El himno de un pueblo XVII Pasang y Abasang

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Part of El Misionero

Title
El himno de un pueblo XVII Pasang y Abasang
Contributor
Claerlzoudt, P.
Language
Spanish
Source
El Misionero Año V (Issue No.6) Noviembre 1930
Year
1930
Subject
Short stories--Indigenous people--Igorot.
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Abstract
A short story that depicts Igorot's customs and traditions as told by a Catholic Missionary in Benguet.
Fulltext
172 El himno de un pueblo Costumbres igorrotas en el este de Benguet Pvr el Rdo. P. Claerlzoudt, Misionero en Bokod. Fenguet XVII Pasang y Abasang Continuación. PALSIED y Bagista estab. an a punto de separarse. Se amaban mucho, era cierto, pero ocurría que hacía ya buen tiempo que estaban casados y hasta la fecha no habían tenido ni un hÍjo. Vivían en el campo y se dedica-. han al cultivo de cuatro arrozales en las cercanías de Bokod y de algunos campos de camote en Kolong: también cuidaban los cerdos de uno de los opulentos' hombres del pueblo y Palsied era además el pastor del ganado de Pilo, el cual pastaba en las verdas llanuras de Mooking. Cierta vez, pasaron por la aldea unos cuantos vecinos de Kabayan que se dirigían a los arrozales de Pampang, y como conocían a Palsied y a Bagista. pasaron a verlos, siendo invitados por el joven matrimonio a pasar C:on ellos la noc'he, y habiendo aceptado la invitación, decidieron continuar su jornada a Ambajek a la mañana siguiente. Palsi1ed y Bagista comunicáronles su gran pena de no haber tenido ningún hijo, y la vieja Karina, la bruja de Kabayan, ofrecióles inmediatamente sus servicios. -Hijos míos, les dijo, tened paciencia. Cuando VU€lva a salir la luna volveré de Pampang y vendré a aliviaros vuestra pena. Vosotros, en el entretanto, preparad tapoei y vino de arroz. A mi vuelta os he de exorcisar, pues mal andáis vosotros ahora. Esperadme que volveré. AL "THE LITTLE APOSTLE" Pasaron los días. La luna inundaba de luz otra vez los campos y arrozales, cuando llegó Karina de Pampang, y en cumplimiento de su promesa fué a ver a Palsied y a Bagista. -En Kabayan, dijo la bruja a la desconsolada pareja, en Kabayan tenemos la ceremonia del Pansang que cura esterilidad en la mujer. Escuchad lo que me han relatado los viejos del origen de este kaniaw. -Había un tiempo en que Kabigat el de la tierra no tenía hijos. Y Kabigat el que mora en el cielo, Kabigat tchi nai-kajang, se apiadó de él y le dijo: "Prepara tapoei y al tercer día vendré a celebrar el kaniaw Pansang y tendrás hijos." Obedeció Kabigat el de la tierra y al tercer día volvió Kabigat el del cielo para celebrar el Pansang. Kabigat el de la tierra, colocó junto a él una jarra de tapoei, dos pollos, dos monedas de plata y dos mantas; y acto seguido comenzó Kabigat el kaniaw. Kabigat impetró a Pansang, el que mora en el cielo, que libertara el alma del infeliz Kabigat, a la que el tenía cautiva, y Pansang aceptó los ofrecimientos que le hizo Kabigat el del cielo y puso en libertad el alma de Kabigat el de la tierra. Cesó Karina y cogiendo el pollo de manos de Palsied, lo colocó junto a la jarra de tapoei, haciendo esta invocación: -Ven, jo alma de Bagsita desciende a la tierra porque te 173 hacemos el ofrecimiento que Kabigat el del cielo ordenó a Kabigat, ven y da hijos a Palsied y Bagista. Luego calló Karina tomando una actitud recogida, cual si estuviera escuchando la voz de algún ser invisible y después de algunos instantes pronunció una exclamación afirmativa. Palsied mató entonces el pollo y lo desplumó, y Karina permaneció junto a la ya feliz pareja durante el resto el día. Y ala mañana siguiente la vieja hechicera despidióse de Palsied y Bagista, cogió su cesta y partió para su aldea. --!