El poeta en su isla
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Part of Semana
- Title
- El poeta en su isla
- Language
- Spanish
- Source
- Semana Volume IV (Issue No. 84) Julio 1950
- Year
- 1950
- Fulltext
- El poeta en su isla El poeta vive en su isla- El poe ta tiene apenas veinte años. Y ya siente la dulce tentación de aislar se. El poeta habita una isla inha bitable,, una isla que mide ocho o diez metros de eslora y otros tan tos de manga o, si preferís, 16 pá ginas de 18 por 13 centímetros en buen papel casi cartulina, sujetas por un cordón amarillo a través de orificios. El amarillo es probable mente el color preferido del poeta mozo. El amarillo y el cobre, co lores de otoño. El otoño es sin duda su estación f predilecta. Por eso le canta una y otra vez. Escu chad: OTOÑO Y YO Nos llena de pasmo tu canto remoto. (En la lejanía se yerguen pesados pesados los olmos) • Tan hondo es tu canto, tan maravilloso, que alma no sabe si todo lo bello es de otoño. Quisiera que tú me dijeses tan sólo. .. Que tú me enseñaras la muerte que llevan tus ojos. Resulta tan agrio saberte ya próximo, que todas las flores se vuelven de gris si las toco. Tan hor.do <es tu canto, tan maravilloso, que el alma no sabe por qué nos amamos nosotros. El poeta se llama Manuel Arce y su isla no es una isla imaginaria. Tiene una doble realidad. Es “La Isla de los Ratones”, hojas de poe sía, que corresponden a la isla de los ratones de la bahía incompara ble de Santander. La Isla de los Ratones de mi bahía es una is la, ya lo he dicho, minúscula, de sierta, carcomida y roída, más próxima a la orilla Sur que a la ciudad. Yo he intentado expresar en un soneto mi emoción de la isla, como homenaje a la publicación poética que lleva su nombre, home naje, claro es, destinado a sus ho jas. La he visto de la siguiente manera: Por Gerardo DIEGO de la Real Academia Española —Exclusivo de “AMUNCO”— LA ISLA DE LOS RATONES A Manuel Arce Isla mártir, cautiva y soñadora de azules molinesias y reflejos, fondeada entre Hele chas y Ponte jos, a la materna sombra protectora, tumbada, de la reina. Nadie mora en tu desolación sin aparejos, ni en pleamar balandro, hacia el sur, lejos, hasta ti la bordada sesga escora. Tú eres pura y remota como una tierra de luna, lágrima de luna, llorada acaso antes que Adán vi vieraSólo mis manos cálidas suavizan tus cráteres de ciega y te deslizan un sueño terrenal de primavera. “La Isla de los Ratones”, revis ta, es la benjamina de las revistas montañesas. Santander goza una A !B C EDICIÓN AEREA SEMANAL El diario español más antiguo que se publica en - MADRID - SE VENDE EN MANILA CADA SABADO POR 26, córner Nueva AÑILA PHILIPPINES LA MAÑANA EN HISPANIA Escolta M SOLE ASENTS IN THE floracón exuberante de revistas. El viejo “Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo”, que junto a sus deberes de erudición, incluye con frecuencia estudios sobre poe sía. “Altamira’ la revista arqueo lógica del Centro de Estudios Mon tañeses. “Proel”, una de las revis tas poéticas y literarias de mayor consideración, aunque actualmen te padezca un inquietante letargo. “El Pobre Hombre”, efímera e indigente hoja que no llegó a mis manos. Y esta flamante “Isla de los Ratones”, llena de entusiasmo y novedad en los nombres que la sustentan. Todavía hay que agre gar, en revista periódica, las edi ciones de “El Viento Sur”, con liaparecidos o por salir, de Ri cardo Gullón, Jorge Campos, Ju lián Marías, Gerardo Diego, Vicen te Aleixandre, José Hierro. Quie re esto decir que subsisten en la ciudad varias generaciones de re Bidentes o ausentes, siempre dis puestos a darse una vuelta por el muelle y el Sardinero, y celosos de mantener s.egún las posibilidad s de cada cual, el prestigio alcanza do por Santander en los tiempos de Pereda, Galdós, Escalante y los Menéndez Pelayo. La poesía de Manuel Arce, den tro de la natural inseguridad d( los pocos años, aparece temblorosa de emoción y desnudada hasta k esencialidad más lírica. No des miente este primer libro la “Llama da” del título. Hay en efecto, una inequívoca vocación que justifica el lanzamiento del poeta al viente del azar. La fidelidad de su poe sía al Septentrión y a su musa la Meloncolía es clarísima. Fácilmen te podría dibujarse su árbol genea lógico desde Evaristo Silió y Anñs de Escalante hasta, como herma nos mayores, (todo es relativo tra tándose de poetas de veintitantos años y con muy pocos deJiistorirf) José Hierro y Julio Maruri. E tema del otoño ha sido cantado poi Hierro en poemas de intensa be lleza y más coloreada paleta que la gris y sobria de Arce. El tema del tiempo, tema más ambicióse que comprende todas las estacio nes, pero que concuerda más cor dialmente con el del otoño, por aei esta estación que la siente el pa so del tiempo con mayor vivencia ha sido cantado en algún poema de delicadeza infinita por Maruri Si añadimos a estos motivos, el de la muerte, inolvidable en labios de nuestro inolvidable José Luis Hi dalgo, el muerto