3 Estudio Revista Semanal, Glorioso Centenario.pdf

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f{EVISTA PEMANAL /:,'1!11'/'l'd as srn11d da.is 111atter at tl1e Post-0/lice at .1!1111i/11 DIRECTOR~-Alr\m11lru hr Abllifü TEL. 572 A[) M l r\ 1 tST HA DO[{: - ]lirrutr Agnu P. O. BOX lti59 Vol. 11. Manila, 17 de noviembre de 1923. Num.46 =====~~ GLORIOSO CENTENARIO Acaso no se encuentre en el panteón de la Historia figura más interesante que la de Napoleón. Su tortuosa constitución psíquica basta para agotar la paciencia de quien se propusiere definir el lineamiento de su per· sonalidad. Político consumado y de privilegiada sagacidad, déjase por ventura envolver cándidamente en los ardides de cualquier filosofillo y unce con docilidad gregaria al carro de ajenos planes su poderío y voluntad. Ambicioso hasta lo inconcebible, pone a cada paso a merced del azar toda su grandeza imperial. Descreído por educación y religioso de conveniencia, cambia con torpeza los papeles y hoy besa la sandalia del Pontífice porque accede a sus súplicas y otro día intenta arrancar la tiara de sus sienes, porque se niega a trasponer el círculo del deber. Extraña amalgama de la "volubilidad del carácter francés" (son palabras de Crétineau. J oly) y de la rudeza distintiva de su ascendencia corsa, sólo fué constante en su misma inconstancia e invirtió energías incalculables en levantar castillos de naipes que rodaron por tierra al primer contacto de la adversidad. Es una ley psicológica, corolario del canon general de las compensaciones, aplicable tanto al mundo físico como al moral, que la magnitud de los lunares de una persona está en razón directa del calibre de su contextura -?spiritual. Y a quien conozca por la historia las cualidades excepcionales de Bonaparte, nada habrá de sorprenderle tropezar en las distintas etapas de su fulminante epopeya con fallos incomprensibles aun en inteligencias de despejo regular, los cuales le condujeron por maravillosa disposición de la Providencia a la roca Tarpeya de Santa Elena, donde acertó a tenerle a buen recaudo el gobierno inglés. Diera muestras de no conocer por menudo la carrera del Capitán del Siglo quien pusiese en tela de juicio haber sido su conducta con los Romanos Pontífices la más irrande torpeza política de cuantas cometió. Porque muy espesa debió de ser la borrachera de mando, cuando en octubre de 1796 escribía el Cónsul al Cardenal Mattei: "Para anonadar el poder del Papa sólo necesito quererlo". y yá aparecía manifiesta en el Emperador la demencia anunciada por Eurípides a las víctimas de Júpiter, al ordenar a Murat que "no respetase asilo alguno en Roma, !---~-~------------------·---Noviembre. ESTUDIO 17, 1923 si osaba oponerse a su voluntad", en una epístola draconiana cuya paternidad pesará eternamente sobre el destino de Napoleón. La verdad es que reducir a prisión a un anciano octogenario (Pío VI) para conducirlo a Francia y hacerle morir a p?_der ~e disgustos y privaciones, parece h~~ana mas adecuada a un salteador de encruc1Jadas que al general sofocador de la revolución más imponente de las muchas conservadas en los anales de la humanidad. Y no le va a la zaga en felonía aquella otra "escena de camino real" (en frase de un historiador), cuando organiza un ataque nocturno al Quirinal, residencia del Padre Santo (a la sazón Pío VII), para encerrarlo en Savona durante tres años, al cabo de los cuales se le obliga a atravesar los Alpes, porque acaso podían tenerle más seguro en Fontainebleau. Como Pío VI hubiese fallecido en Valence, se ilusionaron los enemigos de la Iglesia con haberse yá terminado la cadena no interrumpida hasta entonces desde san Pedro y el mismo Napoleón acarició la idea de hacer del Colegio de Cardenales una cohorte de palaciegos, poniéndolos por de pronto en el trance de elegir para sucesor a quien