Las corridas de torros en tesalia
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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina
- Title
- Las corridas de torros en tesalia
- Language
- Spanish
- Source
- Volume VI ( Num. 152) 12 de Agosto 1954
- Year
- 1954
- Fulltext
- Origen de la fiesta brava. LAS CORRIDAS DE TOROS EN TESALIA LAS corridas de toros no son de ori gen español. Pero, tampoco son de origen árabe como muchos aficionados p’ensan. Se sabe que, a España, llega ron por mediación de los romanos y que estos a su vez tomaron esta cos tumbre de los griegos. Es en Grecia, pues, en la culta Grecia, donde tiene su origen la FIESTA BRAVA que tan pujante se mantiene en nuestra patria después de veinte siglos. Para ilustración de los amantes de la fiesta nacional española y en parti cular para nuestros queridos lectories de SEMANA, vamos a apoyar nuestroeserto con fundadas e interesantes ra zones. LOS TOROS NO SON DE ORIGEN ARABE Tal vez, el que muchos españoles y extranjeros atribuyan a los árabes el origen dé las corridas de toros, se de ba a las renombradas redondillas de Moratín. que también describen una de estas fiestas celebrada en el antiguo Magerit (Madrid), con la participación dnl más hidalgo caballero castellano de ^ndos los tiempos; Rodrigo Ruiz de Vi var quien por sus proezas con los to ros, recibe el sobrenombre de Cid. Cierto que. existen romances moriscos n^e tratan de corridas de toros acon tecidas en las tierras que iban conquis tando ; pero, no éxiste crónica alguna que asegure que tales fiestas se ce’ebrasen fuera de España. No hay nove la africana ó historia mahometana de Oriente, que se ocupe de esta clase de fiestas públicas. Es más en el amplio vo cabulario técnico español taurino, no se encuentra palabra alguna que nos ha ga recordar semejante hipótesis. Don Serafín Estébanez Calderón y el Padre Mariana, personas juiciosas y competentes en la materia, niegan ro tundamente este origen y, en su opi nión, abundan la casi totalidad de los historiadores. Es justo, pues suponer que no so mos nosotros quienes hemos tomado de los árabes est* arraigada costumbre, sino más son W africanos los que al invadir la Península nos imitaron, prendados de la belleza espectacular con que lanceaban los toros nuestros hidalgos y caballeros.— LOS ROMANOS Si hemos de creer al mencionado Padre Mariana, la fiesta brava la to maron los españoles de los circos ro manos. En el Cap. XIX de su tratado "De Spectáculi” así lo asegura; aun que, según sus atinadas observaciones, se practicase de muy diferente forma. Primeramente, fueron los sacrificios de estos anima1 es por las almas de los difuntos (Véase diccionario Espasa); luego, las fiestas dedicadas a dioses infernaos, en extramuros de la ciudad (Roma y sus Costumbres, R. Ortíz) ; finalmente, las peleas de toros con leo nes ó tigres que saliendo de los “fosos”, se acometían en la arena del circo hos tigados por la multitud ebria de san gre. (Recibimiento al Rey Francisco I. prisionero de los españoles en Guadala jara.-Crónica) Tal vez, en más de una ocasión, combatirían los gladiadores, con afila dos darlos armados, contra los toros salvajes, del mismo modo que nos cuen tan las crónicas que lo hacían con el rey de la selva. (Faviola) Las fiestas romana^, s;n embargo, no tenían la nobleza de nuestra fiesta. La cruenta lucha del circo, era más ciuel; nuestras “corridas’’ tienen más prestancia, más vistosidad, menos sagre. En ambas se pide valor pero, en aqué llas imperaba la fuerza bruta y en és tas el arte, la habilidad, la filigra na. FIESTA BRAVA EN LARISSA Son muchos los historiadores roma nos que se extienden en pormenores al hablar de las corridas de toros en Te salia. Cuenta PHnio. núe este espectáculo eva va conocido ñor los griegos tres o <matro siglos antes de la Era Cristia na. v. trae en su anoyo. la* monedas v meda1 Iones de aquella provincia en los rué gráficamente se describen lances de la fiesta. Suetonio. añade que fue Larissa. la ciudad que más se distinguió por sus f estas de toros y que sus mo radores gozaban de ’a reputación de ser muy aficionados y diestros en ellas. Otros muchos, citan de pasada las co rridas de Tesalia; pero, es Heliodoro, quien narra con más meticulosidad una de estas fiestas celebrada en Larissa. “Se soltaban a las vez, para ser pi cados, cierta cantidad de toros que en ocasiones importantes llegaban al cen tenar. Número igual de jinetes les per seguía y aguijoneaba con afilados dar dos. Cuando el caballero había fatiga do su frientemente al toro, se acercaba a su 'ado y,tomándolo por los cuernos, le hacía girar violentamente, lanzándolo a tierra sm apearse del caballo. Su triunfo era celebrado con alegres víto res por el numeroso concurso.” “En ocasiones en que las fuerzas de la bestia no habían sido lo bastante de bilitadas, el jinete era despedido de su caballo, y, asido a los cuernos del to ro, luchaba con él hasta vencerle o ser vencido; pues, el furor del animal au mentaba al ver a su enemigo en tieTal vez, de una de estas renombradas fiestas, tenga origen la palabra “he catombe” que se emplea en ocasione.’, inapropiadamente. Por etimología, sig nifica: “sacrificio de oien bueyes”- o de cien toros y partiendo de aquí, es fácil imaginadnos el fantástico espectacullo de cien jinetes acosando a otras tantas reses bravas, con el consiguien te escándalo y alboroto producido al cruzarse y recruzarse éstas, con la na tura1 confusión de caídas, volteos y cornadas y el estruendo del público an te el fracaso de unos y el triunfo de otros. Carlos Estecha (20)