Al Margen de la Vida

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Title
Al Margen de la Vida
Language
Spanish
Source
Estudio Volume III (Issue No. 57) Febrero 2, 1924
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Febrero ESTUDIO 2, 1924 . . ~~~.·~~~~~~~~ L~~~!~-~~~~~~~~W·'·~~--·.&W/J EL QUE EMIGRó RA la hora del crepúsculo. Su luz baña. ha con un tinte suave de melancolía la cúpula de la Iglesia del lugar, cual si quisiera imprimir un beso de paz y de amor en el símbolo de la cruz, que extendía sus brazos protectores sobre las casas que en su torno se agrupaban. Todo era silencio y calma en el pueblo: a ratos sin embargo oíase el eco de alegres carcajadas, con las que la mocina del lugar se entregaba en las afueras a sus diversiones bullangueras por ser día de fiesta. La voz de la campana, invitando a los hombres a la: oración, sonó pausada y lúgubre, con un doliente cromatismo, perdiéndose sus ecos lastimeros por las hondonadas del valle. A su. son, en una oscura capilla de la Iglesia, una mujer, llorosa y enlutada, postrada en tierra ante la Imagen de la Patrona del lugar, murmuró la angélica salutac10n. Suspiró hondamente al terminar, dejando escapar de su garganta esta súplica ardiente. ¡Por él, Virgen mía., por él! . . . ¡Por mi hijo del alma ... para que me lo conserves siempre bueno como hasta ahora! ... A lo largo de la carretera principal que atravesaba el pueblo venía él, el hijo del alma: Joven, gallardo, jinete en brioso caballo, con actitud firme y bizarra parecía un aventurero a quien el mundo entero por conquistar hubiérale parecido poco. Y tal venía a ser a la postre. Un poco poeta, con unos cua·ntos conocimientos mal adquiridos en sus años de estudiante, con un gran bagaje de ilusiones y doradas esperanzas en la imaginación había decidido lanzarse a la vida, confundirse entre la multitud febricitante de las grandes ciudades, presenciar la tragedia de la vida en el mismo escenario, vivir en fín la vida moderna, descorrer su velo misterioso, tras del cual creía· entrever un mundo de gTandezas y venturas soñadas por él muchas veces. Y por eso iba, iba muy lejos, al extranjero, a esas lejanas regiones en las que la fantasía nos hace creer que existe cuanto echamos de menos en derredor. Y por eso salía alegre, confiado, resuelto y optimista, con la sonrisa del triunfo en los labios y la esperanza del éxito en el corazón, dispuesto a conquistar la gran urbe, aquella gran urbe americana, donde creía que la fama y la gloria le estaban aguardando para prodigarle sus favores y caricias. A punto había estado de echarlo todo a rodar ante las insistentes amonestaciones de sus amigos y parientes, que le rogaban desistiese de su proyecto, pintándole con negros y pesimistas colores el futuro incierto. ¡Qué sabían ellos, humildes lugareños, sin más ambiciones que el pedazo de tierra que les sustentaba y el rincón del hogar en que vivían, de lo que era él capaz de re::Jizar en la vida a su edad y con sus entusiasmos! ... Y hasta ella, ella a quien, ¡ pobre~illa ! le había él prometido cuando aún era un jovenzuelo que no sabía· vivir, que la haría feliz un día ante el altar, también le había suplicado que no se fuera. . . A bien que poco caso le había hecho y que había evitado el despedirse de ella ... Pero lo malo era que tendría que pasar junto a su casa y a él, hombre del día, espíritu fuerte, no le gustaban esos sentimentalismos .. '. pero no, a aquellas horas estaría divirtiéndose con la mocina ... ¡Cómo le engañaba su despreocupación, su anhelo de salir a la vida, su necia vanidad! . . . ¡Qué poco sabía él de la fidelidad, del culto del corazón! . . . Porque, sí, allí estaba ella, a la puerta de su casa, que situada en humilde callejuela daba a la calle principal por la que él caminaba tan altivo y tan bizarro. Allí estaba ella., la de ojos de niño ignorantes de las tristezas sucias de la realidad, blanca como la pureza, virgen como la ilusión, bella como la juventud, esperando