Mas Desiertos Astrales

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Title
Mas Desiertos Astrales
Language
Spanish
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Noviembre ESTUDIO 1, 1924 00~0000~~~~~~~~¡0(!~~.~~~~~~ ¡ $ EL MENTIR DE LAS ESTRELLAS .. · 1 Mas desiertos astrales ¡ ióoo~oo~~~~~~~~~'">~">"" ~~~~..,...._.~~~..,~~~~.., ..... ~~~<';"'~->~..,~~">-">-~~ ..... ~~~~~~~~-..:· OR ventura nos hemo.'1 detenido demasiado tiempo en e:ram.inar el cementerio lunar, porque como hayamos de recorrer las aterrado!f'a.-; distáncias estelares de las cuales ofrecimos al lector algunos botones en artículo precedente y en el programa de viaje figuren tan solamente los más conocidos cuerpos del mundo sideral, aun cuando utilicemos el iiehiculo del rayo de luz para realizar la jornada !l nuestra parada en cada estación tuviere la instantaneidad del relámpago, serían muy contados lo8 af<wtunados mortales que alcanzanin a apearse en la est1·ella Polar. ¡Y pensar que es una de las más vecinas a esta indecente ratonera donde nos arrastramos y por cuya posesión combatimos los uno.'1 con los otros llevados de un ardor .feral! . .. Porque al fin de cuentas, en cuarenta y siete años llegaríamos allá, y los venturosos bípedos (implumes) que se die1·en bastante ?naña para disfruta1· de una existencia octogenaria, podrían permitirse el lujo (aunque sin la esperanza de volver al punto de partida por falta de tiempo) de arribar a ese astro caudal de la Osa Menor, en cuyas ce1·canías se halla el eje de nuestro planeta clavado, aun cuando no con tanta fijeza. que le impid(I_ el cambio constante de po8ición. si bien rondando siempre el punto correspondiente al Polo ideal. Pero ¿que vienen a ser esos nueve lusf1'0s !J un piqu_ito si se les cc.mpara con el apartamiento de otras luminarias erra.ntes por aquella insospecha.da inmensidad? Porque si damos por supuesto que las estrellas de la misma magnitud tienen iguales dimensiones, podríamos calcular como ¡>romedio de nuestro viaje a las de sexta magniturl (últimas visibles a simple uista) la respetable cantidad de ciento cuarenta añ·os y para atracar a las de decimaquinta magnitud la estupefactiva suma de tres mil años de luz. Y si el curioso lector nu se ha mareado aún, hágase cargo de ser solamente cinco mil las estrellas de las seis primeras magnitudes: un puñado de polvo vil al lado de los dos millones calculados por la astronomía actual ... Ofortunadamente presenta proporciones m:í.s limitada8 nuestrn peregrinación astral, pues para resolver la ecuación que por arte y gracia de una niña aficionada a la Cosmografía uenimos planteando, nos habrán de bastar muy contadas estaciones, conw comprenderá el leyente por un principio general que se nos antoja oportuno enunciar. Y es que todas las estrellas quedan descartadas de nuestro viaje de investigación, porque hallindose todas ellas- en estado de incandescencia, resultaría ridícula ha.<Jta la simple suposición de su habitabilidad. Por otra parte, aunque asciende a algunos centenares el número de los planetas conocidos, únicamente siete tienen derecho a ser contados entre los grandes 11 sobre ellos habremos de practicar investigaciones en nuestra vertiginosa carrera; mas puesto que algunos de esa septena presentan condiciones climatológicas manifiestamente detestables para la habitabilidad, comenzaremos por descartarlos del itinerario (apuntando las razones de la preterición), con lo cual queda la ea:pedición al alcance de las más modestas fortunas y pueden llevarla al cabo todos cuantos logran fondear en las risueña.'1 playas de .la juventud. Con Mercurio no es posible contar para habitación de ningún ser viviente, y si el avisado lecto1· no ha echado en saco roto los principios generales sentado.s en el introito de esta serie, comprenderá fácilmente por qué. Aun sin dar por demostrado (y el asunto es muy discutible) que ofrezca siempre la misma carn al Sol (según dijimos ser p1·áctica de la Luna), durante el día Mercurial subirá el termómetro a doscientos grados (sistema Cegesúnal, pues en el Fahrenheit .seríán trescientos noventa y dos), con la mitad de lc·s cuales se achicharrarían hasta lo8 protozoario.~ mis elementales, aun el mismísimo Bathybius, de haber existido para fortuna de Haeckel. Ese "dios'; del propietario, dfrector y redactores del colega anticlerical "The lndependent", ( recuerdén nuestros ilustrados leyentes haber sido Mercurio en la antigiiedad paga.na la falsa divinidad protectora de los comerciantes y de los CACOS, sobre· todo de lo8 CACOS LITERARIOS), tunserva un imp01 tante punto de contacto con la redaccióón de la más cobarde de las public[tciones de la acerca de enfrente ; y es que no puede soportar un "hombre" en su caldeada habitación. Motiro sobrado para i·olverle la espalda !J continuar 11uestra 1·uta en busca de un racional. Dejando a. un lado Venus y Marte, los cuales se merecen e8tudio especial y se lo dedicaremos cu.ando les llegue su turno, caminemos hacia Jupiter, ese rrigante de nuestro 8istema planetario, mil trescientas treinta veces más grande que el cascarón donde habitamos, al cual arribaríamos después de haber recorrido setecientos millones de kilánietros con tan abrumadora uelocidad. Esa distanciación del Sol hace que desde aquel apartam·iento se divise a Febo como d1'.minuto globo cuyo diimetro es cinco veces menor. Y pues no se aleja uno del calorífero sin pa.