Curacion de una Joven Pagana ya agonizando ...

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Part of El Misionero

Title
Curacion de una Joven Pagana ya agonizando ...
Language
Spanish
Year
1934
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
148 :Página Teresiana: Curación de una Joven Pagana ya agonizando y Conversión de su Familia (Por un Misionero Chino) Taichow Cho (China) 4 de Agosto, 1933. Reverenda Madre. Desde ya hace dos años que encomendé nuestra misión a las oraciones del Carmelo de Lisieux, nuestros Cristianos mejoran cada día, reinando en sus corazones la piedad y la fidelidad. Y digo muchas veces a nuestros fieles que Santa Teresita nos protege y nos ayuda para nuestra salvación. De veras Nuestro Señor por la intercesión de la Santa, nos concede muchas gracias y nuestra labor en la Misión nos da abundantes frutos. Ahora voy a contar a Vuestra Reverencia un caso maravilloso que hizo Santa Teresa. Hay una joven _que vive a unas cuarenta millas de nuestra casa y que se llama Tchou-Siné-Lan. Estaba gravemente enferma. Su familia era pagana y honraba a los ídolos. El padre de la joven, estando sumamente afligido, llamó al médico, y para lograr la curación de su hija, se dedicó a la vez a ciertos ejercicios supersticiosos en honor de los ídolos. Sin embargo poco después, la joven estaba en el último extremo y su familia desconfiaba de su vida. Entonces nuestro Catequista que conocía la familia, dijo al Padre: "N_unca podrás curar a tu hija por medio de estos ídolos que no son más que demonios; acude al Dios verdadero, El te protegerá y si tu mandas bautizar a tu hija, ella se curará." El pobre padre consintió. Llevaron la agonizante a la capilla de la misión· para ser bautizada y se le dió por nombre Teresa del Niño Jesús. La noche siguiente la joven pudo dormir y vió en sueño a una Virgen del delo mandada por Dios para que la curase. Efectivamente la joven se curó inmediatamente. Todos se alegraban, sobre todo la familia y ésta ahora se dedica a aprender el Catecismo. Y es Santa Teresita la que ha hecho este gran bien. Reciba pues, Reverenda Madre, mis sentimientos de gratitud. Un servidor. Pedro Djuig. La mayor necesidad: 149 "Del Demonio a Dios" por- la intercesión de Santa Teresa del Niño Jesús X (Francia) Abril 7, 1933. Carta del muy Rvdo. Señor Canonigo B. Reverenda Madre. Me alegro poder contestar a su carta mandándole la relación de 1a conversión del Señor M. X ... tal como la escribió él mismo. Le da permiso de usarla como quiera para la mayor gloria de Santa Teresa; sólo le suplico Reverenda Madre, que no revele ningún nombre. Lo que puedo confirmar, es que el Señor M. X ... se ha hecho un Cristiano modelo y que hasta practica los .consejos evangélicos. Se ha despojado de todos sus bienes y vive como un pobre al servicio de algunos Sacerdotes ancianos en nuestra casa ·de retiro. Todos los días sus virtudes sublimes nos edifican a todos, especialmente su humildad, y él mismo no cesa de repetir que todo es obra de la pequeña Santa. A Dios gracias. Sírvase aceptar la expresión ..... . Canonigo B .. . Relación del Converso. Querido Señor Canonigo. V. R me ha pedido escribiese una relación de los hechos que han precedido a mi conversión. Hasta la presente no había escrito nada sobre el particular por la sencilla. razón de que para recordarlos no tenía necesidad de apuntarlos; tanto me han impresionado que hasta la muerte siempre los tendré presentes como si hubiesen acontecido ayer. Pero quiero obedecer a V. R. con toda sencillez, suplicando a Santa Teresita devuelva al Señor muchísimas otras almas más y las guie por sus "Caminitos de la Infancia Espiritual." En Noviembre de 1930, que fué la época de mí conversión, eran ya doce años los que no había cumplido con el precepto pascual y no sólo había dejado las prácticas religiosas, sirio hasta odiaba a los Sacerdotes evitándoles lo más posible sin jamás entrar en una iglesia. Conquistado por el mundo y su impiedad, había renegado de todo mi pasado católico; no buscaba más que dinero y placeres aun los más bajos. Pues vivía desgnlciadamente muy lejos del Señor, llevado por el demonio hacia mi destrucción eterna; los siete últimos años había militado en la masoneria. El demonio se había posesionado de toda mi persona. A consecuencia de mis demasiados excesos, me ví forzado a ingresar en una clínica; el instituto estaba al cuidado de Religiosas que tenían su capilla, detalle que ignoraba antes de entrar. A principios, no me preocupaba de ninguna manera de los ejercicios religiosos del hospital, hasta que para pasar el tiempo y porque un enfermero me había dicho que <Atequistas! 