El Aglipayanismo es herehia Jesucristo es dios

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Title
El Aglipayanismo es herehia Jesucristo es dios
Language
Spanish
Year
1924
Rights
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Fulltext
Julio ESTUDIO 26, 1924 El Aglipayanismo es Herejía JESUCRISTO ES DIOS (7.o POR SU OMNIPOTENCIA SOBRE LOS DEMONIOS Y POR CONFESION DE ELLOS MISMOS). ~:l :~ O parece que sea bajo :iingún_ con: N : cepto sospechoso m parcial el ! ;~'+ testirnonio de un adversario tan . ; . temible como el demonio, cuan: .... · ·· .... : do forzado a salir de los cuerpos de los posesos, exclama sin ser preguntado, que Jesús es el "Hijo de Dios Altísimo, el Santo de Dios". ¡ Afirma también el demonio que ha 1.:enido Jesús para exterminarle; que nada tiene que i.:er cun Jesús y forzado por el diviao poder sale de los cuerpos y ruega como un favor al omnipotente Se1lor, que le permita entrar en el cuerpo de unos inmundos animales. Y no se nos objete que también tuvieron poder vara echar los demonios de los cuerpos los mismos Apóstoles, incluso Judas, cuando aún conservaba el buen espíritu de apóstol, y que hasta un Sacerdote ccm sus exorcismos puede lanzar fuera los demonios de los cuerpos; porque todos ellos r.ecibieron el poder, como delegados de Dios, mas no por propia virtud. Mas Jesucristo tiene el poder por ser Hijo de Dios, Dios como el Padre y el Espíritu Santo, y por lo tanto esencialm.ente le conviene el atributo de la omniptencia. ¿Qué notable diferencia ·va del modo cómo obran en estas circunstancias los Apóstoles, cuando maravillados de las portentosas obras que han llevado a cabo, se las cuentan al divino Maestro, diciéndole lleno de gozo: "Se11or hasta los demonios mismos se sujetan a nosotros por la virtud de tu nombre, y la manera prodigiosa cómo realiza Jesús sus sorpendentes maravillas sobre los demonios, imperando como verdadero Dios: "Enmudece, y sal de ese hombre", y en otra ocasión : "Espíritu so.rdo y mudo,. yo te lo mando: sal de este foven, y no ·vuelvas más a entrar en él". Los mismos Apóstoles se confesaron impotentes ~oara echar el demonio de un pobre lunático, y con gran ingenuidad le preguntaron al Maestro a solas: "Y por qué motivo nosotrc,s no le hemos podido lanzar? Respondióles Jesús: Esta raza de demonios por ningún medio se echa, sino a fuerza de oración y de ayunos". Tomemos para co·nfirmación de lo expuesto el milagro que obró N. S. Jesucristo de vuelta de Galilea: "Bajó, dice S. Lucas 4, 31, a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, donde enseñaban al pueblo en los días de sábado.-Y estaban asombrados de su doctrina; porque su modo 'de predicar era de gran autoddad y poderío.-Hallábase en la sinagoga cierto hombre poseído de un demonio inmundo, el cual gritó con gran voz: Basta; déjanos en paz: ¿Qué tenemos que ver contigo, oh Jesús de Nazaret? ¿Has venido a exterminarnos? Ya sé quien eres : eres el Santo de Dios". · · "Mas Jesús indignándose, le dijo: Enmudece, y sal de ese hombre.-'-Y el demonio, habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él sin hacerl~ daño alauno.-Con lo que todos se ate111orizaron, y com•ersando unos con otros, decían: ¿Qué es esto? (S. 11/f a1·cos m1ade) : ¿Qué m1e va doctrina es ésta? Manda con autoridad y pode1·ío a los espíritus inmundos y luego rnn fuera.-Con esto se iba esparciendo la fama de su nombre por todo aquel país." ¿Qué interesante diálogo se entabló entre el demonio que atormentaba el cuerpo de aquel pobre hombre, y el divino Seño1rf "Del conte:do del Evangelio se deduce que este energúmeno no era solamente hombre, sino q11e habitaba también en é! otro espíritu. que era el demonio, escribe el P. U garte de Ercilla S. J. "Para echarle fuera hizo Jesús tres cosas: le amenazó, le mandó callar JI le obligfi a salir. Calla y sal de ese hombre, le diio. "Alaban los demonios a Cristo, y Cristo los menosprecia. Oir el poseso la orden, !! arrojarse en tierra y agitarse convulso en medio de la sinagoga, todo fué uno. "La grandezn del p1·odigio despertó en el ánimo de los eJ."