Medicinas en las misiones

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Part of El Misionero

Title
Medicinas en las misiones
Language
Spanish
Year
1934
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
134 Medicinas en las Misiones Banaue, Prov. Montañosa, Septiembre 4, 1934. Queridísimo Padre. Acabo de llegar a casa, viniendo de Mayayao, la estación de misión la más importante de este distrito de Banaue. V. no se extrañará <:uand9 le digo que me siento cansado después de un viaje de 44 kilómetros, parte a caballo, parte a pie, por un sendero pedregoso y a través de ríos crecidos y torrenciales por las muchas lluvias de. esta época. Pero, Padre, no se figure V. que me estoy quejando. Al contrario, me siento feliz al sentir mi cansancio-al sufrir algo por nuestro queridísimo Señor y las almas que tanto quiere El. ¡Cuán agradable es el trabajar por las almas y hasta el sacrificarse por ellas! Ni los millones de lqs millonarios pueden procurarme tanta consolación celestial como en estos momentos disfruto. Si nuestros Católicos sólo supiesen cuán dulce es el servir a Dios y el cooperar con el Salvador en ganar almas, no dudo que pronto ofrecerían sus tesoros para adquirir la perla preciosísima del "U num Necessarium." Mayayao ... Al escribir este nombre no puedo suprimir una sonn! sa. Ayer por la tarde y hasta las diez de la noche, noventa y siete personas me visitaron y con ellas tuve noventa y siete conversaciones perfectamente idénticas. ¿Sobre? Oiga; las voy a notar. Entra uno. -"Amigo, ¿En qué puedo servirte?" -"Medicina, Padre." -"¿Cuál es la medicina que quieres?" -"Medicina para mi enfermedad." -"¿Qué clase de enfermedad?" -"Mi enfermedad." -"Natural, pero ¿qué clase de enfermedad tienes tu?" -"Malaria." Allí tiene V. la famosa converEstipendios de Misas son una gran ayuda sac1on que se repitió noventa y siete veces. Como me he acostumbrado ya a la costumbre de un entretenimiento tan encantador y alegre, ninguna vez he faltado a la paciencia. Hay que saber que nuestros !fugaos entienden por medicina ·~algo que cura cualquiera enfermedad." Para ellos la medicina es UNA; es una cosa que cura la malaria, el mal de cabeza, una indigestión, el mal de dientes, heridas, infecciones de la piel etc. y le quita a uno todos sus lombrices, a grandes y pequeños. Lo malo para mí es que para curar tantas debilidades humanas, no tengo más que unas cuantas botellas de verdaderas medicinas, que no sería dificil. llevarlas en la palma de la mano. Natural que si tuviese dinero, pudiera abrir aquí un dispensario que por cierto estaría raras veces sin algún paciente. Pero, en estos tiempos de crisis hay que contar un poco más con la bendición todopoderosa del Señor, aun cuando para librar a uno de su tenia se le entrega una dosis de sal de Epsom. Ninguno de nuestros !fugaos puede comprender que algunas veces no tenga la medicina necesaria a su enfermedad. Inútil decirle que no la tengo, no querrá creer. mis palabras. Si despido a uno sin la droga pedida por la sencilla razón de que no la tengo o porque la sencillez de la medicina no tendrá más efecto sobre la enfermedad avanzada, entonces tengo la seguridad de oir algún día 135 que el individuo ha dicho a sus vecinos: "El Padre no quiere darme medicinas como las da a otros." etc... Es para evitar estas críticas sin razón por lo que aquí tengo unas píldoras inocentísimas compuestas de harfoa, azucar y aceite de Haerlem, pero que con la bendición de Dios sin embargo algunas veces producen efectos maravillosos. De cualquier modo, al recibir esta especie de droga, los pobres vuelven a casa contentísimos y creo que el buen humor y la satisfacción son factores poderosos en la restauración de la salud algo quebrantada. Sin embargo, jqué lástima que no siempre tengo a mi disposición más y mejores medicinas para aliviar y curar estas pobres criaturas! Siempre que estoy en Mayayao, vienen muchísimos a pedirme inyecciones contra la malaria y santonina contra los lombrices. Los habitantes saben por experiencia que estas medicinas siempre producen buenos resultados. Hombres fuertes y robustos me piden una inyección como preventivo contra· la