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Diciembre ESTUDIO 22, 1928 ~~~~~~ l \!n la tPlaun 1~ BELÉN • . ~~~©!X!.."'€€©!~~~ (Conclusión) I RA ya .entrada la noche. José había recorrido las calles de Belén, y llamado en todas las casas, buscando en vano quien les diese hospitalidad. En todas par. tes recibió la misma negativa: todas las puertas se les cerraron. Los vecinos, al ver ,el pobre equipaje y el humilde aspecto de los viajeros, despedíanlos d·iciendo que todo estaba ocupado, y no había lugar disponible. José conforme y resignado, su/ria en silencio aquella contrariedad, sin una palabra, sin el menor sentimiento de queja para con los inhospitalarios habitantes. Su pobre esposa, próxima a dar a luz, se hallaba expuesta a ln intemperie, a todo el rigor del frio; ¡y no podía socorrerla! Nadie les había ofrecido un humild.e rincón, donde cobijarse aquella noche. Esto apenaba el compasivo corazón del santo esposo. El fidelísimo Benjamín lloraba de compasión viendo a María en tan gran necesi"dad. /Ah !-se decía el desconsolado jov.en;-los príncipes del mundo no son dignos de besar sus virginales plantas, y en Belén se le niega el rincón más humilde. No conocen a estos santos esposos. No saben quién es María. ¡Si la conociesen ... ! Se han burlado de mí, cuando les /u; referido el milagro de la curación de la lepra, para inclinarlos a la compsaión . .. ¡No me han creido ... ! ¡Oh Belén, Belén! !Si supieras quién ha llamado a tus puertas! ... ¡Pobre Maria! ... ¡El estado en que se halla, y una noche tan f1·ía ... ! Entretanto el ti,empo corría, y el frío era cada vez más intenso. José insinuó a María la convenienc-ia de marchm· a J,erusalén o a H ebrón para pasar la noche. Al día siguiente volverían. a Belén, y se inscribirían en o,l censo. -Como Vos dispongais, José-dijo Maria con dulce r,esignación. Entonces Beniamín, previendo los trabajos que iba a sufrir María si emprendían el viaje en una noche tan fría, exclamó con voz suplicante: -¡Oh, nó! l Marchar, nó! Vuestro siervo buscará de nuevo posada en Belén. El Dios el.e Israel hará que esta vez ... Y sin te,rminar la frase lanzase rápido a recorre1· las calles de la aldea, a llamar en todas las puertas, abrigando la esperanza de que al fin alguno se compadecería de María, que tan necesitada estaba de descanso y abrigo. Val. II. -Espe1·aremos, si os parece, a que regrese,-dijo José a su esposa.-Si al 1.:olver no nos encuentra, será grande su pena. i Pobre Benjamín, cuánto sufre por nosotros! -El Angel del Señor le acompaña, y lo conducfrá hasta nosotros,-contestó María con dulzura.José, al ofr las palabras de su. esposa, comprendió que el ioven los encontraría dondequiera que se hallasen; y que po1' tanto podían emprender el viaje, sin esperar su vuelta. Convencido por otra parte de que, no obstante su buena i·oluntad, Benjamín no en.contraría posada, pareciole lo meior march.'.Lr a Jerusalén. Y los dos esposo~, después de encomendarse al Señor, se pusieron ,en camino. Al llegar a las afueras de Belén, vieron una gruta, o especie de cueva con cobertizo, que servía de establo a los animales. José oyó exhala1· en aquel mom,ento a su esposa un debil suspiro; y notando que iba fatigadísima, le dijo con acento de tierna compasión: -¡Sufrís mucho, Maria! Lo noto en vuestro sobrealiento. No podemos llegar a Jerusalen. Quizá en esa gruta o establo ... -lSí; José. Entremos en él. Esa es la voluntad del Altísimo. Al p.enetrar en la humilde y destar· talada gruta, el corazón de José se cu brió de 11·isteza y dolor. Dos o t1·es animales descansaban en aquel establo. j Entre ellos iba a pasar la noche su virginal esposa! ¡Pobre María, cuán abandonada se veía de los hombres en tanta necesidad! José limpió y arregló lo mejor que pudo un rincón junto al pesebre, que le pareció más abrigado; y en él se colocó Maria. Allí sentiría menos el. rigor del frío, y podría descansar de las fatigas de tan largo y penoso viaje. Poco despu,és, Maria oraba sumida. en altísima contemplac-ión. José, imitando a su esposa .