En Nombre de la Libertad

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Part of El Misionero

Title
En Nombre de la Libertad
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
AÑO V, No. 2 JULIO 1930 1.En N nmbrt be la ilibertab Q UÉ de cosas aparecen hoy ¡ día bajo el supuesto nombre de libertad! ¡Qué de cosas protege, qué de cosas consigue introducir de contrabando esa idea de libertad! Un estudiante se niega rotundamente a observar los reglamentos de su colegio bajo, la falsa pretensión de que dichas obligaciones le privan de la libertad. Un hijo o una hija de familia desatiende los consejos de sus padres porque dice ponen una valla a la libertad personal~ Ciudadanos se levantan contra la autoridad constituida, porque en su opinión esa autoridad traspasa los sagrados um0 brales de su libertad personal. El hombre de hoy día siente una inexplicable aversión hacia todo aquello que sea ley, porque para él cada reglamento significa una disminución de su libertad. En la filosofía corriente moderna, encontramos un nuevo principío que dice-asi; "Dejad a cada uno su libertad _personal.... excepto si este ~'uno" es católico. Por eso, cuando un católico eleva la voz en pro de una idea un tanto diferente de las de los demás, exclaman todos a coro: "¡Qué intolerancia!" Lo mismo ocurre cuando un hijo de la Santa Madre Iglesia con pruebas evidentes e innegables, condena como ilícitas y peligrosas, sociedades secretas, mostrando a la par que éstas no hacen ni pueden hacer ningHn bien a las almas. Enseguida los miembros de estas sociedades lanzan contra la· Iglesia toda clase de viles acusaciones, hasta se atreven a decir con osadía que comete asaltos contra el sagrado derecho de libertad individual. Dicen que el católico no tiene derecho de evitar que sus hermanos católicos entren en sociedades secretas condenadas por la Iglesia Católica, pues todos somos libres, RENUEVE SU SUSCRIPCION ENSEGUIDA 34 todos tenemos pleno de derecho de libertad en nuestros pensamientos lo mismo que en nuestras obras, y el que de un modo o de otro procure evitar el desenvolvimiento de estas sociedades se torna odioso inquisidor, ése no ·tiene lugar en este nuestro moderno siglo. Sin embargo, los que tan ruidosamente claman contra la Iglesia porque creen falsamente que la Iglesia ha profanado sus sagrados derechos, son los primeros en negarla libertad y dirigen contra Ella los más viles insultos, las más falsas acusaciones, la~ calumnias más soezes, hasta lo más sagrado se convierte en objeto de sus burlas. Todos, todos pueden gozar de libertad en 1a palabra en la acción, menos la Iglesia Catplica; para Ella no existe ia libertad. Decidme, ¿qué hacen esos defensores de la libertad cuando la Iglesia es escarnecida, cuando la persiguen sus enemigos y derraman su sangre a raudales, qué hacen esos defensores de la libertad por salvarla? Nada, absolutamente nada, no e~iten ni una palabra a su favor; sólo entonces no se sienten con ganas de defender a los que sufren injusticia y opresión. ¿Exageración? No -Señor, de ninguna manera, esta no es mas que la pura verdad. ¿Qu_é_ se ha hecho por la Iglesia de Méjico y dé Rusia, en donde se han iniciado las más crueles y sanguinarias persecusiones? ¿Qué se ha hecho por dar fin a esas barbaridades que se han cometido en esas desdichadas naciones, contra esos desmanes neronianos que claman venganza al del& Un periódico americano dijo acertadamente de los católicos: "A los católicos se les clasifica con frecuencia como una raza separada, como gente que debe ser ignorada o por lo menos no tomada en consideración." Parece que todo el mundo tiene el derecho de decir lo que quiera contra la Iglesia Católica. Ella es el blanco de numerosas críticas, y no obstante nadie condena la actitud de los que tan desenvuelta y descaradamente la insultan. Si los católicos fueran a portarse con los que no conparten con sus opiniones del modo que éstos se portan con aquéllos, y les dirigieran las invectivas que