El mentir de las estrellas Marte.pdf

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Noviembre ESTUDIO 29, 1924 -:Uh n & 1~~ ·~· 1 H ¡ ·:· E ahí un planeta al cual debemos ';r T todo linaje de consideración. Es i''t' ~ .,~ nuestro tio astral. Presenta ~ tantos puntos de contacto con la ~ ~~+~ Tierra que parece existir entrn ¡ f !I\ ~ ambos cue¡-pos celestes el más J~~ estrecho parentesco, sin poder. se establecer de uno a otro el lazo de la paternidad y de la filiación, porque, se. gún la hipótesis de Laplace convenientemente retocada por Faye, todos los componentes del cortejo solar deben tener un origen com.ún, ima mismn. ma.sa de la cual se fueron desprendiendo cuando la fuerza tangencial 1·esultó superior a la de la atrae. ción. Así se explicará el lector cómo. haya sido tan insistente el empefio de ciertos aficionados a la Astrononiía a poblar de seres racionales el mundo marcial, pues dada su semejanza con el nuest1·0, no había argumento científico para negarle un fuero similar. Esta misma mafiana nos anuncia un cableg1 ama de la Prensa Asociada haber en una conferencia asegurado la existencia de seres v:·. vientes en ll'larte un insigne astrónomo estadunidense, Robe1·t G. Aitken, del Observatorio Lick, situado. en el monte Hamilton del estado de Cal·. fornía, U. S., dirección que ponemos en conocimien de los leyentes por si alguno de ellos sintiere deseos de comunicarse con el descubridor. Advertimos empero de paso a los mis crédz'los que obrarán con muy oportuna y plausible prudencia si por ventura suspenden todo juicio hasta recibir en extenso y por menudo el estudio del sí. piente metropolitano, escarmentados como estamos de, haber sido en mi! pasadas coyunturas ji. guete de los noticiones trasmitidos por los "hambugueros" co1-responsales de la Gran República Norteamericana, los cuales poseen, o nos engaiic. mos muy torpemente, en grado cimero la anamorfosis de los andaluces, aunque sin el natural grc. cejo con que éstos saben disimular la exageración. Sea de elfo lo que fuere, y el tiempo se cuidará, de aquillltar los pregones prematuros, el antipático dicos de la Guerra ofrece condiciones muy aceptables a primera vista para su habitabilidad. Mas bien podrfo acaecanos con Marte tres cuartos de lo sucedido con Venus, al cual comenzamos por conceder apariencias de suficiente desarrollo de de condensación estelar, para venir al cabo a aquella conclusión científica, según la cual a nadie le es dado hablar de su corteza, porque nuestros inr. trumentos de mayor alcance no han podido todavía abrirse paso a través de la envoltura nebulosa donde se oculta la impúdica diosa pagana del Amor sensual. El diimetrQ de Marte es aproximadamente la mitad del de la Tierra, y su volumen, menos de la sexta pcu te, y su .veso diez veces menor. Invierte en su revolución sideral unos dos años (exactu. t11ente un culo y trescientos veintiún días). Su eje tiene una inclinación casi igual a la del nuestro, frwmando éste último con el celeste un ángulo de 23 grados y 27 minutos en su má;i;imum y el de Marte uno de 25 grados. Circunstancfrt de interés capital cuando se trata de la habitabilidad, pues gracias a esa posicion axil reinará en el planeta la diferencia de estaciones, evitando de esta suerte el exceso de f rio en unas latitudes y en otras la torrefacción. La duración del día marcial alcanza 24 horas, 37 minutos y 22 segundos, despreciando la f ¡-acción decimal. · Wf as no en todas las époicas del afio, ni aum siquiera todos los aiios se p1·esta Marte con igual aquiescencia a la curiosidad de los astr?nomos, los cuales se ven precisados a aguardar ciertas opor. tunidades periódicas para observarle con mayores probabilidades de recoger alguna noveda~ aún cuando hasta el presente hemos de intento procurado da1· de rnano a todo cuanto tuviere saborcillo científico, en nuestro propósito de hacernos enten. der aun de los mis profanos en achaques de astrouomia o de cualquier otro ramo del saber, esta vez 110s vemos precisados a migar en la cosmografía 11 fin de aclarar la precedente proposición. El camino recon