Preteritas

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Part of Semana

Title
Preteritas
Language
Spanish
Source
Semana Volume IV (Issue No. 84) Julio 1950
Year
1950
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
I POESIAS COMPLETAS GABRIEL Y GALAN PUESTA DE SOL Por un cielo mudo y frío, sin nubes y sin color, bajaba un sol moribundo, muerta sombra de aquel sol que las viejas primaveras templaba fecundador. Eran las tierras de ocaso desiertos que Dios creó para que el hombre se acuerde del Paraíso de Dios y muera con la nostalgia del que es infinito amor; y donde el cielo se unía, sin nubes y sin color, con una llanura muerta que el ruido nunca habitó con lentitudes dolientes agonizaba aquel sol. Y no tuvo en su caída ni pueblo que la sintió, ni pájaro que cantara la vespertina canción, ni selva que se moviera, ni hombre que alzara su voz, ni torre que se pintara con el dorado arrebol, ni sedalino celaje que embebiera en su vellón la púrpura derretida del último resplandor. Entre desiertos desnudos la muerte le sorprendió, y al que muere en el desierto no le ve nunca el amor, ni nadie le presta oídos, ni nadie le dice adiós. Así murió aquella tarde solo y quejándose el sol: ¡así se mueren los hombres que han vivido sin amor! PRETERITAS ------oOo-----Para Dáfnis y Cloé, fraternalmente, Vic. Si después de cantar, en tus oídos, —en medio del silencio renovado—, continúan vibrando otros sonidos, que remedan el timbre desolado de aquella voz muy triste, que un tiempo la quisiste tan solo para tú —piensa un momento ... Es posible que aún te esté llamando, y en la forma, doliente de un lamento, gimiendo a solas te estará añorando. Cuando el viento se enrede entre las verjas de tu ventana, —surtidor de flores—r, y a tu oído, simulando quejas confiadas solo al viento en sus rumores, repercutan las notas de unas canciones rotas por el Azar, ¡detente! Musa inquieta; tal vez esté cantando los resabios del dulce canto que aprendió el poeta en la mágica fuente de tus labios. Y cuando sola, con temor te sientas observada por alguien de hito en hito, por alguien que hacia tí se acerca a tientas, tal vez para llorarte tu delito de tenerlo olvidado por otro bien amado, ponte de hinojos ante el piano mudo, y rindiéndote a Dios, humildemente, —y porque Dios te servirá de escudo—, pídele tu perdón por él ausente, porque él, que tanto te adorara un día, te sabrá perdonar tu felonía. VICENTE DE JESÚS Desde mi retiro de Naga, Camarines Sur: Julio 1950. [84]