El Via Crucis

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Part of El Misionero

Title
El Via Crucis
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
92 El Via Crucis Por el R. P. Van TRICHT, S. J. Nuestra intencion no es dar en las páginas siguientes un ejercicio habitual del VIACRUCIS, pues exigiría emplear demasiado tiempo. Mas despues de .haberlas leido, será fácil traer á la memoria los pensamientos y reflexiones princípales delante de las estaciones del VIA CRUCIS, CUARTA ESTACIÓN JESUS ENCUENTRA SU SANTISIMA MADRE L OS DISCÍPULOS, despavoridos, habían sin duda procurado ocultar a M!lría la horrible suerte de su Hijo, pero muy pronto avisada por el murmullo y los clamores de la muchedumbre que llegan a todas partes, lo ha adivinado todo y ha volado a su encuentro.... iSu Hijo! iElla quiere ver a su Hijo! El amor apresura sus pasos, pero la angustia sofoca su corazón.... Por las estrechas calles de Jerusalén, cortando ·camino, marcha con apresurado paso y .... de pronto, al volver una esquina, le divisa.... allá delante de Ella, pálido, ensangrentado, encorvado hácia la tierra por el peso abrumador del santo madero .... ¡Oh, Madre! ¿es ese, por ventura, tu Hijo? Un grito de suprema angustia y supremo dolor se escapa de los labios de la Vírgen; ni la multitud ni los soldados la detienen, y sollozando enlaza ambos brazos en torno del cuello de su Hijo, y le cubre de besos sin poder pronunciar una palabra. Nec potuit dicere verbum, dice San Bonifacio. No, no podía hablar, no podía más que llorar, y la tradición no pone en sus labios ni una sola frase, como tampoco la pone en los labios de Jesucristo. ¿Acaso necesitan hablarse una madre y un hijo para entenderse?.... Harto hablaban sus lágrimas, sus lágrimas amarguísimas y sus corazones, que se tocaban y compenetraban. iOh Madre, pobre Madre! ahí tienes, a tu Hijo muy amado, al fruto bendito de tus virginales entrañas! ¡Mira a ese Jesús, tan hermoso, a quien tantas veces tenías dormido cuando niño en tu regazo y que acariciabas con tanto ámor, ese Jesús a quien te apresuraste a ocultar en Egipto para librarle de la envidia y crueldad de Herodes, ese Jesús que, después de haber vivido treinta años bajo tus miradas virginales, te había dejado para ir a enseñar y a salvar a su pueblo ... ~ mira lo que ese pueblo ha hecho con Él! iOh, no te separes ya mas de Él, de tu Hijo, oh Madre, porque va a morir! Hay en la mirada de una madre HACEDLO POR AMOR DE CRISTO un dominio y un ascendiete irresistible .... con él había obligado a que los soldados y las turbas retrocedieran y le abrieran paso instintivamente, como se cuenta que en Florencia un leon amedrell!tado por esa mirad y ese grito, se detuvo, se estremeció y dejó caer de sus fauces a un niño que acababa de arrebatar. Pronto, empero, ese instinto noble fué cubierto por la espuma de las más bajas pasiones; separaron a Jesús de María, y el cortejo interrumpido un momento se organizó y se puso de nuevo en marcha. Maria, entre la muchedumbre, seguía a su Hijo sin apartar de Él sus ojos. Jesús se adelantaba más esforzado y como vigorizado por el encuentro con su Madre. Había al ménos un corazón amante, iY qué Oorazón! que le acompañaba en la vía dolorosa. ¡y a no sufría solo! ¡Oh! iel amor de madre! en su comparación, ¿qué son rodos los demás amores? Bien merecía, Señor, conmoveros y consolaros antes de todo otro amor. Los otros vendrán a vos, oh Dios mío, mas como por añadidura; pero éste no os abandonará jamás. He ahí el primer consuelo que tuvo Jesús. Tomando, pues, la lección del Maestro en el· sentido más natural, diré: ¿Sufres, hijo mío? pues acude a tu madre, y allí,·· entre sus brazos, bien pronto se secarán tus lágrimas.... ¿Mas tengo yo acaso que dar semejante consejo? Nuestro corazón espon93 táneamente, cuando sufre, se inclina y va al corazón de una madre. Y cuando una madre ve sufrir a su hijo, ¡qué timbre dulcísimo toma su voz! joh qué fuego de amor hay en su pecho y qué tiernas y apasionadas son sus caricias! ¿Quién no sabe que allí estaba el verdadero refugio de nuestra alma. Mas no se ha de limitar a esto nuestro consuelo; en el Calvario, a que se encamina Jesús, se nos va a dar una segunda Madre .... La Vírgen, que devora sus lágrimas y reprime sus sollozos, sigui,endo a su Hijo por el doloroso camino, María, la Reina de los mártires, la Vírgen de los Dolores, va ser nuestra Madre. Ella se inclinará también hácia nosotros como se inclinaba hácia Jesús .... también se apiadará de nosotros y nos contemplará compadecida, también con su presencia nos consolará y confortará. Tú" sufres, ioh alma mía! pero sufres menos que tu Maestro, y tus labios en cambio pueden beber en la misma copa la consolación y las dulzuras. ¿Será preciso insistir en el poder consolador de la Santísima Vírgen, en el verdadero amor de Madre que profesa a los que sufren y en la ternura con que los abraza? ¿No lo saben esto todos los corazones cristianos, no tienen de ello una dulce experiencia? iEs tan Madre nuestra! "Alguna vez habréis visto-dice Bossuet-a una madre que acariDIOS PREMIA LA GENEROSIDAD 94 cia extraordinariamente a un niño sin otro motivo que ser, según dice, el v·erdadero retrato de su hijo. Así, dirá ella, así pone sus manecitas, así mira con sus ojos, así son sus movimientos, sus gestos, to.: do." Las madres tienen muy perspicaz ingenio para observar aun los más menudos pormenores. ¿y qué es todo esto sino como una escapada, si es lícito hablar así, que da el corazón de la madre que no contenta con amar a su hijo en sí mismo, le va buscando en todas partes en donde puede descubrir algo semejante, algo parecido( Y si tan profundamente se conmueven cuando se hallan con alguna semejanza, por ligera que sea ¿qué diremos de Maria, cuando ve en los cristianos los trazos inmortales de la perfecta hermosura de su Hijo, que el dedo de Dios ha formado tan bien en sus alma? Pero hay más aún. Nosotros no somos solamente la imágenes vivas del Hijo de Dios, som9s también sus miembros, componemos con Él un cuerpo del cual Él es la cabeza, según enseña al Apóstol.... Esto es lo que atrae tan poderosamente sobre nosotros los afectos de la Vírgen Santísima, que 'no hay madre alguna que la pueda igualar .... Id, fieles, id a esta Madre incomparable. Creed que Ella no os separará ya de su querido Hijo, sino que os considerará como "carne de su carne y hueso de sus huesos", como dos personas por las cuales. y en las cuales ha corrido la misma sangre, y, por decir todavía más, os mirará como otros tantos Jesucristos sobre la tierra. El amor que tiene a su Hijo será la medida del amor que os tendrá, y, por lo tanto, no temáis llamarla madre vuestra, pues tiene .en supremo grado toda la ternura que esta calidad reclama. (Se co11ti1111ará)