Notas de viaje : Basilea (continuacion)

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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

Title
Notas de viaje : Basilea (continuacion)
Creator
Pla, Jose
Language
Spanish
Source
Semana Volume VI (Num. 152) 12 de Agosto 1954
Year
1954
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
NOTAS DE VIAJE t I ——ii———g por JOSE PLA BASILES (CONTINUACION) Para mi tenía un interés especial vi­ sitar el “Kuntsmuseum”, por ser el úni­ co museo importante de Europa — co­ nocido de mí al menos — instalado de pies a cabeza en un edificio construido ex-profeso y de nueva planta. Edifica­ do entre 1932-36, en la parte antigua del Gran Basel, es un edificio externa­ mente de gusto germánico, pero admi­ rablemente adecuado, en el interior, pa­ ra la función a que ha sido destinado. Es un museo científico en el sentido de que la luz es científicamente aprovecha­ da, y "as salas están construidas para nue las obras de arte contenidas en él den su rendimiento máximo. Todo está en él admirablemente instalado, orga­ nizado y sistematizado para que los céntimos que uno tiene que pagar sean Justificados. Actualmente está di­ rigido per el doctor Ganz, un de los es­ tudiosos suizos más conocidos de la his­ toria del arte. El museo es una obra del Estado de Basilea y de ia ciudad. La importancia de la época episcocopal de Basilea queda constatada por la larga residencia que hicieron en Ja ciudad los celebérrimos pintores de origen bávaro: Holbein, padre e hijo— Ambros;o Holbéin, el viejo, y Hans Ho3bein, ei joven—. Trabajaron duran­ te muchos años para el obispo, los con­ ventos y algunos burgueses de la ciu­ dad. La base pictórica del museo está formada por el fondo pictórico del le­ gado Amerbach (que fué amigo personel de Holbein el Joven). En d lega­ do hay obras de Conrad Witz. los HoTbein, Grünewald, Baldurg y Urs Graíf. Este gabinete de pintura hace, por sí sólo, que el museo de Basilea ^ea el más importante de Su«za y uno de los más importantes de Europa, Para cons­ tatar la importancia sencional que en la historia de la pintura tienen los Hol­ bein, la existencia de este museo es ab­ solutamente obligada. (De los Holbein y ce los primitivos alemanes, que no son tan primitivos como se dice habitual­ mente, porque lo más probable es que los primitivos seamos los que hemos ven;do más tarde.) No podría afirmar-^ se que de los Holbein tenga el museo la totalidad de la obra; tiene, si, la parte más importante y el conjunto más com­ pleto, porque además de la pintura de estos artistas están Sus dibujos, que son algo que produce la más alta im­ presión, sobre todo si se conocen las co­ acciones más excelsas de los artistas de1 renacimiento italiano. Estos dibujos, instalados en pupitres en contrabajo de los altos ventanales del patío central del museo, pueden ad­ mirarse en condiciones de instalación como ningún museo europeo — al me­ nos de los que yo conozco — puede pre­ sentar. Un chorro de luz gris — la luz del norte de Europa — las inunda. Son perceptibles en sus menores detalles, en su más perfecto acabado. Admirador del realismo pictórico, convencido de que los pintores realistas son los únicos que afrontan el paso del tiempo, convencido sobre todo de que ninguna forma de la imaginación hu­ mana podrá superar jamás la riqueza, la complejidad, la elegancia, localidad v el misterio le la realidad, ¿qué podría dec’r yo de Jos Holbein después de la inmensa biblioteca que estos (pintores han provocado? Como reab’stas, son de una época en que el ojo humano perci­ be las cosas de una manera más pro­ funda, más desnuda y más directa que en la época de Velázauez. Velázquez es e-n^me, pero una parte de su pintura nbedecn o un canon de i^rarauías cor­ tesanas falsas que le lleva a pintar ad­ mirablemente lo que en la corte tiene valor y en dejar en barbecho cosas tan nobles de la realidad como lo que por realidad entendían el rey y el condeduque de Olivares. Los Holbein lo pintan todo con una escrupulosa emoción de la objetividad. Ante el Cristo muerto y azuipdn de frío de Hans Holbein — que pintó utilizando como modeio un aho­ gado en e1 Rhin—, uno queda mudo de asombro. ¡ No podría, por otra parte, describirles el efecto que produce en­ contrarse ante -un retrato que dice sim­ plemente: “Retrato de Erasmo de Rot­ terdam” ! En Suiza hay muchos museos. Pero estos museos tienen un comprensible defecto: están sobrecargados de glorias (12) locales, siempre apreciables, pero de vuelo gallináceo. La importancia que en el museo de Basi'ea se da al célebre Arnaldo Eókling, solamente se comprende por ser hijo de la población, pero por nada más. La pintura no tiene nada que ver con los símbolos, ni con la historia, con las escenas patéticas: tiene que ver con la real’dad. Ahora, un examen atento de la pintura de Bókling nos de­ mostraría quizá la gran influencia que este pintor tuvo sobre algunos artistas catalanes situadas entre Urgell y Ruríñol, pasando por don Juan Llimona, Fué