Impresiones de un viaje rapido

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Title
Impresiones de un viaje rapido
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
!·~'~ .. ~ .. ~I~m~p~r~e~si~o~n~es~d:: 15 V~i~aJ~.e~ . R~a~pi~d~o~ ... ~ .. "'I. A bordo del «Leviathan,, julio de 1930. (Para EXCELSIOR) PARIS, LA CIUDAD ENCANTADORA ¡París, París! ciudad encantadora, atractiva, misteriosa, olorosa a perfume de mujer coqueta, capital espiritual de la raza latiita, aquí estoy yo, . el úKim~ de tus admiradores, rindiéndote debida pleitesía, paseando por tus bulevares, llenos de vida y de espiritualidad, admirando a tus mujeres, vi·sitando ·tus museos y orando en tus ten;i.plo& medioevales. Ocurre muchas veces que los sueños y las aspiraciones de uno se realizan al correr de los años. Cuando hace mucho tiempo vivía yo en ManiJa, mi su(>ño dorado de muchacho era ver algún día París, ciudad de la cual había oído todo género de alabanzas y encomios. Mas la realidad ha superado todo cuanto yo me hubiera podido imaginar de la ciudad-luz en mis fogosos sueños de muchacho. Tan pronto como se trasponen las LA PLAZA DE LA CONCORDIA. LA A VENIDA DE LOS CAMPOS Eusros La más ancha del munao. La fotografía está tomada a la una de la 1 ,farde, hora en que el tráfico no es tan intenso como en otras horas del día. monumental~s puertas de la estación de San Lázaro y se penetra en la ciudad, ya se imagina el viajero su pott.2ncialidad por el movimiento intenso que E :n ella hay. Alqui1ar un taxi es cosa harto fácil-los t2.xis abundan por millares en Paris-, pM"o llegar a su destino no Jo es tanto como parece porqu~ han de transcurrir muchos minutos ande que el auto pueda moverse y adelantar un poco en Ja dirección deseada. El tráfico aquí, asus-ta. No se lo puede uno imagina.r. Creia yo que el de Nueva York era ya eJ non plus ultra en esa materia, pe"ro después de presenciar el de Par!s, el neoyorquino se queda a fa retaguerdia. Los norteame.-:icanos son más arde· nados y sistemáticos que los parisienses en su modo de dirigir y regular -el tráfico, pues aqui hasta los coches tirados po'r un caballo o una mula se confunden con los automóviles y tienen tanto derecho como aquellos a hace"r uso de la via pública, causando esto una confusión que no se conoce en l9s Estados lÍnidos. Al fondo se ven los edificios públicoB del Gobic1 'no frunt:és y al final de la calle se diviso. la Iglesia de la Magdq.l.ena. Me hospedo en un hotel situado en Ja Plaza des Arts et Metiers, a dos pasos del Bulevar Sebastopol, el cual, tres manzanas· más a] norte, cruza con el Bulevar San Martfn, asf llamado porque e.n ~a intersección se levanta el Arco de St. Martín, a dos pasos del Arco de St. Dermis. Este último bulevar es prolongación de los famosos Bulevares Montmartre, Capuci.ns, ltaliens, Bonnes Nouvell&S y Poissonieres. De modo que he venido a parar a un sitio céntrico. Debo con· fesar que en mis primeras salidas por lo& bulevares quedé casi perdido, o mejor dicho, desorientado. Como una misma calle o bulevar tie· ne en este París diferentes nombres, el que no esté impuesto de esta circunstanci-. queda sujeto a que se pierda en un laberinto complicado de nombrqs y callejuelas. El que se haya metido en un berenjenal sin salida., puede optar por ~os cosas: llamar a un taxi o consultar los mapas de la ciUdad que en todas las estaciones del M'e· tro están a la vista del público, y orientarse en· tonces. Sin embargp, al cabo de unos dias de permanencia en la ciudad llega uno a conocerla de memoria. miento de la gente que va y viene. El gentío es tremendo. Parece que aquí nadie tra.baja y todos se dedican a pasear por ios bu el vares en busca de aventuras o de bullicio. Las mujeres, bellas y feas, jóvenes y viejas, se confunden en· tre la multitud. Poca gente presta atención aquí a las mujeres, como no· sean los extranjeros que se emboban viendo a las francesas y hac~n todo lo posible por "tener un tiempo agradable" como drc.en los yanq~is. Estos bulevares me recuerdan las calles americanas y si no fuese por las mesitas y por la gente que toma su refres~o, cómodamente sentada, no existiría casi diferen~ cia al¡una. Me han dicho al~nos franceses que Paris está americanizándose rápidamente en algunos