Eu la Playa

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Part of Estudio

Title
Eu la Playa
Language
Spanish
Source
Volume II (Issue No. 49) Diciembre 8, 1923
Year
1923
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Diciembre ESTUDIO 8, 1923 ~~~~~~~~) ~ \!n la lPlaya ' ~ BELÉN ~ ~x·x~<O:C%~~<E<?~~~~· W !ENTRAS el rabino Samucl, venerable anciano de luenga barba y patriarcal aspecto, explicaba la Ley al pueblo en fa Sinagoga, llegó a Nazaret un enviado del rey Herodes llevando el edicto del emperador Augusto, q11ien ordenaba se hiciese el empadronamiento de todos lo.~ súbditos del imperio romano; con orden de que los judíos se empadronasen en su ciudad o puebl:o originm•io. No pudo disimular el anciano Samuel la contrariedad y repugnancia que le causó la presencia del mensajero, y más aún la publicacion del edicto; y hasta se atrevió a censiffar la debilidad y cobardía de Herodes, que viendo los vejámenes de que era objeto el pueblo por parte de la orgullosa Roma, jamás alzaba la voz para protestar contra los caprichos y arbitrariedades de Augusto, tan nocivos para los ·intereses populares. Pero, ¿qué iba a protestar Herodes, tan inmoral y ambicioso como hipócrita y adulador; qué iba a protestar, si estaba convertido en un muñeco de Augusto, de cuyas manos había recibido la corona? ¡Triste suerte la del pueblo d,e Isra~l. el pueblo predilecto de Jehová, de tan brillante historia y gestas ton famosas, que podía contar sus héroes y h eroina s por el número d,e las estrellas del firmamento! ¡Y verse ahora sujeto al férreo yugo de la despótica Roma, que se complacía en ahondar más y ·más la herida de sus vícNmas .. con los incesantes zarpazos de las águilas imperialfs! ¿A qué se debia, si no, la promulgación del nuevo edicto, que tantas incomodidades y molestias iba a causar a millares de pacíficos ciudadanos? ¿No podían éstos empadronarse en los lugares donde residían, sin necesidad de acudir a los pueblos de orig.en, algunos tan d·istantes y de tan dificil acceso? Allí mismo, en Nazaret, vivía José, el humUde carpintero, con su cttigef.ical esposa Maria; q11ienes en ·virtud dd maUwdado edicto, veríanse obligados a emprender un largo y penoso viaje, trasladándose de la provincia de Galilea a la de Judea. Tendrían que salir de Nazaret, y marchar a Belén, ciudad donde arraigaba el tronco de la real familia de David, a la qu,e José y Maria pertenecían. El anciano Samueb profesaba a los dos santos esposos amistad profunda, y singular cariño; acompañados de cierto respeto y veneración, que no podía menos de sentir en su 1'nterior siemV.OL. II. vre que veía o hablaba a M•aría. Visitá.balos todos los días, atraído por el celestial ambiente de paz y felicidad que en el humilde taller se respiraba a todas horas. Aquell:a casita era su centro, como el buen rab'ino solía decir a. su ,esposa Sara. Por eso, la llegada del oficial de Herodes con el edicto impe1.jal contrarió tanto al anciano, que sin terminar ln explicación que en aquel momento daba al. pueblo, dejó el rollo que cont,enía la divina Ley de J chova, salió de la Sinagoga, y se retiró a casa pensativo y triste. Sara se sorprendió cuando vió llegar tan pronto a su esposo, pues hacía pocos instantes que había salido; pero su sorp1~esa se convirtió en a lm·ma al 1•erlo desplomarse en el asiento, abatido y silencioso. -¿Te sientes mal, Samuel?-le prequnto la amable esposa.-Estás pálido, y como has venido antes que de costumbre. . . Llamaré al s~ervo Leví, y yo voy a preparar . .. -Nó, Sara: no prepares nada. Es· toy bien. Ese oficial de Herodes que acaba de lle,qar . .. -¿Un oficial de Herodes en Nazaret? Pues ¿qué sucede? -Algo qu,e debemos evitar por todos los medios posibles. -¡Alguna sedición!. . . ¡Otra vez las armas, y la sangre! ¡El Dios de Israel se compadezca de nosotros! -No son las armas, Sara; ni la guerra ni ... aunque más valie1·a que los hijos de Israel. .. ¡Oh, tiempos de David y de los Macabeos! ¿cuándo volvereis?. . . No vendría ese 01·gullo.r;;o Augusto a humilla1· a nuestro pueblo con esos edictos que así. . . ¡Obligar a i\Iaría y a su esposo a salir de Nazazet! -¡Cómo!