La velada de Letran en el Opera House

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Title
La velada de Letran en el Opera House
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Una :J{oche de ,Jlrte La Velada de Letra:n e:n el Opera House El secular Colegio de Letrán, cuyo tricentena-· río viene celebrándose con verdadero esplendor y copia de festejos, culminó anoche en una gran velada lírico-teatral, que hizo afluir al «Opera House» la flor y nata de la sociedad manileña. Pocas veces se habrá visto el viejo coliseo ian concurrido, y msoo& aún engalanado como lo ost.aba ayer. En la parte más visible, sobre el escenario, una suerte de bombilLas rojas y gualdas figurando dos fech~s y un nombre: 1630 LETRAN 1930. En el antepecho de los palcos, los mismos colores en vistosas colgaduras, y en el pl"esidencial, ocupado por Mons. Hacbang, obispo de Calbayog, y P. P. Dominicos y de otras Coi·poraciones, las banderas americana, española y filipina. El aspecto d-e,l te2itro, en conjunto, deslumbrador. ¿El público? En él estaban representadas todas· ]as fuerzas vivas de la ciudad, el comercio, la banca, la legisla.tura, el periodismo; y su mejor ornato: un mujerío imposible de describir con la palabra y que nos traia a las mientes, por su belleza y la variedad de sus atavíos, la magia natural e inimit.able del arco iris. ¿La función? Esta requiere punto y aparte. · ·Dió principio con la inspirada sinfonía «Filipinas:., del maestro Estella, ejecutada a maravilla por la Orquesta Sinfónica de la Cons~abularia y dirigida por su autor, que fué aplaudido. Vino después el «Homenaje a Letrán:., a C'argo del Ron. José O. Vera, Senador por el sexto distrito. Con afluencia de palabra y dicción clara y sonora, el orador puso de relieve la magnífica c,jecutoria del Colegio dei Letrán durante sus tres siglos de existencia, su significación en la c;,Jlt-ura del pueblo filipino y la gratitud que éste le debe, extensiva a la nación española bajo cuya bandera y auspicios se fundó dicho Colegio. A continuación, el coro de la Manila Chamber MuSic Society, con la Orquesta de la Constabul2ria, dirigida por el maest;ro Abdón, cantó el Tuba Mirum, de Verdi, cosechando sinceros aplauoos por lo bien concertado de las voces e. instrumentación. Muy luego, se alzó el telón, y la Srta. Celia Canseco y el Sr. Jesús U.m-bina, deleitaron a la concurrencia, representando «La flor en el libro», de los hermanos Quintero. Este bonito paso de comedia, es, como dicen los cubanos, una lindura, y no podía menos de gustar; pero si gustó no fué sólo por el ingenio de los famosos· comediógrafos andalueeiS, sino también por fo bien que entrambos jóv.anes supieron encarnar sus personajes, Pascual y Pascuala, matrimonio desavenido que, a vuelta de trifulcas, viene a resolve¡rse al final en un armisticio sentimental conmovedor. Terminó la primera par.te del programa con un bonito pasodoble del maestro Hernández, e iniciada la segunda con la continuación de la sinfonía «Filipinas», representóse otra obra teatral en un acto, la linda comedia de Martinez Sierra «Cada uno su vida», que al igual que la anterior, y ta1 vez más por la :tirascendencia d.::!·l asunto, nos p1 oporcionó un rato agradabilísimo. Fué interpretada por los Sres. Rafael Lalana, Juan Achava.l, Aurelio Me·ndieta y las Srtas. María Crame, Ri.ta Kelly y Conchita Pérez Tuels, quienes, si no estuvieron del todo a la altura de su papel, cosa difícil no sieltdo profesionales de las tablas, supieron al menos sugerir todo cuanto el autor más exig2nte pudiera desear para sus comedias. Pasando por alto los números musicales que siguieron, complemento de los anteriores, réstanos decir que la .tercera y última parte del programa fué un derroche de buen gusto, donde las nueve hijas de Mnemósine, vulgo musas, y algunas más que no mientan las crónicas, se concertaron para deslumbrarnos con sus hechizos de musas de carne y hueso, las mejores según Rubén, Anacreonte y este cura. La entrada triunfal de la Princesa de la Instrucción con su corte femenina, precedida por los cad~es del Colegio, las ceremo· nias de exaltación al trono y de la coronación, y la apoteosis final, fueron cosas de ésas que se ven solamente en las .estampas bíblicas y que le hacen a uno envidiar a Booz cuando conoció a Ruth, la moabita. No intentaré, pues, describirlas, y me limitaré a decir que la Srta. Elisa Gutierrez leyó, ad,uando de Mur,-a de la Poesía, una idem de Balmori, escrita par& la ocasión. Que el mismo Balmori obtuvo el premio en el concurso poétivo y que declamó la poesía premiada, con el lirismo '()«:uliar en él e interrumpido constantemente por nuestros admirativos aplausos. Que el Sr. Gutierrez Répide aetuó de presen.t¡a.dor y que, entre otras muchas cosa~ que siento no haber retenido en mi flaCa memoria, terminó la velada con el Himno a Letrán premi~do en el concurso, dirigido por s:.u autor el Sr. R. F. Alberto. En resumen, y para terminar, fué la de ayer una velada que honra. a sus organiZ&dores y pone el pabellón de Letrán donde' se merece y donde habrá de erguirse -eternamente mientras el amor a la cultura sepa contar por siglos en Filipinas la existencia de sus colegios. ALCIBIADES. M'anila, 19 de Diciembre de 1930