Granulos

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Title
Granulos
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
GRANULOS Por JOSÉ R. TEOTICO Rcvresentante y Académico de la Real AcadMnia de Ciencias y Artes No es oro todo lo que reluce, dice el adagio, y esto significa, que no siempre debemos dejarnos llevar de las apsriencias, pues, en la mayoria de los casos, aun cuando aparezcan ·preciosas, no pasan de ser limpias por fuera y gusaneras por dentro. Y las gentes de hoy prefieren deconrse con la elegancia externa por más que muchas de ellas son de corazón impuro y de sentimientos innobles. Jesús, el Mesias de- Belen. fustigó acerbsmente a los fariseos, gente merC41lnaria, que si algo tenían: de respetable era por lucir siempre una tunica limpia. Y ¿cómo los f11riseos resistieron contra el Redentor? ¡ Acusáronle, mancilláronle, crucificaronle, sin considerar, en lo más minimo, su carácter de santo varón! Sucede con muchos humanos lo que con los verdugos de Cristo. Se dan tal maña en eJ arte de mentir con la verdad que hast-s se olvidan del sentido prQPio, como manifestó un pensador. Para los que a.si se conducen Ya no existen las ideas, la austeridad es un acto pueril y la l&bor patriótica un pasatiempo digno de los grandes mercaderes. Cualquier chanchullo es objeto de explotación pa.ra aesllar sus gustos y sus instintos de trogloditas. Y he aquf, porque precisa, de cuando en cuando, encarnar en ellos un verbo, un sentido, una realidad a fin de que d·jen de lanzarse por esos mundos de Dios como unos equidos desbocados. Lo que se impone y hace falta es que no cojanios el rabano por las hojas. No basta combatir ni atacar. El gesto, la forma y la expresión cu-sndo son naturales y QJ>Ortunos producen siempre los anhelados fin'es deseable50¡. Pero cuando tocan los lirlderos de la pantomima, es decir, faltos de responsabilidad y de sentido comúndel sentido común sobre todo-mucho dudamo; que puedtln lograr una finalidad constructiv-s. Con el nuevo procedimiento de exponer y censurar las cosas nunca sabremos lo bueno o Jo malo que han hecho nuestros semejantes. Hay individuos que creen que todo cuanto hacen los demás es malo, injusto, conden:able. Y con ese estilo de juzgar y prejuzgar, lo' único práctieo que se consigue es que vayamos todos condenados al infierno. Ese tono atrabilirio y violento en que se incurre constantemen~, no es mas que delación del fracaso en toda actuación colectiVB-digase religiosa, cultural, literaria, polftica, cientffica, pedagógica, etc. etc. -Y como la conciencia del hombre frustHdo, especialmente, cuando está consciente de w frustración, le mueVe a la in. temperancia, no hay manera alguna de llegar a una justa y lógica solución. En t-sl caso, mucho se asemeja a esos aficionados a quienes la adulación y el fingimiento les han elevado a la categoría de próceres. Juzgan y eren entender de todo--dit!e un eminente ensayista-porque co1no no han consagrado esfuerzo ni disciplina. a, aquello porque sienten. particular afición, conside·ra.n q11e de todo lo demás se· puede saber ca.balniente sin esfuerzo ni discipliM. Y asi fomentan el espíritu de anarquía. Anarquia mansa, pero, en definitiv-s, anarquia. Es una verdad establecida que el espíritu de imitación es el espíritu a la moda. Pilatos se lavo las manos antes de condenar a Cristo, pars dar a entender que la reRponsabilidad de su error debia gravitar sobre otro. Y eso, que Pilatos, an-slizando bien, posefa la convicción de que no debía condenar al justo. Muchos hombres de hoy, merted a su espfritu ms.ligno, se atreven a ju2gar mal de la conducta de los otros. Y cuando incurren en error proceden como Pilato50¡: lavándose las msnos. Todo esto no muestra más que los que asi obran se agitan en un ambiente de procacidad, de mordacismo y des· caro, que hasta llegan a confundir los terminos Y los métodos. "Y cu-sndo después quieren zafarse del desdén públko se erigen en víctimas inmoladas. Bonito subterfugio, al cabo, p01·que si no despierta simpf.tias, al menc>!il inspira, lástima y coµipasión. De todos es sabido aquel de·~ir que de que el hombre más se ufan-s con lo que no posee. El hombre sin talento se vanagloria de estar dotado de la mejor lumbre intelectual, y el hombre sin dinero es el que más pródigo y esPiéndido &-e muest~·a. La prueba ,puede hallarRe facilmente en todos cuantos apel-sn al aspaviento, al aplauso convenciorlal, a la admiración bullicio!&. Y algo conseguiremos deducir de esta actitud: que ese mismo desprecio descarado a lo que constituye la médula y el meollo de la vida honesta, sana y constructiva, se ~onvierte en humillación y sonrojo para el que con su conducta hostil y dioplicente solo pretende sentar plaza de maestro consumado en su afán de establecer principios de buen gobierno, de bueD.