Tactica enemiga

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Title
Tactica enemiga
Language
Spanish
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
FEVISTA J3EMANAL Eutered as secuud Lass matter at tlte Post-0/lice at .llanita DIREC'l'OR:-í\Jrjaullru lle í\boitli!: TEL. 572 ADMINISTRADOR:-Etrrutr í\gatt P. O. BOX 1646 Vol. 111. 11 Manila, 9 de Febrero de 1924. \\ Num. 5& Táctica ~ m : ............ :~ABLANDO el conde José de ~j H !! Maistre del despreocupado . -·-: : ~ Locke, autor del Ensayo so~' '± bre el entendimiento humaS'Si~: : ~1 no, dice sin ambages que el _,... ,.. fil' f . l' 'b'' l' ~·~ ............. : ~•~ oso o mg es escr1 10 su ii~!~~¡iM' bro sin ningún conoci~iento i 'cif:* .. foi: profundo de la materia; de lo cual resultó que al tratar de desfacer lo que él se imaginaba entuertos científicos, lanzábase al ataque sin saber lo que atacaba. Así se explica que el desdichado Ensayo quedase conv2rtido en una serie de aventuras, que nada tienen que envidiar a la acometida por Don Quijote con los molinos de viento. Sóbrale, pues, razón al famoso autor de las Veladas de San Petersburgo para revolverse indignado contra Locke, y lanzarle al rostro los calificativos de ridículo, irreflexivo y truhán; mal que le pese al libertino V oltaire, de cuya ligera pluma brotaron no rocos ditirambos en honor de la filosofía lockiana. Lo menos que se puede exigir a un adversario en ideas, cuando trata de impugnar una proposición, es que la exponga en los t0rminos precisos con que ha sido enunciada, sin tergiv~rsaciones ni cambios que adul• enemiga teren el sentido manifestado por el autor. La discusión ha de comenzar por ahí; y lógicamente encauzada, dará lugar a una lucha digna entre los combatientes; con la ventaja d2 que los respectivos argumentos esclarecerán la cuestión debatida; y quien sin prejuicios busque la verdad, ocasión tendrá de encontrarla, guiado por la luz nacida de la discusión. Pero arguye imperdonable ligereza y excern de mala fe arrojarse, cegado por la pasión, a combatir una tesis ignorando su contenido doctrinal, sin parar mientes en el examen de los términos, y hasta cambiándolos a su antojo. De ese modo es muy fácil atribuir al autor juicios y teorías, en pugna manifiesta con las defendidas por él. No obstante, abundan por desgracia en nuestros días, como han abundado siempre, los pseudo-científicos de tal ralea. Y lo peor es que esos falseadores de la verdad disparan siempre contra la Iglesia católica, blanco preferente de sus tiros. En su odio contra el catolicismo echan mano de sofismas y subterfugios que nada explican; y empeñados en justificar sus erróneas pretensiones, acumulan dificultades para combatir dogmas imaginarios, que ellos se han forjado, pero que no son los que Febrero ESTUDIO 9, 1924 la Iglesia católica propone a sus fieles como objeto de fe. · Despechados por las luminosas y sólidas respuestas con que la filosofía y teología católicas han deshecho y triturado las objecciones presentadas en contra del catolicismo; impotentes para extinguir los resplandores de la verdad; vencidos en la inteligencia, pero sin querer reconocer su derrota por mantenerse rebelde el corazón, vienen dedicándose nuestros enemigos, siglo tras siglo, a la innoble tarea de falsear la verdad, presentando los dogmas católicos, no como la Iglesia los enuncia, propone y explica, sino como conviene a sus fines. No exageramos. Ábrase al azar la historia de las herejías, y no se encontrará una sola, cuyo autor háyase mostrado noble en el ataque, exponiendo la verdad que trataba de negar o combatir, tal y como había sido expuesta por la Iglesia, sin tergiversación de términos ni falseamiento del sentido. En los mismos albores del catolicismo, cuando los primeros cristianos desafijaban desde las Catacumbas la voluptuosidad