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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

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GUSTAVO ADOLFO BECOUER Por MATILDE RAS Cada día se concede mayor inerés al estudio ded gesto y de la nímica, expresión inconsciente, y, >or ¡o mismo, auténtica, de núesira intimidad. En este Sentido, d estudio del grafismo, conside•ando éste como una serie de ges­ tos inscritos» es un poderoso au­ xiliar de la sicología; posee la nagnífica ventaja de su fijeza, lúe permite su observación repo­ sada, incluso por medio de docu­ mentos postumos. Isografía e iconografía se co­ rresponden. ContearjpSemos esta hermosa cabeza juvenil de Gus­ tavo Adolfo Bécquer en el retra­ to pintado por su hermano Vale*, piano. No sólo el atuendo de la Spoca—'los cabellos cuidadosa­ mente, “despeluchados” la capa irapeada a estilo de toga Tórna­ la el cuello blanco vuelto con estu­ diado desgaire—, sino la expresión le la faz, nos revela el tipo soñador F concentrado. el’ tono de ardiente aspiración que ponía su sello en os artistas románticos, sobre to­ lo en los poetas. El duque de Rivas, Martínez Je la Rosa, Fspronceda, Larra. Morilla. Ta bellísima Carolina Co­ ronado, Gerirudes Gómez de Aneüaneda—obesa y todo, con sus rtos en blen^— +odos» anasiornados o melancó’icos, se mostraban tóf. vehementes, poéticos y dis­ lates». Sus grafismos son todos de uerte inclinación destrógira o de etras desiguales y agitadas, co­ no hojas sacudidas por el vendaai de las pasiones. A principios Ib siglo hubo eu París una Ex­ posición de Autógrafos Román­ eos, sacados de la Biblioteca acional. Alguien calificó acer­ bamente esta Exposición de Herbolario del Amor”. Al1! se efán cuartillas, cartas y versos Stendhal» de Lamartine, de Tfrédo de Musset. de Balzac, de erardo de Nerval, de Jorge and, de Víctor Hugo—cuya imetuosa l’etra ha sido comparada tm un caballo que galopa...—. Hada de letras verticales, serenas cuidadas, como se ven en va­ rios clásicos (precioso ejemplo gráfico, el del pulido Racine). He aquí corroborado» una vez más, ei tono general del grafismo románáticc, con la firma de nuestro Bécquer, nacido en plena época romántica (17 de febrero de 1836). ¿Qué indica esta expresiva fir­ ma, con su inclinación, su movi­ lidad, y el’ sencillo lazo de su rú­ brica? En primer lugar, su vi­ brante sensibilidad» manantial del corazón, derramado en tan irisa­ dos raudales en su poesía; en seguidaj la salud precaria, las fuer­ zas físicas que se agotan rápida­ mente, como se evidencia en las letras que van en disminución en cada palabra: la energía decae, la mano se detiene un instante al terminar un nombre; el cere­ bro acude a] depósito de reservas del subconsciente, vuelve a ago­ tarse, y vuelve a ese depósito después del momentáneo descan­ so. Pero detadlar la parte pato­ lógica de este bello grafismo ocu­ paría todo el artículo» que procu­ raré hacer To más sintético posi­ ble. En su presión neta y como bu­ rilada, vemos su temperamento visual. Gustavo era hijo y her­ mano de pintores, y él mismo pa­ rece que fué. por lo menos, un bu en dibujante; gustaba de visi­ tar los rincones más bellos y pin­ torescos de España, enamorado» como otro gran sevillano, Anto­ nio Machado, de Soria; poetas que han cantado el castellano Duero más que el andaluz Gua­ dalquivir, como si los escenarios norteños cuadrasen mejor a sus melancolías. Y aunque Gustavo Adolfo no hubiese manejado jamás un lápiz, su pluma equival­ dría al lápiz y al