Los Negritos en Congo

Media

Part of El Misionero

Title
Los Negritos en Congo
Creator
Por el Rvdo. Padre Shebesta, S.V.D.
Language
Spanish
Year
1934
Subject
Negritos
Christian missions
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
175 _j Los Negritos en Congo Por el Rvdo. Padre Shebesta, S. V. D. Los que han estl,ldiado antes en El Misionero las relaciones del Rvdo. Padre Mauricio Van Overbergh sobre los Negritos del Norte de Luwn, sin duda leerán con gusto el artículo siguiente del Rvdo. Padre Schebesta sobre los Pigmeos de Congo que pertenecen a la misma raza misteriosa de los Negritos de Filipinas quienes como se verá, tienen con estos muchas costumbres idénticas. '"Los Pigmeos de Congo, como los demás enanos que se encuentran en varias partes del mundo, Yiven en la sombra de las selvas Yírgenes que nunca dejan sino para irse de vez en cuando a los pueblos de los Negros y vender a ellos los productos de los bosques por platinos. Como los demás enanos también son nómadas; hoy se fijane;:i algún campamiento abierto a los cuatro vientos en medio de un espacio libre de la selva y después de poco tiempo, cuando carecen de alimento, se trasladan a otras partes. Ellos no son Negros; no tienen la piel negra ni la constitución física de los indígenas de Congo. ¡Cuántas veces los que miran las fotografías de los Pigmeos de Congo, exclaman: qué caras de menos tienen! Sin embargo los enanos no tienen nada en común con los monos; ellos son seres humanos precisamente como nosotros, pero muy primitivos; su existencia cotidiana es muy pobre y su fisionomía poco atractiva. Además son la gente más pequeña del mundo, siendo el promedio de su estatura algo menos de cincuenta y cinco pulgadas. Al observar a estos hombrecitos con sus largas barbas, se cree uno estar es algunas región de duendes y hadas. De veras los Pigmeos no son guapos, pero, después de haber estado Donativos incondicionados son los mejores 176 uno algún tiempo con ellos, se acostumbra a ellos y termina queriéndoles. . Sus ojos denotan y atraen la confianza. Generalmente estos ojos revolotean continuamente y miran por todas partes con cierta expresión de ansiedad como lo haría un venado cogido en la red al acercarse algún hombre. La timidez de estos enanos en presencia de algún Europeo o extranjero es tan grande que los Blancos, pasando por las selvas, nunca les pueden. observar, o, si les ven, será unos pocos momentos porque enseguida se escapan y se esconden. Antes que uno haya contado "uno, dos, _tres," ya se han retirado en la _densidad' del bosque y cuando la proximidad del extranjero les parece algo peligrosa, entonces permanecen en sus escondites tan perfectamente desaparecidos como si algún temblor les hubiese tragado hasta las entrañas de la tierra. Hasta todo el campamento se desvanece, lo que después de todo es cosa fácil: el hombre lleva·sus armas, su arco y sus flechas; la mujer se encarga de su pequeñuelo que amarra a sus espaldas por medio de una correa de cuero y quizás arrastra otro sentado én un cesto lleno con los pocos utensilios de la casucha y así juntos se escapan corriendo hasta que encuentren en el bosque algún sitio donde se creen seguros. Nadie se. preocupa de la choza abandonada y tampoco no hay necesidad, porque, en unos momentos y con pocos esfuerzos, construirán una-casa nueva. Las mujeres se encargan de edificar el nuevo hogar: colocan unas ·cuantas ramas en la tierra, las reunen y las amarran por las puntas de arriba en la forma de una cúpula que cubren con hojas grandes y la habitación está hecha. Cada persona prepara su propia cama que se compone ordinariamente de unas cuantas ramas, si no, se hace con algunas hojas extendidas en la tierra. Pero, desgraciadamente, cuando por algún tiempo cae una lluvia abundante, la choza, que parece una gra\} abejera, se inunda y entonces sus habitan• tes usando sus manos como tazas y charlando la mar tiran el agua por la puerta; que si no logran quÚarla toda, entonces cada uno se acuesta como mejor puede en el agua. Los Pigmeos son casadores excelentes y atrevidos. Con sus flechas arrebatarán un pájaro sentado en lo más alto de un árbol, matarán un antílope en plena carrera