El Ideal Filipino

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Part of Bangon

Title
El Ideal Filipino
Language
Spanish
Year
1909
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
BANGON. . . 11 —Hoy!—ang tugon ko naman. —Wala ka bang balité sa Nabutas? —Wala ah! Bakit ano ba? —Hus! kay hiking kadamúnyuhan 1—ani Ble na sinabayán ng limang kamot na sunód-sunód sa kanyang tuktok. —0, at bakit? —Ow, ay iyon bang saragat... samahan doon sa Nabutas. —0, eh ano! —Sukat bangang ngalan daw eh, “Samahan ng kadalagahang Najnitas!!” —O, eh ano ngayon ang ipinagpuputok ng butsé mo? —Aba ¡iring si Kekó pala! —O, at bakit? — Papaanong di magpuputok ang butse ko eh, sa ako’y talagang nangungupinyó sa ngalang iyan... Diyata kaibigan at kadalagahang Nabutas?... Susmariosep, susmariosep, katotong Keko, susmariosep! At iniwan ako’t sukat ng katoto kong Ble! 0 0 Q ¡¡KE ORROR!!... Isa namang katoto ko rin ang sálalanták ng ganito: —Keko!” —Hep! —Sabákan mo ngá! —Anóng sabákan? —Lipahin mo! —Hindi naman ako manglilipa eh. —Kahi’t na! Sam payan mo! —Sino?, —At sino pa kundí ang Gobernador sa inyo! — Gobernador sa amin? Gobernador? eh! eh! eh! — 0, eh ano ikaw ba’y natatakot? — Eh, eh, niamaya eh ipapupog ako sa kan­ yang mía lásak eh! —Si Keko pala! Isip ko’y di ka duwag. —At ano ba ang tingin mo sa akin. At bakit mo pasasampayan saakin ang aming Gobernador? —Aba! ay sabihin mong mag-aral siya ng kaunting decencia \ Sabihin mong iyang mga salitang “¿¿a... ka\, p... ang ina mol, p... kal ay di nararapat lumabas sa bibig ng isang Go­ bernador, lubhá na sa harap ng publico na binubuó pa namán precisamente ng mga decen­ te ng Señoritas at Señores!. Ke Orror nga naman niyang onorable Goberna­ dor, Ke orror!! Hindi ako si KEKO! El Ideal Filipino El pueblo filipino, como todos los pueblos, como todos los individuos, aspira á su bienestar y al disfrute de la mayor suma de felicidad posible en la tierra. Esta aspiración general, sin embargo, no siempre reviste igual intensi­ dad, sino que es gradual, al compás del tiempo y de las circunstancias, y á medida del pro­ greso y de las fases varias de la civilización. La humanidad, en sus albores, se contentó con los beneficios de pequeñas agrupaciones y de la defensa mutua, que la ponían á salvo de los ataques de las fieras; y solo mucho más tarde, y paulatinamente, fueron elevándose sus anhelos á la altura de las prosperidades y bie­ nandanzas del presente. En cuanto á los indi­ viduos, lo natural, lo corriente es que un pobre, por ejemplo, solo desee alcanzar una posición más ó menos desahogada, que le ponga á cu­ bierto de estrecheces, siendo también natural que, una vez alcanzada esa posición, se afane por irla mejorando, mejorando, hasta el mayor grado de opulencia posible. Proceso idéntico rige en todos los órdenes del progreso humano. Por eso, el pueblo filipino, que al principio de la dominación española, pa­ reció estar bien hallado con el carácter tutelar de la política colonial con que era gobernado, más adelante echaba de menos derechos iguales á los de la Metrópoli, y aspiraba á lo que entonces se llamaba asimilación; por eso hoy aspira á tener un gobierno propio, libre de todo poder extraño, y sin duda aspirará mañana á algún principal papel en el concierto interna­ cional, sin que sea de ningún modo razonable deducir de ahí que no tiene fijeza en sus as­ piraciones, ó que no es consecuente con sus propios anhelos, porque en el fondo, y al tra­ vés de esos distintos modos de exteriorización, siempre ha deseado y deseará su bienestar y su dicha. Así se explica que el Br. Rizal, Marcelo H. del Pilar, esas dos grandes figuras de la His­ toria de Filipinas, que llegaron á ofrecerse en holocausto en aras de la Patria, deseando ar­ dientemente su redención final, se hayan ma­ nifestado simplemente asivülistas en su labor política, plegándose á las circunstancias de su época, y en el empeño por que su pueblo, que nada entonces tenía, pudiera empezar desde luego por tener algo. No hay que clasificarlos por eso entre los actuales Progresistas, como se ha in­ tentado alguna vez, ni tampoco sería justo que los actuales Nacionalistas quisieran apropiárselos como de su bando. Esas líneas divisorias de los partidos políticos, que destacan hoy á la luz de las libertades alcanzadas, no se distinguían en la noche de nuestro pasado, entre las ne­ gruras de aquel horizonte. A aquellos titanes del filipinismo, si se les quisiera medir por el espíritu respectivo de los partidos ahora mili­ tantes, habría que calificarlos como ultraprogresistas y ultranacionalistas, porque ellos fueron los precursores, los maestros de unos y de otros, ellos han señalado á su pueblo el camino de su salvación, y murieron abrazados á la cruz del sacrificio. El ermitaño del Pasto.