a él se le antojara, y aunque se juzgaba por imposible la reunión del Cónclave y los ánimos apocados y de escasa fe temían que la institución de Jesucristo se viniese abajo "como resquebrajado paredón sin puntales", el 14 de marzo de 1800 nombraban por unanimidad los treinta y cinco purpurados reunidos en Venecia al cardenal Chiaramonti. habiéndose encargado el porvenir de confirmar lo acertado de la elección. Gregario Bernabé Chiaramonti, nacido en Cesena a los 14 de agosto del año de 17 42, empezó por ser monje benedictino, salió al redopelo del monasterio para el obispado de Tívoli, trasladóle luégo el Papa al de Imola, fué honrado más tarde con la dignidad cardenalicia y a la muerte de su paisano Pío VI, que sucumbió a los ochenta y dos años a consecuencia de las penalidades del cautiverio, quedó nombrado para sucederle, acaso en las circunstancias más nebulosas de cuantas rodearon la llegada de ninguno de sus predecesores al trono pontifical. Como su bondad para con todos llegó a ser proverbial y tan sin tasa derramó el perdón entre los mismos perseguidores, se figuraron unos y otros poderle hacer juguete de sus maauinaciones. Y buena prueba de la falsedad de tales cálculos dió (entre otros mil casos) cuando, enterado de los propósitos napoleónicos de violar el teritorio nontificio, respondió al emisario francés: "Se nos quita la libertad, mas todo lo teníamos yá previsto. Antes de salir de Roma hemos firmado una abdicación en regla, la cual entrará en vigor tan pronto como se nos reduzca a confinamiento. Y yá que se quiera jactar el Emperador de retener en sus dominios al Papa, sólo tendrá en su poder al encarcelarme a un pobre monje benedictino, por nombre Bernabé Chiaramonti". Arrastrado de prisión en prisión, privado de sus consejeros más fieles y aconsejado únicamente de mitrados y sacerdotes que preferían las sonrisas cortesanas al cum· plimiento de su sagrado juramento, espía· do en todo momento, estrechamente custodiado por esbirros dispuestos siempre a rebasar la sevicia del monarca en su deseo de halagarle, solo como el Nazareno en la soledad del Getsemaní, con la agravante de haberse prolongado su abandono durante tres años muy cumplidos, estuvo en repetidas coyunturas al linde de la sepultura, pero "l'incarnazione stessa del diritto che si opprime, ma non si infrange, si incatena ma non si distrugge", nunca el temple de su ánimo amenguó a la recia presión del héroe de Austerlitz. Mas su legendaria constancia y la lucidez de su entendimiento quedan eclipsadas al parangonarlas con la benevolencia inagotable de su corazón. Si no se doblegó a las amenazas del vencedor, fué su meior amigo y abogado en las horas de la adversida-d. Como al recibirse en Roma la noticia del fallecimiento del desterrado de Santa Elena, oyese de labios de algunos purpurados comentarios a su juicio poco respetuosos para Napoleón, atajóles diciendo: "Nos perdonamos yá, que era ese nuestro deber, las humillaciones infligidas a Nuestra Persona, y sólo nos toca ahora recordar que la Iglesia le será deudora de la restauración del Catolicismo en el reino francés. Y cuando consiguió librarse de las garras del águila imperial y tornar a Roma, y vió el derrumbamiento de Bonaparte, v atado a una roca del Atlántico el fundador de la dinastía, y agazapados a la sombra del Vaticano a la madre y hermanos del vencido de Waterloo, y deseoso el mundo entero de ven!!ar las consecuencias de su insaciable ambición, sólo se dejó oir la voz del bondadosísimo Pío VII para pedir misericordia a la Europa triunfante a favor de su carcelero erÍ' Savona y Fontainebleau. noraue (son las palabras del inmortal Pontífice) "e!!li non e piu un pericolo por alcuno e noi desideriamo che non sia Per nessuno un rimorso"; y únicamente el nrisionero dPl Emperador capeó los manejos de las cancillerías europeas al colocar sobre el féretro de Leticia, a cuyos resVol. 