La agricultura, el clima y la contribucion

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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

Title
La agricultura, el clima y la contribucion
Language
Spanish
Source
Volume VI (Issue No. 129) Marzo 4, 1954
Year
1954
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
La agricultura, el clima y la contribución Si no estoy mal informado, creo que el Catastro de Rústica se fun­ damenta sobre dos pilares fran­ camente justos y por tanto admi­ sibles. Uno de ellos boma como ba«e para fijar su correspondiente va­ loración el terreno, y en su mo­ mento oportuno la correspon­ diente contribución en su compo­ sición geológica y por tanto en la armonía existente entre la arci­ lla, la sílice y la caliza, con la proporción de piedra, en sus di­ versos tamaños, más la calidad del subsuelo, y todos estos requi­ sitos sirven para establecer una serie de valoraciones adecuadas al conjunto,' más o menos per­ fecto, de todos estos elementos. El otro se afianza en la clase de cultivo a qu® se somete el te­ rreno y por tanto en concordan­ cia con el valor del producto lo­ grado y la que creo se le denomi­ na valor específico, y que comen­ zando por la producción espontá­ nea llega en la natural separa­ ción, entre terrenos de secano y de riego—ya sea éste permanen­ te o eventual—, hasta la planta de mayor valor en su mercado, o de mayor rendimiento, y así na­ da tiene de extraño que los te rrenos de loe cereales y de las viñas se encuentren clasificados en seis clases. Esto en técnica agronómica es­ tá bien, porque ésta nos dice que recibiendo la planta confiada a cada c’ase de terreno la cantidad de materia fertilizante, con sus cotrrespondientes tantos- por cier­ ta asimilables, previa una buena preparación del suelo, más el em­ pleo de exce1 ente semilla, si el agua elemento indispensable no falta en Ta proporción que se pre­ cise y las bajas temperaturas no perjudican a la planta, ésta pue­ de dar un determinado rendimiento que deduce bien de lo que ella ne­ cesita para su pleno desarrollo o de experiencias en reducidas par­ celas o en grandes tiestos, y siem­ pre en condiciones n<\ muy acor­ des, con las que imperan en los amplios cultivos sometidos a to­ dos los riesgos, induro el del rdba Con ambos datos, los Ministros de Hacienda, que de resultar téc nicos y no exchteivamente polí­ ticos, solo lo serán en Economía pero no en Agronomía, conside­ ran al terreno como un capital, que sometido a una manipula­ ción, como otro cualquitra, corno por ejemplo la Deuda Pública, viene a dar idéntica y fija utili­ dad, sin tener en cuenta que r.o goza de idéntica condición esta­ ble, y sobre esta apreciación « fundamentan los líquidos imponi­ bles, las Cuotas del Tesoro más otros gajes que se apoyan en los mismos fundamentos Precisamente la característi­ ca dé la explotación de la tierra, aun en aquejas zonas en las que el agua es el recurso más seguro 70 Dasmariñas Tflh 3~9í para calvar la planta, distingue perfectamente de las que s<xn pro­ pias de Ja industria, del comercio, de otras actividades e incluso de la ganadería, y en la que, por tanto, no es posible establecer una normalidad en su renta, y de aquí que para aproximarse, en lo que cabe, se fundamenta el promedio del rendimiento en un quinquenio, que si para los terrenos de riego pudiera ser admisible, no ocurre lo mismo para los de secano y mucho menos si éste fe funda­ menta en un cultivo tan sensible como es el cereal. Los árboles y hasta los aibus-4 tos, por disponer de raíces máá leñosas, y al mismo tiempo pene-j trantes, que pueden (buscar e| agua a mayores profundidades^ y por la condición de su parte aérea, la defensa contra la4 mi* temperie, si ciertamente hay años en los que la fructificación se puede perder o es reducida, na con ello viene ía pérdida compleJ ta, como ocurre con el cereal, pues al fin queda la planta para darj (Pasa a la pág. 42) ] (15) (Viene de la pág. 15) abundante resulta floración, o un pedrisco que la imposibilita para el consumo, pa­ ra el resarcimiento no queda más recurso que el seguro o que la contribución se avenga a percibir sólo la parte correspondiente a lo que sea utilizable. Este misino medio de defensa puede aplicarse a los arbustos co­ mo la viña y a les cereales, que además tienen en su contra loa perjuicios manifiestos de las pro­ longadas sequías. En ecte aspecto se precisa la correspondiente distinción entre Tos cultivos en los que interviene ed riego y aquellos otros que sólo son* ayudados en su desarrollo por el agua de lluvia. La contribución sobre la tierra deberá, por consiguiente, basarse en su cuantía, sobre le seguridad de que goza la planta objeto de la misma, y si es sobre el’ supues­ to rendimiento como actualmente ocurre, será necesario establecei una serie de seguros que vengan a compensar los fallos que pue­ dan experimentar las cosechas. La agricultura, por sus espe­ ciales condiciones, no creo que pueda someterse a una. tributa­ ción de condición general fija, a menos que ante las catástrofes qué pueda experimentar, y des­ pués de una investigación, venga