Nuestras entrevistas

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Title
Nuestras entrevistas
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
-A las die.z, en el l .. egaspi Landing. Le advierto a usted que tengo la c.-ostumbre de llegar a la hora.. De modo que si quiere verse con el comandante del "Elcano", tiene que esp~­ rarme allí a las diez ... Esta fué la consigna dada a mí por teléfono por el cónsul español D. Manuel de la Escosura, a primeras horas de la mañana del jueves, dfa siguiente al de la llegada del buque-escuela e;:;pi:tñol. Sucedió que a las diez en punto, ni un segundo menos, hallábame con el. fotógrafo Wataya del Sun, en el desembar;;adero dtado. La gasolinera del velero hispano, que se distinguía por el pabellón gualdo y rojo que flameaba en la popa, evolucionando delante del, muelle, me hizo confiar en que el comandante y el cónsul no tardarían en llegar. -¿Vuelven al barco?pre.gunto a los de Ja gaso1inera. -Esperamos al comandante que Hega dentro de poco. · Al cabo de poco rato, avisté un coche, ocupado por dos oficiales uniformados. En uno de ellos distingui al señor Cónsul y corrí a Ja calle para perseguirlo. Pasó raudo delante del muelle y paró en la punta. Apeá:ronse el cónsul y su compañero, de barba gris y media docena de condecoraciones. Tanta prisa llevaban que no los cogí, ) ( . 1 El cónsul me explicó que el comandante llevaba prisa, que iba a saludar al almirante Fenner de la flota americana anclada en bahía, y no podía cruzar conmigo más que tres o cuatro palabras. -¿Qué tal fué el viaje, comandante? -Hermoso. Pero más hermoso fué el recibimiento que ·nos han tributado aquí. -Puede usted decir-intervino el señor de la Eseosura-en mi \ ·~ nombre y en el de estos marinos, que el vecindario de Manila tiene el alcalde que se merece, el mejor del mundo, en don Tomás Earnshaw. -Tanta cordialidad y tantos agasajos nos confunden ... ~ De pronto atrajeron mi atención, con la atracción irresistible_ del imán al hierro, las medallas y cru<;es que se alineabari sobre el pecho erguido del comandante, pendientes de unas barras que ostentaban todos los colores del arco iris. .1 ~ -Excuse el atrevimiento, comandante¡ pero quisiera saber el nombre y el significado de cada una de sus codecoraciones. Complaciente y creo que con algo más que sus buenos colores naturales asomándosele al rostro, fué enumerando una tras otra, sus cruces y medallas, mientras iba tacteándolas como cuentas de un rosario heróico: sino cuando estaban a punto o. <:LAU010 1 •. \t,O 1rn 1.A!\:ZAS v DIAZ -Esta es Mérito Naval Roja, ésta Cruz de San Hermenegildo, ésta Meddalla de Melilla, ésta Mérito Naval Blanca, ésta Mérito Naval Blanca, de bajar por el andamio, a la gasOlinera que los esperaba abajo. -Dos palabras, señor Cónsul ... -Este se volvió hacia mí.-¡ Yo soy el' del teléfono! -Ah, ya ... - y me presentó a -D. Claudio Lago de Lanzas y Díez, <;apitán de navío, comandante del «Juan Sebastián de Elcano». El comandante me dió la mano pulcramente enguantada de blanco. A través de aquellos guantes inmaculados, sentí un cordial apretón en la diestra. Más que mero apretón de manos de un español, me pareció percibir en él el fuerte cabrazo de España», de que nos habla D. Alberto Campos. ésta Medalla de África, ésta Cruz de Hierro Francesa, ésta Medalla E<;uatoriana Abdón Pereira. -Y ¿esa Flor de Lis, que lleva usted sobre las condecoraciones? -Es la insignia de director del buque-escuela, que yo mando. -¿Cuál es la que más estima usted? -U na que no llevo en este momento: la placa de María Cristina, que. yo gané, en el desembarco de Alhucemas ... -¿Cómo fué eso? ¿Sería usted tan amable para contarme el caso?-me aventure a rogarle. -No quiera usted saber más que lo dicho. Un marino expone todo~ los días su vida, en aras de la patria, en la paz como en la guerra. Que la haya yo expuesto una vez más, es la cosa más natural del mundo. Yo quise insistir; pero el comandante se cerrú en banda y -Vuelva usted esta. tarde a las dos, si quiere visitar el barco. Hoy no puede ser, porqUe por las mañanas no está abierto al público. Y dispense que me despida de usted, porque tengo prisa. No quiso decir más. Antes de retirarse, aun me reveló que esta es la segunda vez que viene a Filipinas, habiendo estado aquí de paso por primera vez tres años atrás, en que vino al extrc,mo orknte, como agregado a la Embnjacia c>spañola en Japón. Tan rápida fué nuestra entrevista, que ni el fotógrafo que espera.ha sentado en el otro extremo clel muelle se enteró de ella. Cuando a las dos de la tarde, nos plantamos a bordo del «Elcano», el comandante aun no había llegado. Nos recibió en su lugar ti oficial° de . guardia, el teniente de navío D. Manuel Gener. -Traigo autorización del capitán, para tomar fotografías del barco y de los cadetes. Le vi esta mañana en el muelle-le explico. -Los <.:adetes Están ahora ahí abajo estudinndo-y me señala una clarabcya, a través de la cual se divisaba desde cubierta un salón, donde efectivamente estaban reunidos los futuros ofíciales de la marina real. La g11ardia rindiendo honons al cn1wndunte del buque . -¿No podríamos d:sprrarles ah: mismo rn fogonazo de magnesio? Es paia dar a la foto mayor espontaneidad e interés. -Hombre, no fé si convendría hacerlo; p(•ro si usted dice que lleva autorización dd com:mdante, creo que no habría inconvenient:!. -Gracias . Entor.ce~. ¿vamos? !.os f¡1mnli<rn mm·inu.