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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

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La píaza fuerte Se Calais haóía sido tomada por Eduardo III, Rey de Inglaterra, a Felipe de 7 a ois, en 1347. haciendo do ella p. / entonces ua C .jrui.ar inc L. > 0.5 eó-Luv’O -.4 v.-.i-i... ' íi'./nimío LXx’u.am<G; ijiie y tras un Ineve sino reel gran Duque de Gulalegría de Francia fué y este feliz suceso con­ so b reman era a levan, a r i.. aó58 c di-eróla su. La ¿mensa, • nouyó su c l.dritu nacional/ sumamente uü..nao por nuestra reciente vicu i a de San Quintín. Pero trein­ en y ocho años después, en 1596, lus tropas españolas bajo, el mundo del archiduque Alberto vo.vían a conquistar Caíais. Sin embargo España, generosa y per­ ca a da de lo que para Francia .•■.ironía esta mutilación, y no cbs.arite a proximidad de Ca­ íais a los Estados de Flan(Ls, nuestros entonces, la uc volvían a Francia en el Trate do de Vervins. Precioso antecedi-tPe y testimonio ejemplar de lo que puede una buena y mutua amistad. - ¡ . n i-j] ~j Pero España no tuvo con el ti-.mpe la fortuna de la nación ve­ cina; y cuando a 4 de agosto de 1'764 el príncipe de Hasse-Darmstr. l al servicio del archiduque Car’os, {pretendiente a la Corona España en la Guerra de suc ¿ ón, ocupa Gibraltar a nombre ’ • este su bandera tan española le THvfa como la de Felipe V su dversario, ondea muy poc sobre el Peñón, porque el rhilrsn’e Rooik, comandante, de Escuadra inglesa, le obliga a «rxrh, sustituyéndo’a por la, de -.arana la Reina Ana. De -'síe molo Inaudito comenzó el 'cniínio inglés sobre Gibraltar. C r ^-ña empero no se conforma, - drñirPe tedo eí siglo XVIII da•V’ ’caudales sin cuento y sana torrentes para su recobro, «edas las negociaciones diplo­ mas la devolución de Gibrales la cuestión primera y ca' que se plantea, y con pa7esón Felipe V y Carlos ?L p rfían un día y otro para .... vue-va a España lo que el Darmstad había conquis­ té no para la nación inglesa, en nombre y para un preaY Trono español. Núesdebilidad momentánea y el v-.v/tan oyt que Franca nr>s -de* <a consolidan la ocupación britft-Ingleses^ y que nuestros historia-. <*e n GIBRALTAR por Ag-asíin G. de Amézua ...tu causa y patento que, hay un míode una tánica en el funesto Tratado de Utrucht. No importa: nuestros Re­ yes, año tras año, seguirán por­ fiando a la Gran Bretaña para que ésta acceda a su restitución; y tan justa es la nuestro derecho, mentó, en junio Rey Jorge I, en ta su y ar a 1721, que e¡ fam»3sa carFeiipe V, se mucs ra propicio a devolvernos Gibraltar. Mas como esta promesa no sa cumple y fracasan las artes de la ¡paz, vendrán las armas en lu­ gar suyo a sostener la demanda española. Tres empeñados sitios, durante el siglo XVIII» uno de ellos más largo que la Guerra de Troya, prueban cumplidamente que España no renuncia un solo instante a recobrar To que sab? que es suyo, por que Gibraltar y su pétrea mole es carne de su carne, que la roca en carne viva ' se trueca cuando en eHa se ha dejado una porción del alma na­ cional. España no puede ovvidar qu<* 'a gran Reina Ca-ólica en s.i testamento, con profética visión y en una verdadera corazonada de madre, había recomandado de un modo singular a sus sucesores la conservación de Gibraltar.. Co­ rren- nos de sangre; gástan^e misionen y millones de peses: y en la infausta noche del' 13 de septiembre de 1782 la bahía y e' Peñón todo se ven Pun-Jnados trágicamente por el espantoso in­ cendio de Tas famosas baterías flotan es, que España ha cons­ truido por arbitrio de un iluso ingeniero francés para tomar GIbra^tar. Y en aquel terrible epi­ sodio se juntan y hermanan, aun­ que enfrentadas de mohiento» dos respectivas virtudes nacionales: e1 heroísmo de nuestros marinos, y la generosa humanidad del co­ mandante inglés, que recoge y sa’va de las aguas y de una muert^ segura a centenares de combatientes españoles, acosados por las llamas de Tas funestas baterías flotantes, destrozadas por las más certeras de G:braltar, Ras?o noble y caballeroso que tanto honra a los g^nera’es Gi'braítar conticlavado España: y sí sig^o XIX nuestras dores hidalgamente se complacen en proclamar. Fracasados todos estos intentos de reconquista, iiuará siendo un puñal en el corazón de durante el cLdcüixüas civnes no permiten ac­ ción practica aiguná para su re­ cobró, en dura el Couo ese his.oria ; zos tenaces ue todo orden durante un siglo casi envero para el res­ ta mecmneiu o de nuestro derecho, y la mut.iidad a la poSvre de to­ dos ellos. Quédale a Éqpaña tan solo ia esperanza de que dqgue un día en que Inglaterra, justa y comprensiva, como lo ha sido en pocos años con Irlanda, con la india, con Birmania y acaso enbreve con Egipto, quiera negociación honrosa, y l nuestra memoria perrecuerdo imborrable de largo proceso que es la aniijurídica; los esíuer* en una conserutilidad todavía vando los provechos y que para ella pueda tener el Peñón, devolvérselo a España. Ligia.erra, 