El Via Crucis

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Part of El Misionero

Title
El Via Crucis
Language
Spanish
Source
El Misionero Año V (Issue No.6) Noviembre 1930
Year
1930
Subject
Stations of the cross.
Catechetical sermons.
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Abstract
Catechetical sermons of Fr. R.P. Tricht of the society of Jesus .
Fulltext
186 El Via Crucis Por el R. P. Van TRICHT, S. J. - - < t j p - - SEPTIMA ESTACIÓN JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ A . PESAR del auxilio de Simón Cirineo y del alivio que le habían dado María Santísima y la Verónica, Jesús iba debilitándose cada vez más, iban faltándole cada vez más las fuerzas y, por fin vino á caer en tierra por segunda vez. Hallábase la comitiva cerca de una de las puertas de la ciudad llamada la Puerta Judiciaria. Esta segunda caida repercutió dolorosamente en el corazón de la Virgen ·y en el de la Verónica; ahogaron en sus gargantas un grito de angustia, y sin duda que se arrojarían entre los soldados para sostener y levantará Cristo. Pero los soldados y la turba les impidieron el paso rechazándolas. Los verdugos fueron los que con sus rudas manos levantaron á empellones á Jesús, poniéndole de pie. Después, Simón, que por un instante había sostenido él solo el peso de la cruz, la volvió á derribar sobre la espalda del condenado á muerte. Siguieron, pues, todos el camino adelante. El martirio no podría prolongarse mucho más tiempo. Aun entre la misma plebe había quien se admiraba de que un cuerpo tan delicado, tan falto de sangre y e;xtenuado por el padecimiento, resistiera tanto tiempo á torturas tan cuerles. ¿Quién puede imaginarse en qué estado estaba entónces nuestro divino Maestro? Las frecuéntes sacudidas habían vuelto .á abril' todas las llagas de su cuerpo, la sangre empapaba sus vestiduras y corría hasta sus pies, brotaba de su frente y enrojecía todo su rostro. Un corazón de bronce se hubiera fundido con este espectáculo; el corazón de los judíos p~r­ maneció insensible, duro como el pedernal; si algun temor sintieron fué que la muerte no llegara demasiado pronto y les privara de las fuertas emociones de una crucifixión. -+>En esta segunda caída paréceme ver una doble enseñanza para el hombre. El Maestro con esto nos enseñá que por muy dulces que sean los consuelos que nos ACORDÁOS DE LAS MTSIONES EN VUESTROS OFFRECIMIENTOS DIAR'OS vienen de las criaturas, son al fin ineficaces. Me los permite, es verdad, pues El mismo quiso gustar de ellos, pero quiere prevenirme contra la ilusión que teme causen en mi; teme que me apoye demasiado en las criaturas. Después de haber sentido cerca de sí todo el. amor de su Madre, después que Simón ha venido á ayudarle, después que la Verónica, llena de afecto, ha enjugado su ensangrentado y sudoroso rostro, entonces precisamente le faltan las fuerzas de nuevo y cae con rudo golpe sobre las duras piedras del camino. Antes lo dijimos: la amistad, el amor maternal, todas las afecciones humanas pueden mitigar ·algún tanto nuestros dolores. Son el óleo y el vino derramados sobre las heridas del viajero herido, gracias al piadoso samaritano que pasa; jpero ahí está el mal, en que el samaritano pasa! Las dulzuras de la amistad no permanecen para siempre, todas ellas pasan. Cuantas veces al amigo gue nos deja no le decimos aquellas palabras de los discípulos de Emaús al Salvador: Mane nobiscum, Domine, quoniam advesperascit. iOh! jquédate, quédate con nosotros, que la noche se echa encima! iPero ... nos deja! Y, en efecto, llega la noche para nuestro corazón y caemos en el fondo de una soledad tenebrosa que nuestra imaginación puebla de fantasmas. Y allí nos encontramos con nuestro dolor, que renace, que se agiganta, 187 que se reviste de colores y de proporciones horribles... Perdemos, el poco de valor que habíamos recobrado, y volvemos á caer de nuevo sobre nosotros mismos. jEs tan poco lo que podemos contar oon nuestros. amigos, y ese poco, es 1por tan poco tiempo! Cayendo por segunda vez Jesucristo bajo el peso de su cruz, quería sin duda prepararnos para nuestras recaídas y reincidencias por falta de valor. En presencia del pesar que nos atormenta tomamos resoluciones viriles, y triunfamos de el... Mas la victoria no dura mucho, pronto nuestra energía agotada nos falta de repente y volvemos á caer con Ja carga. Volvemos á levantarnos y á rehacer nuestra fortaleza. Y obtenemos un nuevo triunfo pero una vez más nos falta la energía, y otra vez volvemos á caer pesadamente abrumados por el peso de la cruz... Y se apodera de nosotros la fatiga y el desaliento y y un como hastío de esas victorias que necesitamos conseguir de contínuo contra un enemigo que contínuo nos rinde ... ¿Habrá, pues, que estar empezando siempre? Sí, pobre . alma, hay que estar empezando siempre, sin cesar. Cada día hay que comenzar la vía dolorosa y ponerse para esto de pié, y andar. Mas ¿acaso no está en ese camino Jesús para darte ejemplo? Y sobre todo, ¿no está El ahí para darte fúerzas? No solamente hay que levanAYUDAD A LOS POBRES IGORROTES 188 tarnos cada día de nuestra postración por el estímulo del dolo:i:, sino que sobre todo lo debemos hacer por virtud y por deber. Cuando el hombre desfallece por vez .primera y cede á las sugestiones del mal, su voluntad ha luchado primero, después ha empezado á vacilar, se ha ido ablandando poco á poco y, por último, ha caído. iAh del alma que llega á tener pasión :por el mal, porque se encadena á él, se arroja loca entre sus brazos y queda por tierra hundida en el inmundo lodazal de los vicios! ¿y quién no ve que el único medio de salir de tan mal paso es la energía de levantarnos una y cien veces?... Sería necesario que á cada nueva caída nos levantáramos con nuevos y aun mayores bríos para contrarestar la enervante influenc1a de la mala costumbre. Hay que levantarse, pues, ahna mía, ¡arriba y pronto! ¡arriba siempre! (Se Continuara) ~-La madre de los ajusticiados. En 1898 murieron bien dos ajusticiados por asesinos. Al otro domingo explicaba el P. Creixell, S. J., que había asistido a los reos, el catecismo en la iglesia de la Compañía. Se le acerca una enlutada con dos niños, y le dijo al al Padre: "Y o soy la madre de los ajusticiados que usted vió. Estos son los hijos del mayor, mis nietos; enséñeles usted la doctrina. Si su padre la hubiera aprendido, no hubiera parado donde paró." Bella Respuesta de un Niño Un individuo pretendía, que el rezar era inútil, que Dios no oía, o que si oía, no concedía lo que se le pedía. Un niño le replico: -"Si durante un año entero fuera yo a vuestra puerta ·y no se abriese nunc,1 ¿creéis que volvería? Pues hace más de 6000 años, que se acude a llamar a la puerta de Dios. Si no se abriera a menudo, ¿creéis que habría aún quien rezase?" -H-HACEDLO J>OR AMOR DE CRISTO