La inquisicion y su tiempo
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Part of Semana
- Title
- La inquisicion y su tiempo
- Language
- Spanish
- Source
- Semana Volume IV (Issue No. 84) Julio 1950
- Year
- 1950
- Fulltext
- LA INQUISICION Y SU TIEMPO Por el Dr. C. Blanco Soler “Hace veinte años.—escribía Hermann Schmit, consejeo de Nassau en 1649—se ven en diversos lugares del país lemán tan gran número de hogueras, braseros y muertes, ue el humo y el hedor de los cadáveres ha traspasado los íontes y los mares.” Todo esto sin contar las brujas inmoladas en los Países >ajos, muy entrado el siglo XVI, y sin hacer mención de los xcesos de Lutero en sus acciones guerreras. En 1486 los inquisidores alemanes publicaron el Martio de las Brujas, con la pauta de tortura para los sospechosos, fientras en España la justicia seguía un camino noble, eno de elementos de defensa para el procesado, en Europa el Norte no cabía el abogado defensor, la inculpación ni la ximente. Mientras en España la creencia en las brujas ha ido siempre de un valor convenido, lleno de ironía y hasta c'ético, en los pueblos del Norte de Europa la existencia de enrejantes seres era de rigor y convencimiento. Espectácu>s como vamos a referir jamás se han podido encontrar en Península. En Alemania, la caza de las brujas era un eporte favorito. En Bonn, cuenta un observador local a rincipios del siglo XVIII: “los quemados son casi todos rujas...” “Debe estar implicada media ciudad, pues ya han rrestado y quemado a profesores, estudiantes de Derecho, astores, canónigos, vicarios y frailes... El canciller y su lujer y la mujer del secretario particular del arzobispo han onecido ya. . . Niños de tres y cuatro años tenían amores con diablos. Han quemado estudiantes y muchachos de nourw cuna de nueve, diez, once, trece y quince años.” Kurth calcula las víctimas de la caza de brujas en Alemania en trescientas mil. Después de la ley de brujería que dictó Jaime I, en Inglaterra (sin Escocia), suman las víctimas va rias decenas de millares. Pedro Crepet (De odio Satanae} supone que en el reinado de Francisco 1 fueron en Francia condenadas cien mil brujas. Lamberto Doneau afirma que en Ginebra, en tres meses, fueron ejecutados quinientos, En 1692, en Estados Unidos, ahorcaron diecinueve. En Sue cia, en 1670, se condenaron a cerca de dos centenares, entre los cuales había niños de todas las edades que fueron muer tos infamantemente. En Escocia, en Holanda, etc., se llega a extremos que no podría imaginar español alguno. Es curio so que en las Indias la Inquisición española no quemó brujas ni hechiceros, tan fáciles de hallar entre los aborígenes, y ha cía de la hechicería sorna y ridículo; lo que dice la Enciclo pedia Británica de que se ejecutaron hechiceros en Filipinas y Méjico, es faltar a la verdad histórica de manera manifies ta. Difícilmente hay un historiador inglés o sajón que no invente copie o propale martirios atribuidos a los españoles cuando jamás éstos, por su contenido religioso llegaron a los extremos de las razas del Norte, imbuidas de un protestantis mo nacionalista e intolerante. Además, el mundo germánico conservaba aún el recuerdo de aquellos horrorosos castigos que para los reos dictaban sus comunidades primitivas: aho garlos en cieno, retorcerles las entrañas, clavarles la reja del arado... Aun hoy ese criterio racial, que jamás contaminó a España, ha hecho en medio siglo que pereciesen 3.839 per sonas linchadas en los Estados Unidos “sin la menor ga rantía de justicia o caridad”. Madariaga, del que copiamos ¿ilgunas notas que anteceden, condensa su opinión en estas palabras: “Pero el cuadro de terror, dolor, odio y repulsión que pintan Martham Lea y comparsa es pura ilusión.” AGRADECIMIENTO MADRID.—En el templo parroquial c?¡? San Marcos, ha recibido las aguas bautismales la preciosa niña Adelita Martínez Sheker, segundo de los hijos del oficial de la Legación en .esta capital don Emilio Martínez. En la fotografía^ Un momento de la solemne ceremonia en la que figuran con el párroco de la Iglesia, el señor Martínez; y los padrinos, el ministró plenipotenciario español de primera clase don Ignacio de Muguiro, y la profesora doña María Consuelo Perdices—Gracias a que vinieron los ladrones he podido averiguar donde escondía mi mujer los cigarros. ----- oOo----—El señor no túne más que leer la nota: cena, doce francos; vestuario, un franco. —¡Ah! ¡Bueno, bueno!.... Pues sírvame el vestuario. f 20 I