Filosofias de Locke

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Title
Filosofias de Locke
Language
Spanish
Source
Volume II (Issue No. 49) Diciembre 8, 1923
Year
1923
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Diciembre ESTUDIO 8, 1923 Filosofias de Loche O i•endrá. mal que hablemos un poco de filosofías, aunque sean unas filosofías tan áridas y secas como las de Locke. Con el movimiento casi continuo en que vivimos, con tantos y tantos divertimientos y alegrías en que estamos de cont-ínuo metidos, con tanto ir y venir y tanto cambiar de posición y postura nos vamos haciendo un si es no es frívolos e insustanciales, y vamos perdiendo la seriedad que dicen s,er patrimonio de los hombres formales. Por eso, lector, no nos vendrá mal un rato de charla sobre las filosofías lockianas. HáUase su famoso "Ensayo sobre el entendimiiento humanoº, dividido en cuatro libros, d.e los cuales el primero estudia las "ideas innatas", que son las unic~s que hoy privan y campean, pues todos quieren ser sabios sin estudiar, lo cual supone o da pie a suponer que tengan las ideas por infusión inncitista; el segunda trata "de las ideas" a secas, o sea de su origen, l;o cual parece inútil si como yá nos dijo antes las tenemos por innatismo; ocúpase en la tercera parte "de las palabras", cerrando el Ubro con el estudio sob1:e "el conocimiento". Mas dejemos esa parte de la filosofía lockiana que poco o nada nos interesa de momento, siquiera podríamos sacar de su lectura algunas reflexiones qu,e tal vez amargasen la boca de no pocos que se han cre-ído que "la miel", es decir las altas especulaciones e ideas filosóficas y científicas no menos qu,e las teológicas, se hicieron para bocas de asnos", es decir petra entendimientos si no romos por necesidad de naturaleza, sí arromados por "pigricia innata", sin que ello obste para que se metan como j'bun·os en prado verde" por los campos amenos d,e la ciencia y del discurso causando en él más daños que "la boba coja de Tudela", según expresión gráfica de mi buen amigo Apolonio, el veterano pensador y psicólogo de la A venida de Recol.etos. Dejemos también a un lado lo que dice sobre la immortalidad interna y la espiritualidad del alma humana, yá que reconociendo, como reconoce, que la moral y la reli,gión militan en su favor, poco nos importa que después afirme que "nos facultades no peuvent peJ·v.enir a une ccrtitude demonstrative sur cet m·ticle", pues tal manera de dis·currir es la misma seguida por el. amigo Kant en su teoría del "imperativo categórico" de la exist.encia de Dios. Y todo eso dejado a un lado vengamos a sus tesis morales, que son las que de 1nomento nos interesan. Propiamente hablando no debe buscarse en Lock.13 un sistema moral completo y sistematizado, por la sencilla razón de que no lo tiene. Si hemos sin embargo de juzgar por las ideas e ·índicacion,es que acá y allá encontramos en sus obras, perdidas en el fárrago de páginas y más páginas, y sob1-e todo en su "Cristianismo razonable" título que huele a herejía desde cien leguas, bien podemos as.egurar que su moral está en correlación íntima con sus opiniones sensualistas. Para Locke 41 no existe el orden moral ''necesario", im1nitable y obligatorio por su misma naturaleza. Y no existe un tal orden moral por que el bien y el mal, la virtud y el vicio son ideas y palabras convencionales que varían al compás de las ley.es y circunstancias, y que dependen en su mayo?' parte de la opinión pública.. "De modo y manera" como dicen en mi tierra, que si en un país se estilase la poligamia y la poliandria y el adulterio y el escándalo, como sucede en la cinelandia, nadie podría acusa1· a sus morado1·es de immorales, pues allí eso es lo que se uestila". Ni tend1·emos por qué culpar a nuestra juventud de sus descarríos y desórdenes morales, echándoles en cara su immoralidad, pues sus acciones son tan buenas como las de cualquier santo desde el momento que en su esfera social tales acciones son las del 'jcomum" y no d.e confesores, ni menos de vfrgenes. Con tal no?·ma de moral claro es quP, sería lo más fácil del mundo ser bueno o ser malo. Para Lockc el bien y el mal, en último término se identifican con el placer y el dolor, siendo estos los únicos determinantes de nuestra voluntad en sus operaciones. Teoría tan monstruosa ni siquiera necesita refutación. Es, por otra parte, la misma de Hobb,es de la cual yá nos hemos ocupado en anteriores artículos. Mentira parece que seres racionales y a quienes dió Dios un entendim~ento capaz de discurrir y de conoceJ' la. verdad hayan descendido tan bajo en el nivel de la moralidad, que nos coloquen en el mismo plano de las bestias. El animal no tiene más regulador de sus actos, que f!l placer o el daño; todo aquello que le cause placer será bueno para él y lo realizm-ú do quiera se encuentre, sin que le importe un ardite la presencia de otros seres que pudieran escandalizarse de sus actos; es que no tiene razón que le dicte que aquello que realiza aunque placentero para él no está en confo1·midad con dictámenes superiores a sus conven:,€ncias; por el contrario aquello que repugne a sus instintos, a su cuerpo, lo rechazará sin que haya fuerza humana que le obligue a realizarlo; solo la fuerza logrará de él que pon,qa un acto que [:e causa dolor o pena. Pero el hombre no es una bestia. En ,el h01nbre hay un destello de luz divinct, destello que reconocieron yá los paganos griegos y romanos. Y esa lumbre divina, que llamamos inteligencia es la norma de nu,estras acciones; según que estén o no estén conformes con esa norma serán buenas o malas. En su m.oral:idad no ·influye el placer o la pena que causen. El sacrificio de una madre, que ,envía a. su hijo a la guerra en defensa de la patria, lo calificamo.<J de acto heróico y bueno, no obstante el dolor que cau.sa al corazón materno el desprend,erse de lo que tiene de más querido en el mundo. Todos po1· el contrario detestamos y abominamos del desertor q11e abandona su puesto en el momento de la lucha, para librarse ~el dolor que le pueden causar las balas. Y con ser tan absurda la íesi.s sensualista de Locke y de otros anteriores y posteriores a él, no faltan jóvenes en 1mestra sociedad qHe a ella ajustan su vida y qu.e la han hecho norma de su obrar. j Baldón eterno para ellos! No faltarán quienes se pre,r¡unten qué relaciones pueden tener lot> anteriores pá1'1'afos con la ma.tcria que venimos cstudia.ndo en estos artfrulo.<J, Sepan los mal pensados que estas nociones eran de capital irnportancia para la recta comprensión de las ideas politicas de Lockc, qu,e son las que directamente nos importan y las que vamos bus~ando, para contrastarlas con las ideas cristianas sobre el origen del poder. La sociedad civil es la agrupación de hombt',es bajo una autoridad en busca de un fin común. Según sea, pues, el concepto que se tenga del honibre tanto en su parte intelectual, como en su part.e moral, que de aquella depende, así será el concepto que hayamos de formar del sistema político. En el hombre todo está relacionado, encadenado, eslabonado, con un eslabonamiento, un encadenamiento y una r.elación perfecta. El orden moral es la fuente del orden político; y a su vez el orden intelectual es el basamento sobre que se alza el orden moral. Los que quieren edificar la inteligencia sob1·e la voluntad trastru,ecan el orden y lo invierten; los que niegan la razón tienen que negar el 01·den moral, y sin accione.<J morales la sociedad es un ente inútil y sin sociedad maldita la falta qu,e nos hace el orden político, y sin él no hay poder y se1·ía inútil el buscar su 01·igen. Y r;iquí ponemos punto final a estos escarceos filosóficos. FILAD ELFO. Vol. H. -5 Num. 49