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- Mayo Al son de bombo y platillos y volteos de campanas El parepare Juan Lanas Fué recibido en Fracaso. Salió el Concejal tercero Y el jefe de los Constables. Para evitar deplorables Encuentros con los romanoa," Para la fiesta católica Fué llamado el Padre Antero, Excelente Misionero, Padre de las almas buenas. Sufrió en silencio el insulto Del parepare insolente, Manso, resuelto y paciente, Orando por ~us ovejas. Vió a su pueblo seducido Y al parepare triunfante, Y a los buenos, un instante Vacilando en sus creencia·•· Contempló la cruel parodia, Vió la Independiente llena, La procesión, la verbena, Los cohetes y la fiesta. -¡Dios Santo! ¡Qué desvaríot ¡Qué confusión espantosa.! Cuento ESTUDIO 12, 1923 LA FARSA AGLIPAYANA , HISTORICO ¡ Y que por tan poca cosa Se olviden de Tí los buenos! Perdón por mi pueblo pido¡ Dame, Señor, fortaleza Para luchar con firmeza De t2'nto olvido y desprecio ..• Y el parepare Juan Lanas Se rellenó loa bolsillos Y escupió por los colmillos Bien boyante y satisfecho. -Hemos triunfado, Señorea; Y o soy aquí el soberano Y queda el Padre Romano Sepultado en su convento ... 1 1 Calló el barullo y jolgorio; Cesaron los festivales T fueroa los comensales A dormi'F 'l'oncos la siesta. La oración del Mis.ionero Al trono exoelso llegó, Y la hora de Dios sonó Para vengar tanta ofensa. Y la ira justa de Dios Sobre Fracaso cayó, Y una peste se inició Precursora de la muerte. Los más robustos cayeron, Los atacados morían, Y todos se extremecían Por el terror de la muerte, Y el infeliz parepare, ¿Acudió a sus feligreses? No; cogió sus intereses, Su costilla y su maleta, Y se escapó de Fracaso. Y sin decir: hasta luego, Tomó las de Villadiego, Para salvar su pelleja. Y el Padre Antero salió, Como el bueno Samaritano Con la Cruz santa en la mano Y en sus labios la dulzura. Y aquel pueblo despertó Del sopor en que yacía, Viendo el brazo que le hería, Para sanar su locura. Y en alas de su entusiasmo Al Pa·dre perdón pidieron Y con llanto prometieron Ser católicos sinceros. Cesó la peste al momento, Reinó una inmensa alegría, El cisma murió aquel día, Y al camarín dieron fuego. P. de ISLA. más sabio de todos empw1ó un acostumbrada lentitud. desmesurado alfiler, que para · Aquel monarca b(Jnachón, que tales menesteres traía a buen no había respondido a las punJ'ecaudo, y lo hundió lentamen- zadas del cerebro y del corazón, Y va de cacnto. Narran las te en el cerebro del rey. dió un berrido tan horripilante crónicas que había un Estad(J Reinaba silencio sepulcral en que se oyó hasta en los más gobernado por un rey. Este no el regio aposento, donde se ha- apartados rincones del reino, se cuidaba gran cosa de los bían congregado todos los corte- despertando la con.;;iguiente aleasuntos de la Nación Y apenas sanos, y se volvían todo ojos pa- gría entre los súbditos de Su proporcionaba a sus súbditos ra descub1·fr el más insignifi- Majestad. Aun vivía el rey. otro beneficio sino consumir co- cante movimiento de aquel cuer- Algo parecido nos ha pasado mestibles y bellidas en considP-- po inerme. Pero, el tronco real cot1. "The Jndependent." Le pinrable cantidad. El buen rey es- yacente no se movió. chamas en el cerebro con el puntaba gordo como cebón domés- Retiró el cdebrado galeno tl zón de nuestros razonamientos, tico y rebosante rie salud. alfiler con la solemnidad y pausa mas él permaneció inmóvil, coM as, llególe la hora, enfermó que requería el caso, y tornó a mo si no hallara eco en su masa de hartura y púsose a morir. hundirlo en el quinto espacio in- encefálica semejante instrumenAcudieron a la cabecera real to- tercostal, para e;eplorar el co- to de exploración. dos los médicos afamados del razón. Tampoco se notó la más Nos dirigimos hacia la región reino, pero por más <1ue hicie- ligera mueca en aquel rostro de de las costillas, y, después de caron, la dolencia se fué agra-van- e;drema pa1idez. lentárselas mediante acompasado y el paciente se murió. A lo Quiso el doctor hacer una úl- da pe1·cusión para hacerle reacmenos, así parecía. tima prueba, la decisiva, po1·que cionar, hundimos el alfiler del Entre las leyes de aquel Es- si, después de ella, continuaba pundon01· periodístico en el cotado había una que ordetiaba no el rey sin do,r manifestación al- razón. Mas . .. nada. Como si a11.uncia1' al pueblo la muerte de auna de vida, señril e11 idente era 'fuera un cadáver. •. ningún rey, sin primero cercw- de quedar yá 11acante el trono Dimos una punción definitiva rnrse inequívocamente de su fa- para sentarse en él su sucesor. en las latitudes gástricas y ha llecimiento, so pena r,apital, si Antes de aquella postre1·a ca- dado un rugido, comparable al acaso marraban en el diann6s- ta, mostró el médico a los cor- del monarca de nuestro cuento, tico y anunciaban la vacante tesanos el alfiler, inclinóse so- acabando por queb1·antar su sireal. lemnemente sobre el cuerpo exá- lencio con esta frase que revela El monarca de nuestro cuento nime, pasó la palma de la mano la reciedumbre de su dolor: no daba yá señal alguna de vi- con dulzura por todo el epigas- "¡Alto ahí, necios deslenguada, mas, por lo que en ello les trio, escogió el luga1· de la pun- dos!" iba, quisieron los esculapios con- tura, aplicó en él la punta del Y colorín colorao. firmarse en la suposición. Y el instrumento y lo hundió con la K. LLEJA. !.....:....~~~~~~~~~~~~~~- ·-~~~---~~~~~~~~~~· Vol. I. -4- Núm. 19
- Date
- 1923