El museo nacional

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Title
El museo nacional
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
r= f .:_~~-~·-· '~--"-ººº",. El Museo Nacional o o Me han dado, como ¡plazo impro1·rogable, toda una tarde-cinco horas mal contadas-para· que haga un e.reportaje> sobre el Museo Nacional. El encarguito me ha dejado asombrado y perplejo, porque todo lo que yo sé sobre la c:matf'ria», es que en los museos se guardan c-0sas muy antiguas y muy raras, y cuanto más ra1;as y más ant'.:guas mejor. Me encuentro, pues, ante este dilema: o hago el reportaje, sea como sea, o me ) •, ro con ordenar, aderezar y «vestir» de la mejor manera posible los datos que de este y del otro documento voy tornando, sin orden ni concierto y callándome desde luego su procedencia, como es uso y costumbre en ta.les casos por reporteros desaprensivos, salgo del aprieto y, de añadidura, sentaré índudablemente plaza de e-,ntendido y erudito, aun cuando al sagaz le<:tor no se le escape que lo soy solo de ocasión. La Divi.~ió11 del M11s.eo, instalada en el edificiode Ja clllk 25 del «P01·t Area». dan <la absoluta» q~ EXCELSIOR, lo cual no me conviene {!e niguna manera por una ple:usible l'a?.ón crematística, que al lector fácil le será adivinar. · Así pues, para salir lo más airosamente ¡posible del compromiso, no encuentro otro recurso más expedito que «documenta.rme» previamente. aunque lo que al principio tuve por cosa facilmente hacedera, me resultara después otro atolladero, al salirme al ~ncuentro, a las primeras de cambio, la Antropología, la NumiSmática, la Escultura, la Pintura y otras muy altas y respetables señoras, a quienes apenas conozco. PeY acompañado del imprescindible Montes, qu~ viene, con su máquina, a cumplir conmigo la sentqncia, doy comienzo a mi tare'a. Un museo pnrtido ('U dos. No se asuste el lector; solo quiero decir ('on esto que nuastro Museo Nacional tiene instaladas las dos secciones de que se comfl)one-la División del Mu seo y la División Administrativa --en dos distintos locales: uno, el coquetón y diminuto edificio, en cuya fachada campea el rótulo «Philippine Nati.onal Museum», esc·ondido entre copudos árboles en la calle 25 del «Port Uno d<' lo.'I l'1w·1·tos del ~f11seo, Area», a espaldas exactamente del enorme y simétricamente agujereado «Manila Hotel»; y otro, el histórico Palacio del Ayuntamiento, que forma, con la Catedral de Manila, los dos principales costados de la hoy plaza de M<:Kink,y, antaño de Palacio, de la vieja ciudad murada. Un poco de historia. Por Real Decreto dictarlo por S. M . la Reina Da. María Cristina, el día 12 de agosto de 1887 -siendo Ministro de Ultramar el Excmo. Sr. Don Victor Balaguer-, publicado en la Gaceta Oficial de Manila el 6 de octubre del mismo año, se <:reó en esta ciudad el primer «Museo-Biblioteca:» oficial, bajo la dependencia· de la Dirección general de Administradón Civil, dif-,poniér.dose en la aludida Real orden que se estableciese e-n edificio ade<:.uado y propio, a cuya construcción ayudaria el Ayuntamiento de Manila con su personal facultativo y ¡pericial. Instalado provisionalmente en la casa señalada con el No. 12 de la caUe Gunao, del Distrito de Quiapo, comprendía dos secciones: la Biblioteca y el Museo, subdividido este en otras cuatro: de Antropologia y Etnografía; de Historia Natural; de Bellas Artes e Industrias Filipinas, y de preparaciones, teniendo libre acceso el público al establecimiento todos los días, de 8 a 12 de Ja mañana y de 2 a 5 de la tarde. Durante los primeros años de la soberanía de los Estados Unidos, puede detirse que el Museo-Biblioteca existió casi nominalmente, hasta que por virtud de la Ley No. 2572 se creó de nuevo, convirtiéndose el 28 de marzo de 1916 el Bureau of Science Musemn en la Divisió.1 del Museo de Filipinas (Divú:ion of Philippine Museum) a la cual fueron trasladados todos los objetos que aquel conservaba. Finalmente, la Ley No. 3471 de la Legislatura Filipina, aprobada en 1928, ha separado el Museo de la Biblioteca, denominándolo Museo Nacional de Filipinas (National Muse1«m of the Philipvines) y coloeándolo dentro de la jurisdicción del Departamento de Aíricultura y de Recursos Naturales. Y basta de historia. En la Dfoisi-On del Museo. Héteme contem.plando, absorto y admirado, esta multitud de piezas museales, cuyo número asdende, según las estadísticas, a más de diez mil, la mayor parte de les cuales· se hallan guardadas en vitrinas y estantes, que ocupan casi todo el espacio del piso superior del diminuto edificio de la calle 25, y aun del piso