La llegada del Elcano

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Title
La llegada del Elcano
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
r ·~ La Llegada del "El cano" A bordo del «Unión» partió la caravana. Plenos de entusiasmos, y animados d~ un deseo común, f'alimos del muelle de Magallanes al encuentro de los mensejeros de la Patria amada. El cariño y la emoción viajnban del brazo. Todos querían manifestar a la «soberbia Matrona», que cantó el poeta', ese grandioso amor agigant2do por la ausencia. · Un sol canicular abrasaba los semblantes. La música hablaba al corazón. El corazón estremecido latía con violencia. El «Union:t avanzaba lentamente. Los ojos ansiosos por divisar ese pedazo de España que viene a nosotros t:ondfanse, in(iuietos, sobre la plácid:i ealma de este mar que hoy aprisiona en sus l'guas la nave mEnEa· jera. La capacidad d~l «Unión» pequeña para Ja vista. El mar, e:on galas de calma, di~curría mansamente. Esa calma ~ra un tributo a nuestros marinos. Nuestro barco tremolando la bandera simbólica seguía avanzando ... Al fin, en las inmediaciones de Corregidor, u'n punto blanco delató la presencia del buque csper;.,do. Los ojos humedeciéronse por la emoción. Atronaba el espacio en la inmensid'1d la música con canciones españolas. AqueJ punto blanco, ensanchándose poco a poco, permitió abarcar el «Juan Sebastián Elcano» en toda su extención. Adolfo García facilitó al cronista sus gemelos, y éste pudo ver, airoso, esbelto, elegante, gallardo, al Buque-escuela. Su velocidad par::cia un estremecimiento. La emoción que palpitaba en su seno parecía acortar su marcha. . . Y el «Unión» acercóse poco a poco. Cuando Ja distancia no llegaba a un tiro de ballesta nuestra banda tocó el Himno nacional español, el cual fué escuchado por nuestros vlsitantes, rígidos, con la mano en la sien en señal de respeto. Las monerías que nos acompañaban enfocaban sus miradas por los potentes cristales, ávidas de conocer a estos huéspedes fugaces. ¡Estos huéspedes que vienen y marchan para no volver! Palpitaban sus bustos de emoción: teñíanse sus rostros de subido carmín. Sus labios enmudecían y la música animaba los corazones que latían violentamente. Vivas, pañuelos en el aire, ojos humedecidos, lágrimas que se evaporan, entusiasmo inenarrable... El sol recordando al arquero cÍe las Tumópilas plantóse en seco rindiendo así un tributo de admiración y respeto a la madre augusta que en estas tierras lo dió a conocer ... Iba el «Unión» dando la derecha al recién venido, y éste, adelantándose, nos cedió el puesto de honor. Al cruzar ante nosotros pudimos ver emocionados que, emproada en el barco, viene la noble España, la España augusta a la cual tielo y tierra ofrendaron sus respetos. ¡ Magnífico espectáculo en el cual hasta los elementos quisieron participar ... ! Difumínabase Man la ~n la lejanía. El sol volvió a abrasarnos, pero ni el ánimo decayó, ni la emoción bajó de punto. Los elogios a nuestra nave eran unánimes; su belleza era alabada en general. Ambiciorns por devorarlo dolíamonos de que las velas no fuesen el medio de locomoción. Las cámaras fotográficas no descansaban. De frente y de costado; de proa y de popa fué enfocado infinitas veces por el objetivo. Este hablará con más elocuencia que la pluma ramplona del cronista. La Santa Bárbara atronó el espacio con las salvas de ordenanza. Hendió el aire el Himno americano. Manila a la vista y la nave española-escoltada por las gasolineras que fueron a rendir oficialmente sus respetos, y el «Unión» cerrando la marcha-fondeó a las doce en la maravillosa bahía ... Servidos e~pléndidamente los excursionistas, fueron obsequiados por la Compañia· General de Te.bacos con vinos y licores, emparadados y cerveza. Un gran número de empleados formó en la expedicón y con carácter oficial pudo ver el cronista al Presidente de la c:Peña Iberica> don Leopoldo Gutiérrez, en unión de los Sres. Duarte y Sierra, en representación de la Directiva de aquella pujante sociedad. Ca.ras bonitas; juventud jaranera; semblantes contraídos por la emoción; pechos que laten violentos; ojos que arañan y labjos rojos que repiten con Becquer: t La tierra se estremec~ a1'boroz8.da Oigo flotando en olas de armonía Rumor, de besos y batir de alas. Mis párpados se cierran. ¿Qué sucede? Es el amor que pasa ... » VICENTE BLANCO. Manila, 3 diciembre, 1930.