El drama de Malacañan [Politica]

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Title
El drama de Malacañan [Politica]
Language
Spanish
Year
1923
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Julio ESTUDIO 28, l9eS. EL DRAMA DE MALA CAÑAN. Yá lo estábamos i·icndo venir. No a /11.ano de 7Jajas r.<!com.endábanios a ambas partes litigantes prudencia y buena voluntad. Pleitos hay en la vida que admiten diverso linaje de solución, y la que es ·muy acertada pani los unos, suele s.er únprocedente pa-ra los otros, y /.a que a éstos -les cuadra, resulta a lo 1nejor disparatada pa ru los de más allá. En toda política donde se requiere el esfuerzo amal_qamad.o de dos elementos, janiás será recomendable el rompimiento de ambos, por suprema que hubiera Uegado a ser entre ellos la tirantez de relaciones. La historia de estos veinte años nos viene d.emostrando que tanta maym· ración hemos obtenido del Gobier1w de Washington, cuanta fué más estrecha nuestra amistad con su representante en Malacañan. No hay sino recordar los días de H arrison, el cual pudo hab,er tenido grandes desaciedos en el ,,·égimen del país, pero supo formarnos un ambiente favorable en la Metrópoli .e influfr en el Congreso de los Estados-Unidos de la A mCrica del Norte para obtener mejoi·as a la autonomía de que gozamos aqu-í. h.1 o hay sino cxa1ninar la labor dd Hon. Quezon en I-l'ashington, ,el cual, a pesa1· de su lctlento, su fogosa orntoria y su tenacidad, no habría alcanzado de los Lcg~·sladores cstadunidenscs cuanto alcanzó, si no hubiese te-nido buen cuidado d~ desarrollar la politica de atracción, ganándose las voluntades de unos y otros y fornÍando un núcleo de partidarios suyos, unidos a él por los lazos de la amistad. De haber poseid" el Hon. Quezon un c<ffácte>· adusto y 1Httivático, ni el bill .Joncs hubiera llegado ,;;ntonces a ser ley, ni lwbrían man.¡festado las Cámaras norteamericanas 7Jor nuestros asuntos fon nwrcado interés. Deb,e echarse mano de todo medio licito para llegar a ltt meta de las aspiraciones nacionales. Y al mismo tiempo estamos en la obli9nción de sacrificar en a1·as de ese suvremo ideal todo cuanto tuviere sabor personal. Teniendo presentes estos principios, hemos mirado con disgusto d.esde el Vol. U. primer momento el pleito surgido entr.e nuestros hombros de gobiet-no y la primeYa autoridad insular. El asunto que lo motivara carecía de toda importancia para la comunidad. ¡,Tenía el Gobernador General derecho de reponer al discutido policía? Pues, mejor fuera dejm·le hacer, porque si sus deseos descansaban en la ley, sabida cosa era que los habria de ,: '!.alizar. ; Era ilegal la conducta de Wood al empe11m·se en sostener a un hombre a quien sus Jefes inmediatos querían arrojar d.~l servicio, porque habían perd1'do la confianza en él? Pues, más acertado parecía recurrir en apelación a Washington, donde no faltarían quienes apoyaran ahincada1nente nuestra parte, qu.e alborotar el catarro con una escena de gran efecto tcatral1 sin contar primero con lu actitud que pudiera tomar la huéspeda, vara quedarnos. . . com¡ntestos y sin novia. Acaso se figura.ron nu.estros estadistas que el Señor de Malacañán se iba a coge1· el cielo con las 1nanos ante aquella, dimisión mancomunada y darla su. brazo a torcer, ant-es qt,te con~.entir en separar del gobierno hom· bres ~ mérito que habían servido durante to-nto años, poniendo en evidencia nuestra aptitud para manejar la nave del Estado, aún en momentos el.e peligrosa navegación. Y salióles la cria.da- respondona al tropezar con quien friamente, casi con indiferencia, aceptabci aquella renuncia general. La actitud arrogante de un subalterno que, creyéndose herido en su dignidad vor el p1·oceder incorrecto de un Jcf.~1 deposita en sus manos el empleo que le pmpo>"ciona la 1norisqueta de cada dia, ha merecido siemp,·e nues· tros más sinceros aplausos, po,·que se niega a vender su indf]pendencia ·indiv-idual por un mendrugo de pan. Pero, la experiencia propia nos ha enseñado cuá.n poca fe merecen las pl'otestas y los j1lramentos en cuadrilla, porque vor ventura se pronuncian bajo el influjo de la segestión gregaria o en la cspc1·anza de imponerse por el número, y cuando suena la horn de quemar las naves, muy contumnente siente la -12mayoría de los confabulados arrugárseles el pantalón y no envuelve yá ninguna novedad el espectáculo de verlos tornar al pesebre abandonado por un compañerismo de momento, dispuestos a todo linaje de bajezas, con tal de conseguir d.'3sagraviar al dueño de la despensa, sin la cual no les fuera, posible vivir. Los que vuelven son en cada caso los nui~, porque en todo tiempo los homb1·es fueron los m.enos. Entonces surge de entre los rebeldes una víctima, sobre quien arrojan los cobardes toda las responsabilidad de la, empr,esa fracasada y ella será la pagana de la obra común. Ella resulta en definitiva la. tlnica acreedora a los aplausos de la multitud. Los demás se han hecho me,·ecedores del reprocT"e general. Dejemos al tiempo que ponga de manifiesto los legítimos héroes de la jornada y sólo entonces batiremos palmas en su loor. Entretanto, lamentamos de todo corazón las considerables bajas que ha. sufrido nuestro cuerpo gubernamental. Algunos de ellos llevaban muchos años en el desempeño de su cargo y habían yá adquirido ese baga,ie de experiencia indispensable po,1 ·a gobernar con acierto y se1·enidad. Tal vez haya entre los dimísiona>ios alguno qu.• dé definitivamente la espalda a todo ¡niesto oficial. Poco basta a ciertos espíritus ,·ectilineos para penetrarse de ingratitud habitual en el teatro ~ la política donde, al repartir los papeles, no siempre se tiene en cuenta el mérito de cada actor. Los días van transcurn"endo, el desenlace de MalaGañán va tomando ese aspecto incoloro de los sucesos yá pasados y nada sabemos <tÚn de lo.• plrrnes de campaña de unos y otros, los cuales es de suponer qu,e no se hayan echado a donnir. ¿Qué proyectan los prohombres del ¡mrtido en el poder? Lo ignoramos. ¿Qué opinan en Washington sobre el gran acont.ecüniento de la temponida? Nada se sabe de fijo aún (escribimos el lunes.). ¿Qué piensa el Gobernador General? ¡Chi lo sal EL FIGARO. Núm. 30.