150 allí se cantaba admirablemente, me fuí de vez en cuando a la capilla. Terminada la misma que algunas veces oí por el gusto que me daba la música, me entretenía un rato hablando con el Capellán que era un hombre caritativo y un Sacerdote santo. Parecía sentir cierta necesidad de hablar con él sobre cuestiones de religión, pero claro está sin ceder en lo más mínimo de mis ideas. Una mañana al salir· de la sacristía, pasé como siempre después de estas conversaciones, frente a una .pequeña logia que daba al santuario y donde se admitía el público. En este momento estaba allí de rodillas una joven, admirablemente bella, teniendo un velo en la cabeza; sus ojos brillantes miraban hacia arriba con la expresión de una oración intensa. Al momento de pasar cerca de ella, la joven bajó los ojos y se cruzaron nuestras miradas; entonces sentí una profunda emoción que no podía explicarme. El día siguiente, terminada la misa, pregunté al Capellán en nuestra conversac1on habitual, quién era aquella joven. -"¿Qué dice V.?" me contestó; "no hay más que una anciana que en los días de semana asista a la misa desde la logia; debe tener más de sesenta años y siempre lleva un sombrero en la cabeza." A lo cual repliqué afirmando que estaba segurísimo de lo que había visto y dicho y que nadie debía enseñar.me la diferencia que hay entre una joven tan bella y una anciana de sesenta años. Por la tarde entré por primera vez en el cuarto de mi vecino del hospital. ¡Cuál fué mi sorpresa al reconocer en una estampa grande que estaba arriba de la cama del paciente, la religiosa tan pura que había visto en la logia, pero que aquí tenía en sus brazos un gran ramillete de rosas con un crucifijo! No pude menos que exclamar: "¡Pero si, es ésta la joven"! y entonces comprendí ..... Era la primera vez que ví el retrato de Santa Teresa del Niño Jesús. Desde entonces empecé a ofrecerle algunas oraciones. El Capellán me entregó el Evangelio que en diez y siete años ni había visto. Al dejar el ·hospital después de mi curación, compré la "Historia de un Alma" y al leer este libro muchas veces he llorado de alegria... Por fin un Sacerdote Marista levantó mi excomunión y a principios de 1931 entré de nuevo en el seno de la Santa Iglesia. En esta época tuvimos grandes desgraciasen la familia y perdimos mucho dinero. Por poco me quedé sin un céntimo; mi esposa me abandonó, pero sentía en estas cruces las pruebas necesarias a mi purificación, mas estaba convencido que Santa 'reresita me sostendría en sufrirlas con paciencia. Entonces comprendí por qué la Santa miraba arriba, al cielo, cuando se me apareció; quería enseñarme que en adelante no debía Sostenga un Catequista! fiarme de nada de esta tierra sino pensar en las cosas de Dios; en El solo encontraría yo mi felicidad única y verdadera. Estando completamente libre y no teniendo ya ninguna atracción al dinero y al mundo, me he consagrado a las obras de Dios; hubiera hecho más pero V. R. sabe cómo la Santa Providencia me ha juzgado ser indigno. Durante los primeros meses de mi conver$ión, el pobre hombre que había sido yo, muchas veces aun recaía en mis malas costumbres. Mis .confesores de aquella época a quienes confiaba mis miserias, casi todos me aconsejaban lo mismo: "Muéstrese fuerte, luche más, resista a la tentación." Siendo un agente de comercio he visto durante mis muchos viajes a ocho o diez confesores, pero ninguno pudo curarme. Sólo un día cuando, meditando sobre "la Historia de un Alma", comprendí la esencia del "Camino de la Infancia", el Divino Maestro me concedió la gracia de resistir a la tentación. Desde entonces ya no buscaba más en mi persona la fuerza de combatir, sino que el humilde reconocimiento de mi debilidad y de mi nadería juntamente con el ofrecimiento . entero de mi alma a la Ominipotencia Divina, me valieron la victoria, porque ya no era mi pobre naturaleza inclinada al pecado la que luchaba contra el demonio, sino la Fuemi misma del Dios infinitamente bueno. 