y hasta atacarán los elefantes con sus lan~as. Generalmente dos o tres cazadores se acercan cuanto pueden al enorme pachidermo procurando cortarle los tendones debajo de las rodillas, lo que algunas veces sucede y el animal se cae sin poder levantarse más, pero jay de ellos si esta trampa no sale bien! Entonces el elefante les .ataca a su vez y furioso · persigue a los enanos. La aventura siguiente por poco costó la vida a un Pigmeo que conozco personalEmplee un dia de wcacion mente. Un día que estaba cazando un elefante, su lanza no alcanzó el animal y al tirarla se había caido. El gigante del reino animal se.volvió contra el hombrecito y empezó a castigarle duramente con sus colmillos enormes. Herido el Pigmeo agarró uno de los colmillos y a pesar de las fuertes sacudidas con que el elefante trató de quitar al enano, este no dejó el arma terrible de su enemigo, hasta que por un esfuerzo superior del animal, tuvo que dejar el 177 colmillo y así fué lanzado entre las ramas de un árbol donde pudo detenerse y así escapar a la venganza del pachidermo. El hombrecito estaba tan herido que más bien parecía un paciente en una mesa de operación con el vientre todo abierto. ¿Qué hizo esta criaEl Padre M. Van Overbergh con un Negrito de Apayao. tura primitiva de las se 1 v as? Cuando se había retirado el elefante, bajó del árbol y habiéndose repuesto lo mejor posible los intestinos que salían fuera, fué con toda prisa hasta el pueblo más veEl sacrificio trae consigo la recompensa 178 cino de los Negros. Por casualidad allí encontró a un Misionero quien le arregló la herida con hilos y periódicos lo mejor que pudo. Sin embargo el enano se repuso no sin asombrarse sus compañeros por la tardanza con que se curó la herida. Así son los Pigmeos; son de una resistencia increible, duros de constitución e indiferentes al tiempo y a las heridas. El alimento de estos enanos ni tiene variedad ni es opulento, pero para ellos la mesa siempre está puesta. Bajo este punto de vista son la gente más despreocupada y feliz de este mundo del Buen Señor. Es verdad que consumen mucha vianda porque se dedican casi constantemente a la caza, pero en ciertas épocas del año prefieren las orugas y las hormigas blancas a la carne de los antílopes. Cuando matan algún animal, siempre ponen en algunas hojas cierta parte del corazón y la dejan en la selva. De la misma manera antes de regalarse con un festín de orugas y hormigas blancas, siempre esconden parte de estas delicadezas en algún agujero de un árbol hueco. Estos son ofrecimientos en acción de gracias a Dios por el gran favor que les ha hecho. Antes de comerlas, asan las orugas y las hormigas blancas sobre el fuego. Las mujeres están encargadas de buscar raices, frutas y legumbres de los bosques; las llevan a casa y las preparan para la mesa. Naturalmente esta dieta tan reducida de plantas no basta y por eso de vez en cuando los Pigmeos se van a algún pueblo de Negros para proveerse de platanos y de cocos que cambian por productos del bosque o que piden a los dueños. Generalmente se ponen al servicio de algún Negro a quien consideran como su amo y le sirven ayudándole algo en sus trabajos y este en torno debe pagarles cuidándoles y ayudándoles a buscar la comida. No raras veces han sucedido guerras cruentas entre Pigmeos y Ne gros, porque los primeros habían robado en los jardines los platanos que los Ne gros les habían rehusado. En estas refriegas ordinariamente los Pigmeos quedan derrotados y sufren más. Ellos evitan la el combate rebierto pero son maestros en el arte de lanzar desde un escondite alguna flecha envenenada en el pecho de su enemigo, escapándose después sin que se les haya visto. También muchas veces se han hecho los aliados de los Negros cuando estos estaban en guerra con otra tribu de su raza. Mientras los Negros procedían en buena formación, los enanos cubiertos con sus escudos y armados con sus lanzas y arcos, rodeaban por todas partes el grupo enemigo de Negros y habiendo tirado sus flechas mortíferas, enseguida se retiraban para esconderse hasta el siguiente ataque. La mayor necesidad:
Description
English title: "The Negritos in Congo" by the Rev.
Father Shebesta, SVD