-replicó Sara sobresaltada por las últimas palabras de su e.r;;poso.-¿ fi.f aría sali,.,· de Nazaret? ¿María, la honra y gloria de nuestro pueblo y de todo Israel? ... ¡No lo permita ,el. Dios de nuestros padres! ... ¿Qué seria de Nazaret sin María? ... Acuérdate, Samuel, de aquellos meses, cuando estuvo ausente en casa de su prima Isabel. Nazaret parecía una ciudad maldecida por algún profeta. La tristeza d,e nuesf"l'as hijas, y la pena de todos los habitantes . .. ¡ Nazaret sin Ma'ría! ... Tienes que impedir ese viaje, Samuel. . . ¡Y el estado en que se halla., próxima a dar a luz!. . . ¡No puede ser! ... Todos dicen qi~e ella debe sei· la Doncella vaticjnada p01· Isaías, virgen y madre, que dará a luz al Deseado de -6las gentes. . . ¿No dices que las semanas de Daniel tocan a su término? . .. ¡Que el Dios de A braham .;mpida ese 1'iaj,e! ... Naza.ret recibirá el fruto de su vientre ... Háblales, Samuel. Cont'ence a José. 1l1aria es obedientísima a su esposo ... Háblales: y que el gran Jehová ponga las palabras en tus labios. El anciano Samuel escuchó a su esposa sin la menor interrupción, .experimentando la misma complacencia y alegría que experimentaba cuando los habitantes de Nazaret hablaban de María ensalzando sus virtudes. Por lo demás, bien sabía él que s-i el viaje se realizaba, la ausencia de Maria y de José ocasionaría gran sentimiento en la pacífica aldea; por eso trataba de evitarlo. La ve>·dadera dificultad con que tenía que tropezar, era precisamente la resistencia de José, quien sin duda alguna emprendería el viaje, si en el edicto imperial vislumbraba la voluntad deb Altís-imo. Nada seria capaz entonces d.e detenerlo aunque se tratase de llegar al más desconocido y apartado rincón del mundo. ¡Era tan santo ... ! Preocupado por esa idea se encaminó al taller del humilde carpintero. Cuando llegó, acababa de entrar fi.faría, que aún t,enía en sus manos virginsles do.~ ánforas nenas de agua. En el ''l'Ostro del anciano se dejó ver la compasió1l que siempre sentía cuando veía trabajar a aquella criatwra celestial. Pern no había remedio. Todo cuanto hasta entonces había qu,erido hacer para librar a Maria. y a José del mucho t1'abajo a que se dedicaban, le resultó inutil al bueno y caritativo anciano. ¡Cuántas veces les había ofrecido los servicios de Levi, el sie1·vo más fiel de su casa! ¡Cuántas también habíales querido entregar parte de sus abundantes cosechas, con el fin de que viviesen con más comodidad! ·Todo en vano. Aqiwllos benditos esposos eran fel"vicntes adorador.es del trabajo, y más enamorados de la pobreza que de sus riquezas el avaro. Samuel, después de saludar a María, le dijo que necesitaba hablar a José sobre un asunto urgente y de interés. -El Señor Dios de Israel os premie lo mucho que os interesáis por mi esposo,-contestó María dulcemente. José, al ver entrar ,en el taller a su buen amigo Samuel,. lo recibió con lo, amable sonrisa de costumbre. -¿Os habds enterado del edicto, José?-preguntó el rabino. -Nó, Samuel. No sé a qué edicto te refi.eres. Num. 49 Diciembre ESTUDIO 8, 1923 -Al de ese orgulloso Augusto, que se complace en humillar cada vez má-':1 a nuestro pueblo. -También marchará, Samuel; .estoy seguro. Podemos, si quieres llamarposa de José se limitó a decir con dulzura: la, y darle la noticia. -Si es esa la voluntad del ddo ... -Si el Dios de nuesfros padres así lo permite ... -Es que se trata de una orden arbitraria, que vosotros no podeis cumplfr. ¡Figuraos, José, que os obliga a salir de Nazaret! Y en t·iempo de tanto frio! ¡Vaya un edicto caprichoso! jQue se empadronen todos en el pueblo de dond.e proceden! Y sin esperar respuesta, salió José del taller, y momentos después volv·ió a entrar acompañado de su esposa. -Pero, el estado en que están, el frio, ese peligroso viaie . .. -El Angel del Señor será con nosotros. -¿Eso manda el edicto? Me preparai·é, pues, para marchar a Belén, -¡Cómo!