En la Vispera de Nochebuena

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Part of El Misionero

Title
En la Vispera de Nochebuena
Language
Spanish
Source
El Misionero V (7) Diciembre 1930
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
AÑO V, No. 7 DICIEMBRE 1930 En la lispera bt Nnrhthuena EN AQUELLA tarde decembrina, una gran muche. <lumbre se arremolinaba en las puertas de las oficinas de los empadronadores de Belén. Los empadronadores romanos habían llegado el día anterior, y a la mañana siguiente comenzaron ya a afluir las gentes a las oficinas de registro para cumplir las órdenes del César. De vez en cuando, un soldado romano entreabría las puertas de la oficina y entraban unos cuantos, mientras salían por el ladv opuesto los que habían conduido los requisitos de empadronamiento como lo marcaba la ley. Al abrirse de nuevo la puerta, aproximáronse lentamente hacia adentro, un hombre de cabellos encanecidos, y una joven de as.pecto sencillo y modesto. Ante-una gran mesa llena de libros y .papeles, hallábase sentado el oficial romano, y junto a él en otras mesas más pequeñas, unos cuantos escribientes y un intérprete judío. -Cómo os llamáis?-preguntó secamente el Oficial al de los cabellos canos. -Soy José, hijo de Jacob, de la estirpe de David, de la tribu de Judás, hijo del gran patriarca Jacob. -¿De dónde sois? -De Nazaret, de Galilea. -Si es cierto que vivís en Nazaret, dadme .pruebas de que descendéis realmente de David, pues el Emperador César Augusto es rígido ,para todo, exigiendo que sus órdenes se cumplan con exactitud y entereza; odia al mentiroso, al traidor y al espía. -Tenéis razón-respondió RENUEVE SU SUSCRIPCION ENSEGUIDA 194 suavemente José-y como nosotros también deseamos ventilar nuestros asuntos con rectitud y entereza, en mi familia, como~n toda buena familia israelita, se conserva la sagrada costumbre de cuidar escrupulosamente que las listas genealógicas sean tenidas en orden ·perfecto. Aquí la tenéis. Y José depositó sobre la mesa del Oficial un rollo de papiro, en donde se hallaba la lista completa de sus antepasados. -Pero -dijo el Oficial, echando una ojeada al rollo de papiroson signos hebreos y no los comprendo- y entregándolo al intérprete le pidió que se lo tradujera. El judío lo tomo en sus manos, y después de una breve pausa comenzó a leer una lista interminable de nombres. -José, hijo de Jacob, Jacob hijo de Matthan, Mathan hijo de Eleazar, Eleazar hijo de .... -y prosiguió leyendo la lista que concluía con Salomón David, Jesse Judas, Patriarca Jacob, Abraham, Noé y finalmente Adán. -¡Vaya, vaya! -exclamó con sorpresa el Romano-Este mismo oficio he desempeñado yo en Syria, en Armenia, y en varios otros lugares y en ninguno mas que aquí en la nación judía, he hallado tal exactitud en las listas genealógicas. ¿Cuál es el motivo? -,preguntó, a su intérprete. -No extrañéis; Oficial -repu~ so el judío -Moisés, nuestro gran legislador, conocido por sus sabios escritos, ha relatado las proezas de nuestros antepasados; de allí que todas las familias judías se enorgullezcan de poder trazar su origen hasta estos héroes. Sabemos, además que Dios prometió enviar un Mesías al mundo, que vendría de la estirpe de Abraham, Judá y David, y gran gloria es para una familia poder decir que pertenecen a este ramo. -Bueno -interpuso luego el Oficial, dirigiéndose de nuevo a José-Pero si vos descendéis realmente de David, ¿cómo es que no vivís en Belén, su patrio suelo? -Señor, larga y dolorosa es esa historia. Mas siendo vos Oficial romano, enviado por Cyrino en nombre del Emperador, y no de Herodes, dueño de esta provincia, creo que puedo contárosla, si