Pesimismos.pdf

Media

Part of Estudio

extracted text
f-EVISTA ;SEMANAL E11tered as seco11d class mattcr at t11e Post-0//ice at Afanila DIRECTOR:-Alrjaui'lru ilr i\buifü TEL. 572 ADMINISTRADOR:-]lirrutr Agau P. O. BOX 1659 Vol. 11. Manila, 22 de diciembre de 1923. l"um. 51 PESIMISMOS ~ ·rrE·· . ·· 11: N mfa P'""inaeionee a fravée -": : .t de este pícaro mundo, en mis ·~¡ ·~ estancia~ en vari?s países de ~· 'rfi todas latitudes, climas opuesi . . ..... .. . f~~ tos, de modales los más dis~i~.¡~¡~' tintos, de. caracteres ~10nda~,·~~f.1; · mente diferentes, siempre <if:j:l" me llamó la atención una nota general y común, y es el descontento de cualquier nación con sus propias instituciones, con sus propias cosas, cuando tratan rns ciudadanos a puerta cerrada los negocios públicos y lavan la rop:i sucia de la familia en la intimidad. No conozco excepción de esta regla general del pesimismo, yá se trate de los llamados flemáticos Holandeses, de los pujantes Belgas, de los chauvinistas Franceses, de los calculistas Ingleses, de los tenaces Alemanes, de los artistas Italianos, o de los hidalgos Españoles. Si no me engañan las apariencias, creo que los últimos se llevan la palma en esa contienda de denigrar a su propio país. Quien se tomara el trabajo de compilar la historia actual de cualquier país con los dictámenes de lo que se ha convenido en apelliI dar "Organos de la opinión pública" o sea con la prensa nacional llegaría a la conclusión de que allí no hay cosa que valga dos cominos. Pero, gracias a Dios, cuando esos pesimistas tratan de sus asuntos nacionales con o para extranjeros, entonces yá es otro cantar: Soul pou1· le mieux dans le meilleur des mondes. Entonces no queda huella de trapos sucios, sino telas lúcidas y brillantes. Aquí como siempre, la verdad consiste en el término medio, en la a urea vía media; así habrá siempre un poco más de activo que de pasivo; mayor "Haber" que "Debe" en el balance de todo patriota y la prueba más indiscutible es el hecho universal de que nadie quisiera seriamente trocar su país por el de su vecino. No cabe duda, en Filipinas como en cualquier otra parte del mundo, cuecen habas; habrá defectos, desperfectos, lunares, hasta vicios. Con sóbrada razón se quejan los buenos católicos, como lo son muy especialmente los valerosos redactores de Estudio, de la falta de solidaridad, de unión, de organización; lamentan la apatía, la indiDiciembre ESTUDIO 22, 1923 ferencia religiosa, el marasmo, el egoismo, el tremendo auge de la criminalidad juvenil, la decadencia moral. Pero, fuera de Filipinas, se encuentran las mismas miserias en mayor o menor grado, y me será permitido recordar que, de la cristiandad apostólica, la cual siempre se nos propone como modelo y ejemplar, el ardiente Pablo escribió este tremendo diagnóstico; 'Todos buscan su medro y no los intereses de Cristo". ¡ Todos! ... es mucho, ¿qué les parece? Uno de estos días, leyendo la obra "'Terre d' Espagne" del gran escritor francésy nótese bien, francés,-René Bazin, topé con este párrafo que viene como anillo al dedo. Hizo el autor la siguiente pregunta a un ilustre amigo español :-"Esta España "que estaba antaño a la cabeza de las gran"des naciones, la más rica y la más poderosa, "¿cómo se explica que haya perdido su ran"go? Por más que estudio a España, menos "me parece que haya degenerado, lo que hu"biera sido una explicación. ¿Por qué moti"vo, pues, no ha recuperado su glorioso pa"sado ?-A lo oue el español contestó:-Me"jor podría V d. preguntar la razón de por "qué no ha muerto. Veinte naciones se hu"bieran derrumbado donde la nuestra ha re"sistido. En contra nuestra han contribuido "todos los factores: la corrupción, las armas, "las divisiones internas, y sin embargo vi"vimos". René Bazin concluyó: "Tiene V d. "razón en creer en la vitalidad de España. "Nunca ha sido una nación caída, sino una "nación herida". Filipinas, además de haber sido española por más de cuatro centurias y de haber consecuentemente heredado más o menos las enfermedades que aouejaban a la madre patria, ha pasado desde su separación de España tantas v tan tremendas convulsiones, que parece milagro que viva todavía. Guerra de independencia, guerra contra los americanos, cambio radical de gobierno con todos los trastornos inherentes a los ensayos d: nuevas direcciones, separación de la Iglesia y del Estado. persecución de los misioneros, falta horrible de clero. cisma aglipayano, asaltos de hereiías, insolencia de los fracmasones, corrunción política y sobre todo la lucha escolar, la descristianización sistemáticf!: de la niñez. Y yo repito a todos los oue me piden el por qué del estado menos brillante de la Iglesia en Filipinas: Extráñense ustedes que no esté muerta. Cualquier otra nación no hubiera resistido a tan fieros ataques y tan graves enfermedades. Que haya fe todavía en Filipinas, que la Religión no haya muerto, que no exista ningún motivo para desesperar de su porvenir, lo he visto y palpado durante mi ministerio y lo veo confirmado cada vez más en los sucesos que sigo con interés y ansia en los periódicos filipinos. No, la buena causa no pierde terreno, muy al contrario, va ganando aunque no sea en la medida y al compás que en nuestra impaciencia desearíamos. Lo digo no a humo de pajas, no por halagar o adular a nadie, no en un momento de buen humor, sino apoyado en hechos de fácil demostración. Para mí la señal menos equívoca de vida y de vitalidad de la Iglesia