El mentir de las estrellas... Y el hombre siempre detras!
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Part of Estudio
- Title
- El mentir de las estrellas... Y el hombre siempre detras!
- Language
- Spanish
- Year
- 1924
- Fulltext
- Septiembre ESTUDIO 27, 1924 1 EL MENTIR DE LAS ESTRELLAS. . . i 1 ¡Y el hombre siempre detrás! 1 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ dejanws al lecto1· entregado a un espléndido i•iaje de ilusión. Cabalgando sob1'e el rayo de luz, porque todos los demás artefactos de locomoción resultan inútiles para recorrer en la mezquina duración de nuestm existencia mortal las formidables distancias que nos separan de los astros más vecinos del mundo estelar, pasamos a la vera de masas brillantes, algunas de las cuales, como Sirio, y Vega, y Capella, y la Pol.a1', pudimos identificar merced a nuestros conocimientos astronómicos, mientra.s otra infinidad de estrellas nos iban sucesivamente ofuscando con su 1:ivísimo resplando1·, sin que acert:iramos a llamarl.as por su propio nombre, que ese lujo es privativo de sólo el Criador. Pero aquella carrera resultaba demasiado vertiginosa para podernos f orma1· alguna idea de las inmensidades astrales, cuando ni aun siquiera nos permitía conserva1' la serenidad indispensable al ánimo de todo obserl'ador, yá que como dijo, y lo dijo muy, bien el poeta de las Doloras, andar tantos kilómetros por hora causa al alma el mareo del vacío, y esa condición espiritual no es la más adecuada para quien se propone analizar el más vulgar de los fenómenos o e:raminar el funcionamiento r/P, la miquina más sencilla, cuánto. menos si se tiene en cuenta la ea:tensión indefinida 11 los complicados resortes de T.a obra de la creación. Para cada género de experimentación se requieren instrumentos adecuados que refuercen el alcance limitado de nuestros sentidos, únicos ventanales por donde se comunica el almia con el rnundo! exterior. Y el hombre no se cansa de perf eccionar los medios de investigación. Cuando los tubos de ensayo no sirvieron yá al químico para dij erenciar especies distintas de un mismo cuerpo simple, no pa1·ó hasta descubrir el p1·odigio de la radiación, con cuyo auxilio hemos venido en conocimiento de los "isótopos", es decir, de esas sustancias simples aue obrando en el ter1·eno f enomenal de manera diversa, ocupan hasta ahora dócilmente en la clasificación veriódica rl~ los elemento.<; químfoos un mismo lugm·. Pudiéramo.s multiplicar ejemplos varecidos hasta fatigar al más pacato y aplatanado lector. Aj ortunadamente han ideado los sapientes un camino para estudiar ese incontable número de lámparas suspendidas en el espacio, sin necesidad de abandonar las comodidades de su gabinete, ll gracias a ese descubrirY?iento se ha penetrado y;í, en muchos secretos siderales de todo en todo desconocidos para Galileo y Newton, y aun para Laplace O· Le Ven·ier, y nos cabe la esperanza de descifrar a la cm·ta o a la larga el acervo de misterios donde se hallan envueltos los luminares celestes, con la ayuda de ese instrumento singular que, en un arranque de lirismo, hizo exclamar al astróí/Omo Jansenn: "Estl'ella, mándame uno de tus rayos y te diré cuál es tu constitución". Al declararse los anteodos astronómicos impotentes para ver más allá vino, en socorro de esta interesante ciencia la placa fotográfica, ocurrencia debida a los dos astrónomos del Observatorio de Pa1'ÍS, Paul y Pro.sper Henry, los cuales se propusieron utilizar el invento de Dague1're en beneficio de la geografía celeste, haciendo que millares 'Y millones de estrellas cuyas emanaciones no eran recogidas por el ocular de nuestros gigantescos ecuatoriales, quedaran clavadas sob1'e la gelatina impregnada de b?'omuro de plata, capaz de impresicinarne al contacto de una luz tan siitil y tan fugaz. La placa sensible aumenta formidablemente las fl'onteras de lo conocido, cerciorándonos de la realidad de astros a. los cuales no había podido llegar la potencia visual ni aun con la asistencia de los más poderosos telescopios, pues, como yá hicimos notar en artículo anterio1·, en el Catálogo de Argelande1-, au,mentado durante veinte años por el trabajo no interrumpido de diez Observatolt'ios ingleses 11 alemanes, no figuraban sino CUATROCIENTAS CINCUENTA MIL estrellas, mientras que en la monumental obra internacional ideada por el almirante Mouchetz en, 1887, consistente en un mapa estelar fotográfico, se espera poder catalogm· hasta CIEN MILLONES, cantidad estupendamente mayo1'. A las utilidades científicas deducidas de la sensibilidad de las sales de plata a la acción de la luz. vino· a sumarse otro descub1·imiento de peregrina simplicidad. Todos los lectores se habrán l'ecreado en repetidas coyunturas con la policl'omía akanzad.a media.nte alguno de esos ped:nos de prisma triangular de cristal de 1'oca que sirven de adorno a las araiias y candelabros de salón, los cuales coimo se interpongan al paso de un hilo lumínico procedente del sol o de cua.Zquier otro cuerpo en ignición, lo descomponen en una escala cromática de col01·es, produciendo eso que en lenguaje vulgar llamamos "arco, iris" y los científfoos lo