El Valor de la Obra Misional es Eterno

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Part of El Misionero

Title
El Valor de la Obra Misional es Eterno
Language
Spanish
Year
1934
Subject
Missionaries
Christian spirituality
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
AÑO IX, No. 6 NOVIEMBRE 1934 El Valor de la Obra Misional es Eterno e U ANDO nuestros privilegiados peregrinos Filipinos estaban en Roma y se paseaban visitando las varias plazas y observando montones de mármol, columnas de granito y muros de roca sólida de un metro de grueso, entonces se han convencido de que los Romanos antiguos de veras intentaban construir algo duradero: "Roma aeterna", la "Roma eterna", que llamaban su ciudad maravillosa. Pero las plazas famosas de Roma hoy día quedan en ruinas y lo que pudo escaparse de la destrucción de los siglos, fué usado por la Iglesia Católica. El Panteón de los paganos, los baños de Diocledano se han convertido en iglesias magníficas; las piedras y los ladrillos del Coliseo han servido para construir los palacios de los príncipes de la Iglesia. Las columnas de los arcos de triunfo de Trajano y de Marco Aurelio ahora sostienen las estatuas de San Pedro Y San Pablo; pilares de bronce dorado, sacados del templo de Jupiter Capitalino, hoy sirven de suporte a la mesa que se usó en la Ultima Cena y muchas obras artísticas de la arquitectura pagana ahora adornan los museos del Vaticano y del palacio de Letran. Sí, la Cristianidad ha vencido el paganismo. El Palatino, donde ·en los tiempos antiguos se entronizaban los emperadores romanos, queda abandonado como un lugar reservado a los muertos, mas en la colina del Vaticano se levanta glor:iosa la cúpula resplandeciente con la Cruz majestuosa encima, de la Basílica más grande y espléndida del mundo entero. Cuando San Pablo apareció por primera vez en la parte de Roma reservada a los Judíos, ¿quién huRenueve su suscripción ensiguida. 162 hiera podido imaginarse un porvenir tan glorioso? Cuando San Pedro fué crucificado en la colina del Vaticano, ¿quién hubiera podido suponer que algún día sus sucesores, los Santos Papas, desde aquel mismo sitio, iban a derramar su bendición "urbi et orbi" sobre todos los hijos de una Iglesia establecida en todas las Naciones del universo? ¿Quién? Solo él que conocía al Salvador y creía Sus palabras: "Todo poder ha sido dado a Mí... Estaré con vosotros hasta el fin de los siglos." -e;<C)Gr-!JEstas consideraciones sin duda alguna causan un gran consuelo y una e3peranza fundada a los Misioneros y a sus amigos, a pesar de las objecior,es que de vez en cuando ocurren y que tienden a incitarles a la desesperación como cuando se dice: "¿Para qué sacrificar tantas vidas de Sacerdotes aun en la flor de su edad, cuando su celo y sus fuerzas pueden conquistar más almas en Naciones menos rebeldes a la voz de la gracia? ¿Para qué sacrificar mi dinero, el fruto de . tanto sudor y trabajo, por una empresa idealística, que nunca podrá realizarse, como es la conversión de mil millones de paganos?" No cabe duda que sin Cristo el hombre no puede nada, pero también es verdad que con El, todo lo podemos. Nadie niega que en nuestra vida no veremos el triunfo final de la Iglesia. Pero que se me diga: ¿Acaso los Apóstoles esperaban presenciar los grandes triunfos de.nuestra Santa Madre? ¿Acaso sus colaboradores han asistido a la victoria contra el paganismo celebrada en Roma? Sin embargo nuestra admiración y nue~tro amor se dirigen no solamente al gran Constantino y sus coetaneos que con él gozaron de la victoria de la Cristianidad, sino también a los Apóstoles y a sus coadjutores siempre fieles pero que pasaron a mejor vida antes de ver realizado el triunfo de la Cruz sobre los ídolos. Por cierto, sentimos más el ardor del amor, la fuerza de la Fe y el ánimo de la esperanza cuando nos arrodillamos ante las sencillas "loculi", tumbas, de las Catacumbas que cuando andamos debajo del gran arco de triunfo del emperador Constantino, y también nuestro corazón se conmueve más y -demuestra mayor devoción ante la tumba humilde de San Pedro en la cripta de su Basílica que ante los sepulcros majestuosos y monumentales de sus gloriosos sucesores. ¡Viva pues el entusiasmo por la conversión de todos los paganos del mundo entero! iVÍva el fervor siempre creciente por el anhelo del Salvador en.la Cruz! Todo Católico, hijo de Cristo, sabedor de los ideales del Salvador, tr:aerá su grano de arena en la colliStrucción del gran edificio que es el Reino de Cristo, o la conversión de los paganos. Jesús antes de ascender al cielo dirigió la paSostenga un Catequ;sta! labra a Sus Apóstoles y a todos los presentes: "Se Me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id pues, enseñad a todas las Naciones bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándola_s a practicar todas las cosas que os he mandado y hé aquí que estaré ron vosotros hasta el fin del mund'.l." 163 Cuando leemos estas palabras o mejor, este mandamiento del Salvador, que se dirige a cada uno de nosotros en parfr:ular y a todos los Católicos en general, nuestro !.l '~ ~ t -2: e " '-' e " "':j ~ § ~ ~ ·;:; " - ~ "' "':j s ~ ~ ~ ~ ~ .::l ~ ;:t " ~ "'· •;:t '-' "' s ] ;; ~ ~ e "' ·¡:: -~ ~ ¡:: ~ ] ~ ;: ·::; .. ~ ~ ~ ~ e "" .§ ~ i:i' .. ¡:: ~ ·g -.. "" ~ ~ ~ C · .~ ~ "' -e "" ·~ .s ¡:: ~ corazó:i debe arder con el celo más activo por las misiones entre los paganos como contestación a la exhorta ·:ión· de nuestro Salvador ruando nos manda enseñar a Las Misiones necesitan Capillas 164 todas las Na·:::iones que observen todas las cosas que El nos ha mandado. Es verdad que cada Católico debe escuchar estas palabras del Salvador según sus capacidades y habilidades personales y según las circunstancias en que esté viviendo. Pocos reciben la gracia de pertenecer a la vanguardia heróica que vaya personalmente a conquistar nuevos terrenos y trabajar directamente en la viña del Señor llevando almas a Cristo y al cielo. Pero muchísimos hay quienes, quedándose en casa y aun ocupadísimos por los quehaceres cotidianos de un Católico ordinario, sin embargo tienen la vocación de obedecer a la voz del Salvador y por consiguiente de ayudar las misiones en cuanto puedan. Cada uno al menos puede rogar por el éxito de los Misioneros y por la conversión de los paganos; se ne:::esitan fervorosas oraciones para lograr del Señor las gracias necesarias a la conquista de los infieles. Debemos orar de una manera especial por la Sociedad de la Propagación de la Fe que por encargo de nuestro Santo Padre procura sostener a los Misioneros y sus obras de evangelizac1on. Que se tome de una vez para siempre la resolución de incluir en las intenciones de todas las oraciones la de pedir por Ía conversión de los infieles y el sostén de las misiones. Más todo Católico debe empeñarse en hacerse miembro de las Sociedades que se dedican a socorrer las misiones, de la So:::iedad de la Propagar:ión, y de nuestra S'.)ciedad misional que es "Nuestra Junta Familiar" la cual, además de procurar la satisfacción de trabajar por la conversión y civilización de nuestros paisanos infieles aun, también ofrece numerosos favores espirituales. L'l calidad de miembro de estas sociedades, lejos de causar algún daño a nuestrosintereses materiales, los favorecerá atrayendo la bendición Divina sobre nuestras empresas, en cambio de nuestros sacrificios y esfuerzos que corresponden al mandamiento Divino: "id y enseñad todas las Nadones, y estaré con vosotros cuando enseñáis a los · infieles." Y no basta ser miembro, debemos además desarrollar muestras actividades según nuestras habilidades y según la oportunidad que se presente. Basta de Católicos de nombre. Es una calamidad para las misiones que haya tantos Católicos sin el menor ánimo de contribuir al desarrollo de la Iglesia de Cristo. -e;(C)G)::)Es verdad que nuestro celo por fa conversión de los infieles no nos logrará inucha gloria humana, pero agradará a Dios nuestro Padre y nos valdrá mayor felicidad eterna en el cielo. Además, esta convicción íntima de que estamos cooperando con el Salvador en Su propia empresa, nos dará valor y nos elevará en dignidad ante nuestros propios ojos. El saber que somos--según una expresión Afiliese a los Cruzados de Santa Teresita del Santo Padre, Pio XI-"centros radiantes de salvación", nos procurará en esta vida tina convicción tan agradable de que, por haber cooperado con Cristo, nos hemos hecho otros Cristos o Salvadores y que no hemos trabajado en vano. Si los antiguos paganos de Roma tenían como ideal más sublime el crear algo que resistiese el curso de los siglos: "aere perennius"más duradero que el bronce-para que pudiesen proclamar "non omnis moriar"--al bajar a la tumba no me desvaneceré del todo ante la humanidad ¿cuánto más nosotros podemos esperar en la eternidad si es que logramos salvar almas por la Sangre de Cristo y por nuestra cooperación con El? Misionero en viaje. "Non omnis moriar" ... cada amigo, cada bienhechor de las misio165 nes con toda justicia puede aplicarse estas palabras, por humilde que sea en la vida social. Las numerosas iglesias, capillas, escuelas e instituciones para enfermos y huérfanos para cuya construcción y mantenimiento uno haya contribuido, se quedarán después de su muerte como tantos monumentos de su oaridad Cristiana; cada pueblo cristianizado indicando como una piedra miliar el avance triunfal de la lgesia de Cristo, proclamará en alta voz muda su gloria imperecedera; miles y miles de conversos que le deben su Divina adoptación como hijos del Salvador, gracias a sus oraciones, sacrificios y limosnas, le recomendarán al Señor en esta vida y intercederán por él en la otra. Y cuando en el porvenir, el mundo entero estuviere conquistado para Cristo, entonces nosotros misioneros desconocidos y quizás ignorados, amigos y bienhechores de hoy día, tendremos el derecho de vindicar una parte de la gran vi::toria, porque los fundamentos invisibles de una construcción también forman parte del edificio inmenso. En la eternidad formará parte de nuestra felicidad el gozo que nos causará la idea de haber contribuido directamente a la realización completa de la enseñanza de Cristo cuando mandó a Sus discípulos orasen diciendo: "Padre Nuestro que estás en los Cielos ... Venga a nos el Tu Reino." Rogad por las Misione6