La bandida

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Title
La bandida
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
<f I aolor oe .5er Fuerte Trilo91a t.. LA BANDIDA • · fete a cargo de una persona de confianza. Y ,_ Por ANTONIO M . ABAD A Mooo DE PROLOGO Hsee doce años el que escribe estas líneas fué testigo casual de un diálogo entre Sor Justina, hermana de la Caridad eneargad·a del Hospicio de San José, y el P. Nemesio Gómez, capellán de dicha institución. -¡Pobreeih!-deeía el P . Gómez .-¿Y dices tú que está chiquilla no está bautizada aún? -Así lo dice b. nota-contestó Sor Justina presentando un papelito. La nota decía asi: c:Esta niña nació hace dos días. Deseo que se llame Sonia. La medalla que está en su euello Ja servirá de identificación . Yo la re'!lamaré a su debido tiempo>. s'or Justina, mient1·as tanto, la estrechaba contra su pecho . . . SOCORRO MARTINEZ, A bogada· A ttoniey-at-La.w CON NOTARIA PVBl.ICA Hada cineo años que Socorro Martínez ejercía su profesión en la ciudad de Cebú. Ella no era natural de aquella provincia. Llegó aHá en ,~ircunstandas excepcionales. Un a~ogado, casado con un'3 prima suya, quería dar la vuelta al mundo, y mientras tanto deseaba dejar su bupensó en Socorro Martínez, joven abogada, con muchas ambiciones, simpática y trabajadora. Había recibido su título <:on honores, y en los exámenes de la Corte. Suprema, temerosa pesadilla de los aspirantes a C'3mpeones del derecho, obtuvo uno de los promedios más brillantes: 91.35. Socorro Martínez había sido siempre una muchacha for:mal. No se le conoció jamás ningún novio, pues detestaba el juego peligroso del flir t. Por esta razón sus compañeros~llos y elhsle pusiel'on un sobrenombre: Man-ha.ter. Terminó brillantemente sus estudios, y br'iIJantemente se habilitó abogada. Y dos me!;es después se le presentó la oportunidad de triunfar. Era de familia menos que modesta. Contra lo normal, a pe~ar de ser pobre y bonita, la Tentación, cuantas veces llamó con sus nudillos sigilosos ·a la puerta de su casa, fra(.-aSÓ invariablemente. Ella quería estudiar, llegar a la cima de su gran ambi:!'ión, triunfar, en fín . Y a este pensamiento cumbre subordinó todos sus actos. Un día un profesor dejó caer en la clase Ja siguiente pregunh: -¿Cuál es la clave del éxito? Los alumnos más listos quedaron perplejos. Muchos se levantaron para expresar su pensamiento, pero nadie llenó por completo el vacío ocasionado por tan honda interrogación. Socorro call-aba, rec·oncentrada en sí misma, como si tratase de sondear el gran abismo sin fondo de su propia ·:onciencia. -What do you think o/ it, Miss Martinez ?preguntó el profesor. Silencio. Preveian que Soc·orro iba a decir algo importante. Y habló: . -La clave del éxito consi'ste en poner todas las energías del cuer¡po y del espiri.tu, COJli tesón y perseverancia, a) servicio de una ambición. Fué tomo si un rotundo martillazo, descargado sobre un yunque imaginario, hubiese resonado de repente. Después de los primeros segundos de estupefaec'ión, estalló un aphtuso. El mismo profesor felkitó efusivamente a su discípula. Pero Socorro, aquella mujer hermética, voluntariosa y casi insocial, lloró de rabia. ¡Era el secreto de su vida, una fórmula, su slogan, la ¡palanca de sus acciones, volcado en un momento de arrebato en medio del loco entusiasmo de sus condistipulos? En cinco años, el bufete de Socorro Martínez se convirtió ert uno de los más concurridos. Cuando el abogado que contrató sus servicios llegó de su viaje alrededor del mun,do, el prestigio de la abog3da había quedado ya definitivainente &·sentado sobre sólidas bases. Ganó causas ruidosísimas, y los jueces escuchaban siempre con atención sus informes, profusamente documentados. Citaba toda ·clase de juri~prude9,ds, señalaba lagunas en los Cédigos, provocaba la promulgación de nuevas doctrinas. Era una civilista formidable, y por eso los cslendarios eEtaban siempre plagados con su nombre, defendiendo diversas causas civiles. El dinero irrumpió en sus arcas. Pero era no p~nia límites a su ambición. Perpetuamente alerta, de una ugacidad pasmosa ¡:ara la caza del oro, allí donde ella llegaba brotaba el dinero a borbotones. ¿Médios? Para ella eran buenos todos los que conducfan a su fin . Asi, muc·h-ss familias '!dineradas pero ignorantes ~e los tejemanejes del oficio, quedaron arruinadas. Su ~istoria de triunfos era, a la vez, una historia de expoliaciones. Se la buscaba, pero se la temia. Por eso adquirió otro sObrenombre: e La Bandida>. Cuéntase de un matrimonio de sencillos ,~am­ pesinos que, no habiendo tenido hijos, adoptó a una sobrina. La niña creció en medio de Jos mayores halagos. El matrimonio, que ya tra1tponfa el tercio de la vida, adoraba en ella. Sus caprichos eran órdenes, y ellos,.que supieron privarse de las más elementales comodidades, en parte porque las desconocían, y en parte por avaricia y cicatería, rodearon a la -sdoptiva. de tantas y tan caras que en ella nacieron esas ideas, vagas al principio, rotundas y definitivas después, que se 'clavan como agudos aguijones en el corazón de todos los ·tiranos. Un día su corazón se dió cuenta de que era de mujer. Sintió, al princiipio, hondas inquietu,des, angustias sin hombre. Un joven de la comarca, apuesto, enlabiador y perverso, se le entró tan adentro del alma que ya, desde entonces, sus muñecas la hastiaron. ¿Para qué las mU:ñecas de trapo, de eeluloide o de escayola si había en el mundo un muñeco mejor, porque decia cosas bonitas? Pero las papás adoptivos se opusieron a aquellos amores. El galán tenía una fama detestable de engañador y falSO. Pero, por eso mismo la n1ña le querÍ-3 más, que en los misterios del querer Don Juan honrado ha fracasado siempre frente a Don Juan burlador. Y una mañana los viejos descubrieron que ls hija que tanto amaban había abandonado el hogar, en brazos del galán malo, perdido, engañador y adorado. ¿Qué hacer? El matrimonio, de 'ideas cortas, pero de energia desbordante, no Q>erdió el tiempo en vanas lamentaciones. Desde aquel día ya no tendrían hija. Su oro se repartiría entre los demás sobrinos . . .' aquellos sobrinos que, al enterarse del escándalo, acudieron a rn lado para consolarles. Pero la descarriada, unida de por vida eon · el dueño de su corazón aQte un pastor protestante, acudió al bufete de Socorrito Martínez. cLa Bandida> concibió un plan diabólico de expoliación legal. En connivencia· con otro abogado, presentó una demanda contra los viejos campe~ sinos, padres adoptivos de la desagradecida. El otro abogado se e~argó de ·defender a los demandados. Y en dos años la fortuna, calculada en cien mil ·pesos, de los campesinoS, pasó a ma. nos de Socorrito Martínez y de su compinche ... ¿Amores? Socorrito no los tuvn nunca. t El día que yo ame, me dfdararé yo misma>, decía a sus pretendientes, medio en broma, medio en serio. Y así espantaba a la nube de aspirantes a su m3no y a su fortuna, ahora calculada en ochenta mil pesos, quizá más. Tenía fincas, rústicas y urbanas, acciones en buenas compamas, bonos del Estado y hasta salinares y pesquerias. Vivia con um1. tía medio tonta, que atendía a su casa, magnífica mansión dotada de las más refinad~s comodidades. Ella