bajo, donde están las oficinas de la División, dejando apenas el espacio nece!:ario para deambular entre el1as, en fila india, en cuanto son más de uno los visitantes. Tres magníficas y valiosas colecciones enri· queee.n esta sección del Museo: la colección Gue· rra, de objetos que datan del Siglo XVIII y anteriores; la colección Saleeby, de objetos moros, y la colección Tejada, de objetos (>tnográfícos de las h:l~.s Carolinas, considerada como una de las mejores de su clase. más confuso el heterogeneo conjuto de objeto~ que casi lo colma por completo, dándole el aspee· to de una trastienda o de almacen de muebles de s:egunda mano. En este labe-rinto, me veo a veces obligado a dislizarme 1 por detrás de un mueble, de un pedestal o de una mesa para llega-r al objeto que deseo ver. Este amontonamiento---me Una 1·ilrintu de la colección de cer<1-1nica rhina. En el primer piso se guardan los objetos del gru.po de pueblos moros, de las tribus paganas de M.indanao, Bogobo, etc. y del grt;po de Kalingas, Apayaos, Tinguianes, llongotes e Igorrotes . Ct.si olvidado del tiempo, voy de una vitrina a otra, de este a aquel estante, viendo medallas y monedas raras; cajas, vasos y bandejas moras, con influencias y reminiscencias en sus arabes<:os dibujos del arte asiático; trajes filipinos antiguos, clásicos sa.lakots, alhajas y armas, entre las que no dejo de admirar los célebres crises moros y los no menos famosos bolos y talibon(>S. De pronto, mi compañero y yo nos detenemos, un poco sobrecogidos, ante el garrote vil (término oficial), cuyas funciones ha usur· pado la más «humanitaria» y ultremoderna silla elé<:trica . . Y con tan espantable visión en la retina, a la que se une la fatigosa y ya borrosa de los numerosos objetos guardados en tan menguado rPcinto, abandonamos silenciosamente esta primera parte del Museo. División administra.tiva. El hermoso Salón de Mármol del Ayuntamiento ~e halla en una semi penumbra, que hace aun explican después-se debe a que casi la mitad del amplio salón, la ocupan las maquetas presentadas al concurso para el futuro monumento a Bonifacío. Pet·o de todos mudos, tanto en el salón, como en los corredores que lo flanquean, en uno de los cuales se hallan las oficinas del personal de la División, y aun en el mismo despacho del Dirtttor del Museo, se hallan depositados provisionalmente, entre otros objetos, los que constituyen Ja magnífica y valosa colección Iríarte de muebles antiguos y de cerámica china de las dinastías Sung y Ming, fabricada en los Siglo~ XIV y XV, y consistente en ·platos, tazas, jarros, cajas y tarros de porc-elana, todos o casi todos de un color azulado. ¡----------- ---1 ,f066ailo: 1 1 : TEL. 2-54-82 P. o. Box 541 l ¡ 428 A VE. RIZAL MANILA l ~----------------------------' En mueble~. hay piezas verdaderamente notable~. Tales, las mesas y cómodas de Batangas, hel-has con rica.s maderas del pais y que por su forma y prolijas incrustaciones de nácar y plata, acusan una marcada influencia, si no un indudable parentesco, en sus motivos ornamentales, con la ebanistería china. Pero la pieza más notable por su curioso y extraño pergeño, es el mueble genuinamente fili¡pino, conot·ido con el nombre de Bahay-unan, que sirve para. guardar duarnte el día las almohadas y petates que en las horas de reposo se usan. Imposible hacer siquiera una brevisima enumeración de tantos y tan diversos objetos, por lo que, además de los indicados, anoto las obras de carpintería y talla dE'l pueblo de Paete, cuyos 11.famadcs artífices de· la anterior generación, fueron protegidos con largueza por el padre del actual Director del Museo, siendo, durante la so.: beran: a de España, Alcalde Mayor y Gobernador déspués, de la ¡provincia de La Laguna. Tambi~n, las esculturas del Profesor de la Escuela cJe Bellas Artes, Sr. Tolentino, que son obras de indudable mérito, y las pinturas de Antonio Luna, Félix Resurreccié-n Hjdalge>, Fa.. 8ahay-Unan" mueble genuinamente fil.ipino. DN. MANUEL DE YRIARTE Direl•tor del Museo. bián de la Rosa, Director de la citada Escuela, Fernando Amor~olo y otros artistas, sin olvidarme de la copia del célebre Spoliarium, de Luna, hecha ¡por el pintor español Sr. J. Benlluire y regalada a Filipinas por varios españoles en la Península, antiguos residentes en Filipinas, a iniciativa del qu.e fué Cónsul General de España en estas Islas, Sr. Vicente Palmaroli. Y .por último, una notable colección numismática y una serie de tibores chinos y de tinajas del pais, rotas unas, enteras otras, y conteniendo algunas restos humanos, de las que se dice son de época tan