pincel, el evo­ car los panoramas de Toledo, de Soria, de Avila, de Segovia, de eses ciudades, relicarios de pasado, por donde corren los. ríos de la His­ toria. Toda esa escenografía, predilecta de los románticos (siempre afanosos de emancipar­ se de las realidades cotidianas), que el1 os hacían revivir con la evocadora de sus versos. Nuestro poeta, acompañado siempre de sus carpetas llenas de dibujos, tomaba apuntes de todo Jo que impresionaba, aquí y allí, su rotina de artista. Y en sus cuartillas, ai margen de su pro­ sa y de sus versos, trazaba lige­ ros esbozos, detalles de paisajes» castillos medievales, siluetas de guerreros y de damas... Tam­ bién Goethe, DostoyeySki y Víctor Hugo tenían esta manía, desbor­ damiento irrefrenable de su posi­ tivo temperamento visual, crea­ dor de imágenes. Y ahora, vemos en Ta sutil vi­ bración de las letras que compo­ nen la firma, en maridaje no in­ frecuente entre los poetas» la ex­ presión del temperamento auditi­ vo, aliado al temperamenito vi’ suaT. Forzosa resulta, ciertamen­ te, esta segunda aptitud en los auténticos poetas. Los versos—y por mucho que se obstine en des­ mentirlo cierta escuela moderna, será siempre así—han de. ser mu­ sicales t“de la musique avant toute chose”. decía Veríaine). Sin embargo, no me refiero nresisameuie a esta cuestión, ded rit­ mo, y menos* de la rima; Becquer tiene, en la más celebérrima de sus poesías» dos versos que quizá no tengan par, en punto a rotun­ da sonoridad, en toda la hermosa E M B U MORCILLAS. SALCHICHAS 5T^T A DE LOMO SALCHICHAS PARA COCKTAIL 5?<w los famosos 'producto* Marca “flQTTT” que se venden en los simiente* establecimientos • Acmé Superrrarket Luzon MarVpt Charles Grocery Rizal Grncerv Central Food Sunnlv Unifive Grocery Tip Top Grocery v Fhilipnine Gnld Stores Pedidos directos o especiales, dirigirse a la FABRICA DE EMBUTIDOS “GOITI” Propietario: T. Uñarte Tel. 5-27-51 (Local 1331 peesía castellana: “Volverán las tupidas madreselvas —de tu jar­ dín las tapaS a escalar...” (co­ mo no sea en aquellos de Caro en ”L¿;s rumas de Itálica”: “Ro­ daron de marfil y oro las cu­ nas”), Mas rqpito que no se tra­ ta de esto, sino de que la música circule por las estrofas» como or questa invisible que cruzase una sed va frondosa. En las leyenda y cuentes de en su “Miserere” en tantas otras páginas de su ri­ ca prosa, al evocar escenas pre­ téritas, el narrador no sólo les da luz y sombra, colorido y mo­ vimiento, sino voz, rumores, pasos estruendos. cantos, músicas... Es, en verdad, una resurrección, un maravilloso “film” sonoro. Sería predijo—y redundante pues están en la memoria de to dos—citar 1as poesías becquerianas por donde circulan ráfagas de encantadoras armonías. He anuí, pues, únicamente» estos bre­ vísimos versos, entresacados de la composición, tan conocida: “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos”: “De Ta alta cam­ pana —Oa lengua de hierro —le dio volteando —su adiós lastime­ ro.” Al dotar a la campana de Yengua que da un adiós, el poeta le confie una sensibilidad hu(Pafla a la pág. 18) IDOS (16) GUSTAVO... (Viene de la pág. 16) ­ mana—su prqpia sensibilidad—. Se ve voltear el sagrado bronca en ¡a alta torre» resonar en los ámbitos, desbordar la grave me­ lancolía de una despedida eter­ na... Ahí está todo Bécquer: imagen y sonoridad, proyeccio­ nes de unas sensibilidad que resba­ la hasta las mismas telas del corazón. .. Puro romanticismo de buena ley. * 1 2
Date
1954
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