151 Todavía hasta el presente me sucede alguna que otra tentación y sin duda ninguna que caería de nuevo en el pecado si tratase un momento de confiar en mí sólo. Hé aquí más de dieciséis meses que vivo como conviene, únicamente porque el Señor se ha hecho "mi yelmo y mi broquel." Por fin el precioso libro del Rvdo. Padre Desbuquois, S. J. "El Mensaje de Santa Teresa del Niño Jesús" terminó en mí la obra de la pa-:ificación y 4e mi restauración espiritual. Gracias a este libro, obtuve la certeza de que amaba a Dios, a pesar de mi gran indignidad, lo que hasta entonces no me atreví a creer. Me reveló cómo bastaba tener el convencimiento profundo de ta miseria personal y la confianza ilimitada en la Bondad misericordiosa del Señor para que Su amor reinase en nosotros, porque con estas disposiciones, Dios no puede rehusamos el amor. Por eso, hago en todas partes propaganda de este "Mensaje" bienhechor a fin de que ilumine las almas detenidas todavía por el miedo. iHa~ si se me permitiese expresar un solo deseo, sería el siguiente: que todos los confesores comprendan y hagan comprender a los pecadores que somos, la "Via de la Infancia Espiritual" donde uno viaja con toda seguridad en el conocimiento completo de su debilidad, apoyándose únicamente en una confianza sin límites en la gracia de Dios, que se Rogad por las Misiones 152 rehusa a los soberbios pero que se concede con tanta abundancia a los pobres y los pequeños. Cuantas veces al leer el deseo del Santo Padre Pío XI en su homilía sobre el Evangelio de la Misa de Santa Teresita: "si la vía de la Infancia Espiritual se generalizase, ¿quién no ve cómo se realizaría con facilidad esta reforma de la Sociedad human·a que nos 'hemos propuesto desde el principio de nuestro Pontificado?" He pensado cómo yo mismo ¡ he hecho la experiencia de estas palabras, con la gracia de Dios y la ayuda de mi querida Santa. Fmdo: X. M. X. en Septiembre del año 1933 hizo una peregrinación a Lisieux en acción de gracias y allí tuvo la dicha de poder servir la Misa conventual en la Capilla del Carmel o. + 1 ------------------------------+ OS rogamos Señor absolvais de todo vínculo de pecados las aJ. mas de vuestros siervos : Felix R. Gota, Manila; Petronila de Castro, Las Piñas, Rizal; Macario Regís, Benito Regis Datoy, Juan Obod y Nicolas Regis, Loay, Bohol; Eufemio Galban, Tubao, La Union; Arcadia Paragás, Esperanza de Fernandez, y Lauro Ungson, Lingayen, Pangasinan; Por nuestro Señor Jesucristo que con el Padre y el Espiritu Santo vive reina por todos los siglos de los siglos. Amen. +· ----------------llllillll .... --------+ ¿Cuál es el mejor medio de ayudar las Misiones? Así nos preguntan muchas veces nuestros Lectores y Amigos. Entonces contestamos: ¿Qué es lo que V. puede hacer? ¿De cuánto tiempo dispone V.? ¿Cuánto tiempo desea V. sacrificar? ¿Cuántas personas puede V. convencer a ayudarle en la obra (por ejemplo para buscar a nuevos suscritores a el Misionero)? El que desea hacer propaganda debe tomar a pecho las misiones tanto como el Misionero mismo; él o ella debe considerar las misiones de un modo sobrenatural-el trabajo no es un pasatiempo, sino una obra -por la salvación de almas, tanto de la suya como de otros. Nada en este mundo le causará mayor satisfacción que el sacrificarse por las misiones con todo celo y todo corazón, consagrando a la obra todo el tiempo que pueda y según un plan bien definido. Haga del trabajo misional un "negocio", el negocio del buen S~ñor y el suyo; rnlamente así podrá V. trabajar con éxito. Necesitamos estipendios de Misas.