• oraba también en silencio. Pasó una hora, y aún continuaban orando con el mismo fervor . .. Era llegada la media noche. Los habitant•s de Belén, después del 1-uido y movimiento d,el día, habíanse entregado al descanso. Rielaba la luna sobre la :;¡ruta, como si temiese descubrfr el abandono de los hombres. Los mundos siderales detuvieron por un momento su carrera, para ser testigos del gran acont,ecimiento. La humanidad, olvidada quizá más que nunca de Dios, dormía indiferente a la mayor prueba de amor que de El iba a recibir. Nada turbaba el silencio profundo de la n<r che. Había cesado el viento, y en de-6rredor del establo era todo paz y calma. Los Angeles, que no habían BQ;lido aún del estupor que les causara la En· ca1·nación del Verbo Divino, hienden los aires, y rodean la rústica choza, que no eran dignos de pisar los príncipes del mundo. El Espiritu Santo ll'1na con la virtud de su divinidad el establo, palacio del Rey Divino que va a na. cP-r. . . Dirige el Padre Eterno a la t-ierra una mfrada llena d,e ternura y amor. . . El reloj de la eternidad señala la hora prefijada ab etern<> para el nacimiento del Dios-Ho1nbre . . , Había llegado el momento solemne. Temblaba .el infierno; c<>llaba et mundo, y esperaba et cielo . .. De repente, la gruta aparece ilumi'11ada po'F' inusitado resplandor, José ca.e de rodillas, al sentir el aleteo ele los ángeles, y la presencia de la Divinidad. . . J.11 aría., en éxtasis sub time, € n suavísimo arrobamiento, adora con humildad profunda el gran misterio ... ¡¡Y de sus entrañas purísimas nace, y 1utce para el hombre, y nace por amor al hom~re, el Unigénito del Padre, el Deseado el.e las gentes, el Dios de la Majestad ... !! Se h"n cumplido las Profecías . .. B>·illó la Estrella de Jacob . .. Llovieron las nubes al Justo. . . Tierra y cielo se han unido en estrechísimo y eter · no. abrazo ... Ha nacido el Salvador .. . El h<>mbre tiene a Dios por hermano .. . ¡/Honor, gloria y bendición al DiosNiño !! ¡¡Hosanna al divino Emanuel! ! Los Angeles anuncian la buena nueva, cantando en unísono coro el himnQ grandioso de vaz y de amor ¡Gloria in excelsis Deo! Gloria a Dios en la-s alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad . .. El gran misterio s.e había realizado. . . José y María adoraron con un. acto de suprema adoración al DiosNifío, reclinado en el pesebre. El tierno Infante les sonrió; y con aquella primera sonrisa de amor sonrió en ellos a toda la humanidad. Después ... ¡Ah! después, los cie-los y la ti.erra v-ieron llorar a todo U1i Dios. El frío, el pesebre, las pajas, deja. ron sentir sus efectos en el divino cuerpccito; y el Niño sufría, tiritaba .... ¡¡lloraba . .. !! Maria tomó en sus brazos, y alimentó con el nectar purísimo de sus pechos virginales a su divino Hijo; extática de admiración y amor, al contempla1· a todo un Dios necesitado de sus criaturas. José callaba y adoraba ... Núm. 51 Diciembre ¿Dónde estaban los hombres? ¿Cómo no acudían a bendecir y adorar a su Salvador? Los Angeles continuaban. glorificando con himnos y alabanzas al Dios-Niño; pero no era por ellos, sino por los hombres por quienes acababa de rf!,alizarse el gran misterio. ¡Y los hombres no llegaban! Fué necesario que un angel les invüa.se a acudir al portal, convertido en cielo. No fueron invitados los grandes, los poderosos del mundo. Los primeros que adoraron al Dios-Hombre en aqu,ella memorable noche fueron lo3 pastores, gente humilde y sencilla. Con ellos llegó también Benjamiín. Este fidelísimo joven, después de recorrer las calles de Belén, sin poder cons,eguir de nadie el más humilde rincón, volvió desconsolado al lugar donde habían quedado José y María. Pero, ¡cuán grande fué su pena al notar que se habí.an marchado! El pobre Benjamín no sabía qué hacer, ni a dónd(: dirigirse. Como yo no venía, se habrán decidido a marchar-pensaba el joven con tri.steza.-¡'Pobr.e María! ¡Cuánto sufrirá! ... Quizá a Jerusalén ... Pero nó: a Jerusalén no puede ser. Cuando esta tarde hemos salido de la ciudwl santa, eran numerosos los forasteros que r.ecorrían las ca/Jles buscando posada ... José los ha visto, y no se habr.i arriesgado a un . .. A H.ebrón tul vez ... Sí; ahora recuerdo: también de esa ciudad han hablado . .. Se han dirigido a Hebrón ... ¡Qué viaje para María! ... Todavía los alcanzaré . .. Y sin pensar más, el joven salió ligerís'imo, con la esperanza de encontrar en el camino d.e H ebrón a los santos viajeros. Poco había andado, cuando de p'ronto vió iluminada por resplandor extraordinario la colina que rodeaba a Belén; sintiendo al mismo tiempo como una voz ·interior que le invitaba a dirigirse al monte. Obedeció; y antes de ll,egar, tropezó con un grupo de pastores. Después de saludarlos, les preES'fUDIO gunfó con interés acerca del resplandor. El pastor de más edad, con acento que manifestaba la emoción de que se hallaba poseido, r,efirió cuanto habían 'visto y oido. Estábamos, dijo, cuidando el ganado estos y yo, en la segunda vigilia de la noche; y de repente iiimos una gran luz en el monte, como si bajase del cielo. Las ovejas miraban fijas, pero no se movían ni s.e espantaban. Los corderitos saltaban y retozaban, como cuando acaban de mamar. Todo era en el ganado balidos y saltos, pero sin espantarse. NosofJ·os nos asustamos, sin sabeJ' qué seria aquello. En esto, se nos aparece el angel del Señor. . . Si llej¡as un poco antes, lo huvieras visto: ha desaparecido ha(,J un momento . .. Era muy hermoso, con túnica blanca; pero al verlo nos hemos llenado de te1nor. Entonces él nos ha hablado con mucho cciriño; y se nos ha quitado el miedo. "No temais, pastores, nos ha dicho. Vengo a daros una noticia de grandísimo gozo. Sabed que en esta ciudad de David acaba de nacer el Salvador de Israel, el Mesías que esperáis. Id al c.