hacía· tiempo a que pasase para darle el último adiós. Había en su rostro un ligero tinte de resignada melancolía, que parecía ser a un mismo tiempo reproche y súplica·. Y pasó él junto a su lado indiferente, es decir, creyéndose más fuerte de lo que era, quiso pasar indiferente, pero no pudo menos de detener el paso de su caballo, cuando ella, con voz dulce, un tanto empañada por la emoción, le dirigió estas palabras. -¿Te vas yá? ... -Sí: ¿no lo ves? ... -¿Y nada tienes que decirme? ... -Yá nada, ¿para qué? ... Y dicho esto partió a galope, sin volver siquiera la cabeza,temiendo que sus fuerzas le hiciesen traición. Y allí quedó ella, desolada, muda· de dolor, hasta que envueltos en una nube de polvo, perdiéronse caballo y caballero en un recodo del camino. ¡Adiós, adiós!... Murmuró, secándose dos gruesas lágrimas. ¡Te esperaré! . . . ¡Te esperará también tu madre! Filtrándose por el estrecho ventanuco que se abría junto al techo del mísero tugurio donde vivía, la cenicienta luz del amanecer le sorprendió en el lecho sin haber podido conciliar el sueño en toda la noche. Allí estaba él: el que meses antes saliera de su pueblo jinete en brioso caballo, gallardo, joven, altivo y bizarro, dispuesto a conquistar la gran urbe, allí estaba, víctima ahora del fracaso y de la miseria. Hacía unos días que apenas si encontraba algo para no morir de necesidad. Y ~,hora, dilapidados los escasos recursos que de su pueblo trajera, tenía hambre. Le dolía, sí, el. cuerpo, pero le dolía mucho más el alma. Había llegado a la gran urbe, al objeto de sus ensueños juveniles, al ideal supremo de su vida de artista lleno de esperanzas e ilusiones, y sólo había cosechado en ella· el desengaño y el fracaso. Intentó luchar con el prosaísmo del vivir, pero no supo hacerlo y hubo al fín de sucumbir en la contienda. ¡Pobre infeliz! ¿De qué le iban a servir sus ensueños de poeta, su talante de bohemio, su vocación de artista, si había tropezado con una sociedad burguesa y pacata, que lo miraba con una sonrisa de compasión, cuando no de ironía o desprecio? ... Y por eso entonces, solo, abandonado de los hombres, que no le habían comprendido, o mejor aún a quienes él no había comprendido, náufrago de todas sus aspiraciones, surgió en su imaginación, como una estrella de _esperanzE, el recuerdo del pueblecito querido y lejano y en mala hora abandonado, el r~cuerdo de la madre buena, que quedara un día rezando por él ... Y en aquella mañana gris y desesperanzada., sentado al borde del mísero lecho, hundida la cabeza entre 'Ja~ manos, lloró, lloró mucho añorando aquellos recuerdos y se Vo). lII -11- Núm. 57 Febrero ESTUDIO 2, 1924 vió tan pobre, tan triste y miserabe, que, aún arrostrando la vergüenza de su fracaso, decidió volver al maternal cobijo de su casita pueblerina. ño, ella, la buena prometida de la que él se olvidara en la ciudad. Al enfrentarse, sin sorpresa, como si nunca hubieran. dejado de verse, le abordó ella. -¿Me acompañas? ... La madre quiere verte. Era la hora del crepúsculo, La tarde tenía armonías en el ambiente y aromas y perfumes en la tierra. De la Iglesia del lugar salieron, al toque del Angelus, unas viejas tocadas de mantilla y en la mano el rosario y el libro de devoción. El, el emigrante fracasado, caminaba a pie a lo largo de la carretera principal triste y melancólico. De repente experimentó fuerte y agradable sacudida: hacía él venía, mirándole con dulzura y sonriéndole con cari-¿Pero qué, sabías tu? ... -Sí, todo, y te esperaba: te espera también tu madre. -¿Y me perdonas, me perdona ella? -No hablemos más de eso. ¿No oyes que te esperábamos? ... Y camino del hogar materno marcharon los dos; del hogar materno que ya él nunca habría de abandonar. EL PEREGRINO A fines del pasado, silenciosamente, sin alharacas, se estableció en Baguio, la deliciosa Ciudad de los Pinos, otro Capítulo del Concejo No. 1000 de los Caballeros de Colón. Aprovechando la estancia en aquelias alturas del Delegado Gran Caballero