La cosecha de la poble Albina

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Part of El Misionero

Title
La cosecha de la poble Albina
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
104 L~ cosecha de la pobire Albina por el Rdo. P. Claerhoudt DESDE las laderas del Karaw hasta las azules aguas del Ago extiendíanse los dorados arrozales, cual amplio lienzo de oro mecido dulcemente por la suave brisa. Había llegado el tiempo de la cosecha y los alegres rapazue1os que correteaban todo el día por. el campo ahuyentando a las golondrians, redobla" ron su vigilancia, gritando con vooes más chilonas y penetrantes y azotando con m<=1yor fuerza sus látigos de caña, 'pakpaks'. Cuando comenzó a cosecharse el precioso grano en los fértiles campos del rico P11111tang, quedó desierto el puebleci:to, habiéndose marchado todos al campo para asistir a las ceremonias de la bendición de la cosecha, ofrecidas por la vieja sacerdotisa; y cuando ya el sol se traspo'1Ía en el horizonte, marcharon lentamente las jóvenes a los graneros del rico Pantang, para depositar aJ.lí los pesados sacos de palay que habían sido cosechados aquel día. Mientras acudían los segadores en tropel a los campos del opulento dueño de aquellos magníficos arrozales, unas cuantas mujeres cosechaban lentamente el grano en los pequeños campos de la pobrC' Albina, y cuando ya hubieron terminado su tarea, Uegaron los acreedores de la infeliz vieja y se repartieron entre ellos el palay. Al verse sola la infeliz Albina, hecho una mirada llena de tristeza a su cesta vacía y porrumpió en un mar de lágrimas. Como ocurre con frecuencia cuando un cruel sufrimient-0 nos desgarra el corazón de dolor, surgen a la memoria el recuerdo de muchos otros que también nos hicieron gemir en días pasados, aumentando ese triste recuerdo nuestra miseria y dolor. SOSTENGA EL EJÉRCITO DE CRISTO iPobre viejecica! ¡Con qué arris,rgura contemplaba el triste cuadro de su pasada vida! Cuanto aun era muy niña el cruel destino a11rancó de su lado a sus queri,dos padres, y desde entonces no supo mas que de lágrimas y sufrimientos. Fueron tristísimos fos años de su corta infancia, pero aun más amargos los que vinieron ios con amor por aquel Jesús que tanto 1a amaba; y las lágrimas que ahora vertía no eran de desesperación: lloraba, si, pero resignada en sus padecimientos. Mientras tanto llegó la noche, y los ultimos rayos del sol poniente acariciaban dulcemente las altas copas de los pinos que se erguían en los picos de las colinas, La Mision de Bokod des¡pués de su matrimonio: habíase casado con un hombre perverso que la abandonó después de haber vivido unos cuantos años c:onyugalmente, con ella dejándola más triste y sola. Y así fué viviendo la p<>bre Albina, sumida en dolor y .pobreza, hasta que luego un día, feliz e inolv·idable para ella, en qwe sus ojos se abriéron a la Verdad, y la luz de la Fe inundó de consuelo su alma adolorida: desde entonces aprendió a sobrellevar su dolor con resignación, mientras que las negras sombras envolvían en tinieblas las hondas barrancas. A banidonaron los campos las gentes y volvieron al pueblecito en donde ya se veían las rojas hogueras que chisporroteaban frente a las rudas chozas. -Nagona, Albina, murmuro dulcemente una voz al oído de la pobre viejedca: ¿Qué 1!e pasa, mujer? Levantó el rostro la vieja, y vió a Duling junto a su lado, miPROPAGUE SU FE 106 rándole con ojos benignos. -¿Qué ha ocurrido, Albina? ¿Por qué lloras? ¿Estas enferma? Díme, ¿qué te ocurre? -Nada, Duling, respondió la viejedca qon voz trémula, haciendo esfue:roos por oontener su llanto. :Estaba triste, muy triste, y con la punta de su haraposa falda, secóse las lágrimas. De pronto las notas del Angelus rompieron el silencio de aquel sosemne atardecer, y Albina y Dulilng qallaron: cruzando las manos y agaqhando la vista, rezaron la salutación a María. jQué consuelo! allá en el cielo tenían una Ma-. dire bondadosísima, una Madre que ama a sus hijos con ternura, que los socorre en sus aflicciones. Y después recogieron sus cestas ·y marcharon lentamente a través de 1os 'campos. -Albina, decía Duling con cariño, no debes perder las esperanzas: -¿no ves que nuestra pobreza es una bendición? Segura estoy que Jesús, que ve el dolor que te amarga elcorazón, te enviará alivio. No te preocupes ya del arroz que se llevaron tus acreedores, ya pagaste tus deudas .... Ven, entremos en la iglesia, postrémonos ante María y pidámosla su p~otec­ ción .... Cuando algunos días más tarde entró Albina en su mísera cabaña y oomenzó a encender el fuego para piieparar su humilde cena, vió en un rincón del aposento una gran pila de aiiroz recién cosechado, y su coriazón llenóse de alegría .... Al día siguiente vióse oon Duling quien la dUo dulcemente: -¿Acaso no está bien que los pobres se socorran mutuamente por amor de Dios, querida Albina? En verdad, los pobres son los que mejor realiz.an los sufrimientos de sus compañeros en el infortunio, y sus generosas acciones son el reflejo de la caridad divina. -·M·UNA SUSCRIPCIÓN ANUAL: Pl.00