¿Dónde esta la injusticia?

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Title
¿Dónde esta la injusticia?
Language
Spanish
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
f_EVISTA faEMANAL /:.,'ntered as second class rnatter at the Post-O/fice at Mcrniiu i\ Dl\llN U::i'Hi ¡\ Uü l\:-1lhcr11b• i\!,Jil!I 'l'EL. 57:2 l'. O. UOX 147 Vol. ·1v. 11 Manila, l de Noviembre de 1924. \\ ~um.96 ~ :~ :~ ¿Dónde est~ la injusticia? l lT ! ENEMOS contraida la deu- ción; pero que no son los que la Iglesia ca·~· ·ffi· da de una explicación, y tólica, apóstolica, romana, propone a sus hii' Tr pudiendo s.atis.facerla no jo~ como objeto de fe. ~?e~ queremos d1fer1r el pago; Lo menos que se :puede ex1g1r de un rr~~{ pues siempre es molesto el hombre serio y sensato es que no se alce a ¡ f~i~t~ ~ pern de las de".lda_s, aunqu2 c:ombatir lo que descono~e, o lo que ta~ ~ó~o J~~ no sean pecumarias. conoce ligera y superficialmente. El JUICIO Un buen amigo, con debe ser producto de seria reflexión y deteel cual solemos pasar agradables ratos d.2 nido estudio; nó de impresiones momentáconversación, nos indicó ayer, refiriéndose neas, ni de un examen superficial; sobre a lo que dijimos en nues~ro anterior artíc:i- todo, cuand9 tiene por objeto doctrinas prolo sobre el pecado de Adan, que agradecena fundas y di:fíciles, que encierran transcenuna explicación sobre la transmisión del pe- dental importancia para nuestra vida relic~do ?riginal_a t~d?s. los hombres; punto_É~t~, giosa y moral. ª!1adia, _el mas d1fic1l y oscuro que a m~ JUI- La Iglesia católica jamás temió la luz; c10 contiene el Dogma del pecado de origen. )u que siente es no ser conocida, y con todo No supimos negarnos; dímosle palabra derecho exige que no se la condene sin conode hacerlo así, y aún a trueque de incurrir cerla. Si todos sus enemigos, antes de atacar en una digresión, vamos a tratar de un los Dogmas católicos, se tomasen el árduo asunto, que como ven los lectores se nos aca- trabajo de ahondar. y profundizar, sin dar ba de imponer. oidos a la pasión ni a los prejuicios, en sus ·Hace más de quince siglos que comen- razonables y salvadoras doctrinas, a buen zó a ser combatido. el Dogma del pecado ori- seguro que podíamos lanzar el reto que Terginal; y lo mismo en esta como en todas las tuliano lanzó a los emperadores romanos haimpugnaciones dirigidos contra los Dogmas blando de los idó>Jatras: "Presentadme un del catolicismo se vió con luz meridiana que idólatra que haya estudiado a fondo el Crisnuestros adversarios atacan siempre dog- tianismo, y no se haya hecho cristiano". mas fantásticos, forjados en su imagina- Pero vengamos a nuestro asunto. Es Noviembre ESTUDIO 1, 1924 de fe que Adán pecó gravísimamente desobedeciendo a Dios, y que por ese necado p~rdió la gracia santificante y justicia origmal, dones sobrenaturales aue (fratuitamente le había concedido el Creador. Es también de fe que Adán no sólamente perdió para si esos dones sobrenaturales, sino también para toda su posteridad. excención hecha de María Santísima, Madre de Dios. que como sabemos por la fe, fué concebida sin la mancha del pecado original. Según la doctrina precedente, la trasmisión del pecado original es un Dogma de fe. Todos heredamos ese pecado; y por consiguiente nacemos privados de la gracia santificante es decir, en estado de pecado, v ese estado perdura mientras no se recibe el Sacramento del Bautismo, instituido por nuestro Señor Jesucristo, y administrado del modo y forma que enseña la Iglesia católica, depositaria de la Revelación y de lqs Sacramentos. La enemiga de nuestros adversarios contra este Dogma. no tiene como objeto precisamente el pecado personal de Adán, ni tampoco el castig-o que recibió de Dios. Lo que les subleva, lo aue no quieren admitir, lo que califican de injusticia es la trasmisión o herencia de ese pecado, la responsabilidad impuesta a toda la humanidad; esa que ellos llaman culpabilidad retrospectiva, anterior a nuestra existencia. Y por no querer estudiar ni penetrar en lo aue la doctrina católica enseña respecto de la naturaleza v trasmisión del necado de origen, caen en lamentables confusiones, identificando el pecado de Adan con el de su posteridad. El pecado de Adán fué un pecado actiml, personal. cometido don pfono conocimiento y deliberación; circunstancias que no existen en el pecado original de sus descendientes. En nosotros ese pecado no es un pecado nersonal, no es un acto pecaminoso, v ni siouiera consiste en algo positivo, como luego diremos. Adviértase que el necado grave, por el que nos apartamos dé Dios v nos convertimos en sus enemigos, se divide en pecado actual y pecado habitual. El primero es el acto mismo por el que quebrantamos la ley divina, y nos separamos de Dios. El pecado habitual es el estado de aversión o separación, que persevera después de cometido el acto pecaminoso, y no desaparece hasta que el hombre se arrepiente sinceramente y se convierte a Dios. El pecado original no es en nosotros un pecado actual, pues lo contraemos cuando todavía no somos capaces de realizar actos huVol. IV -2 manos. Es pecado habitual o sea, un estado pecaminoso, por el cual estamos separados de Dios, considerado como fin sobrenatura.l del hombre. Es un pecado de naturaleza mas bien que de la persona, pues personalmente no lo hemos cometido; pecado .qu'~ mancha e inficiona directamente a la naturaleza, e indirectamente a la persona. La esencia, pues, del pecado original consiste en la privación de la gracia santificante o justicia original, que según el plan divino, debiera adornar nuestra alma, si Adan no la hubiese perdido para nosotros; privación que se nos imputa y nos es en cierto modo voluntaria por nuestra relación y conexión con nuestro pi·imer padre, que libre y deliberadamente perdió ese don sobrenatural. Y como en el orden actual establecido por Dios no hay t-§rmino medio entre la gracia santificante y el pecado, estando privados de esa gracia, quedamos en estado de pecado, separados de Dios y sin derecho al cielo, mientras no recibimos el Bautismo instituido para borrar el pecado original. Por lo que atañe a la trasmisión de ese pecado que tanto subleva a los enemigos del Dogma, téngase muy en cuenta lo que nos dice la doctrina católica, y por ventura resultara a fin de cuentas que lo ilógico y anormal sería que no heredásemos ese pecado. Sabemos que Adan era cabeza física de todo el género humano en cuanto de él habíamos todos de recibir la vida mediante la generación natural. Al concederle Dios el don sobrenatural de la gracia santificante y justicia original, lo constituyó cabeza moral de todos sus descendientes, pero tan sólo en este asunto o negocio de la gracia; de t'll modo que esa gracia concedida a Adán, Dios la concedía también a su posteridad, con esta sola condición; si conservaba la gracia, la conservaba también para nosotros; si la perdía, la perdía igualmente para nosotros. De hecho la perdió, y con él la perdimos todos. Y ahora preguntamos: Si tratándose como se trataba de un don absolutament'J gratuito, indebido a nuestra naturaleza, podía Dios, sin faltar a ninguno de ~us atributos, habérselo negado a Adán, ¿,no había de poder concedérselo condicionalmente? Y no habiéndose cumplido la condición im •. puesta por Dios, ¡,podrá haber ni sombra de injusticia en que los hombres estén privados de lo que no se les debe, ni ellos podían exigir? Ningún derecho tenía nuestra naturaleza para ser elevada al orden sobrenatural. Ningún derecho tenemos a nacer adornados de la gracia santificante. Ningún derecho Num. 96 Noviembre ESTUDIO 1, 1924 teníamos a la bienaventuranza del cblo. Ningún derecho teníamos ni tenemos a nacer con naturaleza diferente de la de nuestros primeros padres. Si, pues, por el pecado oriO'inal no se nos priva de ningún derecho, no hay injusticia en la trasmis_ión de e~e yecado ni en sus efectos; pues solo hay InJUSticia cuando hay violación de un derecho. Nótese además, como dice un sabio apologista, que en el orden gener.al de los, se~es entra el engendrar algo seme.1ante a s1 mismo, y trasmitir las degradaciones como l~s privilegios de la paternidad. ¿Es de admirar que un funcionario degradado no trasmita a sus descendientes su dignidad perdida? ¿No vemos diariamente hijos que heredan de sus padres los vicios de la naturaleza y de la sangre? ¡,No nos muestra la historia pecados originales de naciones, razas y familias? Si la mancomunidad que une a los hijos con sus ~adres es innegable en el orden físico, ¡,por qué rechazar esa mancomunidad en el orden moral? . Adán, padre de la humanidad, no po · día legarnos un tesoro que no ~oseía ; nos trasmitió una naturaleza semeJante a la suya, privada de la gracia santificante que perdió para sí y para nosotros. Cuando en la vida civil un hijo queda privado de algún privilegio perdido por la conducta de su padre, no acusa de injusticia a la ley; ni acusa de injustos a sus padres el hijo que contrae una enfermedad hereditaria. La ley que los fisiólogos llaman "de herencia" es admitida por las ciencias experimentales; y el atavismo viene a confirmar esa misma ley. A la luz de e~te Dogma se explican y esclarecen los enigmas y misterios de la vida moral del hombre, en la que luchan el bien y el mal, buenas y malas inclinaciones, nobles deseos de perfección e instintos que nos avergüenzan. Por eso dijo Pascal: "Nuestra triste condición tiene sus enredos y repliegues en el abismo del pecado original; de manera que el hombre es más incomprensible sin este misterio, que este misterio lo e.s al hombre". También el P. Monsabre dice en sus Conferencias: "A la luz divina de este Dogma contemplo y me explico el opresor y terrible misterio de nuestros infortunios y de nuestros crímenes." Y nada más queremos añadir. Se trata de un Misterio cuyo constitutivo intrínseco no es dado comprender a nuestra pobre y limitada inteligencia, cuya pobreza y limitación suple la fe en la palabra de Dios que es Verdad eterna. Quiza nuestro amigo, por cuya insinuación nos hemos atrevido a tratar este asunto, tenga con lo dicho lo suficiente para preguntar sereno a los adversarios cuando les oiga revolverse contra este Dogma: ¿Dónde está la injusticia? JUSTINO. • L gran día de los Cementerios ! Vol. IV 1 1 donde yacen los restos mortales ¡ de parientes y amigos leales - que en virtud fueron puros sahumerios. Pues la Iglesia celebra misterios, por si sufren acaso de males, tomad parte en los graves corales con que ruega en fervientes salterios. Y al pisar la tristísima senda que dirige a cualquier Campo-Santo, la ORACION aportad por ofrenda; Ya que Dios sancionó sus conciertos, al decir en alivio del llanto: "SALUDABLE ES ORAR POR LOS MUERTOS". KEA. -3- Num. 96