Rango

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Part of Semana

Title
Rango
Language
Spanish
Source
Semana Volume IV (Issue No. 84) Julio 1950
Year
1950
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
I COSAS DEL LENGUAJE JULIO CASARES DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA RANGO (Continuación) Parece que no se puede pedir más; pero todavía nos queda un copioso grupo de hombres preclaros —novelistas, poetas, dramatur­ gos, oradores, filósofos, filólogos, historiadores, políticos, etc-, etc.— cuyos nombres no desmerecen de los más ilustres antes citados y que si no han ido mezclados con ellos es porque en estos de ahora se junta al intrínseco mérito personal la condición de académicos de Len­ gua, circunstancia que seguramente ha de pesar en nuestro ánimo cuando llegue el momento de «decidir. Entre los desaparecidos figuran Martínez Marina, Mesonero Romarios, Eugenio de Ocha, Severo Ca­ talina, José Joaquín Mora, Gil y Zárate, Pastor Díaz, Núñez Arenas, Navarrete, Víctor Balaguer. Manuel Cilvela. Castelar, Balmes, Cas­ tro y Serrano, Ferrer del Río, Francisco de P. Canalejas, padre Co­ loma, Pereda, José Echegaray, Javier de Burgos, Linares Rivas, Pé­ rez Galdós y don Marcelino Menéndez y Pelayo- Y entre los que to­ davía, gracias a Dios, comparten con nosotros la responsabilidad y el honor de las tareas académicas, ahí están Benavente, Alvarez Quin­ tero. el duque de Maura y Eduardo Marquina. Merecen especial mención, y por eso los cito aparte, algunos aca­ démicos que, sin perjuicio de servirse del' idioma como instrumento pa­ ra fines artísticos o científicos, lo han tomado como objeto directo y especial de sus estudios. Son éstos don Felipe Monlau, don Miguel de Unamuno y don Ramón Menéndez Pidal, los cuales no han tenido a menos usar el vocablo sambenitado * siempre que se les vino a los puntos de la pluma. Por cierto que Monlau incluía dicho vocablo entre el caudal aue ha “heredado el castellano de las lenguas cono­ cidas en las edades ante-históricas de la Península Ibérica”, apreciación de todo Dunto inadmisible pero que revela cuán escasa vitola de extranjería presentaba rango a los ojos del autor de un Diccionario etimológico de la lengua castellana. Y ahora digamos, porque es justo, que si la discutida voz, tan servicial como menosDrecíada. tiene razón para quejarse de su suerte, no es poraue le hayan faltado valedores de calidad. El primero que yo recuerdo fué don Vicente Salvá. quien, antes de incluir rango en su diccionarios (1838), había escrito ya en su Gramática (1830): “Hay" dicciones y frases enteramente nuevas, las cuales no debemos ya excluir del tesoro de la lengua. Tales como acción (de guerra), bello sexo •. ., desmoralizar, divergencia, exaltado (por acalorado en las opiniones), fraque, función (por fiesta)., funcionario, garantía, garantir inmoral, intriga, organizar (por ordenar), paralizar, pa­ triotismo, petimetre..., quincalla, quinquillero, rango-., y muchas otras aue sería sobrado largo repetir.” Todas las palabras citadas salieron ya hace mucho tiempo de la cuarentena: todas menos rango; y de tal modo se han incorporado a nuestra habla cotidiana, que nos parece inverosímil que hayan es­ tado alguna vez en entredicho vocablos como patriotismo, funcionario, garantía, inmoral, intriga, paralizar, etc. Y tal vez esto debería ha­ cernos nensar si hoy. en nuestra calidad de administradores del acer­ vo lingüístico español, estaríamos dispuestos a corear a unos puristas oue hace un siglo hubieran conseguido extirpar como mala hierb^ esas palabras que, en fin de cuentas, han venido a enriquecer el idioma LECTOR No tires o destruyas esta revista. La semana que viene ya valdrá CINCUENTA CENTAVOS. Es posi­ ble que antes de un mes te paguen por ella UN PESO. Y más adelante, ¿quién sabe lo que por ella podrás con­ seguir? Reúnelas, encuadérnalas y guárdalas cuidadosa­ mente, pensando que pones dinero en una Caja de Ahorros. y de las que actualmente no sabríamos prescindir. Otro paladín del vocablo rango ha sido el sabio lexicógrafo y aca­ démico, hoy director de nuestra Correspondiente en Chile, don Miguel Luis Amunátegui Reyes, quien, primeramente en el prólogo que es­ cribió pura las Apuntaciones lexicográficas de su padre, y después en el tomo segundo de sus propias Observaciones i enmiendas a un diccionario, ha reunido más de la mitad del material que se utiliza en este informe y ha defendido elocuentemente la inclusión del vocablo en nuestro léxico. El más reciente alegato de que tengo noticia es un escarceo de don Manuel de Saralegui, publicado dentro de casa, en el mismísimo Boletín de la Academia- Es decir, que si hubiera existido algún Ciutti donde ciertamente no fallaban Tenorios, más o menos atrope­ llados por la edad, habría podido avisarnos“que esa aldabada postrera ha sonado en la escalera, no en la puerta de la casa”. Al ilustre académico se le ve luchar todavía contra el terroris­ mo purista que, con muy desigual acierto, había implantado Baralt, y no se decide a pedir francamente la absolución de rango, aunque hace cuanto puede para lograrlo. Entre otras cosas escribe lo siguien­ te: “Justo es reconocer que su uso (el de rango) es corriente en to­ dos los sectores en que se puede considerar subdividido el núcleo ge­ neral de habladores y escritores castellanos, porque rango escuchamos cada día en todas las conversaciones sostenidas, así por las personas cultas como por las ignorantes del montón; rango vemos estampado, sin salvedades ni distingos, en todos, absolutamente en todos los pe­ riódicos de la Corte y de provincias; rango es fama que repiten sin escrúpulo nuestros hermanos de todo el Sur de América; y rango es­ tá empleado como vocablo corriente y sin malicia en muchos textos de autores respetables que me propongo reseñar por contera de este escrito.” En cuanto a la propagación del vocablo en América, donde se podrían recoger a espuertas los testimonios de su uso, como ya su­ ponía Saralegui, sólo citaremos, por su autoridad excepcional, al in­ signe gramático Andrés Bello, que hizo amplio uso de rango en es­ critos de toda índole. (Concluirá) r si i