~. fut11ro.<1 oficfoles de la. marina renl CSJJ<nloln en el scllon rle estudioA. -Bueno, mire usted. El comandante no debe tardar mucho. Antes de las tres está aquí. Me parece que sería mejor esperarle, ya que él fué quien le ha autorizado ... Interín, me voy enterando por el mismo oficial de guardia de que el buque-escuela está mandado por catorce oficiales, tripulado por ciento c'.ncuenta marinos, y atendido por veintisiete cadetes, de 20 a 25 años, que están en el penúltimo año de su carrera. Éstos aprenden a la vez la teoría y práctica de las siguientes asignaturu:, bajo competentes profesores; navegación, radiotelegrafía, maniobras, meteorología, 'etc. Que turnan de guardia con los oficiales, y do hace tres años, exptesamente para el entrenamiento de los cadetes navales~ los cuales para completar sus estudios marítimos, tiénen quf> nprrnder a maniobrar velas como a identificarse con los últimos adelantos de la marina de guerra. Media docena de marinos formó fila delante de la escala. El tambor y el corneta se colocaron en un extremo de la fila. Un ordenanza, que pafl.ó por mi lado, me dijo al oído: -¡El comandante, a la vista! El primer oficial se plantó en el peldaño superior de la escalera. Dos o tres oficiales subalternos se cuadraron detrás de él. Grupo de los sfmpáticos guardias marinas del buque-escuela. que aun cuando están en un puerto, siguen un plan de estricto entrenamiento naval, no pudiendo ausentarse más que de 6:30 a 10:30 de la noche. En Manila, debido a los muchos aga~ajos de que son objeto, este permiso se ha adelantado en dos horas, permitiéndoseles bajar a tierra desde las 4 : 30 p. rn. Que alternando con las horas de estudio y de maniobras tienen estas horas de asueto y de gimnasia sueca; que, en fin, aunque el barco parece antiguo, por ser velero, sólo se ha constru:Al toque de la corneta, ascendió D. Claudio Lago de Lanzas y Diez seguido de siete u ocho oficiales, todos con la diestrp. cruzada sobre la reluciente gorra marina. Enterado el comandante de nuestra pres?ndR y de nuestra misión accedió a todo. -Quisiéramos un grupo de los cadetes, o mejor dos grupos, uno en cada mesa, óajo cubierta, mientras están estudiando. -Bueno, vengan ustedes ... -nos guió el primer oficial. Brillaron dos fogonazos de magnesio, se pobló el se.Ión de un blanco humo irrespirable, que nos obligó a escapar a todos arriba. -Ahora, quisiéramos sacar un grupo general de los cadetes sobre la toldilla. -Bueno, como ustedes quieran ... -y don Manuel volvió a guiarnos complaciente a la toldilla, con los cadetes por delante. Después de ponerse a las órdenes del fotógrafo, me acerqué al que llamaban BrigadW1·, como en nuestros tiempos de colegial, y que se distinguía de los demás por los galones que llevaba en la manga derecha, y sostuve CO!J- él el siguiente diálogo: -¿Cuántas canitas al aire ya? -Anoche, la primera noche que pasamos en Manila, tuve la desgracia de estar d~ guardia. Esta noche me toca salir. Vamos a ver, lo que la suerte me de.para ... -¿Ha sido muy divertido el viaje? -Espero que lo sea en adelante. Especialmente aquí. Antes de llegar, viniendo de Cádiz y pasando por el Canal do Suez, en catorce meses de viaje, sólo nos festejaron con un baile en Alejandría, ofrecido por el cónsul español y la colonia internacional. Aquí, sólo sentimos q0ue ho tengamos más cuerpo y más días de ~tancia para poder multiplicarnos y dividirnos entre tantos agasajos, que se nos tributan. Después de un viaje tan largo y tan prosáico, aquí nos encontramos como en el propio paraíso, créame usted ... Poco a poco fué formándose ·alrededor nuestro un corrillo alegre y decidor de cadetes, en que preguntaban y contestaban todos a la vez. La aparición de un oficial puso punto final a la entrevista: -Ea, muchachos. ¡Abajo todo el mundo !-Y como si quisiese dorar algo la píldora, añadió: -A las cuatro y media, todos en tierra, con lo mejorcito que lleveis encima. Digo, excepto aquéllos que se queden de guardia ... JU ANITO. NO SE MUERA SIN VERME ANTES CARL HESS, JR. REPRESENTANTE DE 508 Mf!SONIC P. O. 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