poeta de “Los Muertos” tendremos las referen cias para explicar el temario del nuevo poetaPero Manuel Arce consigue un tono personal, una nobleza senci lla y clásica en sus sonetos, una serenidad pasmosa en poeta tan tierno, que le emparenta con los maestros de más atrás y nos le sitúa como adelantado de un pro bable nuevo clasicismo. Además, este librito es sólo un comienzo. El poeta más importante que hay en Arce ha de estar por fuerza to davía inédito. Entretanto, goce mos la tersura voluntariamente li mitada de esta elegía o “Destino de mi voz”. Quiso al viento nacer mi voz pri mera. Quiso al viento nacer, luego a su paso, (Pasa a la pág. 41) [13] De mi fuero interno Nada nos encanta tanto como la arrobadora sencillez del estilo rizalino y con esta pasión que toca a veneración a todo cuanto ha escrito el ídolo Nacional, tratamos de emularle, si cabe pretender a tan elevada aspiración— no, por cierto, en sus inimitables virtudes sin'o, siquiera la flex ibilidad de su lenguaje y po damos captar la influencia de su pluma límpida. EL AUTOR Empero, nuestra porfiada voluntad propende a vacilar, pareCiéndonos todo esfuerzo inútil cuando a nuestro paso tropezamos con obstáculos ma yores que nuestro empeño en vencerlos. Tenemos la marca da intolerancia de los que no saben disimular nuestra nu lidad en esos tecnicismos y complejidades del lenguaje, ya sea porque nuestra parque dad es rayana en el descono cimiento de los principios aca. démicos, y nos llamen a capí tulo los críticos; ya sea porque lo poco que aprendimos en la escuela, apenas sirve para amenizar lo insulso de nues tra didáctica, y nos azotan a mansalva con un cinismo mordaz y para colmo, nos im putan la insensatez de presu mir saber algo de lo que sa ben, como si “este mullo” fue se su patrimonio privativo. Muy de ellos es eso, (los conocemos por sus obras) de jactarse de saber manejar a capricho un vocabulario ex plosivo que con asombrosa destreza lucen cargado de ese sórdido arpegio de epítetos burlescos que usan al mo do de “appugiaturas” enlaza das con frases galantes que parecen un festival de articu lados sarcasmos. Refiriéndonos a nuestras inclinaciones, nos conforma mos con la austera sencillez de nuestra propia dialéctica siendo más afín a nuestros sentimientos, y como dijimos, nos embelesan párrafos como éste de Rizal sin encontrar nada despectivo en él: “Ligera como un ave, sin dar tiempo a que (ojos) pí. caros le vieran el pie. Con un gracioso movimiento del cuerpo y un pase de la ma no se arregla los pliegues Acaba de llegar Diccionario manual e ilustrado de la Lengua Española publicado per la “REAL ACADEMIA DE LA LENGUA” Edición de 1950. véndese en: HISPA NIA de la saya, y con una mira da rápida y como descuida da ha visto a Isagani, ha saludado, y ha sonreído.” Sería presumir demasiado, sin embargo, si creyésemos haber llegado a la perfección de su género, pero nunca se nos ha ocurrido semejante dis parate, sabiendo cómo care cemos del acumen necesario para imitarle; aunque optaría mos siempre por lo suyo qve se asemeja a las tendencias sobrias de nuestras preferen cias. Pero no nos dejan ni armo nizar nuestras emociones con la inspiración y con el alboro to que meten, nos confunden completamente; luego que es tábamos apuestos como unos bisoños en este noviciado de las letras, sin protestar, sólo para seguir entrenándonos, aunque a fuerza de bataca zos. No, ya tenemos bastante de esta intransigencia litera ria y estamos convencidos de que no há lugar a prosperar Escolta, 26 córner Nueva, MANILA bajo un ambiente tenso como el que nos deparan los inciden tes y en lugar de avivar el brío del espíritu para inspi rarse, en esta coyuntura, to do se desvanece como un casti llo de naipes al mero soplo del aire. El ánimo es ya un espectro resignado, y conven cido de su impotencia se rin de ante la presión de sus per juicios. Y uno, piensa lo de la zorra: “estas uvas son agrias.... ” FLORENCIO A. MAGNO Solano, Nueva Vizcaya Junio 15, 1950 EL POETA. (Viene de la pág. 13) gloría, vida, cantar, aurora, acaso» Todo el hondo temblor de primave ra. Quiso al viento nacer (yo bien quisiera para feliz cantar ) llamada ocaso, por la muerte en que siento qwe me abraso soñando a Dios en. mi fatal espera. Quiso mi voz nacer para aleffrta; dulce cantar; amor feliz que Ibega» Nunca pense que muerto cantaría. Mas siento tanta dicha en este llanto, que ya no sé (la luz de Dios me ciega ) si es muerte propia o vida lo que canto. Voy a terminar dejándoos oir una de las “Tres canciones para el tiempo*’, la del “(Futuro”), can ción de un lirismo purísimo y de una hondura que para sí quisieran los más orgullosos filósofos. Pero ¿qué es la poesía si no es filosofía hallada y perfecta? Futuro no ignora qué manto ponerse. Le llegan los años cansados d>° amor para siempre. Futuro quisiera momento volverse» No arroyo que lleva la copla que canta la fuente. Futuro quisiera dejar de ser siempre. Volver a ser niño que pasa, ser niño que vuelve. [41]