sectores. Debido al heCho de que- aqui reEL AROO DE TRIUNFO EN P ARfS Delajo de este arco está sepultado el Soldado Desconocido Francéa.. A esta hermosa plaza conv~·­ gen quin.el ca.lles y avenidd.3. A<'ost.um))rado como estaba a v;vir en ciudades americaPas--,Washingtoni Por ejemplo,-don.:'e las calles son anchas y están tiradas a cordel y no existen callejuelas complicada~. París me ha producido aturdimiento. Pero confieso que la cittdad en sí me ha cautivado y que pod1·fa quedarme aquí por tiempo ilimitado. Vamos a dar una vuelte por los bulevares. Las a<:eras están llenas de gente. Por e1 centro de h::s caUes no se puede dar un paso, porque el tráfico es demasiado intenso y se expone uno a que le atropellen. Las famosas mesitas donde sir ven café, cerveza y demás licores están a un lado en las aceras y en nada perturban el movisiden miles de ameritanos y que cada verano visitan Parfs centenares de miles más, las costumbres en ciertos sitios van cambiando y las cosas ser hacen a gusto del consumiCfor, que en este caso son los amerü;anos. Tomen el ~a.so de las mujeres. Aquí la mujer sale a la calle sola y en completa libertad y nadie se m~e con ella y está tan protegida por la policía como lo están las norteamericanas al otro l<ado del Atlántico. Claro está que la que saJe con intención de tE>ne·r una aventura la encuentra, pero elJo no obRta para que afirme que las mujeres gozan aquí de un fuero priyilegiado. Por la noche- los bulevares están en todo su apoceo y animación. Hay más gente, más apreturas, más mujeres dispuestas a hacerle un guilio al extranjero y a envolverlo en sus redes amo1·osas. Los focos eléctricos iluminan tanto estos bulevares parisinos que .parece pleno día. Se ve que por ese lado no es tacaño el municipio. Un alfiler que cayese en la calle podría ser encontrado en seguirla. Espléndida es la iluminación desde la Plaza de la República hasta la Iglesia dt>. la Magdalena. Por eso mismo es un placer caminar por estos bulevares llenos de luz, de cerveza, de mujeres perfumadas. Para gozar de este bullicio bulevarino, netamente parisién, vu1<! la pena hacer un viaje largo. Campos Elíseos y por la A venida del mismo nombre y ll{fgará a la Plaza de 1'Etoile, donde se lev·anta, soberbio y majestuoso, el Arco de Triun· fo. A esta plaza e;onvergen unas quince calles y avenidas y el tráfico a todas horas es muy intenso. Debafo del Arco está sepultado el Soldado De~conocido Francés. Del pavimento brota, como si estuviese alimentada por una mano invisible y misteriosa, una lucecita que nunca se apaga. ¡Bello tributo de Francia a sus valerosos soldados! Todos pasan reve.rentes y silenciosos ante la tumba y el momepto es realmente de una emoción pro· funda. Dejemos, los bulevares. Vayamos al lugar más lindo del mundo, hermoso y bonito, lo mejor de Ja Ti~rra, porque así lo re<:onocen los mismos norteamericanos quo son muy parcos en conceder nada a los demás. Estamos en el centro del jardín que rodea el Museo del Louvre, al lado de la estatua de Gambetia. Frente a nosotros vemos el Arco del Carrousel; un poco más allá, los Jardines de las Tullerií:as; después, la Plaza de la Conc:.ordia, con su obelisco; lu~.go, los Campos Elíseos, que es la avenida más ancha LA FAMOSA TORRE EJFFEL. Si al salir de la Plaza de la E streHa nos· metemos por la Avenida Foch, o la Avenida Kebler o la de Victor Hugo, quiere ello decir que estamos internándonos en la parte residencial más bella de París, en mi opinión. En esta parte de Ja ciudad tienen sus residenciasrnás propio sería decir palacios- los mi11onarios extranjeros que vivett en la capital francesa. Aquí vemos s·un~.uosos edificios que pertenec?n a millonarios americ:anos, ingleses, argentinos, cubanos y de otras nacionalidades. Las calles en este d1 istrito son anchas, las casas de exterior limpio, estando muchas· de ellas rodeadas de preciosos jardines. Bajando por del mundo, y como remate- de un panorama que no tiene rival, el Arc:o de Triunfo. Ecte pedazo de la ciudad parisina es de una belle.za y <>xquisiit.e~ incomparable, y no hay en otra ciudad o l&pital nada que puercla no ya comparársele, paro ni siquiera asemejársele. Parece que los franceses han puesto en Ja ejecución de este trozo parisino lo más sublime