Recuerdos Fugaces de un Viaje Madrid - Manila via Francia, Sudamerica, Africa e Indias

Media

Part of Semana

Title
Recuerdos Fugaces de un Viaje Madrid - Manila via Francia, Sudamerica, Africa e Indias
Language
Spanish
Source
Semana Volume IV (Issue No. 84) Julio 1950
Year
1950
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
RECUERDOS FUGACES DE UN VIAJE: MADRID - MANILA VIA FRANCIA, SUDAMERICA, AFRICA E INDIAS Por J. S. PINOY De Montevideo, la capital uru□aya, a Buenos Aires, se tarda or avión menos de una hora. Yo ice el trayecto de noche y me cuo la suerte de estar sentado jun) a un brasileño amable, con el ue conversando me pude enterar n poquito de lo mucho que había e ver y sentir en este país, cuyo ombre y capital se prestan a un onito juego de interpretación fiurada: Con Feliz Viento se llega La Plata. De noche, un área amplísimo de ices, enmarcan la mayor ciudad e América del Sur, que figura demás entre las primeras del muno. El vuelo cortó, se prolonga tra hora del aeropuerto al hotel, Contraste pesado de la tierr¿b Siendo todavía hora de cenar, uedo de acuerdo con el compañero e viaje, buen conocedor, para sair enseguida a satisfacer el apeito. Y me ¡leva a un restaura nt ípico por sus platos de carne. Ese primer apunte estomacal, tal rez sea semejante a la de otros [ue vienen por vez primera. Y nerece la pena detallarlo: A la ¡ntrada un gran escaparate frigo­ rífico, contiene cientos y cientos le kilos de carne, como reclamo de la vista. El interior, vastísi­ mo, está decorado con rusticidad estudiada, colgando del techo, pro­ ductos de la tierra y botellas de mil especies, que igualmente se ado­ san a las paredes. Un madrileño UN GUAJIRO EN LA HABANA Un guajiro viene a la capital, se extravia y le pregunta a un tran­ seúnte: Oiga compay, ¿por aquí pasa la ruta doce? Transeúnte: No señor, pero pa­ sa la trece. Guajiro: Es lo mismo, un núme­ ro más o menos no importa. BUENOS AIRES.—Vista de pájaro de la capital de Argentina. nos sirve y le pedimos un menú sencillo, al menos sobre la carta: Caldo y carne. Calentados por el jugoso líquido, esperamos el bife (argentinización de “beaf”) que llega, cubriendo con creces su fuen­ te. Lo ataco de gana y como tengo enemigo y tiempo, pregunto al ca­ marero el por qué de semejante alarde. Me responde—y ya lo va­ mos comprobando—que la delica­ da vianda se come sin sentirla. Y discursea a continuación, que es norma de la casa cuidar eon tal BUENOS AIRES.—Edificio del Congreso. wmtn el paladar de sus clientes, que a tal fin, posee en el campo una hacienda propia, donde con procedimientos especiales de engor­ de, se recrían los animales de con­ sumo casero, algunos de cuyos ejemplares, retratados en cuadros estampados en los muros, son de exposición. Excúsenme, semejante prólogo de comedor, que se me impone, pues no en balde, antes de venir a esta tierra, muchos de los extranjeros, sabemos de memoria que Argentina produce por excelencia géneros ali­ menticios, que los exporta por to­ do el mundo, acompañados de la música lánguida del tango. Satis­ fecho pues, este prosaico conoci­ miento glotón, nos templaremos con otras virtudes bien caracterís­ ticas de este pueblo. Desde el hotel céntrico me as mo de mañana a la calle, para con templar con luz diurna, lo apena» bosquejado en la víspera. Frent» a mí se extiende la avenida 9 d» Julio, con anchura de más de cien­ to cincuenta metros, hormigueante de tráfico. A mi izquierda, unsi mole de cemento en forma de Obe­ lisco, más alto que los de Paría y Roma, es el centro de una gran plaza, a la que desembocan latvias principales. Mi primera compra ha sido un plano, junto al perió­ dico. Estudiándolo, a los pocos, días resulta sencillo callejear. El trazado modernísimo de las calles, paralelas entre sí, lo facilita. Y cada manzana de edificios (llama­ da aqui “cuadra”), a simétrica al­ tura de numeración, equivale a un ciento de casas, cincuenta a cada lado. No hay pues pérdida posible. Recorriendo la ciudad por medios diversos, noto confirmadas las in­ dicaciones de alguien que me de­ cía: En Buenos Aires comprobará usted que se ha procurado supe­ rar en grandiosidad, cuanto, tras­ ladado a ella, sea semejante de otra parte. Efectivamente es así y ahí van unos ejemplos deslabazados: Lal Cali: de Rivadavia, cuenta hoy conl 1G kilómetros de longitud, Muy es¿ trecha, por ser antigua, atraviesa:? la ciudad de punta a punta, lle-i gando hasta el campo, que al ser, absorbido por el asfalto, se traduce en viviendas numeradas. Y si-* gue... Ya cité la Avenida 9 de Julio,, por su anchura extraordina-: ria y el Obelisco por su altura comparada a la de sus inspirado­ res, La Catedral Metropolitana, da; columnas y piedras ciclópeas, no tiene torres. El Parque de Palermo es un bosque inmenso, inclu­ yendo un Jardín Zoológico y otroí Botánico. El Jockey Club, apodada el “de los millonarios”, como el dé los otros “potentados” del fcot-ball “River Píate”, barajan cifras fa¿ hulosas con ambos deportes pro­ fesionales. El Metropolitano, está dotado de los máximos adelanto^ y sólo es superable por el de Mos* cou... El* “Teatro Colón”, formfc el triángulo templario, con el Metropolitan de New York y L’Opera de París, de toda buena música. El aeropuerto federal recién inaugurado, cuenta con las pistas mayores hasta hoy conoci­ das y para embellecerlo, se han trasplantado a sus terrenos, árbo­ les plenamente desarrollados. En automovilismo, el “Gran Premio de la República”, se corre sobre once mil y pico de kilómetros, a todo lo largo y ancho del territorio. Los corredores, han rebasado la media horaria de ciento diez kilometros. (Continuará) [36]