una influencia a través de las re­ vistas, sospecho. Nadie como mi viejo °migo de Florencia, como el arquitecto Rafóls, para examinar el caso. Desde Corot, el realismo francés de los preimpresionistas y de los impresionistas está magníficamente representa­ do en Basilea. Delacroix, Coubet—cada día más grande—, Corot y luego Pica­ sso y Sisley, para Pegar a Van Gogh y Cézanne, ofrecen un conjunto que en Europa sólo París puede presentar. Luego, a pesar de la calidad de la anortación de Picasso — cinturas de la época de Barcelona—, todo queda agua­ do: los expresionistas alemanes, los pin­ tores suizos y belgas, los cubistas, los surrealistas, para terminar con los abs­ tractos. El doctor Gans quiere tener su museo al día. Pero para tener la pin­ tura al día. ]o mejor es encerrar los ismos en un edificio ex profeso. A es­ tos señores hav oue haceras la gracia de no mízclar’os con H^lbeín ni con Grünewad, ni siquiera con Cézann?. Hav oue hacer lo ov° diio don Antonio Maura hablando d« O^sorio y Gallardo: hay que darles la com;da anarte. Otra g?an condición del museo de Ba­ silea es que permite hacer una compa­ ración “in si tu” de Rodin y de Maillol. En el del patio del museo está úna ré­ plica de los “Burgueses de Calais”, de RodinRodin. Dejemos a estas pobres burgueses con la soga al cuella en el pa­ tio. En la sala 9 del museo hay unas estatuas de Rodin, cuatro piezas de Maillol y una cabeza de Despian. Es curioso: no hay más que asomar­ se al mundo germánico para ver apare­ cer estatuas de Aristides Maillol, el maestro de Banyuls. En el Kunts-museum de Berna están las Tres Ninfas, desnudas, realista, realizado sin la preo­ cupación notaría por la escultura del XVIII francés — por la gracia del XVIII francés—, preocupación que Maillol se qu'itó con gran trabajo de encima sólo después de haber realiza­ do el viaje a Grecia con el aristócrata alemán, el conde Kessier. La gracia, en el arte de la escultura, es un elemen­ to de segundo orden. Lo importante, (o primordial es la forma. Si a la forma se Je puede añadir la gracia, mejor que mejor. La gracia sin forma es el bibe­ lot. El grupo de las Tres Ninfas — que vi por primera vez en París en una Ex­ posición del Gran Palais, entre las dos guerras — no es un bibelot. La perso ­ nalidad cel artista es visible en todo lo que esculpió, aún lo que responde a un error de Tendencia. Pero por aquí se hubiera podido llegar al bibelot de una manera insensible e ineluctable. No ha­ bía más que seguir la manera escultó­ rica del XVIII francés y acentuar la gracia en detrimento de la forma. Ma­ nolo solía decir que París había hecho daño a dots grandes artistas: a Maillol y a Picasso. Por lo que se refiere al primero, observación es cierta. Si Maillol hubiera persistido haciendo el “dixhuitiéma” que París le enseño como tradición profunda de Francia, no hu­ biera llegado a lo que llegó después del viaje a Grecia. En el Museo de Bellas Artes de Zurich tiene Maillol una gran Figura fe­ menina desnuda, conocida con el nom­ bre de “Venus del collar”, que está en la línea, como la mera presencia del collar atestigua, de la gracia diecio­ chesca de Versalles— salvada, sin em­ bargo, por la incomparable personali­ dad del escultor. Wintertur es una población indus­ trial del Estado de Zurich, muy intere­ sante. Tiene un Museo de Bellas Artes, una Biblioteca Municipal con más de 800.000 volúmenes — ¡no se desmayen! — y le célebre colección Reinhart. Pues bien: en el Museo de Wintertur, ciudad de sesenta mil habitantes, hay, aparte de los Sisley, Renoir, Pisarro y Cézanne que contiene — y que Barcelona hubie­ ra podido tener en su tiempo—, una escultura de Maillol: “La noche”. Esta es la realidad. En Basilea es, pues, posible hacer una comparación entre Rodin y Maillol, en frío, sin prejuicios, de una manera completamente normal. Ello me entretu­ vo mucho tiempo en el Museo de Basi­ lea y a través de este examen me pa­ reció comprender que Maillol está en franca subida, como Rodin en un lento descenso ineluctable. Ambos son gran­ des escultores, pero Rodin, cuando se le abstrae de su enorme debilidad, se va convirtiendo en un escultor lánguido y desfibrado. El pneuma de Maillol es, en cambio, más potente que nunca, y la tensión de su forma resistirá las llu­ vias y las nieves de muchos siglos. Rolin se está desvaneciendo en una deli­ cuescencia mantenida por una técnica prodigiosa; el viejo maestro catalán, más pobre de técnica, tiene, sin embar­ go, una concepción de ]a escultura como forma pura que le pone vor encima de toda la escultura de su tiempo y de la de mucho antes. Maillol no ha sido ja­ más superado por Rodin; si en algún aspecto ha sido depasado, la proeza la ha realizado Juan Rebuli. considerable tipo de este país crepuscular. *** Y ahora, al terminar estas notas, no me queda más que dar las gracias a mi amigo Luis Bonal, que me llevó a Suiza en su coche y aguantó con ánimo estoico mi escasa amenidad. (13)
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