11. -2- Núm. 46 Noviembre. ESTUDIO 17, 1923 tos querían privar de los honores reales, esta elocuente cuanto lacónica inscripción: "MATER NAPOLEONIS" (Madre de Napoleón). Nada más grande se podía de ella decir. Pío VII, hijo de los condes de Chiaramonti, tomó a los dieciseis años el hábito de San Benito. Fué creado cardenal en 1785. En agosto de 1800 escogió a Consalvi para Secretario de Estado, el cual llegó a ser uno de los más hábiles diplomáticos del siglo XIX. En 1808 erigió las diócesis estadunidenses de Boston, Nueva-York, Filadelfia, Bardstown con Baltimore por Metropolitana, en 1820 las de Charleston y Richmond y en 1821 Ja de Cincinnati. En 1814 restableció Ja Compañía de Jesús, Ja primera víctima de todas las revoluciones, suprimida por Clem_ente XIV en Ja esperanza de acallar definitivamente a los enemigos de nuestra religión. En julio de 1809 le encierra Napoleón en la cárcel de Savona. En 1812 le traslada á Fontainebleau. En 1814 Je deja en libertad y a los 20 de agosto de 1923 muere en Ja Ciudad Eterna a los ochenta y un años de edad. Fuera injusto rememorar el centenario del mártir de Savona sin depositar un ramillete de admiración y agradecimiento en el sepulcro de su amigo y secretario el Cardenal Consalvi, el gran Consalvi, la cabeza penSerá, según se advierte, funesta nuestra suerte, si, en apretado haz, todos en masa, no procuramos prestos, con válidos arrestos, salvar el patrimonio de la casa. No sé porqué razón, pero hoy la educación disuelve, al parecer, los sentimientos; ni arpegian los laudes, para ensalzar virtudes, sino los desatinos más cruentos. Juzguemos gran honor lanzarnos con valor, a la defensa de lo que es mordido, en formas bien insanas, por turbas inhumanas yermas en ciencia y corazón podrido. Ahoguemos en letame la adulación infame, y _vuélquense los vicios, por instantes; m usemos de los viles sante y el hombre de acción del Pontificado de Pío VII, exquisito y adamado como un cortesano de Luis XV, sabio de inconmensurable talla, virtuoso más aún que sapiente, a cuya rara habilidad y tino se debe haber el vencedor de Water loo obtenido de sus compañeros del congreso de Viena que los Nuncios del Papa fuesen de derecho en todas las cortes Presidentes natos del cuerpo diplomático, como representantes de la Autoridad más derramada y de un gobernante esencialmente neutral. Ni en la tumba quiso separarse de Pío VII, y fué a buscarle en ella cinco meses después, habiendo sido su muerte honrada con lágrimas en el Vaticano y en San Petersburgo, en Windsor, en las Tullerías y en Postdam. ¡ Honor y gloria al denodado campeón de la Santa Sede! ¡Memoria eterna al amigo y consejero fiel de Pío VII! Por ventura no se podría hallar en las páginas de la historia eclesiástica Pontífice alguno cortado más al talle de aquella sentencia: "El Papa pertenece al número de los que mueren, pero no transigen", que dijo Castelar. Ni aun el recio "Non possumus" de Pío IX alcanzó eco tan sonoro como la irreductible oposición del encarcelado de Savona y Fontainebleau. Cien años hace que murió. Y no cabe duda : hace un siglo que goza de Dios. ¡Centenario glorioso! PAULINO. y velantes pendiles, para encubrir las lacras denigrantes. ¿Puede haber egipciaco que infunda más a un flaco que contemplar a uno que es su igual, conducirse sereno, confesando de lleno en Dios su Fe y en su País natal? Jóvenes, adelante, con erguido semblante ni en el fragor de las contiendas duras volváis el rostro atrás; pues siempre pudo más una gota de Amor que mil impuras. Nuestra grímpola es justa ¡LA VERDAD! que se ajusta a formar caracteres verdaderos; así, recibe· ataques de muchos ñiquiñaques que, sombras siendo, antójanse luceros. UN FILIPINO. Vol. 11. -3- Núm. 4G
Date
1923
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