malaria. Los atacados de esta terrible enfermedad, al saber que he llegado, andarán hasta varias millas, a pesar de las lluvias torrenciales o de un sol ardiente, para saludarme y pedir una inyección. Desde el momento que llego a Mayayao, enseguida tengo diez, veinte visitas y todos me piden una inyección o me suplican les acompañase a sus chozas donde algún niño sufre de la Suscribase por un amigo 136 malaria. Y cuando he insertado la inyección en el brazo del pequeñuelo, .el padre a su vez me suplicará diciendo: "Padre, yo también siento los ataques de la malaria; dame también una inyección ahora mismo porque tardará V. un mes en volver de nuevo a Mayayao." Los que me piden santonina cada vez forman una larga linea. Un día había administrado a un dos. Pero he venido ahora para peclir esta clase de medicina para mi esposa." Le entregué la última dosis que tenía en mi posesión y el anciano me siguió hasta Banaue, una distancia de cuarenta y cuatro kilómetrns para recibir otra dosis para su hijo. Hasta en Banaue donde la medicina por excelencia siempre es el "caniao", el sacrificio a los espíritus, ya empiezan a tener fe en la El Padre L. De Boeck enseñando el camino al Cielo a las niñas lfugao. anciano la dosis habitual de esta droga, pero a la mañana siguiente otra vez vino pidiéndome más. "Pero," le dije, "te he dado ya ayer. ¿Acaso la medicina no tuvo su efecto?" -"¿Su efecto?" gesticuló el hombre; "ya lo creo que ha tenido su efecto; se puede llenar una lata de leche con los lombrices expulsasantonina. A principios cuando visitaba el pueblo, un día un viejo "mambunong", hechicero, me preguntó con toda seriedad: -"Dígame Padre si es verdad que cuando está enfermo, V. no ofrece un caniao? ¿Y de veras cree V. en la eficiencia de una medicina?" · Y dijo estas palabras con una cara tan Sostenga el ejército de Cristo llena de ironía y a la vez de conmiseración por mi ignorancia, que el hombre parecía decir en otras palabras: "este Padre joven tendrá que aprender todavía muchas cosas." Una mañana enc.ontré a un Ifugao en camino a cierto lugar para asistir a un caniao. iCuál fué mi asombro al ver en la bota del individuo un pedazo de hierro galvanizado! Pero lo que a mí me parecía extrañísimo, para el Ifugao era la cosa más natural del mundo. Efectivamente como en toda su boca no tenía ni un solo diente digno del nombre y como además en el caniao se iban a matar y comer vacas y cerdos y carabaos, el hombre listo e ingenioso se había fabricado una dentadura con un· pedazo de hierro que-el Señor sabe cómo-se había fijado en la boca y hé aquí que estaba en condiciones para tomar parte en los festejos del gran banquete. Un Juan · civÜizado e~clamará con asombro: ¡"Cómo es posible!" pe137 ro nuestro lfugao, hijo de nuestra madre la Naturaleza, era de opinión que uno puede aprender mucho observando las prácticas de otros. Como conclusión eficiente de estfi exposición de algunos acontecimientos diarios entre mis feligreces, inútil es añadir que con medicinas podemos hacer un gran bien. Verdad, las medicinas cuestan mucho dinero, especialmente la santonina y las inyecciones contra malaria. Pero una vez que el Misionero posea la confianza de los !fugaos y que le permitan curar su cuerpo sujeto a tantas enfermedades, entonces se ha abierto el camino que conduce a su corazón y a su alma. Para muchos alguna medicina significa el primer paso hacia el Misionero, a nuestra Santa Religión, y, se puede esperar, hacia la salvación eterna. Fraternalmente suyo en Cto. Luis de Boeck. Tirinaan ASÍ la llamaban pero su verdadero nombre era Trinidad, nombre que había recibido cuando fué bautizada pocos años antes, pero que un Igorrote pronuncia con mucha dificultad. Vivía en una pequeña choza en Balanac; allí entre sus dos pequeños campos vivía solita. Su esposo estaba ya en la eternidad, todos sus hijos se habían casado y habían dejado la casa paterna. Solita en esta soledad pasaba su tiempo cultivando camotes y criando dos cerdos y una manada de gallinas. N a d i e e n este mundo-mundo por cierto para ella muy reducido-podía moverla a fijar5e dentro de la población y a abandonar el Propague su Fe