ellos lanzan contra la Iglesia, se oiría una fuerte voz de protesta por todo- el orbe y ¡Contra Roma! gritarían todos. Mas consideremos en este artículo un sólo punto, discutidísimo en nuestros días, el de la Confesión. Como acabamos de decir, con frecuencia se discute hoy día sobre la Confesión, y como los que la discuten ignoran precisamente la materia que pretenden discutir, ocurre que dichas discusiones en vez de aclarar el asunto, promueven contra él ideas malsanas, que consiguen hasta a engendrar aversión por ese sacramento. SOSTENGA UN CATEQUISTA No concebimos cómo muchos de este nuestro siglo XX, se meten a criticar y. condenar la confesión de los pecados en el tribunal de la Penitencia, cuando precisamente allí es donde únicamente· pueden bon::arse los pecados, y dejar la conciencia clara y limpia. Tanto se habla de pecado, tanto se discute·, tanto se ve, tanto se oye de esta materia, que ya para muchos la palabra ha perdido su significado. jQué dolorosa realidad! El hombre se ha llegado a aclimatar a aquéllo del cual San Pablo dijo "nunca debería ser ni mencionado entre los cristianos." Hoy día se vá con la mayor tranquilidad al juzgado, para pasar el rato oyendo discutir los detalles del más desvergonzado crimen. Y se leen con gran interés novelas, en donde el héroe de la creación es el protagonista de actos indignos y hasta degradantes. En los cines se aplaude con el mayor entusiasmo la glorificación de la inmoralidad. En la sociedad se habla de todo, hasta se comentan incidentes sobre los que no se debería hacer ningún comenitarió, se usan frases de doble sentido que divirtien a todos, y nadie siente ni el más ligero asomo de rubor al oirlas pronunciadas en su presencia. Y todo esto se admite y casi podemos decir se fomenta, pero lo que no se puede tolerar es que uno vaya a confesar sus debilidades, sús culpas, sus caidas, a un sacerdote en el tribunal de la Pe35 nitencia, a un sacerdote que en ese momento representa al Padre Supremo, al Soberano Juez y Médico de almas, a Jesucristo mismo .... No obstante se dá por muy bien he.cho el que un católico, en seguimiento de la doctrinas del Dr. Freud de psicología moderna, se presente a un psico-analítico-uno que pretende curar enfermedades nerviosas por medio de la sugestión-y a ése hombre, como él de carne y hueso, le relate todos los detalles de su vida, todos sus inmundos pecados, ese es acto valeroso y el que lo hace se gana la admiración y alabanzas de los de, . mas. En cambio, que vaya este mismo individuo a un sacerdote y que a él le confiese sus pecados y .... ya cambia la cosa! en vez de admirársele se le ridiculiza, se dice que está loco, que practica supericherías. Díganme ahora, ¿qué clase de razonamientos son estos? Los que se titu~n defensores moder. nos de la libertad son como dice el sajón "de dos medidas y dos pesos" porque lo que en la Iglesia Católica 1condenan, fuera de ella alaban. Pero, quizás, quizás, mejor están las cosas como están porque como dijo el Apóstol S. Pablo: "Si diese gusto a los hombres no sería siervo de Dios." Seríamos grandísimos necios si aceptáramos opiniones de hombres que no saben razonar, y que mantenien las más descabelladas teorías respecto de la verdad y la L.Pffi MISIONES NECESITAN CAPILLAS 36 moral, diciendo de aquélla que es elástica y de ésta que no es mas que un conjunto de costumpres y de convencionalidades actuales, sujeta a cambios y reformas conforme el espíritu de la época, por lo que concluyen finalmente que la antigua moral de nuestros antepasados no puede seguir siendo la nuestra, como tampoco podrá la nuestra regir la conducta de nuestros descendientes. No nos amedrentemos con estas falsas apreciaciones. Sigamos valerosam,ente nuestro camino, nuestro recto camin-0, y dejemos a los demás que procedan como quieran. Portémonos como hombres a qi'.iienes no turban los ladridos del perrito que les sale al paso. Es un hecho innegable, que si muchos de los disidentes de la Iglesia Católica