la indemnización correspondiente «»ñ f\vna *> d rebaja r. n-r' tt va y en relación con el daño sufrido o con «roturo y rense^ro sistema casi de el año utilicorreridear incluso, la pérdida empleado; incluso, una cosecha il siguiente año, si éste le favorable. Podría aceptarse ef íontributivo inalterable y condición general si estuviera fi­ lado sobre un rendimiento muy reducido, pues vendría con él la compensación de los años malos jon loa regulares, pero el hacerlo yoíbre un rendimiento probable y lormaT, tratándose de las condi­ ciones topográficas y meteoroló­ gicas del interior de España, en ni modesta opinión ni es lógico ni ¡utfto. Desde luego es natural que la tierra contribuya a las cargas id Estado, pero si realmemte por encima de su condición de domi­ nio particular ti ere la de un fin soeial, para hacerla agradable y que el hambre no la desdeñe y la trabaje con cariño es necesario que se comience por el Tesoro, no torneando su correspondiente par­ ticipación más que cuando agrícola traiga la natural dad y con ella Ha que debe pandarle. Una industria se puede erróneamente, trayendo, como consecuencia, completa del capital más aquí termina el mal negocio. A la tierra no Te sucede lo mismo, porque * un mal año puede su­ ceder otro peor, y a una pérdida otra mayor: mas a pesar de ello hay que secniir amarrado a misma y conten ’’ 'jse con que d^sponcra ^o Providencia. Dentro de su explotación no es posible negar que caben distintas modalidades ron diferentes ries­ gos y ñor tpn^o con arenaciones mayores o menores de pérdidas y ganancias. Una rx'H’e+’Arión arbórea en fom»!*1 do rima regu­ laridad bien distinta a la misma, si lo rrr'& '•T> el árbol busca no es le '•*»**'’'"-a cf frute. El riesgo mayor que una masa arbórea, puede correr es un incen­ dio, v contra Ante se dispone del S.N.T. siendo el único comprador, nadie mejor que este Organismo para fijar el precio adecuado a lo que cuesta obtenerlo y en re­ lación, por consiguiente, can el rendimiento logrado por hectárea tanto en el terreno de secano co­ mo es el de regadío. Eri cnanto a productos con transformación obligada, como re______ _ _____ moladha» tafia de azúcar, tabaco, «a IW» sor delante 1* algodón, efiftano, lino, ova, «cei> 1a lo , awapartvci pvr tau rrespondiente eamo garantizado- perQ pnAa. Ve8> res. Lor. made^ab-e^ tx'participando el Tesoro en las res­ pectivas mrtap. y eVo cnvra co'n" tribu va Wlrertam*n*e a la anVcn*”*ón de 1a re­ ceta operación reclama no se pnHlAnión, a be «raS^OS O11® agregan ninguna clase de ar­ bitrios. El trigo, si como parece dedu­ cirse ha de quedar permanente el segu™ ▼nodo oue nnra la co­ rrespondiente contribución su im­ porte saldrá o de la corta perió­ dica o de1 daño sufrido. En otra plantación cu^a utili­ dad'sea el fruto anual, si éste e® atacado por un parásito, éste po drá ser combatido y dominade, mas si es un huracán que derri­ ba gran parte del fruto o una hecon i tuna, etc., la contribución que les corresponde parece lo más natural que se cargue sobre su industria­ lización, porque así aplicado no tanto con marcada utilidad, miendeja de ser una realidad y por tras que cargada sobre el produc­ to e¡n unión can el terreno, puede desaparecer por causas imprevisllama a la parte en el incremento de riqueza? ¿Una baja compen­ sadora para regularizar e&as irregulridades del’ tiemqpo? JWo tendrá que hacerse para acabo con la constante incertiduapbr en que vive el agricultor y com­ pensarle de los daños que los agentes atmosféricos le acarrean, para que así pueda seguir ape­ gado a la tierra y no termine por odiar su ocupación lo que para el no más ingrato. Estamos en momentos en que las costumbres y procedimientos están sufriendo una gran trans­ formación, y es necesario que con ella, por lo menos las cargas que pesan sobre los productos del canino, se sometan igualmente a wn cambio que resulte más equi­ tativo. y abandonar puede resutar en el desarr Este afio, en cuanto a los efec­ tos sufridos por los cultivos, co­ mo consecuencia de los perjuicios caucados por las diubes, no se pueden, negar ni poner en duda, porque la Prensa ha sido pródi­ ga en noticia© y detállese ¿Quiénes van a pagar los per­ juicios? ¿Los agricultores que se encuentran con un trabajo y dinero perdido y encima la inex­ orable contribución que está obli­ gado a satiste ' "orno si la rentiacaleulada técnica y oficialmente fuera una realidad? ¿La Hacien­ da PúhHca por lo mismo que se Hay un momento Uo de las plantas que una perS na acostumbrada al campo pued con gran aproximación »’%bular su rendimiento. Presupuesto és< te, es facilísimo comunicarlo a la* Entidad aseguradora y ésta, a su vez, al Ministerio de Hacienda, y conocido con bastante aproxima­ ción el rendimiento, es fácil, con la valoración normal que tengi? en el mercado, señalarle la con* tribución correspondiente. W que no se puede hacer, por no seíj lógico, es decir: Esta tierra tie* ne esta composición y con arregló a ella y a tal riemftxra, rendirá tanto y por tanto valdrá lo qoí se consiga de tal cantidad, y con arreglo a este suputólo fija! la tributación.