-exclmnó Samuel desalentado- ante aquella pronta resolución, expresada con tanta naturalidad.-¿ r A1aría? ¿y vuestra esposa? Los dos amigos enteraron. a 111aría de la disposición únp,erial. Sarnuel pintó con los más negros colores el rigor de la estación; las dificultades y peligros del viaje; fo injusticia que se cometía con el pueblo escogido; la sinrazón del edicto de Roma . .. todo cuanto en aqu.el momento le inspiró su cariño y amistad, anhelando obtene1· de María una palabra de oposición al twi temido vit1jc. Pero el buen anciano quedó desconlado, cuando la casta esSamuel se declaró vencido; y yá no pensó sino en preparar las provisiones, a fin de hacer menos penoso el viaje de aquel.los sontos esposos, y amigos suyos querid·fr;imos; pues estaba segurísimo de qu,e emprenderían el viaje al siguiente día., como en efecto así sucedió. EL SOLITARIO. (Continuará). ~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ~:::::;::~;::::~~:::!;~::::~:c;::~;~~~:;:::;~:::::;:::;:::;::~:::;:::;:::;:::~:;;::;;:~:c:;,:;::~;~:;:::;:::;:::!:::;;::;:::;:::;::~:::;:::;:::;:::;;.:;:::;:::;:::;;::;:: :;:::;::~:::;;::;:::;:::;:::;;::;;:;;;::;:::;::::'.::;'.::;:::;::~:::;~:;:::;'.::;;::;:::;:::;;,:;:::::::;::~:::;;::;;::::::;:::;:::;'.::;::::;: !~ ~ TRIPTICO ~ l,I ~.t MARíA Y SUS TRES MENDIGAS. * :;:::::::;:::;::~:::;::~:::;:::;::~;::::::~:::;:::;:::;::::::~;::::;;::;:::;~:::::;::::::~::,;:::::::;:::;::~:::;::::::::::~:::;:::::::;::~:::;:::;:::::::;:::;:::::::;:::;:::;:: :;:::;:::;:::::::;:::;:::;:::;::~::~:::;:::;:: .;,:::;:::::::::::;:::;::::~:;:::::::;:::;:::;:: :;:::::::;:::;;::;~:::::::::;;.:::::;:::;:::,:: ¡POBRE ESPAÑA! ~~ ARA vosotros, camaradas fieles, tengo por galardón ¡presa muy buena! llover hicisteis sobre mí laureles, los que tan bien en Austerlitz y Jena ¡Paseo militar! fácil conquista! Una Nación de desalmados bailes en cuadrillas, sin orden; bien provista de conventos, que son grumos de frailes". ¡Fallaba el Capitán! se hurtó un detalle a su visión escrutadora y fría: pues España viril, irguiendo el dalle, le segó de miz su primacía. Bonaparte no vió, que el gobernalle de aquel tosco pontón era ¡MARíA! ¡POBRE IRLANDA! Bate sus alas, con codicia loca, el Ave de rapiiía y al momento, con el extremo de su pico, toca los peldaños que son del firmamento. De allí dirige, en paz, mirada aguda, y a impulsos de propósitos ladinos, sobre la verde Erin cae sañuda, con ansias de [urentes salvajinos. El seno desgarrado, sus mortales restos doquier se avientan: y ¡por varios siglos dum el crisol de tantos males! Pero su fe y su amor, extraordinarios, a MARÍA, Dios premia, con caudales de luz viva animando sus osarios. ¡POBRE FILIPINAS! Hirviendo de placer y de contento Filipinas, en medio de su nada, entona con amor dulce concento de lauros a MARíA INMACULADA. Mi Patria ¡tiene fe! ¡sabe de cierto! que en sus presentes recias amarguras ¡gérmenes de dolor y desconcierto! se engloban de maiiana las venturas. Y todo aquel que, viendo sus incurias, ¡indigno y sin piedad! se atreva insano, a befar con desdenes sus penurias, sepa que es una ley, ¡tarde o temprano, a pesar del borrón de las injurias, logm su fín un pueblo que es MARIANO! UN FILIPINO. @---- -------@ Ayude Usted 1 1 a cristianizar a los igorrotes, dando sus trabajos de imprenta a la CATHOLIC SCHOOL PRESS Governor Pack Road BAGUIO, Mt Pr. Vol. 11. -7- Num. 49