proponían lo que juzgaban ccnforme a las conveniencias de1 Estado. Un profeta era más que Homero, más que Demóstenes, más que Graco; .era Graco, Homero y Demóstenes a un mismo t'empo. El profeta era el hombre que daba de mano a todo regalo de la carne y a todo amor de la vida, y que mensajero de Dics, tenia el encargo de poner su palabra en el oído del precio, en el oído de los s2cerdotes y en el oído de los reyes. Por ern, los profetas amenazaban, imprecaban, maldecíPn; por eso, de.iaban escaparse de sus pechos, poderosas, tremendas aquel'as voces de temor v de esrpnto, que se o(•n en Jerus0 lén ctrnndo venía sobre ella crn ejército fortisimo y numeros'simo el rey de Bari'rnia, mi"list•o de las -vengrnzas de Jehová y de sus iras celestiales. Los po~tas cesáreos mirabn siempre, antes de hablar, lo sembfantes de Irs príncipes. Les oradores y los tribuncs de Atenas y de Roma tenían puestos les o'os, antes de soltar los torrentes de su elocuencia, en los •emblantes del pueblo: los profetas de Israel cerraban los ojos pRra no liscnjear ni los gustos de los pueblos ni los antojos de los reyes, at0 ntos sólo a lo que Dios les dec' a interiormente en sus almas : por eso hicieron frente a los odios implacables de los principes, que habiendo puesto su sacrílega mano en el templo de Dios, no temían ponerla en el rostro augusto de sus profetas: por eso resistieron con ccnstantísimo semblante a la grande indignación y bramido popular, creciendo su constancia al compás de la persecución y al compás de las olas de aquellas furiosas tempestades, s'n que se doblegasen sus alm2s sublimes al miedo de los tormentos: por eso, en fin, casi todos, o entregaron sus gargantas al cuchillo, o buscaron en tierras ext;·añas un triste sepulcro. Yo no ~é, ~eñores, si hay en la historia un espectáculo más bello que el de les profetas del pueblo de Dios luchando, armados con el solo ministerio de IR palabra, contra todas las Potestades de la tierra. Yo no sé si ha habido en el mundo poetas más altos, oradores más elocuentes, homhres más grandes. m?s santos y más libres; nada faltó a su gloria. ni la santidad de la vida, ni la santidad de la caurn qre sustentaron, ni la corona del martirio. Con los profetas tuvo fin la épcca de 'a amem•ea; con el Salvador c'e' r.::!:n:1o, c~mienza la época del castigo.