que poseen en arte, hnn:osura y urbanizac.ién. El que \ • aya del Louvre al Arco de Triunfo, cruzará la espaciosa Plaza de la Concordia, admirará los edificios públicos del Gobierno que quedan a Ju del'echP, continuará su marcha por los jardine::: de los la A venida Kebler llegamos al Troc:adero, frente t~ al cual y al otro lado d9l tranquilo río Sena, se levanta Ja Tor re Eiffel. Contemplamos el panorama : vemos la cúpula de los Inválidos en cuyo reci~ están enterrados Napoleón Bonaparte y fl Mariscal Foch, a mas de otros homb-res ilustres franceses. Más lejos vemos otra c:úpula alta y simbólica : la del Panteón, en cuya cripta descansan eternamente los restos de algunos de los franceses más grandes que han existido, en:.Te otros Victor Hugo y Gambe-tta. El famoso Barrio Latino queda en el mismo lado del río en que está ubicada la Torre- Eiffel, en la parte sur de la ciudad, en los alrededores de la Universh~ad de París, con su So1bona y otras facultades. Los estudiante~, los artistas, los bohemios, los poetas tienen su C.'.lmpo de aC'ción en las cercanías de la Unive~·sidad y del Panteón. Se encuentran por aquí alguno-s de los oa.ba1·C'ts más famosos de París, en los cuales los americanos no titubean en pagar 300 frantos o más ror una boteHa c!e champnñr. En esta parte de la ciudad Ee hallan el Senado, frente al Parque de Luxemburgo, uno c!e los jardines más originales y bellos que he visto; el Museo de Cluny, conocido como la "joya de París", por ser más que un museo una joya de arte, por los objetos raros y Prehistóricos que atesora; y los bulevares St. Germain y St. Michel: en les cuales campean por sus respetos los bohemios de París, <'on sus cabelleras lacias, sus trajes viejos y sus figuras sumamente pintorescas. Montmartre, nombre qu.e suena en el mundo como uno de los lugares más típicos de París, queda ~uy al no1'te. Para llegar a eEe barrio precisa atravesar cualquiera de Jos cuarenta puentes que los franceses han tendido sobre el río Sena; el puente Sully, pongo por caso, para llegar a la Plaza de la Bastilla y seguir por el bulevar Beaumarchais, Plaza de la República, bulevar Magenta, hasta tropezar con el bulevar Rochechouart, punto céntrico de Montmai·tre: Si. el turista espera ver a.paches con sus bailes y sus asaltos a mano armada se Heva un desengaño, porque esas cosas tradicionales y típicas del pueblo parisién han dese.parecido con el correr de los años. Donde uno ve alguna que otra pareja francesa disfrazada de apaches es en alguno de los infinitos cafés que existen en Montmartre, lugares frecuentados por los norteamericanos, en donde la bebida cuesta un ojo de la cara. Allí se ven apaches y bailes apachescos y hasta peligra, no precisamente la vida del turista, sino el contenido de sus bolsiUos y los francos que lleiven en ellos. La colonia filipina de París es n~merosa y entr~ ella se destaca, elegante y simpática, la figura ele un distinguido compatriota que lleva muchos años residfondo en la ciudad-luz. Me refiero ni sefi.or Don Ramón A. Ramírez, que siempre está dispuesto a atender con su proverbial gentileza a todo filipino que llegue a París y llame a las puertas de su hermosa residencia en el Trocadero. He tenido la honra de visitarle uno de estos días y de preseñ.tar mis respetos a su señora; que guarda muy gratos recuerdos de su permanencia en Filipinas. En algunos rincoiles de la palacial morada del Sr. Ramírez se conservan recuerdos de la lejana patria y con orgullo me mostró el cuadro de su hijo Ramoncito, muerto en plena juventud, pintado por Fabián de la Rosa y que ha merecido elogiosos conceptos de los críticos de arte parisinos. Por su cortesanía, su prestancia y su cultura, el señor Ramírez honra al país que le vió nacer. Es tan grande, tan bC'lla y tan encantadora esta capital y puede·n decirse tantas cosas y escribirse tantos libros sobre ella, que renuncio a continuar estos rápidas impresiones de viaje. Sólo diré que mientras viva conservaré un recuerdo inolvidable de París, ciudad encantadora, ciudad de ciudades. MANUEL B. MONTES. SIEMPRE HEMOS TENIDO EL MEJOR SURTIDO DE HAGA SUS COMPRAS EN JUGUETES Pero este año supera todos los anter!<>res y los precios más BARATOS que nunca LA PUERTA DEL SOL PARA QUEDAR SATISFECHO