remota, que si no pertenecen a la prehistoria de Filipinas, se hallan en sus alrededores. Llevo ya un buen rato contemplando objetos y más objetos, cuando recuerdo que mi reporteril cometido comprende una visita al Director d~I Museo. Don Manuel de Iriarte me recibe afablemente con su ingénita llaneza y cortesía de perfecto cabaBero a la antigua usanza A una indicación suya, tomo asiento y sin· más, porque el tiempo apremia, le hago mi .primera pregut2.. ¿ ..... -Verá; la mayor parte de las piezas que se conservan en la División del Museo ¡provienen de aPortaciones hechas en tiempos del Gobierno Español, y como habrá observado, son de muy subido valor. Por cierto, que la Sección Etnológica de nu-0stro Museo es muy superior, en calidad y cantidad, a la del Museo Imperial del Japón. F.s realmente una de las mejores y más completas de su clase. -¿ .......... ? - Ya conoce usted la procedencia de muchos de los objetos, que con caracter temporal, se guardan en este salón. A excepción de unos cuantos muebles, todos los demás son de la propiedad del Museo y datan de uno a tres siglos. En cuanto a las obras 1 pitóricas, no todas tampoco pertenecen al Museo. Los estudios de Lunai son de su hijo d Arquitecto Sr. Luna de San Pedro. -¿.. .... .? -Este año se ha asignado al Museo, para pre· paraciones, la suma de 'P5,500.00, que es, poco mas o poco menos, la misma de años anteriores. -Y para la restauración y conservacién de objetos, ¿de qué cantidad dispone usted? Cómod" de Batangas. Tfoajas antiguas con restos escabados en Bontoc. Sonrie levemente, y tras breve silencio: -Una muy reducida. Bástele a usted con es· to. -¿Proyectos? ¿Planes? -Los de cualquier director de museo e-onscíente de la noble misión educativa y ·cultural que esta clase de establecimientos tiene en todos los paises que se precian de cultos y progresivos: ordenar, preservar y adquirir, ¡por compra o por aportadones voluntarias, <Juantos objetos sean dignos, por su antigüedad, mérito o rareza, de figurar en el Museo; fines ·estos que, por otro lado, son los deberes que la ley me fija. Pero con los exiguos medios de que dispongo, comprenderá que no es posible hacer grandes cosas. Así, tiene usted que casi ya he_ agotado la consignación de este año para preparadones y apenas he podido hacer nada. ¡Y pensar que hay en Filipinas tantos objetos que del:erían estar hace tiempo en el Museo! Sensible y doloroso será que se pierdan o sustraigan al patrimonio nacional, emigrando del 1 país, ·como ha· ocurrido por desgracia en algunos casos. -¿Por incuria o indiferenda? Otra sonrisa y otro silencio. Comprendiendo su significado y no -queriendo ser inoportuno, me levantó de mi asiento, dándo poiterminada mi visita. El Director del Mu!eo me acompaña hasta la. putrta y en ella me despide con la mayor cortesía. He dadll fin a mi cometido, Lai:; cinco de la tarde. La plaza de Goiti es un hervidero de automóviles, carromatas y tranvías, que tratan de cruzarla en todas direcciones, regidos y e;ontenidos por los brazos incansables de los policías reguladores del tráfico En Ja~ aceras un gentío inmenso camina afanosa y atropelladamente. Tropiezo con un amigo; un conato, o mejor dicho un intento malogrado de conspicuo u honorable, que cortando bruscamente la forma que in mente voy daitdo a mi reportaje, ~e hace esta ¡pregunta: -¡Hola! ¿De donde vienes? -Del Museo Nacional-Je contesto maquinalmente. -Oye: ¿y para qué sirve eso? Le aptas.to con una mirada y continuo mi camino. Por asociación de ideas, comprendo ahora más claramente la última sonrisa y el último silencio del Director del Museo. Mientras haya ciudadanos que piensen como el amigo de marras, ¡ya tendremos un verdadero Museo Nacional, instalado ºen edificio adecuado y prqpio" como dispuso, sabia y previsoramente, en su Real orden, la ejemplar Reina Cristina! Y será tiempo absolutamente perdido decir y repetir que la historia, la cultura y el progreso de Filipinas lo reclaman. NADIE. Manila, oC:tubre de 1930. En prensa esta reseña, me entero por los periódicos de la mañana de Ja sensible y dolorosa mu.arte del Sr. Don Manuel de Yriarte, Director del Museo Nacional de Filipinas, modelo de caballerosidad, de distinción, de afabilidad y de hombría de bien, que ha desempeñado su cargo, último de los que oe;upó en el Gobierno, con el mayor celo y eficacia. Ofrendo a la memoria del noble caballero, llorado en estos momento por su Viuda, hijos y hermanos y por los numerosos amigos, cuyas simpatías supo granjearse, este humilde y modesto trabajo. 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