conocen, desde Newton acá, con el nombre de "espect1·0 solar". Por una de tantas coincidencias sorprendentes de la naturaleza. los colores espectrales son "siete", como son también "siete" la8 notas musicalP.s de la gama natural; y de la suerte aue si pisamos una cuerda de violín junto a la cejilla y i•amos luégo deslizando el dedo hasta el puente, mientras con el arco mantenemos el hilo de metal o la tira retorcida de tripa en vibración, pasaremos casi inadvertidamente de una nota ci lri inmediata supel'iOfl', en el "arco iris" o "espectro solar" va disminuyendo nradualmente la intensidad de cada color para de.im· luqo.r a~ siguiente sin ninguna apariencia de transición. VoL IV -5- Núm. 91 Septiembre ESTUDIO 27, 1924 El instrumento que provoca y estudia los "arco iris" se llama espectroscopio, aparato de imponderable utilidad en el campo de la inquisición astronómica, pues no solamente nos revela la constitución de los globos celestes valiéndose del análisis de la luz por ellos emitida, sino que del desplazamiento de las líneas espectrales nos lleva a deducir la velocidad del astro correspondiente, y es al mismo tiempo. un medio segurísimo de medición de distancias estelares, problemas de astronomía cuya importancia puede el menos lince de los leyentes comprender. Es un utensilio cuya construcción está al alcance de todas las fortunas y aun de las manos más pPcadoras Que en el incontable pelotón de los totrpes se pueden enconfrar. Tómese una regla y asegúrese corn lacre un prisma triangular en una de sus extremidades, de modo que las aristas del prisma queden perpendiculares a la línea longitudinal de la regla. Dirí_jase la otra extremidad hacia la llama de una bu.fía y aparecerá incontinente el espectro (arco iris), aunque algo enfreverado, por·que cada rayo lwnino.so produce una serie de colores, y los unos se mezclan con los otros, provocando la confusión. Para obviar este inconveniente no hay sino clavar en la ea:tremidad libre de la regla un alfile1· impoluto. para que pueda ser más pe1·fecta la refle;rión. Se arra.fa sobre dicho filamento metálico el ha:z del foco que se trata de descomponer y refleJado sobre el vrisma producirá un espectro de impecable nitidez; resultado que se obtend1·á con mayor ser1uridad aún como coloquemos la lámpara a un lado de la regla y bastante próxima al alfi.ler. Advertimos a beneficio de los menos familforizados con los fenómenos de la óptica que indispensablemente debe ser "blanca" la luz con la cual nos propusiéremos conseguir las lindas franjas del espectro solar. Si tomásemos de la fragua un t?·ozo de hierro a la temperatura del rojo o utilizásemos una lámpara eléctrica a la cual sólo llega la corriente necesaria para enro.fecerla, no distinguiríamos en el espectroscopio sino un único color: el rojo.. Mas si continuamos sometiendo la barra a la acción del fuego hasta comunicarle un tono blanquecino, o aumentamos el ampe1·a.f e de la corriente hasta alcanzar la incandescencia de la lámpara, irán apareciendo sucesivamente los colores del espectro, comenzando por el rojo y acabando por el violeta, siempre el postrero en acudir. No queremos deiar de hacer notar que el espectroscovio empleado en la ciencia es algo más complicado del que antes hem0>s puesto en manos del lector, ·pues se compone de un p1·isma de cristal plomo ("flint-glass" le dicen allá los aficionados al mane.fo del inglés) y de t1·es anteojos armados en un pie común, con la circunstancia de haber de converger sus sendos ejes ópticos a una de las caras del prisma central. Y ron este artículo damos por terminados los preámbulos que creímos necesarios para satisfacer la curiosidad de nuestra amiguita, la cual está mu.11 interesada en conocer a los habitantes de esos tachones de orn que tanto embellecen en noches serenas e/. firmamento azul, porque por ventura no responden los prosáicos ?f desvirtuados moradores de nuestro planeta a la elevada idea que acaso ella se formó en sus risueños días de c0>legiala sobre la hermosura "cardíaca" y la grandeza moral del pomposo "rey de la Creación". Dr. Q. CHILLO. •'••'•1•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11'•1'11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•u•u•11•11•11•11•11•11•11•11•11•u•1 1•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11 110•11•11•11•11•11•11•u•u•11•11•u•u•u•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11 11 La Flor de la Isabela Gran Fábrica de Cigarros, Cigarillos y picaduras de la ~COMPANIA GENERAL DE TABAOficina central: 212 M. de Comillas Tel. 2580 CIGARROS DE LUJO Y POPULARES EXPENDIO: 63-67 Escolta CARO & CARO BATTERY STATION 886-S88 General !,una, Intramuros, Afallila. 'I'"'LÉFONO 915 Especialistas en Magnetos, Generadores, Disparadores y todo lo concerniente al sistema eléctrico de un automóvil. 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(Profesores americanos) or1111o11,"•''·''•"•''•"•''•''•''•'"''•'"''•''•"•'"''•"•"•'"'""•"•"•"•"•"•'""•"•"••'•"•''•"•'"''•''•''•''•''•''•''•''•' 11,11111 111 111o11,11 111 111,11,11,11,n011J1,n,11on,n0n 0n 0n 111,11on011o110n,n0u 111r11,11,n,u,110n,11011,11,11,11,u,11,n,n,n,n, Vol. IV -6- Núín.' 91