misma gui'Sba su automóvil, y en las fiestas su presencia era imprescindible. Del brazo de ella iba orgullosa la Victoria . S<JJ!orro Martfnez murió de tifo·idea . La ciencb, una vez más, había fracasado. Tenía treintiseis 'Sños. Su historia era una sucesión de luces y sombras. Para el mundo, era una virgen inabordable, má's fuerte que las vestales de la Roma pagana. Nadie 1pudo jamás .enorgullecerse de haber obtenido de ella el más insignificsnte favor. cLa Bandida• era inconquistable. Llevó hasta la tumba el sobrenombre que .le ha- . bían dado sus condiscípulos: cMan-haten. puando se abrió su testamento, los abogados no vieron más que una disposición importante. Decía: cLego a mi hij3 Sonia todos mis bienes. Sonia está hasta ahora en el Hospicio de San José . Para identificarla no hay más que pe~ir de Sor Justina una medalla de la Mibgrosa, con las iniciales S. M., que son las miau. ¡Ah! Pero babia una ,::arta, la carta 'S Sonia, cerrada y lacrada, y c."On un ruego al mismó juzgado: que fuera entregada '9 Sonia en perso . na, citándola sHb-pena para que compareciera personalmente . Cuando Sonia. compare~ió, la carta se leyó en corte -sbierta . Decía: Sonia, hija de mi sima : Empiezo por pedirte perdón por habierte abandonado en un hospicio. Yo soy tu maclre, y no tuve el valor de retenerte a mi lado, expuesta a todas las contingencias de la vida. Yo estudiaba el tercer año de dere,;:ho cu3ndo un hombre -tu padre-me engañó. Cuando me convenci de que no redimiría su palabra, porque resultaba que estaba casado, yo le maté. ¿Lo oyes? ¡Le maté! Es para que no cono::ieras nunca a ·quien no fué digno de ser ni esposo mío ni padre tuyo . El crimen quedó impune. La polida ® logró nunca descifrar el misterio. Seis meses después, am.parad3 por la anonimidad, veniste al mundo. Después mi ambición fué redimirme y redimirte. e Seré rica-me decía-p-3ra que mi hija lo sea . Ella es in0<:ente. Mi culpa no la alcanza . Cuando el mundo vea que eHa es riea y es poderosa y ¡ay! bonita,-yo estoy con ven · cida de que lo eres, pues de lejos te he visto más de un.a vez--el mundo se postrará ante tus plantas y te adorará y nadie osará 11.tropellarte como me han atropellado a mí. Se buena, hija mia, y haz prudente uso de la fortuna que te dejo. Yo sé que me lbman cLa Bandida>, por-que, ¡por el afán de reunir oro para. tí, no he vacilado en hacer uso de los medios más detestables . ¡Qué me importa ya! Lo que me importa sólo en el mundo eres tú, tú a quien quiero ver feliz por tu dinero, por tu bondad y por tu hermosura . CÜidate de los hombres, hij-s mía . Yo sé que pondrán cerco a tu virt.ud, porque tienes el oro que domina y la belleza que enorgullece. Pero imita me: sé fuerte y escoge al hamj)re.-..Pobre o rico, ¿qué importa?::_que sepa coi.np~hderte, P.e:q..;. sar contigo, soñar J!Ontigo y sufrir c."Ontigo . da·si todos son egoístas, y al buEcar tu amor, sólo buscan., en reslidad, su pre¡pia dicha . Tú no me h-ss conocido, y quizá dirás que no tengo entrañ·s9. Te equivcr::as . Mi vida ha sido para tí, y he sido desdichada privándome de tu cariño para que ningún cariño te falte después. Te contarán horrores de mí, y dirán que he sido un3 mujer Ein escrúpulos . No les creas. Mi única ambkión ha sido hc1.~erte feliz, y pa;,.. mi, para conseguirlo nada mejor que hacerte rica. ¿Serás feliz? Yo te he amado siempre. y si te he privado de mis besos, ha sido para evitar el mancharte con el contacto de mi alma impura . ¡Oh! Impura 11>ara los hombres, pero siempre pura y blanca para tf. Adios, hiJs mía. Sé buena, y Dios te bendecirá. Tu madre, SOCORRO.