-s crianza, de cordura y sensatez, de abnegación y decoro, sin dejar de ser lo que era antes: mero dómine, sin peso ni lastre, que todo cuanto sabe es flotar como el ~orcho, girar en volutas eomo el humo o seguir la inconsbnte volubilidad de la rosa de los vientos. Y como es obvio, esto no pasa de una incongruencia, si no de una irres¡ponsabilidad ... El cabal conocimiento de la realidad y la con. vicción de ·la eficacia jamás deben descender al nivel de un murmullo callejero. La injuria nunca ha de ser repelida con la injuria; todo lo mas, con la calificación de la injuria. Y en esto estriba la diferenci2. El derecho de censura que ~ permite en los gobiernos republicanos o democráticos, no implica el derecho de reproehe ni menos el derecho al insulto. Los individuos, la sociedad, las instituciones, el gobierno mismo. son cosas que no deben ser objeto de ludibrio. Analír!ense sus defectos, sus errores, sus males; combátanse y corríjanse en buenhora; pero no por puro afán de demoler su prestancia o 18.a !>ases sobre que se sustentan. Bien aceptado es que el poder nunca es sufrido¡: primero porque no ¡puede y segundo por· que no debe. De consentirse la máxima eriatia· na, en estos tiempos anticristianos, de ofrecer la otra mejilla tan pronto como se recibs un bofetón en la una, el imperio del orden y de la ley no pasa ria de ser un mito. Pero, si el momento psico]ógi,!o es, verdaderamente propicio a cualquier género de excesos, no par eso nos ol· viciaremos de distinguir las realidsdes de Jos fantasmas, ni desconocer que a nuestra vera siempre debe estar la Etica, para iaspirar nues· tros actos y vigilar nuestros 1>3sos. Muy poco nos resta por añadir a lo antedicho. Cada cual, por tanto, debiera obrar lllJo según su albedrío y voluntad, sino según los tánones más rigidos de los elevados prideipioa hum-snos. Bienhaya que se expongan las cosas a 'la luz de la verdad, pero sin herir la vista ni ofender el decoro. Quin esté li6re de pecudo que tire la primera piedra.. No que se deje de ar~­ La verdad jamás molesta ni .ofende cuando se expone como debe ser. Pero cuando · se diluye en la injuria no solo los de buen criterio sino hasta Jos idiotas de la calle Ja pueden tolemr. Que no se diga que la naturaleza atrabiliaria o el espirito intemperante juegan '3. veces, papel no escaso en los que asi se condueen, porque no todo ha de ser cuestión: de gusto, sino que es cuestión de ética. Si Sofocles hizo que un rey propenso a la violencia y falto de ecuanimidad se arrancase los ojos por castigo, no vemos porque los que hoy apedrean, sin razón justa ni motivo grave, el honor y la dignidad ajenos, no han de hacer algo igual. Si imitan a Pilatos, ¿(por qué no imitan asimismo al rey de la tragedia griega? Asi su espíritu imitativo ·seria de perfección. Siempre hemos creído que ese insano deseo de que la gente pierda la confianza en sus semejantes tiene un poso de mala fe. Eso de pintsrles constantemente c:omo a instigadores del crimen, fomentadores del vicio, corruptores de la moral, ostenta todos los matices de una obsesión patológica. Podría suceder que en casos esporádicos existan fundamentos de certeza; mas no siempre ni en todos. Para censunr hace falta conocer el arte, pues no basta meterse a censor cuando se deseonocen las reglas de la censura. En la milicia misma, cusndo se ignora la táctica el soldado o el militar de nada valen. Y eso que, segun una expresión burle!f!a, la milicia es la c2rrera más fácil: todo consiste en que cuan® viene la 6ala que se aparte uno pues, de lo contrario, le aparta la bala. Bueno seria que esda cual se magnífique con una buena costra social si quiere verdaderamente alternar con gente culta; y civilizada. De lo contrario pasaría como UD' salvsje de las selvas, sino !!orno un ser que- ka perdido la chaveta. Estamos en épocas en que la educación, la instrucción y la cultura hum-am.s han adquirido un altisimo grado de desarrollo. Y el no saber como refrenar los malos instintos pone de resalto una falta de adoctrinamiento qµe desdice muy mucho de nuestra actual con.dicién de progreso. Mintraa en Roma -vivieres vi'fJe a la usanza de R"oma, decia Ruiz de Alareón. Y nosotros no hacemos más que transmitir a todos el eonsejo. jar la piedra ni que al arrojarla se ellC'O'lld's la - - - - - - - - - mano, sino que r::uando alguien ae decide a lan- "1ir.lll!!ll~P.!l!!llP.!fl!!flr.' zar el pedrusco que, al menos, tenga la conciencia limpi-s y libre de los males- Gfle :p0 i:ecisamente desea combatir.