ido por los astros en su mo. cimiento de traslación recibe el nombre de órbita. Y recordamos de paso poder darse en los cuerpos sujetos a la moción dos clases de movimiento, los r-uales obran ya individualmente ya uncidos: de rotación y de traslación. Entiéndese por movimiento de rntación el de una masa somet'ida a gi. 1 ar en derredor de una recta, llamada eje, la cual se halia a las veces en el centro, conw acaece en la casi totalidad de las 1·uedas, y otras en una línea exterior al centro, en cuyo supuesto no participa del equilibrio indiferente. · El de traslación no se refiere al cambio de postura sino a lci midación de lugar. El carrocero 11ue mediante la ayuda del gato levanta una de las 1 uedas del wutoimóvil y con un impulso de su brazo le obliga a dar vueltas sobre su propio eje, le comunica tan sólo el movimiento de rotación. Mas cuando os proponéis disfrutar de la brisilla de la hora crepuscular y váis en vuestro vehículo a pa. sear por la atrayente planicie de la Luneta, cada una de las cuatro ruedas voltea sobre su sendo eje, y las cuatro contribuyen armoniosamente a trasladaros desde ruestra residencia a la orilla del mar. La ruta recorrida correspondería a la ór. bita astral. Ahora bien. Suponed que limitáis vuestro pa. seo al caniino que rodea uno de los óvalos de la Lv. neta y que otro aficionado al airecillo vespertino lui tenido ocurrencial igual. Sea que circuléis en lll misma o en opuesta dirección, os encontraréis nlgunas veces en la mcu·cha, a menos de caminar eri el primero de los supuestos con velocidad igual. Al hecho de encontrarse ios dos autos se le llanta Vol. IV -5- Núm. 100 Noviembre ESTUDIO 29, 1924 "Oposición", en el supuesto de haber colocado en medio del óvalo el Sol. Y cuando se halla uno de los dos del lado del "Manila Hotel" y el otro .de la parte del "Army and Navy Club" y los dos en lo más saliente del óvalo, dícese que están en "conjunción". Comunicad al vehículo movimiento uniforme, dad a los óvalos estructura elíptica regular y comprende. réis yá el significado de esos dos nombres en el. mundo estelar. Como Marte está a mayor distancia del Sol que nuestro planeta, la órbita de la Tierra qurda de consiguiente encerrada en la de aquél. Y como según una ley de mecánica celeste, los. cuerpos más i·ecinos al astro-rey se muei·en con velocidad m:. yor, la Tierra y Marte deben encontrarse en su carrera, es deci1', que se da en nuestra jornada nn momento en el cual pasamos entre Marte y el Sol. De acuerdo con la ligera e;rplicación arriba dada, se ·verifi.ca entonces una "oposición". Es.a es indudablemente la situación más a.de. cuada. para observar con más probabilidades de aprovechamiento el astro dedicado al dios de la guerra. Y diremos por qué. Si representamos por uno la distancia de la Tierra al Sol (como suele hacerse de ordinario en los trataditos de Astí'onc. núa para eritar el enojoso manejo de los millones), la de Marte corresponde a uno con cincuenta y dos centésimas. Y pues la diferencia entre ambas contidades es cincuenta y dos centésimas, ése será precisamente el ·valer de nuestro apartamiento rle Marte cuantas i1eces tenga lugar la susodicha oposición. Y una vez puestas las manos en la masa de los 11 úmeros, sigamos haciendo cuentas. Si las órbitas de los astros fuesen circulares, esas cincuenta y dos centésimas no sufrirán ningún retoque de cor. sideración. Pero resulta que no hay órbita alguna estrictamente circular, ofreciendo por el contrario todas ellas mayor o 11ienor excentricidad. Si en el centro de la eliJJSe colocamos el Sol, diremos que cuando un astro pasa más cerca de él está en pedhelio, y en afelio cuando se aparta más. De donde si se diera el caso de hallarse al mismo tiempo en perihelio el planeta Marte y en afelio la Tirrra, dispondríamos de una oposición ideal y de la mejor coyuntura de observación. En este supuesto las cincuenta y dos centés~­ mas quedarían reducidas a treinta y ocho, es decir, que en lugar de i•ernos distanciados por setenta y siete milkmes de kilómetros, no habría entre Mar. te y la Tierra sino cincuenta y seis