abandonan su religion por motivo de la confesión, porque les parece muy humillante el decir sus pecados a un sacerdote, la mayor parte de los que se convierten desean profesarla precisamente porque en la confesión de sus culpas encuentran paz y alegria. Y por eso sigamos todos nuestra propia línea de conducta. Y aqui está precisamente la dificultad, porque los llamados defensores de libertad, no nos dejan seguirla. Pretendiendo ser libertadores llegan hasta hacer uso de la fuerza moral para separar a los católicos de su fe y ante todo procuran convencerlos que dejen lo de la 'confesión'. Con tal fin les catequizan para que se,hagan miembros de ciertas sociedades, engolosinándolos con muchísimas promesas, pero exigiéndolos a la par que abandonen su religión, cuandÓ no, haciéndoles prometer que harán recia lucha contra las enseñanas ·de la Iglesia Católica. No nos sorprende, sin embargo, que nuestra sacrosanta religión sea perseguida y vilipendiada, pues siendo la verdadera, siempre ha sufrido persecusión. Como dicen las Sagradas Escrituras, el demonio anda suelto como el león que vá en busca de presa que devorar. Consecuentemente, lo mejor que podemos y debemos hacer es apartarnos de los que atacan nuestra fe, que si no, seremos víctimas de nuestra propia imprudencia, pues como diice el refrán: "El que ama el peli:gro perecerá en él." Mas no dejemos que la tristeza se apodere de nuestro espíritu al contemplar las humillaciones que sufre nuestra Religión, porque esos insultos, esas calumnias, esos vilipendios no la confunden; y en medio de ese conflicto de tumultuosas pasiones contemplamos a la Iglesia majestuosa, serena, triunfante. De hoy en adelante, en vez de emplear el tiempo en inútiles conmiseraciones al ver nuestra Religión vilipen1diada, propongámonos a estudiarla más a fondo, con interés y entusiasmo, que esto será mucho más provechoso, tanto para nosotros como para los demás. AFILIESE A LOS CRUZADOS DE STA. TERESITA Procuremos no acobardarnos cuando esos que se titulan defensores de la.lÍlbertad nos miren con· desprecio y hagan mofa de nuestra santa Religión, mantengámonos serenos y sigamos nuestro camino, siempre adelante, con los ojos fijos en el que es Camino, 37 Verdad y Vida, que no porque nos desprecien seremos menos dignos; nosotros somos"el pueblo escogido" como lo ,dijo S. Pedro, y aprendamos a decir por los que nos calumnian: "Señor perdónalos porque no saben lo que hacen." DR. J. CALBRECHT Mes de la Preciosisima Sangre de N. S. J. CONSIDEREMOS en este mes de Julio la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo a la que se halla dedicado. ¡Cuán poco se acuerdan de ella los hombres! Estas palabras 'Y de qué sirve mi Sangre?' ºpuestas en boca del Salvador agonizante, expresan hondamente el dolor que debe sentir al ver su sangre por algunos inútilmente derramada. Esa sangre divina derramada hasta la última gota por nuestra salvación, nos deja ver el valor infinito de un alma. Hemos sido redimidos, nos dicé San Pablo, no con oro ni plata, ni por medio de lucro ilícito, sino con la· sangre misma de Dios hombre, derramada copiosa y fecundamente, primero, en la circuncisión, segundo, en su agonía en el Huerto, tercero, en los crueles azotes que recibió atado a la columna, cuarto, cuando fué coronado de espinas, quinto, cµando llevó la cruz a cuestas y en las tres caídas en el camino del Calvario, sexto en su crucifixión, y séptimó de la llaga de su divino costado. Desde la muerte de Jesús, esta sangre ha manado constantemente, sin cesar. En la Sagrada Comunión, esa sangre divina se mezcla con la nuestra, corre por nuestras venas y nos da vida, nos anima, nos fortalece esP,iritualmente. Y ¿qué hacemos nosotros en agradecimiento? ¿Procuramos mortificarmos? Dios no exije de nosotros sacrificios grandes como los que hacían los Santos, pero, en la vida diaria, ¿acaso no podemos hacer algunos sacrificios, sobrellevando con paciencia cuantas contradicciones venROGAD POR LAS MISIONES