'patria de tantos in­ signes juristas, asiento de una justicia ejemplar y magnifica, como acaso -no la tenga ningún otro pueblo del mundo, sabe muy bien que las grandes causas na­ cionales, como es la reintegración de un territorio, no prescriben nunca, y que después de muchos sq^os sigue vivo, perenne, aquel aforismo rdmano que en versidades eTa sus Unitamb’én: enseña res pro Pero este clamor domino “Ubicumque sit suo clarnat.” incesante de España, por el re­ cuerdo doloroso de tantos esfuer­ zos y heroísmos ¡baldías, se ha hecho lógicamente mayor ante el anuncio de la Isabel II, la ing’esa, .piensa de Gibraltar visita oficial que Graciosa Soberana separable del acierto, la palabr hacer a !a plaza “discreción”. La discreción al regreso del ya como la síntesis y cifra de toda emprendido viaje a sus dominios. To 'os las fibras del alma nacio­ nal españo’a. sin disinción de ideas, han vibrado decorosamente al conocer este acuerdo del Go­ bierno inglés. Fría y objetiva­ mente consideraclOi flandg de iw no a Ja violenta y a Ja pasión, cabe preguntar; “En realidad, e¿ necesaria, indispensable, esta visna de la Reina ing.esa al 1 e1AVÜ ut Vjlb?Ulv¿41. j_.Su JI¿L Qeju uu cíe nacería a otras co.omas o ayas también? ¿(¿ué gapa, a la verdad. Inglaterra con nevar a| cabo este propósito, a sab'endai de que con él España ha de sen fá Sin reinlen a ia estr« ingle tirse justamente ofendida, que, por otra parte, ella tan cemente puede evdar?” uconiarncs ahora de nuestras ¡aciones comerciales, tan sas, atengámonos fan sólo cultura es, cada día más chas. Las Universidades sas son centros fecundos de acti vo hispanismo. Los nombres be neméritos de Fitzmaurice Kelly de Tiho.mas, de Entwistie, de Cunningham Graham y otros mucho hispanistas han quedado incorpo rados brillantemente a las letra) españolas. España correspond también a esta buena inteligenci cultural ,y cuando vienen a drid profesores y artistas ingle ses, a las recepciones que en honor organiza el simpático Ins titulo Británico, acuden académí eos catedráticos, intelectuales es­ pañoles, para saludarles con afec-¡ to y cordialidad. Nb hace muchos días cuando era más tirante la tensión popular por conocidos su­ cesos, fuimos muchos los con ¿irrrentes al homenaje que el irnsf? mo Instituto tributó al profesor C Kbllis, y lo hicimos así, delibe­ radamente, para que no pudiera interrumpirse esta noble tradi* ción. Que la graciosa soberana in­ glesa tiene pleno derecho a rea­ lizar esta visita ¿quién, serena­ mente pensando, puede negarlo ni ponerlo en duda siquiera? Pero en la vida de los hombres y de los pueblos hay algo más también que el estricto derecho; hay una palabra que califica nuestros ac* tos. que debemos tener muy pre¿ sente en todos ellos, pues es in? cuinu id oiiiLtzbio y cura ue LOUfi nuestras facultades cuando aé* túan; es hija de la razón, herma na de la sabiduría, compañera la prudencia, luz y guía de tcd huen obrar. Santa Teresa decí de ella que “es gran cosa par (P&su a la pug. 86) (8) G,B£íiSR - - - ­ . s ­ ­ * r e a ­ o s e o e o o a a a l o a o s ­ e , ­ , ­ n a a ­ - , - ­ n e a u ­ , e u ­ . l o ­ s ­ , e gobernar”; Cervantes hace de la discreción, asimismo, una de las mayores virtudes que puede po­ seer el1 hombre; y cabría citar ahora muchedumbre de elogios que nuestros escritores clásicos hicieron de ella. También los in­ gleses la conceden excepcional valor; uno de los más celebrados, oráculo para todo inglés culto, Samuel Johnson, dice que la dis­ creción es “prudencia, arte para dirigirse uno mismo, habilidad, conducta sensata”. A la visita de tan unánime sentir; ¿puede asegurarse serenamente que la anunciada visita de la reina in­ glesa al Peñón gibraltareño en­ traría dentro de los límites de la circunspecta discreción? ¿No creen los muchos amigos que Es­ paña tiene en el Reino Unido que esta presencia en Gibrajtar de su gentil y graciosa soberana, de­ chado de madres y modelo de rei­ nas a quien tan merecidamente adora el pueb’o inglés, no sería Oportuna y discreta, y que de lle­ varse a efecto causaría en Espa­ ña una dolorosa conmoción? Hay en la escena I del “Enrique VIII” de Shakespeare un diálogo entre dos nebíes de su corte, quienes, al comentar el viaje que el rey inglés acaba de hacer a Francia, se admiran y ponderan el orden y concierto logrados en él’; y como uno de ellos pregunta al otro a quién se ha debido tan buen éxi­ to» contesta éste: Alt this was arder9 d by good “discretiori9 Of the Right Reverend Cardi­ nal of York. “Todo ello fué dirigido por la excelente discreción del muy re­ verendo cardenal de York.*’ ¿Podríamos esperar los españo­ les que suspendiéndose la visita oficial de la Graciosa soberana inglesa a Gibraltar, saliese de su tumba por un instante inmortal dramaturgo para decirnos, cono placido, otra vez, como en sus buenos tiempos de actor: “Todo esto se ha hecho gracias a Sir Winston Ohurchi.ll, en eu sabia y política “discreción?”
Date
1954
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