6 Sigamos Con Los Lobos.pdf
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- Noviembre. ESTUDIO 17, 1923 ~~~~Ti(·ji_ij!·-,:1.~~@íi,®'!i@:)filf·~."L!!'l!~~~:it'i!~~lü!Ji~®:g:~~jf~·!!J!t~1!-'.ffi1f.'"~-,_íf.·~Jj;ir:~:~:Jll i SIGAMOS CON LOS LOBOS ~ ~ifi"j!~~~icílfilüiffii1~iIDID~J!.'l~~!illt@;lBil1!\ij,{~~~~IIDID'.g~J!~;l!;J!-l!:IDM~~Mj!j'ü:!':~i·~-.J!lt.if>!JEC:J::t~1t.~!C·-iü!i:K!fil!Kl!~J!1u!!(l!:~~, Tal como van poniéndose las cosas, y dado el sesgo que los acont,ecimientos mundiales van to-mando, paréceme que no está muy lejano el día en que tendremos que convenir con Hobbes, aquel fiMsofo tan simpático de quien hablabQ, en mi anterior articul'ito, en que los "hombres no son, en último l",'!sultado, más que unos lobos para los otros homb·res". Ahí están las noticias que cada dia nos trae la prensa acerca de Alemania. . . y dígaseme si los amigos "poin.Careista s" son unos "merengues" para los súbditos de Ebe1·t. Que diga Sotto, nuestro perínclito Sotto, e/. titulado "Primo d,e R{vera", si no daría algo, y de lo más preciado que tiene, porque desapareci~ra al menos del mundo de nuestra política, el gran Cebuano y aun el insigne Quezon, y hasta si se me apura el mismísimo humilde Confeso1-. ¿Qué más? Si hasta el mismo Camilo se alegraría en el alma de que todas las religiones y sus ministros desapa1·ecieran para siempre con tal de que li:'!gásemos a la "unión" por él tan deseada dentro del orden religioso! ¡El colmo . .. de caridad y amor al prójimo! En verdad, en verdad os digo que mejor estaríamos enh:e las bestias y alima·ñas de las selvas, nuevos Tarza;ns, gozando de los mil y un "conforts" que, en opinión del insigne autor de la serie "tarziana", ofrece el "jungle" a cuantos, como el famoso hijo del1 noble Lord inglés, se han criado siempre 13nfre "apes" y demás seres amigos de la "broma" y del "jaleo", y no conviviendo con los "sietemesinos" y "pijaitos" almidonados diplomáticos, que están haciendo deb mundo un "infierno". Nada: lo dicho; que .sí seguimos por este caniino pronto será v,'!rdad lo que decfa Hobbes, de cuya teoría política quedábamos hablando en el anterior número del cual de nuevo vamos a ocuparnos. Oido al "pa1rche", que lo que viene es admirable. "El hombre, /.ejos de s,'!,. naturalmente sociable, es esencialment,e individualista y egoista, sin más cuidados que su propio bien y placer". La frase no puede se1· más clara; y ... , a fe, que "pué" que no le falta su "miaja e" razón. Porque eso d,e egoístas creo yo que vamos siéndolo y no poco y eso de buscar cada cual lo que mejor le acomode paréceme que también. Podría contar a los a·mables l,'!cto1·es algunas anécdotas referentes a un amigo mío, que hubo de sufrir las de Caín y sigue sufriendo la pena negra, porque a un otro ser de la humana ,'!specie se le ha, 1netido en li1 mollera ser mi amigo perturbador sempiterno del bienestar ''egolátrico" del individuo en cuestión. ¡y eso que mi amigo es un "enfeliz", un "desgracia-o" que a "nadie hace mal", ni se mete con nadie! En lo que en modo alguno convengo con Hobbes, ni convendrá nadie que esté al tanto de la vida manil,eña, es en que no seamos sociales ¡Pues; a. fe que no hay sociedades y 'clubs", Desde el A-Z, y el M-J hasta los "Chongos y Chimpancés Bohemios", debe de haber en Manila cerca de trescientos mil sociedades de honi.bres y d,'! mujeres, '!/ de ambos juntos que aseguran los peritos en la materia son las que van tirando 1nenos malmnente. Ya tenemos uBlack Cats"; ya ten,tZmos "Smiles clubs"; ya poseemos "Gay Clubs" ''Juveniles Clubs" y "Clubs Juveniles" 'Camellos blancos y "'Camellos Negros" y si a mano viene dentro de poco, pues en cuestión de im.ita1· somos admirables, tendremos "Rats Clubs" and ''Bu_q Clubs" and "Dog Club" ... y toda clase de "animales clubs". ¡Santa Bárbara nos coja confesados/ Quedamos en que en eso d,P, que no seamos sociales anda mal el filósofo de Malmesbury. Pero prosigamos: 'El estado natural del hombre, dice en una d,e sus obras, es la Vol. 11. guerra contra todos los que pu~den esto;·bar sus goces: su derecho absoluto y único es el derecho de aniquilar y apartar los obstáculos que se oponen a su bi.en ¡n·opio y personal". Esto, como ve e[, lector, es mw grandísima ºburrada" en el o;·den de la razón, y de fo moral, y de la religión, y de todos los órdenes. Y sin embargo, tales cosas v,e uno y tantos "egoismos" tiene que sufrir, aun de parte de los que más apelan al amo>· de Dios y del p,.ój1"mo ... contra una esquina, si se ¡medc, que tentados nos vemo8 de dar la razón a Hobbes. Y es que, lector, hay que convencerse; cuando al hombr,e se le priva del único freno, que es la reloigión, y nada más que la religión verdadera, no hay fuerza que control1~ sus apetitos y hará siempre, o caHi siempre, aquello que más le agrade y que le guste má.s. ¡Ria se ,el lector del altruismo, y de kr filantropía de los Carnegie y los Rockefelfor y demás seres de idéntica naturaleza! El tema se pr,esta para un articulo, o mejor muchos artículos, sobre la "egolatría" de los modernos filántropos y de los no filántropos también. La suprema ley parn todos, absolutamente para todos los que no obran por fines superiores a la. tierra, es el yo primero, el segundo yo y yo el tercero, y decir lo contrario es ocultar lo que se siente, que en castellano puro llamamos "m,entir". ¡Que nos vengan con "Salvation Army" con 'Y. M. C. A.", con "lV. T. U.", y d,'!más productos del naturalismo aplicado a salvar lo.-. cuerpos de nuestros prójimos, con pérdida, como es de su· poner, de sus almas! Harto sabemos lo que todas esas asociaciones y otras similares bu::;can. Favorecer y fome~tar el 'egoimno" y la vanagloria de unos cuantos "estultos", que s,'! gastan sus millones en fomentar tales monstruosidades. ¡Caray! ;Si casi soy hobbesiano! ¡No faltaba más! Copio y sigo: "La razón suficiente iJ única de la in~ titución de las sociedades es la necesidad d:? lln poder o fuerza superior que establezca frt paz entrp los hombre.e; particulares". Recuerde el lector o i 1 uelva a leer, si l~~ place, lo que al hablar de Rousseau d.eciamo.c; sobre la dil'>tinción que debe hacerse al tratar de poder. Poder es la fuerza física y bruta del león o del búfalo; poder es In fuerza traidora del rufián que a traición nos encañona con su "colt" o su "star"; poder es lfl fue1·za del dictador y drl tirano que se imponen pm· las annas. Y de esos podcresfuerzas es de lo que habla Hobbes y de lo que trataba Rougseau. Pero poder significa ndenuís "derecho" a mandar, en virtud de alguien que es supetior a los subord1'nados; poder significa la fuerz2: moral que al juez comunica su cargo, al legfab1dor su elección, al ejecutivo su alto ¡mc.c;to; y ese es el }Jod,'!r autoridad de que no habla ni puede hablar Hobbes, porque no riconore más que materia y fuerza bruta. "El podet·-brutal, bestial, rufiane::;co, dictatorial-q11c gobierna esta sociedad rcpres.enta fo absorción,-la wwrpación diríase m.ejor, y quizá no le falte alguna razón, .'li se trctta de casos conc1·etos-de todos los derechos y de todas las libertades de· los asociados, de dond.