~tablo; y hallareis al Niño envu,elto en pañales, y recostado en el pesebre." -¡Ella es!-exclamó Benjamín, al oír las últimas palabras del pastor.¡ Ella e.~! ¡Pobre María! ¡Dar a luz en un rstablo, y su hijo en un pesebre!... ¡Ah! ingrata Belén!... Corramos, JJasfores... ¡Qué necesitada estará ... ! Los pastores se sorprendieron al oír "Benjamín; pero éste les habló de María, contándoles todo lo sucedido desde que encontró en el can-iino a los santos viajo·os, y el milagro que con él había obrado curándole la lepra. Al lle,<Jar frente a la gruta, notaron con admiración que estaba ·iluminada. -¡¡filaría! !-gritó Benjamín sin poderse contener, y adelantándose a los pastores. Pero de pronto sintiosc dominado de 22, 1923 sa.nto temor y profundo respeto; y se detuvo sin atreverse a entrar. Los pastores lo imitaron, deteniéndose también. Maria les dirigió una mirada llena de ternura, y con dulcísima sonrisa lo8 ·invitó a entrar. Recogidos y devotos penetraron en el establo, y cayendo de rodillas adora·ron al Niño, al Sa7vador de Is1·ael, que estaba reclinado en el pesebre, conforme a la señal que les había dado el. angel ... Ya amanecía cuando los pastores salieron del establo, enriquecida su alma con el don de la fe, y con todas las bendiciones del cielo. Ellos fueron los primeros apóstoles que anunciaron en Belén el nacimiento del Jl.1esías¡ maravillándose los vecinos al ofrles referir los p1·od·igios de aquella memorable noche. ¡'Cuántos se arrepintie1·on por no haber hospedado en sus casas a los dos santos esposos! ... • •. * Cuando después del destierro de Egipto, José y María fuéronse a vivir definitivamente en Nazaret; había -ya fallecido la buenisima Sara. Su esposo Samuel no tardó en seguirla, pero aún tuvo el gran consuelo de ser visitado durante su última enfermedad Pº" los dos esposos, y por el ~mo Jesús. Benjamín quiso seguir hasta Egipto acompañando a fa Sagrada Familia; pero José y María no lo consintieron, por no exponerlo a los trabajos de aquel penoso destierro. El joven se despidió de ellos, y marchó a vivfr a Nazaret, entrando a servir en casa de Saniuel y Sara, Su gozo fué gmnde cuando vió llegar de Egipto a la Sagrada Familia, y supo que se decidían a vivir en Nazare. El y Leví, fueron de los primero.<t que siguieron a Jesucristo, acompañándole durante su predicación, en los tres últimos años de su vida. EL SOLITARIO. ~~······························~~ 1 AL MARGEN DE LA VIDA ~ ~~~~~~@~~·Ym,@ CONFIDENCIAS. ARÉCEME verte hoy, amigo mío, un poco roás animado, un poco más optimista que, cuando hace unos días, nos sentamos tam· bién aquí, a la· vera de este rniismo añoso árbol para embriagarnos de las dulzuras y deleites, de la tierna poesía de un melancólico atardecer de Diciembre, idéntico en un todo al de hoy. ¿No ves? ... La misma paz y la misma calma en este ambiente embriagador, ... el mismo rri1ar tan sereno tranquilo como entonces, el mismo cielo tan diáfano y tan azul, las mismas dora·das lejanías en el horizonte, país del ensueño, a ·donde yá se dispone a emigrar el sol. . . ¿Vienes en busca de esas dulzuras y deleites, de esa tierna poesía de que te hablé entonces y cuyas primicias comienzas yá a gustar? ... -Quizá si,. . . Yo mismo no se por qué vengo: hay algo que, sin poderlo remediar, me atrae aquí en este melancólico atardecer: algo guc no puedo explica:-, pero que me hace una violencia muy suave, muy dulce, a la <iue no me es dado resistir. Mle encuentro tan bien aquí!.· .. -Sí: observo con agrado que hay más serenidad en tu mirada, menos asperidad en tus palabras, un destello de bienestar en tu sonrisa, un no ~e qué en tu rostro y en toda tu persona, que me hacen creer que yá te vás reconciliando algo con ]!>; vida. ¡ Qué sé yo! . . . Tal vez tengas razón: ¡sabemos tan poco los hombres de nosotros mismos!. . . Hay momentos en los que me parece que las heridas del corazón están yá VOL. 11. -6- Núm. 51
Date
1923
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