de los romanos y la fuerza de los Césares, alzase herido en lo más vivo la filosofía pagana; y a falta de otros argumentos para combatir la verdad, echó mano de la calumnia, desfigurando horriblemente el dogma de la Eucaristía; atribuyendo a la Iglesia lo qu2 no existía sino en los gratuitos y malévolos desvaríos inventados por el paganismo para ridiculizar los dogmas. La táctica pagana ha constituido el" santo y seña de nuestros adversarios. Jamás han combatido un dogma, sin haberlo antes desfigurado hasta cambiar sustancialmente su contenido. El más profundo misterio de nuestra Reli~·ión, el de la Santísima Trinidad, es objeto de sus continuas impugnaciones; y no tienen reparo en afirmar que ese dogma constituye una injuria a la recta razón, y una burla de la aritmética. ¡Como si la Iglesia católica afirmase que un Dios son tres dioses, o cine tres Personas son una sola persona! No se necesita formar en las filas de la incredulidad para rechazar tales disparates. También los católicos los negamos; pues nada tienen que ver esos absurdos con el verdadero misterio de la Trinidad creido y confesado por la Iglesia. Lo mismo sucede en los demás misterios. Al impue:nar el dogma del pecado Original, confunden lastimosamente el pecado actual y personal con el original; y de esa absurda confusión arrancan todas las objeciones que nos oponen. Si del misterio de la Enc:::irnación se trata, dicen que es una cont1·o:idicción: v lo hacen consistir en la absorción de la divinidad en la humanidad, o en la fusión de dos personas en una. Tal absurdo, que sólo existe en su imaginación, quieren hacerlo pasar como dogma defendido por la Iglesia católica. Como se ve, todas esas dificultades, hijas de la ignorancia o de la mala fe, no atacan a los verdaderos dogmas del catolicismo. Se refieren a otros dogmas imaginarios qu2 nuestros enemigos se empeñan en inventar, poniéndoles maliciosamente marbete católico. Nos asiste, pues, el derecho de decirles que no saben lo que combaten, y de mandarlos a estudiar. El mal está en que muchos ignorantes e incautos, prestan atención a las destempladas voces del enemigo; y poco a poco se dejan coger en los lazos del error. Ignorantes decimos, porque no hay que olvidar que la ignorancia ha tenido gran parte en las deserciones que hemos presenciado en nuestros días. El enemigo, fiel a su táctica de desfigurar la verdad y falsear los dogmas, se ha desatado en dicterios y burlas contra la Confesión; propalando el error de que es pura invención humana, lo que la Iglesia cree y confiesa ser uno de los siete Sacramentos instituidos por Jesucristo. Todo católico, bien instruido en la fe, sabe cómo debe contestar a tan erróneas y maliciosas impugnaciones. No han faltado, sin embargo, quienes olvidados de la doctrina de la Iglesia, se han hecho eco de las alharacas del adversario, concluyendo por tragarse el anzuelo. Al~unos Legionarios del trabajo son testigos de lo qu venimos diciendo. H ubiérales bastado a esos desgraciados exponer sencilla, pero claramente y con precisión la doctrina católica respecto de la Confesión, para hacer callar a ciertos pseudosabios. sin más bae-aje científico que dos o tres obieciones que han oído a otros; y con las cuales aturden a los ignorantes. Esto nos hace pensar en la conveniencia v necesidad de una exposición clara y sencilla del dogma católico: pues estamos firmemente convencidoR de los favorables resultados que había de reportar a la causa :::iugusta que defendemos, que es la causa de Dios. La idea nos halaga: v no sería extraño oue con ese fin nos fanzásemos a la arena; si bien hemos de confesar que nuestra preparación para tan magna empresa no está a la altura de nuestra voluntad. Todo, antes que permitir el triunfo de la malhadada táctica enemiga. JUSTINO. Vol. III - 2 - Núm. 58