~ resul•:a que es ilimitado y absoluto, procediendo de é( únicamente el derrcho y el deber, lo jw:;to y fo injw~to, lo m.io y lo tuyo. Cuole . .:;quiera qu,r• sean sus manduto.c; deben ser obedecido.e; sienip1·e, sin que nadie tenga de»crho al,quno contra el qw· tiene el poder, el cual no está ob{<i,qado a nad(1 pura ron los súbditos". Tal vez a muchos pa1 ezcan estas frases una 11 de.c;aye· ración", y hasta, tal vez, no falte algún ·ntal pensado qnr crea que e.c;tamos atribuyendo al filósofo inglés algo que é( no d·ijo. Quien tal pensm·e se equivoca. No tiene 1ná.s que tomm· en sus manos la obra de Hobbes "Leviathan", y en 5- Núm. 46 Noviembre. ESTUDIO 17, 1923 su parte primera caps. XII y XIII encontrayá ámpliamente explicada ba teoría hobbesiana. nociones de derecho y torcido, de justicia y de injusticia, no tienen allí lugar alguno. . . La fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales en este estado de guerra. La justicia y la injusNcia no son facultades ni del cuerp1> mi del alma". (Leviathan, part. 1.a cap. XIII). Para terminar, por hoy, un parrafico más y "al avío". Otro día Dios dirá. "Esta guerra de todo hombre contra todo hombre tiene por consecuencia que nada hay qu.e ]n.teda ser injusto. Las "FILADELFO". r~~€~:t::1P·~~~1= ~ POR LAGASCA. ; ~(!-<!:~~<!:@~~~~~~~ ¡Oh nii buen amigo FiladClfo, q1w pocos días hace, en uno de tus bien pensados artículos, ext,eriorizabas el deseo de acompañar a este pobre y desconocido Solitario en sus paseos poi· esta tranqidla playa de mis a.mores! ¡Qué hora de esparciniiento y solaz Jwbiéramos pasado ayer tarde, aqui, sentados en esta piedra dond,e ahora estoy! Pero cuando fui a invitarte para ir a unestras soledades, habfos ya salido de casa; y hube de marchar, solo, al lugar de mis paseos favoritos. De Pedro La gasea, mi qu,erido Filadelfo, nada menos que del c,elebérrimo Pedro Lagasca hubiésemos hablado. Y conste que en el calificativo de celebérrimo no hay ni un átomo de exageración ni de ironía; ¡mes yá sabes la celebridad que adquirió en sus precipitadas fugas a las montañas ibocanas, cuando las plumas de "Estudio" apuntaron contra. él. ¡Madre 'mía, qué hombre tan agilísimo en huir, tan magistral en taconear y tan h(tbilísimo en esconde'rse! Pero dejémonos de exclamaciones, y vamos al grano. Invitado por varios amigos, uno de ellos 1niembro del Comité d.e festejos, acudí a las fiestas de Cavite, que en verdad resultaron magníficas y divertidas. Asistí a la Afisa solemne que en lu Iglesia de Porta Vaga se cel.ebl'ó a las 8 a. m., en honor de la Vfrgen de la Soledad, Patrona de Cavite. Y allí, entre la ola inmensa de gente, hombres en su nwyoría, qu,e escucharon el sennon atentos y devotos, estaba el celebérrimo Pedro Lagasca en persona, en carne y hueso, en cuerpo y alma. Y lo ví d'?lantc de mi, a dos pasos, casi rozando con el mio su brazo. -¿Pero de ve1·as es él?-pre,qHnté en ·l'OZ baja a uno de mis amigos. -Sí, hombre, sí: Pedro La,qasca. Lo conozco tan bien como a tí. No insistí,· pues en aqHel momento el predicado1· combatía con fuertes y positivos ar,qum,t?nfos al, aglipayanismo. Fijé en Lagasca mi vista y atención por un momento .. 4llí estaba el ex-pare-· pare, el célebre f1~gitivo, aguantando impasible e inmóvil el chaparrón de pru"bas contundentes que desde el púlVOL. 