<1ar incontinente las costas de la imprudencia, Ju piter es, a la 1"nversa de Mercurio, un mundo sometido a frio intenso., el cual haria descender al termómetro a ciento cuarenta grados bajo cero (doscientos doce d~l Fahrenheit) temperatura irresistible para todo ser animado, aun los de más rudimentaria constitución. ·Eso, teniendo únicamente en cuenta la radiación solar. Mas el calor interno del planeta es suficiente parq, mantener su superficie en estado parecido al de un metal próximo a la incandescencia, y esto revela una indicación termométrica de ciento sesenta a doscintos grados sobre cero, destruyendo de c'onsiguiente toda esperanza de actual habitabilidad. Vol. IV -5- Num. 96 Noviembre ESTUDIO 1, 1924 Pero ¿y en un porvenir más o menos remoto? Tampoco, y es muy sencilla la deducción. Al compás de la solidificación de su corteza (fenómeno geológico que va en razón inversa del agotamiento del fuego central) disminuirá progresivamente el caldeo de la atmósfera, y a la corta o. a la larga vendrá a sufri1· el enfriamiento indicado en el párrafo anterior, el cual, lo saben yá de tiempo atrás nuestros lectores, es incompatible con cualquiera suerte de 'Vitalidad. Para cuando se amortig iien las calderas de Jupiter habrán transcurrido yá tantos cientos de mios, que la Tierra misma será un desierto más, porque el empobrecimiento del Sol le privará de la necesaria calefacción. Y desde el gigantesco planeta acaso ni será siquiera t'isible el que tan infundadamente motejamos de "astrorey'' ... Y sin más tardar, salgamos para Saturno. una de las mayores mara'villas del firmamento entCl'o por su espléndido anillo y el numeroso cort~­ jo de sus satélites, el cual vendría a ser un palacw encantador si la vida pudiera desarrollarse allá. Pero como no haya alcanzado todavía ni ami siquiera el grado de condensación de .Jupiter, está reducido a un mar de rapares hirvientes, una aglomeración de gases a elevada temperatura, siendo la densidad saturnina menor que la del agua, de suerte que arrojado el planeta sobre un océa110 t'lotaría como un pelotón de "football". De donde ni es habitable, ni lo será, porque el Sol no consigue transportar a aquellas lejanía.s la energía térmica indispensable, pues no sube de ciento setenta y seis grados ba .. io cero. Imposible 1•ivir. , Más lejos todavía se encuentran los dos ultimos representantes del sistema solai', Urano ?! Neptuno, los cuales están en condiciones de condensación parecidas a las de Saturno, pero en peores circunstancias caloríficas, pues hallándose el priniero a unos tres mil millones de kilómetros del Sol y girando el otro a unos cuatro mil quinientos millones, sólo podrían disponer de doscientos ?J doscientos veinte grados .bajo cero respectframente. Y yá lo tenemos dicho varias veces: en tales honduras termoméfricas no hay viviente capaz de resistir. Resumiendo. Quedan descartadas de nuestro itinerario de investigación todas las estrellas por su calidad de cuerpos incandescentes, de hornos perennes en los cuales ninguna célula orgánica puede subsistir. Queda asimismo fuera de progranw el diminuto Mercurio, pr>r estar torrefacto en la fragua solar. Haremos también caso omiso de los cuatrn grandes planetas: Jupiter, Saturno, Urano y Neptuno, porque carecen todos ellos de corteza sólida y se hallan bajo la acdón de elevadísima temperatura interna, sin poder acariciar la ilusión de se1· un día habitables, pues no reciben en cantidad necesaria el calor del Sol. Total: en la in.niensidad de la bóveda celeste nos limitaremos a hacer dos estaciones, una en Venus y otra en Marte, porque, según los datos recogidos con escrupulosa solicitud por la astronomía son los dos únicos mundos siderales donde resulta factible la e.l:istencia actual de seres animados o por lo menos es innegable su estado avan-. zado de pl'eparación para recibir los gérmenes y las esporas, preludio inevitable de todos los astros que se propusieren arrastrar más tarde o más temprano en su canera al rey de [a creación. A medida que avanzamos, se le van cerrando a nuestra amiguita los horizontes de su volandera imaginación, la cual habituada a matizar sus fantásticas cl'eaciones según el color del cristal preferido, Así como insecto primoroso Visitador inquieto de las flores, Más parece nutrirse de colores Que de polen sabroso. Mas la Ciencia miró siempre de concha a las policromías 'fabricadas a gusto del consumidor, y todo legítimo enamorado del saber debe basar sus cálculos sobre los atestados de la experiencia y deducir fria mente sus conclusiones de las premisas obtenidas del estudio concienzudo de la realidad. SoFia r fué siempre la antinomia de razonar. El libertinaje de la fantasía es la roña de la verdad, que sólo acierta a vivir en la atmósfera de la libertad. Yá lo dijo el poeta: Sein Athem ist die Freiheit. DR. Q. CHILLO. - - - - - - - · - - - - - Vol. IV ¡Duro con ellos! »IGNOS de infames dicterios son y serán los bozales, que ¡necios! con bacanales profanan los Cementerios. Y si los buenos criterios no miran mal que a raudales se viertan sobre esos tales los mayores improperios, por turbar las sepulturas : ¿Qué se hará con los ¡ más viles! que empañan las almas puras? ¡ Condenarlos a galeras! tratando con más gentiles zurras a TIO TIJERAS! SAN-TXO. -6- Nuin. 96