+¿Llegaría el día para Bagista en que acariciaría en su regazo a un niño suyo, a un hijo a quien cuidaría amorosamente y con quien pasaría las horas del día entero? ¿L}egaría acaso ese día feliz, ese día anhelado que colmaría de gozo el corazón del pobre Palsied? iAh, y qué dichosa sería entonces la vida! No le importaría trabajar duro, nada le importaría el cansancio, y a la tarde, desp'ués de un día de ruda labor, retornaría a su humilde cabaña, feliz y contento, y tomaría al niño en sus brazos y lo mecería amorosamente mien~ tras que Bagista hiciera los menesteres de la casá. --1··~Al fin llegó el día tan anhelado. Las oomadres de la aldea se decían entre si: -jlmanak si Bagista! ¡Bagista O A "EL MISIONERO" 174 ha dado a luz! -iAi! Ngaranto i anakto? ¿Y es niño o es niña? se preguntaban. -Dakei kwantcha ... Dicen que es niño. -Anchi bii kwan nan Oseia ..... . Pues Oseia me ha dicho que es niña ..... . -~··!-Palsied no cabía en si de gozo. Al fin habían sido colmados sus deseos: Bagista había dado a luz un hermoso niño, su primogénito ... La madre de Bagista, Sunia, había acudido a la casa del joven matrimonio para ayudarlos, pues ella se sabía al dedillo todas las ceremonias del "Abusang". Estas ceremonias consisten en una serie de prácticas y costumbres que tie~en que cumplirse como lo ordenaron los mayores, cuando llega un nuevo bebé. Sunia, fiel a su cometido, comenzó a dar i~strucciones a su hija. ~Ba,gista, hija mía, por espacio de diez días tienes que abstenerte de camote y de picante, y también de carne de carabao. No te impacientes, hija, que no son mas que diez días. En el entretanto puedes comer carne de cerdo y pollo. Luego cogió Sunia a su nietecillo y con mucho cuidado lo puso dentro de u'n cesta "bwadieken" y elevándola en alto exclamó: -¡Pankaleposmoi Keijo! -¡Sube pronto a los árboles! Y Sunia quedó satisfecha y contenta, porque después de estas fórmulas, estaba segura que el niño no tendría nunca miedo de subir a los árboles y de ir al monte para cortar leña. Si hubiera sido niña. Sunia hubiera pronunciado esta otra fórmula: -Patangankakmoi Keles! Patangankakmoi okan ni nanang1moi! -¡Mira al cielo! ¡Mira hija arriba y mira lo que tu madre cocina! Palsied y Bagista no se habían olvidado de convidar al mambunung de la aldea, quien también hizo unas cuantas ceremonias sobre el recién nacido. Cogió el enorme cucharón hecho de cáscara de coco con que se servían el arroz y con él tocó repetidas veces el vientre del pequeñuelo, mientras expresaba en frases entrecortadas y confusas deseos de felicidad y buena suerte. Concluidas las ceremonias tomó Bagista a su primogénito y lo envolvió tiernamente con unos cuantos guiñapos. Había cambiado ella. Irradiaba una ' luz nueva su semblante: era la dignidad maternal. Y mientras mecía a su niño en su re.gaw, sonreía dulcemente. iCuánto haría por él! trabajaría más, se sacrificaría; nada de esto la arredraba porque Palsied la protegería y al niño tambíen, al niño que les dió el buen Kabigat. ¡O cuánto le amarían ella y Palsied! iAquel hijo sería su consuelo y su alegría! (Se continuaní) NUESTRA DIRECCIÓN: P. O. BOX 1393