millones de kilómetros. Y la razón de ello es porque cuando Marte llega a su perihelio dista del Sol uno y treinta y ocho centésimas, y al pasar la Tierra por :m afelio nos separamos del Sol uno y pico, la cual (despreciando el pico de. alejamiento de nuestro planeta) nos da el resto yá apuntado para la coir>. cidencia de una oposición ideal. Desgraciadamente para los astrónomos, esta CAVANNA, ÁBOITIZ & AGAN ABOGADOS Roxas Bldg. N.o 212 Tel. .S72 . ~ ... ~·"·~·"~'"~''"'~"'E 1•11~·"~·"·~·"~'"~"·'~'·'~ 1·"~·"~·"·~'"~"·'~"'~'·'~'·"~·"~·"·~"·~"·'~'·'E1o11~·"~·"~·"·~'"~"·'~'"E'" 11~·"~·"·~"·~"·~"·'~'·'Sl 1·'1•1 hipótesis no penetra en el canipo de la realidad, pues el perihelio de Marte y el afelio de la Tierra no se proyectan sobre un mismo punto del cielo. Deduccion muy fácil de comprobar con sólo trazar las dos órbitas ocupando su centro el Sol. Tírese luégo un diám.etro que corte al Sol y el centro de perihelio marcial. Dicha recta no corta el punto de afelio terrestre, quedando la Tierra a un lado de esa línea diametral. No obstante esta contrariedad son muy ventajosas las circunstancias en las cuales puede observarse a Marte cada quince afias o algo 1nás, pues su distancia de la Tierra llega a alcanzar un valor de treinta y nueve centésimas, o sea un equi. valente de cincuenta y o.cho millones y medio de kilómetros. Y si bien es verdad que las incógnitas sobre los problemas marciales van en razón directa de los progresos de la ciencia y cada nuevo descubrimiento en dicho astro se ha presentado casi siempre con una cohorte de ecuaciones de di1dosa solución, no es menos cierto ser el planeta Marte el meior conocido de las lámparas suspendidas de la bóveda celestial. Se le atribuye una atmósfera parecida a la nuestra. . . Se ha especificado la topografía marcial hasta el punto de seüalar acá y allá "mares y lagos", montaüas y llanuras, nieves e hielos, casquetes polares, nubes de esta o aquella condición . .. Schiaparelli llegó a descubrir la existencia de "ca. nales" de prodigiosa longitud, trazados a regla y compás, los cuales revelan un sistema prodigioso de irrigación, que lo quisiéramos para nosotros, los poseedores de una cacareada ci vilizacion . .. Los estadunidenses (U. S. A.), formidables fabricantes -de cábalas científicas, han recibido avisitos inalámbricos (¡por supuesto!) de los habitantes de Marte, aunque no han sabido descifrarlos por no estar redactados en inglés. . . El idioma de "Kulich" está lejos de ser universal. ¿Qué y cuánto hay de cierto en todo ello? 1! oy no me queda yá espacio suficiennte donde analizar la cuestión y, fiel a las indicaciones de mi buena amiguita, déjalo para otra vez. Quede _empero ser.. tado (y sirva ello de consuelo a los sonadores per. tinaces de la habitabilidad astral) que ese vecino nuestro parece hallarse perfectamente ac01zd:. cionado para recibir los gérmenes de la vida y afortunadamente se aproJ:ima a la Tierra cada tres lustros por el gustillo de dejarse ver. Dado el sorprendente alcance de los anteojos astronómicos y aunque esa relativa proximidf!d eq!'livalga ~ ciento cincuenta y dos veces la distancia de aqui a la Luna la Ciencia lleva camino de decir algo definitivo ~obre los misterios del mundo marcial. ¡Quién sabe si los norteamericanos acabarán por comprender los "telégrafos" que les vienen haciendo los discutidos moradores de aquella. apartada mansión! DR. Q. CHILLO. ,,11 • 1,, 1,. 1,,,,,,,,,,,, •• ,,,, 1.,,,,,,,,,,,,u•11•11•11•11•11•••'1••11••1•11•11•u•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•11•10•11•11•1 '• MAXIMO VICENTE Talleres de Pintura, Escultura, Platería y Marmolería. Prontitud y Esmero en los Encargo:> Imil!!'enes, andas, altares, púlpitos, ornamentos de Iglesia, Mausoleos. Monumentos, Bordados en oro, Lá.pidas, etc. 83C•34 R. Hidalgo, Manila Tel. 35Z8 · ~ 11•11•11•11•11•11•11•11•u•u•11•u•11•11•11•11•11•11•11•u•11•11•u•11•11•11•11•11•u•u•11•11•u•u•u•u•11•u•11•11111 111 1u•u111•11•11•u• Vol. IV -6- Núm. 100
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1924
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