!H!ctadores gran admiracifin y rel'erencia; y he acabando de entender cfimo JeslÍs en un momento, con una sola palabra imperatita, sin exorcismos, sin abluciones, sin aparatos de ritos. que usaban los rabinos. arrofa a los demonios, e:rclamaron temerosos: i. Qué palabr~ es ésta que tnnto puede. aue mandó a los espíritus, y ellos abandonan los cuerpos?" Bueno será deQir dos palabritas sobre el hecl10 de la posesión y de sus causas 11 efectos. "Permitiéndolo así D1:os N. Se11or por sus -fi.nes, dice el P. 1'ilari11o S. J. ?J tal vez para que el Mesías demostrase mefc1 r su poder. había en aquella época muchísimos poseídos del demonio. El demonio ocupaba el cuerpo del endemoniado, ?u;r1ba de sus mfombros a su capricho, por su fuerza, contra la voluntad del poseso, al cual prestaba no pocas veces fuerzas físicas y facultades superiores a las oue el hombre puede tener. "Apoderado de un hombre ·uivo, dueilo en él de todo, menos de su voluntad, a la cual no puede Pl diablo. ni aun en estos casos, 'uiolentar, movíalo, hacíale hablar, comer, moverse, retorcerse, como él quería". ¿Qué mara villa es, pues, que quedasen admiradas aquellas gentes ante la grandeza del milagro realizado por el Hijo de Dios? La cansa de tamafia admiración debió atribuirse a l.q, costumbre de los judíos de ver empleados en tales casos largos exorcismos y oraciones ante el pobre endemoniado; y no pocas veces sin éxito; y ahora al confrario, contempla la muchedumbre, atraída por la novedad del case', al Divino Maestro que con una sola palabra es al punto obedecido, y que recobra la salud el desdichado energúmeno. Sin embargo los enemigos modernos de N. S. Jesucristo, que se acoqen al sistema cómodo. pero ilógicc. de negarlo todo, o al menos de desfi(¡urar los hechos, para restar, si les fuera pos1'.ble, gloria 11 merecido prestigio al Salvador, responden ante la ei•iden_cia del caso, que confiesa y admite toda aquella muchedumbre, que todo fué juego de !rr Vol. IV -11- Núm. 82 Julio ESTUDIO 26, l924 imaginación, y de ahí que no hubo tal curación milagrosa, porque el enfermo. dice Th. Brown era simplemente neuropático. Y ¿qué médico ha logrado jamás que un enfermo que fué arrojado al suelo súbditan:en~e ~n medio de una mucheddmbre y se revolvia furiosamente, f nese curado con una sola palabra, de modo que los circunstantes, que estaban atentos y admirados, e::rclamasen unánimes: "Manda con autoridad a los demonios y luego van fuera''? J. W eiss supone que el enfermo era simplemente un epiléptico. Pero cualquiera que haya presenciado un caso de esta terrible enfermedad, sabe perfectamente que el epiléptico suele ponerse furioso !f erpresarse con gritos y aullidos, o por lo menos no habla tan concertadaniente como este energúmeno. Mientras que en nuestro caso el enfermo reconocilJ a Jesús, y el demonio e:rclamó: "Basta, déjanos en paz; ¿qué tenemos que ver contigo, oh Jesús de Nazaret? ... Ya sé quien eres: eres el Santo de Dios". El enfermo, pues, habló aquí con gran 1•erdad, cmi sosiego. y reposo; o me.far diremos fué el demonio, que había tomado posesión del desgraciado. Tampoco se ha de admitir como afirma Paulus que tengamos aquí un mero caso de paranoin o l'esania; porque ésta se manifiesta pm· la e.uesiva locuacidad e incohel'encia de conceptos; al paso que en el presente caso se muestra el paciente concertado en sus palabras y comedido en su discu/'so. Reconozcamos ingenuamente la 'Verdad bien pl'obada poi' el Evangel~o de S. Luca'S, de la curacián mi/aqrosa de este hombre poseído de un € - - ' 1 t 1 i C// 1 =2a 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 172aneta C0'1J20 demonio inmundo, a la voz imperiosa de N. S. Jesucristo. Demos crédito a tantos testigos oculares que pro-rrumpieron en exclamaciones de admiración ante el hecho por ellos presenciado, y a los cuales no es posible en buena lógica suponer alucinados, o sobornados, o tan cándidos que se dejaran arrebatar del entusiasmo, sin un motiv-o. proporcionado, como fué sin duda ver con sus propios ojos en la sinagoga la curación repentina de un enf ermo, sin más medio que unas palabras pronunciadas por el Divino Maestro. Tengamos presente que si se hubiera tratado de algún simple desmayo o de alguna enfermedad pasa.f era, no hubiera sido posible despertarse tan grande entusiasmo, ni hubiera transcendido éste más allá de los muros de la judaica sinagoga, cuando tantos y tan fidedignos testigos se empeiiaron en propa.gar con tan gran rapidez la nueva doctrina del Taumaturgo y se espal'ció .su fama por toda aquella región. Reforcemos nuestra inquebrantable fe en la persona adorable de Jesús; e:rcitemos nuestra admiración y cariiio a la l'ista de sus prodigiosos triunfos sobre las enfermedades y sabre el infierno mismo; y si por desgracia alguno fuera todavía tan ciego y obstinado a la luz de los prodigios del Salvador y a sus clarísimas enseiianzas, oiga por lo menos la voz temerosa del espíritu de las tinieblas, que forzado por la Dil'inidad del Hijo de Dios, e:rclarna sin ambages ?J da testimonio de la verdad, diciendo mal de su grado: Ya sé quien eres: eres el Santo de Dios, el Hijo de Dios Altísimo. P. DE ISLA. , -veta 1 t 1 t 1 1 • 1 Anunciarse en Estudio. ®----~~~~~~~~~~~~~~~~--~~~~~~~Vol. IV - 12 - Núm. 82