militante es la lucha traída por Cristo a la tierra, lucha contra todas las manifestaciones del error v de la injusticia. Contra la Iglesia no prevalecerán nunca las fuerzas de las huestes enemigas, es verdad de fé en la palabra divina; la Iglesia no puede morir ni aun a manos de sus propios hijos cuando éstos como soldados cobardes y traidores entreguen sus armas y bagajes. Pero puede sufrir y sufre en realidad. A quien me objetara que en la masa de los feligreses no se observa ningún indicio de combatividad, que se queda inerte e inerme, contestaría yo: primero, que la masa hasta la fecha permanece católica a despecho de tantas embestidas; que los aglipayanos no cuentan con ningún aumento, sino al contrario, con defecciones; que los protestantes con todos sus inmensos recursos no adelantan; es decir, que la masa resiste y lucha aunque sea en silencio; diría luégo que el pueblo, en general, desconfía de sus propias fuerzas y que sólo le hacen falta buenos guías, jefes y oficiales; en fín, observaría que desgraciadamente en Filipinas la clase culta tiene muy poco contacto con el pueblo, educada como está en un ambiente y un lenguaje extranjeros; contados son los periódicos y folletos que se escriben en lengua vernacular. El pueblo filipino católico está casi completamente ayuno de literatura y lectura, a causa de la ilustración española e inglesa. Nadie desmenuza el pan para los pequeños. ¡Cosa extraña! de los misioneros extranjeros se pide y se espera con razón que aprendan, hablen y escriban en la lengua del país y lo hacen con éxito consolador; y mientras. tanto, los intelectuales filipinos parecen olvidar que ellos también deben ser misioneros y tratan el habla del país con cierto desprecio y desdén y reducen a nada su influencia. Nuestro Señor, al mandar a sus Apóstoles por la paz del mundo, les dotó del don de lenguas y en Pentecostés se manifestó con lenVol. II. -2- Núm. 51 Diciembre ESTUDIO 22, 1923 guas de fuego; para el pueblo fiilipino la lengua de sus Apóstoles en la prensa y en el libro no es de fuego, sino de humo y de hielo. ¿Quién tiene motivo y derecho para acusar a la masa su falta de celo y de ardor en confesar su fe? De esa manera se ha fatalmente restringido el campo de batalla entre la gente ilustrada, siempre muy reducida; el honor de portar y cruzar armas ha sido reivindicado como monopolio por los caba"lleros y rehusado a los plebeyos. Por cierto no negaré yo la utilidad y aun la necesidad de esas peleas aristocráticas, pero más interesa a la Religión y a la Patria la suerte de unos nueve millones de humildes que la conveniencia de algunos millares de personas que se creen y dicen selectas. Mejor sería hacer lo uno sin descuidar lo otro. Cierto además que es preciso ilustrar, depurar y rectificar las opiniones de la clase alta, pero no menos necesitado de dirección está el pueblo donde radica la gran fuerza de la Iglesia y del Estado. Yo comparo al escritor o periodista inglés o español en Filipinas a un pescador de caña con su anzuelito y al escritor vernacular pescando con la red de San Pedro. ¡Oh, si se encontrase media docena de pendolistas tagalos y otros tantos bisayas, del empuje, del valor y de la ciencia de los redactores de Estudio! En muy corto tiempo habrían movilizado y organizado las huestes católicas. Porque el pueblo filipino es, lo sé por experiencia, muy bueno, dócil, de recto criterio y amante de justicia; no ha sido contaminado de pecados ajenos como los filosofillos e ilustradillos. Entérense un poco los que duden de mi criterio, de la opinión de los clérigos indígenas y extranjeros, pregúnteseles si no prefieren trabajar en medio de la clase filipina sin más aditamentos. De estas consideraciones, ¿qué vamos a concluir sino que antes de censurar al pueblo filipino de indolente, apático egoista y dormilón, sería conveniente por lo menos ponerse al habla con el pueblo, organizar por medio de la prensa vernacular el apostolado del pueblo, demostrar celo e interés verdadero y práctico para con el mismo? Si así se hiciese, no temo engañarme al pronosticar un éxito halagüeño que cambiaría los más pesimistas en optimistas entusiasmados. CANTA-CLARO. Holanda, octubre de 1923. 1 a quien AUGUSTO DIVINO'*""' -Bien agrndezco -¡Qué bien hablado, tus atenciones, Jesús Lucero! 1 proclama, al justo, ¡bellos florones Trnbajar quiero, . la Creación; del corazón! con gran tesón, de frío, en pajas, Mas en tu Patria porque mi Patrw, verte aterido, hay herejías, de hoy nuís, ostente todo transido, con demasías muy diferente me da aflicción! de ofuscación. decoración. Vente conmigo, Y no me causan, Pero, tú infunde, Infante tierno, ni en cien mil cuentos, Divino Niño, a do el invierno, los elementos con tu carifío es de ficción; la desazón, y bendición, a Filipinas, que me producen perenne aliento, plantel de perlas, las muchedumbres, que se dilate, que sólo el verlas con ciegas lumbres y asfixie y mate ¡ya es suspensión! de ilustración. la irreligión. Porque sabemos, Allí la vida, Procura, amigo, que a multitudes es más serena; que en tus hermanos, las laa•itudes la gente es buena malos cristianos de presunción, de condición; por turbación, las descomponen, te obsequiaremos luzcan y brillen, por sus posturas dándote fieles con sus encantos, con ligaduras a gustar mieles los frutos santos de corrupción. sin parangón. de Redención. UN FILIPINO. Vol. II. -3- Núm. 51
Date
1923
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted