Catequesis del la I.F.I

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Title
Catequesis del la I.F.I
Language
Spanish
Source
Estudio Volume IV (Issue No. 90) Septiembre 20, 1924
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Septiembre ESTUDIO 20, 1924 CATEQUESIS DE LA J. F. l. ~ 1 (Conclusión) Dos clases de personas debieran mostrarse, entre nosotros, eficaz e irreductiblemente opuestas a toda propaganda aglipayana: las personas cultas reflexivas y conscientes, capaces de apreciar tod'o el lado cómico, plebeyo, ridículo e irracional de un Iglesia como la l. F. l.; las personas sencillas e ignorantes, pero bien intencionadas y sólidamente cristianas, para las cuales pueden menos de saber a impiedad e irreligión las audacias, negaciones y radicalismos del sistema aglipayano. A los descreídos, a los indiferentes y a los que son intelectualmente irresponsables no hay derecho para exigirles la misma actitud y disposición de ánimo. Mas, por desgracia, frente a las pretensiones aglipayanas no todos se colocan en el puesto que les señalan sus conocimientJs, sus co.n.vi:ciones, o su conciencia. Hay todavía, en F1hpmas, muchos que, sin compartir !:is ideas ele la l. F. I., tiene para con ella benevolencias y simpatías injustificables. Páganse de nombres; y confunden ia apariencia con la realidad. Se entusiasman ante la perspectiva de una Iglesia nacional; les seduce su nota independistas ; y pretenden creer de buena fe que Aglipay prestó un señalado servicio al país, con la rebelión y la apostasía religiosa. A los escrúpulos patrióticos que obscurecen el sereno juicio de esta clase de personas pudiera contestarse ventajosamente, recordando los caracteres de toda verdadera religión. Hablar de religión nacional, en el sentido estrecho y mezquino de la palabra, es confundir conceptos distintos e inconfundibles; equivale a empequeñecer las obras divinas y rebajarlas a la categoría de institucione8 puramente humanas. La verdadera religión o es una comedia, una mentira, una vana superstición, o es una obra esencialmente divina, fundada en la palabra y en la voluntad de Dios, e independiente de los caprichos y veleidades del hombre. Por lo mismo la verdadera Iglesia no es propiamente una institu~ión local, sino comopolita; nacional, sino supranacional; particularista, sino católica _Y u~i­ versal. Se extiende a todos los pueblos, sm distinción de razas, idiomas y nacionalidades; Y a todos los acoge con el mismo cariño y maternal abrazo. En el orden religioso, como en todos los órdenes, la inteligencia debe servir de guía a la voluntad; y la voluntad, a los sentimientos Y al corazón. Mas para responder a los reparos propuestos, no es necesario recurrir a consideraciones de esta índole; basta con permanecer en el terreno en que se colocan los simpatizadores de la l. F. l. No, el cisma aglipayano, lejos de prestar ser-~ vicio alguno al país se ha tornado en una verdadera calamidad para la causa filipina; y lejos de ser un timbre de gloria, resulta una ignominia y una deshonra nacional. Hoy como siempre, la unidad religiosa constituye uno de los nexos más fuertes, uno de los baluartes más seguros de la unidad nacional. Los caudillos de la l. F. l., al romper ese lazo y destruir e~e baluarte, han arrebatado a Filipinas un tesoro inapreciJble, cuya pérdida nunca se podrá lamentar bastante. Han sembrando la desconfianza y la discordia entre sus conciudadanos; y han desencadenado una tempestad de odios, de rencores y de luchas, siempre tristes y siempre inútiles y estériles. Han procuradJ arrancar de las conciencias filipinas la fe cristiana, alma y vida de toda verdadera civilización, norma y guía de todo progreso integral y armónico. Han substituido la hermosura y majestad del culto católico con un conjunto de ridículas ceremonhs, vacías de sentido y de iodo valor simbólico. Y, por último, han precipitado a las almas creyentes en los abismos de la incertidumbre y de la infidelidad; las han privado cíe la esperanza en una vida mejor, en una recompensa colmada, después de los trabajos de la presente; y han secado en su origen el manantial de alientos y consuelos purísimos que al espíritu comunica la fe en un Díos encarnado por amor a los hombres. El aglipayanismo ha dado al mundo el espectáculo de una religión de la ciencia moderna, la cual religión de todo tiene, menos de religión de ciencia y de moderna. Pretende entusiasmarse ante el progreso indefinido de la humanidad; y lle\'a su atavis"rco hasta querer restaurar el culto de los anito8 y hasta a dar c·omo probable que "la inteligencia se convierta en energía física y el afecto én magnetismo o cosa parecida''. Ensalza de continuo su encumbrada moralidad ; y econoniza, al mismo tiempo el fingimiento, la hipocresía, la mentira y la lujuria. Entona himnos a la dignidad humana y no tiene inconveniente en proclamar como dogma inconcuso la descendencia símica del hombre. Encarece el sublime carácter de la perrnnalidad de Jesucristo; y convierte después al divino Salvador en un ser poco menos que imaginario, troquelado en el patrón del fabuloso Crishna de la India. Aspira a que se consideren sus doctrinas cual si constituyeran un cristianismo puro y sin mácula ; y empieza por negar hasta los fundamentos de esta soberana religión, para terminar con el aniquilamiento de lo que es su corona Y remate más preciado. Habla de la sinceridad, del desinterés y de la honradez en sus propósitos; Y acaba con la cínica confesión de que las prácticas Vol. IV -11- Num. 90 Septiembre ESTUDIO 20, 1924 fundamentales de su culto se ordenan a seducir incautos y engañar a b masa inculta e ignorante. Se gloría de poseer independencia de criterio y libertad de pensamiento; y no ha hecho otra cosa que amalgamar sin tino ni discernimiento las do.ctrinas más anticuadas de los incrédulos menos acreditad·os y solventes. Sabido es que uno de ios cambios radicales introducidos aquí por la nueva dominación ha sido el laicismo oficial, la secularización, la sep.1ración absoluta entre la Iglesia y el Estado. Dejado a un lado el problema acerca del carácter que, según los dictados de la razón, deben tener las relaciones de estos dos poderes, es lo cierto que, en no pocos sectores de la opinión, se mira hoy ~on desdén y hasta con horror hacía las épocas en que la Iglesia v el Estado constituían dos sociedades armónica~ y estrechamente unidas en el desempeño de sus funciones respectivas. En este orden de cosas la historia nos manifiesta bien claramente la actitud que, con respecto al pder civil, han guardado siempre las Iglesias llamadas nacionales: no hay más que volver los ojos a la Rusia de los Czares. Esas Iglesias de un nacionalismo estre~ho y mezquino, o se han sujetado a las mayores humillaciones y se han convertido en juguete del Estado. o han usurpado las prerrogativas del poder civil y han exagerado su actuación política, con detrimento del bien público y de su propio carácter sagrado. En cuanto se armoniza con las circunstancias actuales, la Iglesia Independiente, no es una excepción ele la segla general. Sería inútil recordar sus actuaciones. Y para convencernos de que esta intervención en la vida política es algo sistemático en b. doctrina aglipayana, la catequesis se toma la libertad de ordenar a sus afiliados que "den siempre la preferencia a los hermanos en la provisión de empleos, u oficios, en la compra y venta, en las elecciones, en las limosnas y en todos los beneficios posibles". En achaque de nacionalismo no deja de haber sus quiebras y sus errores. Así como existen verdaderas glorias nacionales, tampo~o faltan enfermedades nacionales, como el beriberi, y calamidades nacionales, como la los baguios y la langosta. La Flor de la Isabela Gran Fábrica de Cigarros, Clgarillos y picaduras de la iCOMPANIA GENERAL Dfa7 TAi/A¡ COS DE FILIPINAS Oficina central : 212 M. de Comill•~ 'J'el. 2~80 , CIGARROS DE LUJO Y POPULARES EXPENDIO: 6.'J-67 F:.~colt11 , Y en todos los kioskos, clubs, tabaquerías y hoteles Y si es dable encontrar verdaderos héroes nacionales, también se hallan ídolos de barro ante los cuales sólo queman incienso los inconscientes y los irreflexivos. De gustos no hay nada escrito. Pero aun tratándose únicamente del honor nacional y de consideraciones patrióticas, sin duda es muy crecido el númer·o de los que en Filipinas creen más honroso reconocer la autoridad en un Pío XI que acatar los decretos de un D. Gregorio Aglipay; pertenecer a la Iglesia católica, sociedad que rebasa las fronteras del tiempo y del espacio, que formar parte de la Iglesia Filipina Independiente, institución nacida ayer y reducida a unas cuantas poblaciones del Archipiélago Magallánico; adorar a Dios en San Pedro de Roma, teniéndo por hermanos en la fe a pueblos de todas las razas, que darle culto en un humilde chamizo de caña y nipa, entre un centenar de correligionarios, prestar asentimiento :i doctrinas, eje de la Historia y alma de toda la civilización moderna, que aceptar una amalgama de enseñanzas, desprovistas de todo or.ganismo científico y reñidas c~n los postulados de la lógica más elemental. Pero no sería justo ab.1ndonar aquí el .campo a las pretensiones aglipayana. La _ verdad tiene derechos muy sagrados; y fuera una claudicación el dejárselos arrebatar. La Iglesia filipina, la Iglesia verdaderamente nadonal, se hace forzoso el repetirlo, no es la llamada filipina independiente: es la Iglesia católica. Ella es la Iglesia de la porción más numerosa, más culta y más solvente del país; la que formó a todos sus grandes hombres, la que le educó en la escuela del progreso y ele la civilización la que le conquistó el howir inapreciables de ser el único pueblos ~ristiano del Oriente. La Iglesia católica fué, durante más de trescientos años la única Iglesia ele Filipinas ; continúa hoy ocupando la supremacía que por derecho la corresponde; y, con la ayuda de Dios, continuará por siglos esparciendo nuevos y más inten~os rayos de luz y caridad, para gloria de estas hermosas Islas y para felicidad de todos sus habitantes. Fr. C. F . G. CARO & CARO BAHERV STATION .J.Jfl_.J,JS General lu11a, fntra11111ras . .-lfonila. 1'1~1.ÉF'ONO !ll5 Especialistas en Magnetos, Generadores, Disparadores y todo lo concerniente al sistema eléctrico de un automóvil. 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