del Concejo, Dt Alejandro de Aboitiz-nuestro querido Director-y con la delegación del digno Gran Caballero y distinguido Letrado del Concej<•. Don. F. R. Feria y Don V. Romuáldez, se iniciarori. más de treinta randidatos. Ayudaron a los antedichos, los Sres. B. J. Bello, conocido periodista, Flores, Javier y otros de Baguio, además de una selecta representación del Capítulo de Laoag, presidida por su digno G. C. el abogado D. Florentino Javier y el Capellán P. Edralín. Formaba en ella, entre otros, el batallador periodista católico D. Lucio K. Tello. Al siguiente día de la iniciación los nuevos Caballeros de Colón se acercaron a recibir el Pan de los Angeles en la hermosa iglesia de esta ciudad. Les arengó el celoso P. Edralín. Por la noche en el Benguet Hotel se! celebró el acontecimiento con un banquete en el que fueron comensales los más prominentes personajes de la veraniega ciudad. Fué-al decir los conspícuos invitados--€! banquete más concurrido jamás celebrado en Baguio. Presidió el organizador del Caf"LUROSeQPY ESTEREOSCOPY *DRllN4,\•~ R TCFf Aj.,_qsA , Y 11 C BI Q), W!S,. PHONE 3796 RADteGRAPHY TREATMENT Vol. III pítulo Sr. Bello, director de El Norte, quien tuvo a su derecha, en la· mesa presidencial, al Hon. ex-fiscal general Don. F. R. Feria, al Hon. Juez de Primera Instancia Sr. Villarreal, al R. P. Párroco de Baguio P. Carlu, Jefe de policía Mr. Keith, y otros distinguidos personajes, y a la izquierda al Director de ESTUDIO, al Delegado Gobernador de Benguet Hon. D. Juan Gaerlan, al abogado D. Florentino Javier, al Letrado del Concejo D. Vicente Romuáldez y algunos más que no recordamos. A la chita callando, igual que comenzaron, siguen trabajando los Caballeros de Colón en Baguio. Mas, creemos que yá es hora de dar publicidad a algo de lo que han hecho. Gracias al entusiasmo y actividad del repetido Sr. Bello, es hoy posible lo que vamos a referir y es realidad lo que yá hemos reseñado líneas arriba. Los Caballeros de Colón cuentan hoy en Baguio con un magnífico local. Es el antiguo Baguio Hotel. Aprobada la idea del Sr. Bello por el Gran Caballero y demás altos dignatarios del Concejo, éste acordó en reciente sesión autorizar al Delegado Gran Caballero D. Alejandro de Aboitiz para ultimar las gestiones del arriendo y representar al Concejo en los trámites correspondientes y en la firma del contrato, el cual se firmó hace pocos días estando yá el Capítulo de Baguio en posesión del magnífico edificio. Este será no sólo el local del capítulo de Baguio sino también el Club. Veraniego del Concejo de Manila. Y. . . desde la aparición de los Caballeros de Colón se nota un cambio favorable en el ambiente. Por dimisión del Sr. Bello, quien -12 - sólo aceptó la Presidencia del Capítulo por complacer a los insistentes ruegos de todos los miembros del Capítulo-yá que previsto tenía el viaje a Manila y anunciada su marcha de Baguio-y después que éste hubiese dado cima con feliz éxito a los más vitales extremos de organización, fué elegido por unanimidad, para sustituirle como Presidente, el que era Vice Presidente Hon. Juan Gaerlan, SubGobernador de Benguet; para Vice Presidente, el prestigioso Jefe de Policía de la ciudad de Baguio Capt. J. J. Keith; Canciller, D. José de Jesús; Guardián, D. Pedro Florendo; Secretario Financiero, D. Emeterio Soliven; Recorder ( Sec. de Actas), D. Juan Nevado; Tesorero, el Hon. Nicolás Cumilián, Concejal; Letrado, el Hon. Juez de Paz de Benguet D. Manuel Montilla; Guardia Interior, D. Antonio Rimando; Guardia Exterior, D. Anacleto !Mlakagba; Fideicomisarios, Mr. George McKensie, Dr. Pedro Felices y D. Basilio Caguioa. Lecturer, Mr. Flores. Nuestra enhorabuena a los Caballeros de Colón. UN KNIGHT. Donde quien que vUUo Vd La& Maleta& y 6autes . RIU . r Ofrec•n Comodid•d y Seg11rtd>d. r,; 11"' Q.PtAl~Jl!JJl.IUll~~ -;t GUARNICtoNe :' ' - \- MONTURAS_ ,·. · ·. POLAINAS. :.- ,, . LATIG~ ·. PORTFOLIOS · CINTUROl'l[~S =ii. il!;! CARTERAS.[,J y PORTAMONED,AS Ndrn. 57