Un hombre destrozado.pdf

Media

Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

extracted text
Un hombre destrozado sido un tódos los Mi boca Í Par lo que acaba de leer no aya a creerme un asesino. No Impere ni siquiera de mí una cró!íca de sucesos, que por lo geneai son las crónicas que más gusan en estos tiempos modernos o que voy a contarle es una sim3e conversación sostenida con un omíbre físicamente entero, empeo» descuartizado en cierta mane* a. Usted va a verlo. —Yo f¿enrpre había hombre mtuy amable en órdenes de la vida, aunca tuvo un «no» para nadie. Torno comerciante que soy era ex­ cesivamente to’erante en los tiema que me refiero. S;empre jpe daba por satisfecho con la con­ sabida promesa de que en la pró­ jima operación se me compensa­ ría, ya fuese por la inferioridad |el género, ya se tratase de fal­ las de peso. En la vida de so­ ciedad me ocurrían cosas pareei* an. • Era condescendiente con _>das l'aa faltas ajenas. Mi hu­ mildad era proverbial. Mi casa nra así como un sumidero de peti^ones. Todos los mese? se me |ba una suma considerable de di­ nero entre limosnas, colectas, su* Opciones, cuota? de protección a ** vejez, a Ja madre, a la gota y 1 leche y demás bagatelas anáIncluso me llovían las Remandas por correo, era imcluj^ndome billetes de sorteos deseoicidoo cuando- no títulos de pro* tetor para tal o cual seminario, ^r lo visto m¿ fama de hombre geno me estaba convirtiendo en !feo así como un tipo popular. Id corazón y mi cartera jamás ífr hacían el sueco a la menor Tafentación. Mi caridad no conoaja sordera. Mi techo era re­ gio de desvalidos. No recuer i. de una sola doméstica que no ?vase en su hoja de servicios gún descalabro amoroso. Mi ¿ñora, que en paz descanse, era j/esidenta de no sé qué clase de ofrrupación de damas y lo «mer> de las chicas paraban en | Pero usted en un hombre rí0 y la munificencia siempre pnra. ¿ Siempre que al menor desJdo no te quedes sin honra y facultades muníficas. Ciermente, tenía fama de rico y de bondadoso, y por ese >tivo mfci espaldas, ya de naftnmuy anchas* llegaron a conPor José María Vidal y Pallejá vertirse en algo así corno una cancha, ¡me atizaban cada pelo­ tazo que daba miedo! Hasta que un día, un «buen amigo» me giró una letra por valor de vein­ ticinco mil pesetas, con el ruego enteraeceder de que no dejase de atenderla/ dándome, bajo palabra de juramento, de que a su ven­ cimiento me habría hecho la con­ siguiente provisión de fondos. la acepté d pestañear, pensando que todo hombre de negocios está expuesto a tropezar con una hora de apuros. —Amaos los unos a los otros. - —Sí: eso está muy bien en la enseñanza primaría. Pero lle­ gado el vencimiento» la provisión de fondos brilló por su ausencia. Le telefoneó y me contestó co­ rrectísimo, asegurándome me iba a hacer un giro telegráfico. Le dije que no era menester tarifa rapidez; con una simple transferenca bastaba. Para mí, hasta entonces, la palabra empeñada de un hombre era algo tan sagrado é inamovible como una catedral, Puesto que iba mi firma y mi nombre era considerado entre loa Bancos como algo muy respes tab’e, no quise estampar el me­ nor borrón en mi historial; ade­ más, no sólo tenía deT «amigo» su palabra, sino también la car­ ta de petición. Pagué, pues, las veinticinco mis pesetas. Bien pues; esta es la hora en que to­ davía tengo que percibir una pe­ rra chica del favor prestado al «buen amigo». En premió de ello, tengo hoy en él el enemigo púbj’ico número uno por el sdmple motivo de haberlo amonestado con llevar el asunto al Juzgado. No lo he hecho. He preferido otra cosa. —¿Olvidarlo? —No. Esas cosas no se olvidan. He puesto punto final a mi vida de hombre amable, bondadoso, protector y sensible a lan des­ gracias del prójimo. Hoy me considero llana y escuetamente un hombre moralmente destroza­ do. He enterrado el “otro” En eslíe mundo de “viyós” mirado desde el ángulo humanístico, por ser bueno no dan nada y quitan mucho. Hoy comercia! y civilmente, soy un hombre temible. Por el camino de la bondad» de la paciencia y do la tolerancia, me iba a pique. Era un barco al que los embates del maj han abierto una vía de agua. Al pa­ so. que iba, pronto habría sido presa de! salvamento