11. pito caian sobre la falsedad de la secta agz.ipayana, aborto del orgullo y de fa IM[JUCÍÓn. ¡Oh Lagasca de mis entretelas! ¡Qué protestas no bullirían en tu p»i11if.1Jgfoda mente contra las descargas del predicador, todas dirigidas al blanco rtglipayano! ¡Si hasta 1ne pareció que se fijaba en ti! Cómo eres tan célebre, es de suponer que te conoció. Dime en confianza, Pedro d/~ mis pecados: ¿Qué setdiste en la mañana del día once, en la iglesia de Porta Vaga, cwrndo tan perseguida y malparada viste a la dama de tus ensHeños, la dulcinea agbipayana, cuyo honor has cefodo tanto ,en otros tiempos, no sé si verdaderamente enamorado de sus dotes personales, o de su dote pecu,nario? ~te 1·efiero, oh Lagasca de todas mis a1·tcrias y venas, a aquellos felices años du.l'ante los cuales vivías, como el pez en el agua, pegadito a la capillita aglipayr.tna de San Roque: a aquella capilli~a de nipa, de la que fuiste arro~ jado o suplantado, no recuerdo b1~en, a pesar de tu sentimiento y de tus lágrimas, capaces de ablandar todos los corazones, pero incapaces de conseguir el reblandecimiento del d.e D. Gregario, tan duro, tan férreo, tan diamantino. ¡Oh lágrimas de Lagasca, cuán de pocn estimación fuisteis para quien tanto debía a la sumisión y humillaciones del dueño que os derramó! Y r.thora, Lagasca de mi alma, ¿que rá. a suceder? ¿Qué consecuencias acarrear·á a tu porvenir el acto de presencia en Porta Vaga? ¿Qué va a ser de tí, cuando los directores de la compañía teatral se enteren del desagulsado qW! has cometido entre basti~ dores? ¿Qué dirá, ·sobre todo, el jefe, el máximo, c1wndo sepa que Lagasca, d celebrJrrimo Lagasca, ha tenido la osadía. de escuchar, con la impasibilidad de wi poste, los ataques lanzados contra !os intereses de la compañia desdt! Hn púlpito? ¡Válamc Dios, Perico mío, en que berenjenal te has 1netido! Tu piel peHgra seriam,ente. Ya puedes poner en práctica tus reconocidas habilidades en las fugas prontas y rápidas, si no quiere.~ i:er sobre tus lomos la estaca de marras, empuñada por manos máxi-6mas. Y á basta con aqueUa lluvia de golpes; y a todo trance y por todos los medios debes evitar otra descarga cen·ada. Huy.e, pues, Pedro mío: huye pronto: huye lejos. Bien sé que para aplicarte ese remedio, no necesitas que nadie te aconseje; pero, ¡qué quieres! siento tanta compasión hacía tí! . .. Se cie1·· ne tan amenazadora la tormenta . .. ! Además, créeme, mi compadecido Pedro; te has captado mis simpatías, desde que te ví tan atento en Porta Vaga escuchando el se1·m6n contra la comedia aglipayana. Por eso, P,erico de mi alma, a fuer de sincero amigo, te aconsejo una fuga que .mpere en rapidez y celebridad a todas las anteriores. Va en ello tu pe ... lleja, tu salvación corporal; pues la espiritual poco o nada os importa a ~os galanteador.es de la dulcinea aglipa,yana. Pero si por mal de tus pecados eres tan infeliz que caes en el cepo: si al fin te atrapan manos máximas: si eres tan torpe en huir que pierdes tu ce(ebridad tan bien adquirida en fugas anteriores. . . no de.sesperes por eso, mi idolatrado Lagasca. Aún me ocurre otra solución para salvar la piel. Es un remedio que .Quizá te resulte mejor que la fuga; pues al fin y al cabo por maestro que ,11n ella seas, y por muchas habilidades que en huir demuestres, no me negarán que siempre es ve1·gonzoso volver la espalda al enem·igo, cuando se le pu.ede combatir y hasta vencer. El remedio es éste. El tribunal aglipayano se reunirá para juzgar de. la gravedad del delito que has cometido asistiendo a la iglesm de Porta Vaga y esruchando al predicador. Te obligará a comparecer. Sus miembros estm·án vestidos con el uniforme que yá conoces. Su presidente, el O. Máximo, aparecerá con su tt"aje de pseudoprelado. Aunque te miren graves, se~ ríos y amenazadores, no te a.pures, ni tiembles, wi aparezca tu rostro como carne d.e gallina. Claro está que puedes comenzar por desconocer al O. Máximo co?m> tal, y como presidente; pu.es no tiene otros títulos para esos cargos que los que le dieron las manos del sastre que conNúm. 46
- Date
- 1923