soló nos prometéis a mí y a mi esposa, la protección de Augusto. -Hablad, os ruego, sin temor alguno. Herodes es rey sólo por voluntad de Antonio, y consentimiento de Augusto. Y después de una breve pausa comenzó José su relato. -Nací-dijo- en Belén, y era aun niño cuando llegó Herodes y con sus poderosas tropas se adueñó de Jerusalén, hace más de cuarenta años. Sabía Herodes que había llegado el· tiempo, según Daniel y los Profetas, en que un descendiente del rey David iba a asumir el cetro, y ser rey poderoso de los judíos. Sabedor de esta profecía y temiendo perder su poderío en Jerusalén, el Rey extranjero, matador de los hijos SOSTENGA UN CATEQUISTA! de nuestros reyes macabéos, de su propia esposa María, de sus dos hijos, de la hija de nuestros reyes, y de muchos otros judíos, quiso también matar a los descendientes de David. Mi padre Jacob, huyó entonces con toda su familia, dejando atrás sus propiedades, las que fueron confiS<:adas por los oficiales del Rey. Lejos de Belén condújonos nuestro anciano padre, allá a la Galilea, en donde no podía alcanzarnos la ira de Herodes. Y allá, ignorados, desconocidos, lejos de nuestro suelo y del hogar, tuvimos que trabajar para ganarnos el sustento, y entonces yo me hice carpintero .... -Basta -interrumpióle bruscamente el Oficial- ¿Podéis presentar testigos de estos hechos? -¡Oh, sí, los viejos de Belén; pero ellos temerán quizás revelarlos! -repuso José. -Equivocado estás, José; nada tememos aunque nos sigan los espías de Herodes -interpuso un viejo de agradable aspecto que esperaba turno entre los demás. -¿Quién eres tú? -inquirió el Oficial, sonprendido. -Nahasson, descendiente de Eliab, hijo mayor de David. Conquistado Samuel por la gentileza del joven Eliab, quiso hacerlo rey de Israel; mas Dios mostró a Samuel que su escogido era David y no Eliab. -Pero, de José, ¿qué sabéis vos? -Mucho, Señor. Puedo deci195 ros que todo cuanto ha revelado es cierto. Le paso en años, y he sido testigo de los hechos que él ha relatado; además conozco a muchos otros que también lo fueron. Mi. familia, como la suya, fué víctima tamhién de los rencores de Herodes; fué perseguida y des.pojada de cuantos bienes poseía, .pues temía el Rey que diéramos ayuda al que vendría a ser Rey de los Judíos. Así perdimos los bienes y nos vimos sumidos en la pobreza. Ahora vagamos día y noche ,por los campos, por los montes y los valles, cuidando á nuestros rebaños, apacentándolos· a veces en verdes llanuras, a veces en lugares desiertos. -José, vos habéis hablado la verdad. Dadme los papeles; he de firmarlos con mi puño y letra, y los sellaré con el sello del Emperador -y poniéndose en pie dijo el Romano al humilde carpintero- Con ,placer os saludo, José, por deS<:endiente de los Reyes de este pueblo, venido del linaje real del glorioso Rey David. Los asistentes que rodeaban al Oficial aplaudieron aquel rasgo de nobleza. Y el Romano, volviendo a tomar asiento, dirigióse otra v.ez a José. -Esta hermosa joven, ¿es por ventura la esposa de quien vos habéis hablado? -Ella es. -Y ¿cómo se llama? -María; y es hija de Joaquin, también de la familia de David. -Las pruebas. LAS MISIONES ~ECESITAN CAPILLAS 196 -=-Es mi esposa: sólo ésto basta. -Explicaos, no os comprendo. -¡Ah! es que vos no sabéis que la ley de nuestro padre Moisés nos obliga, a que escojamos esposa entre las mujeres de nuestra propia tribu y familia. Y como el Romano parecía dudar, uno de los asistentes se dirigió a uno de los grandes estantes que había en la habitación y de una de las gradas tomó un gran rollo de pergamino, y extendiéndolo sobre la mesa del Oficial, díjole: -Mi Señor, he aquí una traducción de la ley a la que ha aludido este buen hombre, la cual podéis hallarla en el libro hebreo llamado el de "Números." Leed la traducción, está en griego, vos la comprenderéis. Ved como dicen estas últimas líneas: "Dejad que las mujeres se desposen con aquél que desearen, pero sea entre los varones de su propia tribu. A fin que no sean mezclados los 'bienes de los hijos de Israel con los de otras tribus, los varones han de desposarse con mujeres que pertenezcan a su tribu y familia." -Bueno, y ¿qué pruebas tengo yo que vos habéis seguido esta ley? -persistió el Oficial, volviendose a José. -¡Cómo es posible que dudéis! -exclamó José energéticamente- Nunca, jamás, me atrevería yo a desobedecer estas leyes dictadas por Dios, y menos aun sabedor de que nuestros antepasados fueron severamente castigados, sufriendo setenta años de cautiverio en Babylonia por haberlas desobedecido. Mi familia me lanzaría duros reproches; dirían y con razón, que. deseaba atraer mayores infortunios sobre mi familia. Antes que esto mil veces prefiero la muerte. Además si llegara a cometer esta grave falta mi familia me repudiaría, así como es echado de palacio el prícipe que toma por esposa a una joven sin nombre. Mas yo vivo en paz con todos, y mi familia puede testificar que María, mi esposa, es hija de David. -Acepto tus testimonios, José -respondió el Oficial- pero Cyrino podría exigir más pruebas. ¿Puedes darme algunas otras? -Sí; he aquí también la lista de los antepasados de María. Tomóla el intérprete judío y comenzó a leer en voz alta: ,,María, hija de Joaquín, Joaquín hijo de Banpanther, Barpanther hijo de Panther, Panther hijo de Leví, etc ... :· y llegó hasta Mathan, hijo de David. -Y a veo cuán exactas tenéis vuestras listas genealógicas. Pero ¿no conocéis a ninguno que pueda testificar como real y cierto cuanto aquí tenéis escrito? José dirigió una mirada suplicante a Nahasson, y díjole: --Querido hermano, tú nunca viste a· María, no la conoces, pero ¿no podrías ayudarnos de algún modo? -Sí, José; además yo conozco a María: la vi entre la much~dumAFILIESE A LOS CRUZADOS DE STA. TERESITA bre, pero como tenía el rostro cubierto, no la conocí, como tampoco te conocí a tí, pues recordarás que desde que saliste de tu pueblo ya·no te volví a ver. En cambio ví a María hace seis meses atrás, allá en Hebrón, cuando fué a visitar a Isabel, que también es parienta mía. Y fuí testigo del milagro obrado en el viejo Zacarias, quien recuerpó de pronto el habla después del nacimiento de su hijo. Al ver yo en casa de Isabel a María, reconocí en su dulce rostro las facciones de Joaquín, su .padre, quien fué mi amigo en los años de la niñez. -Y Nahasson, dirigiéndose al Romano, le dijo: -Señor, si me dáis permiso, llamaré a Zacarías, el sacerdote de la Sinagoga de Hebrón, y también si lo queréis a toda mi familia, a fin de que ellos afirmen lo que José os ha dioho. 197 -No, ya no hace falta, Nahasson. Veo que sois buenos y leales ciudadanos, y que observáis la ley. Así desearía el Emperador que fuesen todos sus súbditos. Y volviéndose el Romano a María, hízola una gran reverencia, diciéndola con respeto: -Señora, os saludo por hija de David. y tal vez futura madre del que ha de ser Rey de los Judíos. Si ese Rey que os ha sido prometido, es tan justo y misericordioso como lo fué David, vuestro antepasado, el Emperador Augusto, o quizás alguno de sus sucesores, no se desdeñará en aceptarlo por rey. Y María; haciendo una humilde reverencia respondió dulce~ mente al representante del Emperador: -¡Séanos hecho según vuestras palabras! ROGAT) POR LAS MTSIO'.'JF.S
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