de náufra­ gos. pero ya hecho “fiambre” y sobre mi tumba hoy se leería probablemente el siguiente epitafio: “Aquí yace un hombre bue­ no. Fué muy rico, hizo mucho bien y murió pobre. Bienaventu­ rado sea”. Y ante miq restos, más de un guasón replicaría; “Descanse en paz é1 n^bre dia­ blo”. Y yo le aplaudiría desde mis manos para el fondo de mi pudridero. No’%migo A tiempo he evita­ do tamlaña burla y que me hicie­ ron cisco Hby .para muchos, soy un homr bre malo y me enorgullezco de ello. ■ Todos me respetan y me sirven a cual mejor; no pocas cosas que antes lenían en «mí el paño de lágrimas Pocas me odian» muchos más que antes me andan detrás. Hoy, a distancia, me río mefistofélico de 1o que fui. No se concertaba noviazgo que no me mandasen ila participación del sablazo No pocos novios acudían a mí en solicitud d e auxilio eco­ nómico. Incluso me reservaban el “gran honor” de convertirme en padrino de alguno de sus hi­ jos. Mi esposa y yo fuimos pa­ drinos de no sé cuántas campanas Me hicieron presidente honorario de una, multitud de Instituciones benéficas y culturales. En Tas paredes de mi casa ya no queda­ ba hueco para un nuevo cuadro conteniendo un pergamino con el tí tute de le» más insospechados honores. Tanto honor , llegó a intoxicarme» hasta que un buen dí^ lo entregué todo al trapero Hoy jno soy nada de todas aque­ lla? mojigangas. | Se acató Ta comedia! Mi'divisa es; “A quien le pica, que se rasque, v el que me la hace, me la naga”. Con* migo se acató el frontón y toda clase de juegos sucios. Los mejo­ res abogados están a mi servicio y no me importa un pepino meter a la cárcel a más de un sinver­ güenza . —Usted lo ha dicho: le han destrozado. —Y rín embargo, me veo har­ to bien servido. Las mejores ofer­ tas, las más interesantes propo­ siciones acuden a mí preferente­ mente. Doy muchos manotazos» tiro muchos papeles al cesto, in­ cluso cartas sin abrir, porque enn olerías tengo bastante. Na­ die se atreve a robarme un kilo ni re apartan en un árice en ser­ virme te ajustado Están conven­ cidos que nadie paga y cumple mtjor que yo, pero igualmente lo están de la dureza de hierro de torcer el pescue­ zo al menor quisque que intente embaucarme. —Se ha trocado usted en algo así como el Tobo de San Francia* co, ¿verdad? —No tengo tiempo para enterarme de vidas de santos —Pero conoce la leyenda del desprecio ganto y el lobo. —Yo no vivo de leyendas. En mi casa se vive del valor adquh sitivo de las monedas que con mié negocios se ganan. Yo no regalo una perra gorda a nadie ni me importa un comino la ipuerte del vecina —Sin. embargo, oiga usted: “Y así me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fué como un agua hirvienfbe, y entre mia entrañas revivió la fiera» y me sentí lobo malo de repen­ te; mas siempre mejor que esa ma­ la gente. Y recomencé a Hucha aquí, a me defender y a me alimen­ ta*. Como el’ oso haee» como el ja­ balí, que para vivir tiene que matar. Déjame en^el monte, déjame en el risco. déjame. existir en mi libertad, vete a fu convento, hermano Francisco. sigue tu camino y tu santidad.” (Pasa a Ja pág. 30) (2P Un Hombre... (Viene de ¿a pág. 26) ¿De dónde se ha sacado usted esa histeria? —De “Los motivos del lobo”, obra de un gran poeta. —Y ese señor, ¿practicó esa gran verdad? —Lo ignoro, pero supongo que no, porque hasta los treinta años corridos de sü muerte ido empe­ zaron a colmarle de honores. —Naturalmente; por aquello de que “A burro muerto, la cebada al' rabo”. El hombre no tiene en­ mienda ni compostura para el bien. Al contrario» al que es bue­ no lo vuelven malo, mismísima­ mente como al lobo ese del cuen­ to. A mí también, de cordero que era, me han destrozado; pero peor para edlos. —Evidentemente es usted* un hombre metafísicamenjte destro­ zado. —Destrozado por un empacho de bondad, pero alabado sea yo que me he podido recomponer a /tiempo. Incrústese en el cerebro s * «sita sentencia, joven: por ser bueno no dan nada y s quitan mucho. e del hambre escribe en b —Algo así como cobarde nada se ¡historia. —Exacto. Y así se escribe la historia. —Sí; !a historia de >0x1 hombre destrozado^ vivimos y así I T C C
Date
1954
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted